Vieques, Puerto Rico (CNN) – La isla de Vieques está a solo 11,2 kilómetros de Puerto Rico. En este momento, podrían ser unos 11.200.
La isla fue destruida por el devastador paso del huracán María. Y quedó casi completamente desconectada del resto del mundo.
Durante siete días, los habitantes de Vieques han visto cómo disminuyen las reservas de alimentos, agua y combustible, mientras están como en un agujero negro, sin ningún tipo de información. Ahora, multitudes hacen fila en la plaza principal para tocar el mundo exterior.
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En el primer vuelo privado después del huracán, el habitante y organizador de ayuda Robert Becker trajo una maleta llena de teléfonos satelitales y los residentes esperaron durante horas, a 32 grados de temperatura, para que les llegara el turno de hablar con un ser querido.
Era su primera oportunidad de decir que están vivos, que los niños están vivos. O de compartir las condiciones horribles en las que están tratando de sobrevivir.
“Nos estamos quedando sin comida y sin agua”, solloza una mujer. “Lo perdimos todo”.
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Rick Daily termina su llamada con un “Te amo. Llama a los niños”. Jura que está bien, pero hace un pedido.
“Regresa y diles que necesitamos ayuda. Dile al presidente o a los senadores, a todo el mundo, que aquí necesitamos ayuda”.
Con cada conversación se derraman muchas lágrimas. Aunque conectarse con un ser querido puede traer algo de consuelo, aquí no hay esperanza de que las cosas vayan a mejorar pronto.
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El simple hecho de llegar a Vieques ya es difícil e inquietante. No hay radar que ayude al piloto del avión pequeño que nos trajo, en un vuelo de solo 20 minutos.
Al aterrizar, la vista no es muy halagadora. Varios aviones quedaron destrozados por el huracán y sus partes fueron arrojadas sobre el pavimento.
Las líneas eléctricas cuelgan de postes quebrados, a lo largo de las vías de la ciudad.
El lujoso Hotel W Resort & Spa está devastado. Las casas están destruidas. Esta isla era una mezcla de escapadas de lujo para los ricos y de la vida más dura y difícil de los residentes pobres. Ahora, todos se enfrentan a la escasez. Cuando la fuerza brutal del huracán de categoría 4 arrasó esta pequeña isla, todos quedaron en las mismas condiciones.
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Playa Esperanza, una de esas playas con arena blanca perfecta y agua cristalina, ya no existe.
Y ahí, en la plaza principal, hay una carpa azul y muchos teléfonos satelitales que ofrecen comunicación con el mundo exterior.
Vieques tiene unos 10.000 habitantes y todos sobrevivieron al huracán, según la alcaldesa suplente Daisy Cruz Christian. Pero la semana pasada, algunos de los más débiles murieron. Según ella, se había prometido ayuda, pero no ha llegado.
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El miedo a los tiempos difíciles que vienen y a cómo va a responder la gente comienza a expandirse en la isla.
No hay luz. No ha habido reaprovisionamiento de comida, agua o combustible. Nadie sabe cuándo llegará la ayuda.
Algunos miembros de la Guardia Nacional están afuera, en uniforme, dando una apariencia de seguridad. Pero no pueden cargar sus armas, hasta que reciban órdenes de Puerto Rico o directamente Estados Unidos continental.
Un camión recorre la ciudad, con altoparlantes en la parte de atrás, para compartir las pocas noticias que se conocen con los habitantes de esta isla desconectada del mundo.
Pero por ahora no llega la noticia que la gente más espera: la de cuándo llegará la ayuda.