(CNN) – Durante su divagante discurso en el Jardín de las Rosas de la Casa Blanca el martes, el presidente Donald Trump rechazó la idea de que su campaña esté fallando.
“Creo que tenemos muy buenos números en las encuestas”, dijo.
Veinticuatro horas después, Trump removió a su gerente de campaña, Brad Parscale, y lo reemplazó con Bill Stepien, una mano política de larga data con vínculos con el exgobernador de Nueva Jersey Chris Christie.
Así que sí.
Si bien durante mucho tiempo ha habido una desconexión masiva entre las fanfarronadas públicas de Trump y las preocupaciones privadas, la ira y la ansiedad, la degradación de Parscale es un brillante ejemplo de ese abismo. La verdad que cualquier político sabe es que no te deshaces de tu gerente de campaña a menos que las cosas no estén yendo bien. Y especialmente no te deshaces de tu gerente de campaña 111 días antes de las elecciones, a menos que las cosas estén REALMENTE mal.
Que, para Trump, lo están. De manera notable. Una nueva encuesta de la Universidad de Quinnipiac publicada el miércoles mostró al exvicepresidente Joe Biden con una enorme ventaja de 52% contra el 37% del presidente. Una encuesta de NBC-Wall Street Journal también publicada el miércoles mostró a Biden 11 puntos por encima de Trump. Las encuestas en estados cambiantes como Florida, Michigan y Wisconsin muestran a Biden cómodamente por delante, e incluso hay encuestas en estados típicamente rojos (como se les conoce a los estados cuyo electorado es mayoritariamente republicano) como Arizona, Texas y Georgia que sugieren que Biden compite con Trump en esos lugares.
Las cosas se han puesto tan difíciles para Trump que personas sin afiliación política predicen ahora una toma por parte de los demócratas del Senado debido a los desastrosos números del mandatario en las encuestas actuales. Ya no existe hablar de que los republicanos tengan la mayoría en la Cámara de Representantes. Cada señal apunta a una elección apocalíptica para los republicanos, una que podría hacer retroceder al partido a nivel estatal y nacional durante años, si no décadas.
Trump, públicamente, no reconoce nada de esto. Incluso al anunciar la destitución de Parscale y el nombramiento de Stepien, Trump intentó presentar las elecciones de 2020 como un partido fácil.
“Esta debería ser mucho más fácil ya que nuestros números de encuestas están aumentando rápidamente, la economía está mejorando, las vacunas y los tratamientos pronto estarán en camino, y los estadounidenses quieren calles y comunidades seguras”, escribió en una publicación de Facebook sobre los cambios.
Pero, a cierto nivel, sabe lo mal que están las cosas. Este extracto del informe de CNN sobre la remoción de Parscale se refiere a eso:
“El futuro de Parscale, a quien el Presidente y sus aliados habían elogiado como un gurú digital que ayudó a asegurar el primer esfuerzo electoral de Trump y se convirtió en el gerente de la campaña de reelección a principios de 2018, había estado en serias dudas durante semanas. Además de los números rezagados del presidente en las encuestas, Trump estaba furioso después de que un regreso muy promocionado a la campaña fracasara a fines de junio. Un mitin planificado en Tulsa, Oklahoma, no cumplió con las expectativas después de que Parscale predijera multitudes, no sólo dentro de la arena con 19.000 asientos, sino también fuera”.
Es importante recordar que el descenso de categoría de Parscale –quien según informes se espera que continúe en un papel menor como jefe de la operación digital de la campaña– no altera fundamentalmente la trayectoria de la carrera o incluso el esfuerzo de reelección de Trump .
Como se señaló en todas las historias escritas sobre la reorganización de la campaña, Parscale pudo haber tenido el título de gerente de campaña, pero Jared Kushner, el yerno del presidente, siempre fue el verdadero jefe de la campaña. Kushner, como lo fue en la carrera de 2016, es la persona más cercana a Trump –literalmente es familia– y figura decisiva en la mayoría de las cosas.
(¿Te preguntas por qué Kushner no tiene el título de gerente de campaña? Mi deducción: no quiere la responsabilidad pública si las cosas van mal).
Y, porque Trump es Trump, incluso Kushner se ve anulado por él. La mayoría de los candidatos creen que ellos mismos son el mejor estratega político que tienen y Trump no es diferente. De hecho, está más involucrado en las micro partes de la campaña que la mayoría de los candidatos a cargos nacionales.
Luego está esto: la persona promedio no tiene idea de quién es Parscale. O Stepien. Por lo que moverlos dentro de la campaña no cambia los problemas fundamentales que enfrenta Trump. Su manejo de la pandemia de coronavirus ha sido un desastre absoluto en términos de salud pública y repercusiones políticas. Su respuesta sorda a las protestas a nivel nacional provocadas por la muerte de George Floyd bajo custodia policial a fines de mayo aumentó las tensiones en lugar de calmarlas. Incluso la economía, una vez considerada la carta de triunfo de Trump para las elecciones de 2020, se ha vuelto contra él. En la encuesta de Quinnipiac, el 50% dijo que Biden haría un mejor trabajo manejando la economía, mientras que el 45% dijo que Trump lo haría. Estos números revierten una encuesta de junio que le daba a Trump una ventaja del 51% frente al 45% de Biden en la economía.
En pocas palabras: las cosas están mal para Trump. Muy mal.
Vale la pena señalar que Trump tuvo tres gerentes de campaña en su carrera de 2016: Corey Lewandowski, Paul Manafort y, finalmente, Kellyanne Conway. Se las arregló para ganar de todos modos. Lo que, si buscas el lado más positivo posible en esta nube oscura, podría sugerir que Trump simplemente no está atado a las reglas tradicionales de la política.
Pero mover a su personal de campaña no solucionará mágicamente todos los problemas que afectan a su candidatura a la reelección. Las medidas equivalen a un reconocimiento por parte del presidente de que la carrera 2020 no está cerca de donde él quiere que esté y que las cosas deben cambiar si quiere tener la oportunidad de ganar.
¿Alguna vez dirá eso públicamente? ¡Por supuesto que no! Continuará insistiendo en que va a ganar fácilmente, y deleitará al público con historias de cómo nadie dijo que podría ganar en 2016. Pero los movimientos que Trump hizo el miércoles por la noche hablan más que cualquier palabra que diga públicamente. Y dicen esto: estoy en problemas muy, muy graves.