Nota del editor: Camilo Egaña es el conductor de Camilo. Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor. Ver más artículos de opinión sobre cnne.com/opinion.
(CNN Español) – Dar el brazo a torcer es una de esas frases que nos acompañan toda la vida, como nuestra sombra.
La dice la abuela y el maestro; el cura y el político de turno, si es que se acuerda de la abuela, del cura o del maestro.
La frase alude a aquel que no quiere ceder en su postura y no acepta otra idea diferente de la suya.
El origen habría que buscarlo en antiguas civilizaciones como la romana, la griega o la egipcia, cuya gente jugaba a mantener un pulso o pulseada: ya saben ustedes, dos sujetos aburridos y aburridores, que colocados uno frente al otro se toman de una mano y, apoyados solo en el codo, uno intenta derribar la mano del otro.
El presidente Donald Trump ha dado su brazo a torcer y la gente debería agradecerlo.
Trump ahora asegura que llevar mascarillas es “patriótico”. ¡No hay nadie más patriótico que yo, su presidente favorito!”, asegura en Twitter.
Más allá del tufillo nacionalistoide y parlanchinesco, lo que cuenta es que, por primera vez desde que estalló la pandemia, Trump parece haber entendido que la mascarilla salva vidas.
Lo ha hecho después de haberse reído de su contrincante, Joe Biden, por comparecer en un acto llevando mascarilla, y también de varios periodistas por atender sus comparecencias con una puesta.
No sé quién es el responsable de que el presidente –al parecer– haya dado por fin su brazo a torcer y haya dejado a un lado su escepticismo inicial: si él mismo o sus asesores.
Me inclino a pensar que ha sido la realidad, pura y dura, la de los muertos y la de las encuestas, la que ha obligado a Trump a aceptar la mascarilla.
Trump ”no da puntada sin hilo” (ahí tienen otra frase) y supongo que es capaz de intuir que la gente está harta de sus delirios, como sus inyecciones de desinfectante o la aseveración de que era “una gripe” justo cuando en abril más de un centenar de naciones reportaban contagios.
O aquel ridículo pronóstico hecho en febrero de que el coronavirus “en abril, supuestamente, morirá con el calor”.
Ni Trump ni sus aguerridos seguidores pueden negar que en estos momentos Estados Unidos es el país más afectado del mundo por la pandemia: más de 3,8 millones de casos confirmados y más de 141.000 muertos.
Y con varios estados en los que el coronavirus campea por sus respetos, casi fuera de control, mientras los políticos locales se enfrentan desde sus trincheras respectivas.
¿Qué significa que el presidente haya decidido apostar por la mascarilla? ¿Será que por fin la Casa Blanca ha dado su brazo a torcer y presentará por primera vez en casi siete meses una estrategia clara y coherente ante la pandemia?
“Todo sucede para bien en este, el mejor de los mundos posibles”. Eso creía Cándido, aquel pobre diablo que protagonizaba un libro de Voltaire en el siglo XVIII. La antesala de eso que llaman hoy el “pensamiento positivo”. Ya ven que ”no hay nada nuevo bajo el sol”. Otra frase y no más, ahí lo dejo.
Comienza Camilo, que hablando se entiende la gente.