Nota del editor: Michael D’Antonio es autor del libro Never Enough: Donald Trump and the Pursuit of Success (Nunca lo suficiente: Donald Trump y la búsqueda del éxito) (St. Martin’s Press). Los comentarios expresados en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
(CNN) – En un psicodrama desplegado a escala gigante en la frontera de Estados Unidos con México, el gobierno del presidente Donald Trump está separando a los niños inmigrantes de sus padres y los mantiene bajo custodia. Los funcionarios lo explican como una política de “cero tolerancia” contra quienes llegan al país ilegalmente. Para mí, como biógrafo de Trump, se trata de una recreación del propio trauma infantil del mandatario y una prueba anecdótica de que una actitud abusiva hacia los niños puede pasar de una generación a otra.
La ciencia sobre el abuso infantil intergeneracional no es exacta, pero algunos estudios demuestran que los niños que fueron lastimados a una edad temprana pueden ser más propensos a convertirse en adultos abusivos. El momento decisivo en la infancia de Donald Trump se produjo a los 13 años, cuando fue arrancado de su casa familiar y enviado a una escuela militar, donde –como Trump y algunos de sus compañeros de clase me dijeron– los menores eran golpeados por hombres adultos y entre ellos.
Cuando veo imágenes de los agentes fronterizos que separan a niños y padres, reconozco una crueldad similar. Otros, quienes pueden no conocer la historia del presidente, reconocen una expresión de mezquindad más general:
“… esta política de cero tolerancia es cruel. Es inmoral. Y me rompe el corazón”, señaló la ex primera dama Laura Bush.
“Bebés siendo arrancados de sus padres. No puedo soportarlo”, dijo Oprah Winfrey.
“El efecto de este tipo de hechos seguirá a estos niños hasta la edad adulta y toda su vida”, aseguró la doctora Ana María López, presidenta del American College of Physicians.
Incluso si las acciones de Trump no tienen ningún vínculo con la forma en que fue tratado de niño, la política que él y su secretario de Justicia Jeff Sessions están aplicando revela un presidente que no expresa el grado normal de empatía que esperamos de nuestros líderes.
El impacto del trauma infantil es bien comprendido por los médicos y ha sido establecido en muchos estudios. El libro del doctor Nadine Burke Harris The Deepest Well: Healing the Long-Term Effects of Childhood Adversity (El pozo más profundo: sanando los efectos a largo plazo de la adversidad infantil) lo describe muy bien . Por supuesto, nadie necesita un libro para explicar que lastimar a los niños está mal. El sentido común nos dice que el dolor infligido a un niño puede tener un impacto duradero.
Trump afirma falsamente que los demócratas tienen la culpa de la situación porque, supuestamente, crearon una ley que obliga a las separaciones. No existe tal legislación. Su aliado, el candidato al Senado estadounidense Joe Arpaio, dice que la responsabilidad es de las madres y padres que cruzan ilegalmente la frontera con sus familias. Entre Arpaio y en Sessions, quien ha citado a la Biblia para defender la medida, está el hecho de que estas persnas son refugiados que huyen de un peligro real en sus países. Desesperados por salvarse, emprenden peligrosos viajes y cruzan la frontera con la esperanza de que Estados Unidos los acoja con piedad.
En lugar de recibir el cuidado que merecen los extraños necesitados, las familias de inmigrantes están soportando el tipo de trato que reduce la capacidad de Estados Unidos por abogar a favor de los derechos humanos en todo el mundo. ¿Cómo un país que maltrata así a niños va a oponerse con credibilidad a los abusos de derechos humanos perpetrados por otros regímenes en el exterior? Evidentemente, debilita la credibilidad de EE.UU. en cualquier protesta contra las acciones autoritarias en Corea del Norte o Filipinas o Venezuela, por nombrar solo tres lugares donde Estados Unidos debe alzar la voz en defensa de los derechos humanos.
Dentro del país, la medida de Trump ignora tontamente el hecho de que la crueldad puede enfurecer y radicalizar a las víctimas y los espectadores e inspirarlos a defenderse (Los terroristas y criminales nacen de este tipo de trato). También genera un trauma moral a los ciudadanos estadounidenses que quieren creer que su nación representa algo mejor. ¿Cómo se supone que debemos mantener en nuestros corazones tanto la Estatua de la Libertad como las fotos de los niños encarcelados?
El dolor creado por la política de cero tolerancia perturba a los estadounidenses compasivos porque es un abuso infligido en nuestro nombre y, como no poseemos la autoridad para cambiar la medida directamente, nos sentimos como testigos impotentes. Sin embargo, algunas personas sí tienen influencia sobre el presidente y sus decisiones, y aquí es útil volver al factor familia.
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Con un presidente que fue tratado cruelmente y ahora abusa de niños en la frontera, su esposa, la primera dama Melania Trump, ha dicho que se debe hacer algo para rectificar la situación. Creo que es hora de que sus propios hijos empiecen a actuar.
Nadie en el mundo de Donald Trump es más importante e influyente que su hija Ivanka y, según los informes, ella ha buscado una agenda a favor de la familia y de los niños. Cuando era niña, Ivanka fue tratada duramente durante el divorcio de sus padres. (Consulta los titulares de los diarios sensacionalistas para obtener pruebas).
Según todos los relatos, sus propios hijos son tratados con empatía y amabilidad, lo que significa que ella ha detenido el ciclo de trato deficiente dentro de la Casa de Trump.
Ahora está en sus manos la oportunidad de hacer algo más al hablar directamente sobre el abuso del gobierno contra los niños inmigrantes y exigir que se detenga. La decencia no exige nada menos.