(CNN) –– Ir a la universidad es, para muchos adultos jóvenes, la primera oportunidad de saltar a la libertad y la vida adulta. Es allí donde se les anima a tomar riesgos y hacer conexiones en comedores y lavanderías.
Sin embargo, esas costumbres universitarias no son posibles si, en gran medida, los estudiantes se encuentran ahora confinados en un dormitorio, mientras observan el mundo a través de las rejas de sus ventanas.
El semestre de otoño 2020 parece ser exactamente eso para muchos estudiantes de pregrado que regresaron al campus durante la pandemia.
Y, como era de esperarse, algunos de los alumnos ya empezaron a rebelarse.
Estudiantes sociales llenaron las casas de las fraternidades y los pasillos de los dormitorios, y se abrieron paso en los bares: todos siendo lugares para la transmisión de coronavirus. Escuelas como la Universidad de Carolina del Norte-Chapel Hill y la Universidad de Notre Dame han tenido que enviar a los alumnos a casa para estudiar virtualmente, después de que aparecieran brotes de casos de covid-19 apenas unos días después del comienzo del semestre.
Es fácil culpar únicamente a los estudiantes por los brotes de casos: encaja perfectamente en el estereotipo de imprudencia y vanidad de los jóvenes.
Pero sus decisiones arriesgadas están más relacionadas con su desarrollo y resiliencia mental que con la infracción consciente de las reglas, según le dijeron a CNN tres psicólogos del desarrollo.
Conoce a los expertos
CNN habló con los siguientes expertos sobre los factores que impulsan estas decisiones arriesgadas:
- Hannah Schacter, profesora asistente y psicóloga del desarrollo en la Universidad Estatal de Wayne.
- Ben Locke, director de Servicios de Consejería y Psicología de la Universidad Estatal de Pensilvania.
- Mary Karapetian Alvord, directora de la práctica privada Alvord, Baker & Associates, que asesora principalmente a niños, adolescentes y adultos jóvenes.
Los tres expertos conocen bien a los universitarios: Schacter les enseña, Locke los asesora en el campus y Alvord es su psicóloga en casa.
Aunque vida universitaria no se parece a lo que solía ser, muchas de las primeras y emocionantes promesas de esa experiencia ––como libertad, independencia y amistades–– aún permanecen, y siguen atrayendo a los estudiantes a actuar de maneras que pueden exponerlos a ellos o a otras personas al coronavirus, señalaron los expertos.
Los jóvenes están programados para tomar riesgos
Existe algo de verdad en el estereotipo de los jóvenes sobre tomar riesgos: son más propensos a decidir algo en el ardor del momento porque están programados de esa manera.
Durante la adolescencia y la edad adulta, la región del cerebro más sensible a las recompensas sociales ––la amígdala–– se desarrolla a un ritmo mucho más rápido que la corteza frontal, la parte del cerebro responsable de las decisiones racionales y basadas en las consecuencias.
Ese desequilibrio puede llevarlos a tomar decisiones que otros considerarían riesgosas, como visitar a amigos o asistir a una fiesta, explicó Locke.
“Su toma de decisiones… se trata más de ‘¿qué hay en este momento, qué me estoy perdiendo, qué es lo que me haría más feliz en este momento?’”, señaló.
Los jóvenes también son especialmente sensibles a las posibles recompensas de las decisiones arriesgadas durante esta etapa de su vida. No es que no comprendan las consecuencias negativas, pero luchan por regular esos impulsos que los llevan a asumir riesgos porque la posible recompensa es demasiado grande, indicó Schacter, quien dirige un laboratorio en la Universidad Estatal de Wayne sobre relaciones entre adolescentes.
“Es esta combinación de estar restringidos del contacto social durante un tiempo en una edad en la que compartir con los compañeros es tan esencial para el desarrollo, para hacer que los jóvenes se sientan bien, y por lo tanto, hay algún tipo de cálculo en el que se percibe que el beneficio ––’puedo pasar tiempo con mis amigos’–– parece superar los costos potenciales”, dijo Schacter.
Cuando dejas a los estudiantes regresar al campus después de pasar la primavera y el verano encerrados en las habitaciones de su infancia, muchos de ellos aprovecharán esas oportunidades para conectarse con sus amigos y desconocidos. Su miedo al virus puede verse superado por su afán por hacer contactos, añadió.
Dependen de las conexiones sociales para construir sus identidades
La pandemia no ha debilitado el deseo de pertenencia de los jóvenes.
“Nadie va a volver a la universidad porque quiera estar solo en su dormitorio todo el fin de semana”, apuntó Schacter.
La aprobación de los amigos es cada vez más importante durante la adolescencia, y los adultos jóvenes dependen de sus conexiones sociales para construir sus identidades. Todavía quieren ver a sus amigos y conocer personas nuevas, un sello distintivo de la universidad que es cada vez más difícil a medida que las clases se realizan con estudiantes a dos metros de distancia, o a estados de distancia, a través de Zoom.
Así que algunos se irán de fiesta.
“Los compañeros y amigos son tan esenciales que no es una coincidencia que estemos viendo más estos comportamientos y que estén especialmente orientados a los pares”, dijo Schacter.
Ahora bien, existe un riesgo que los adolescentes se toman muy en serio: el del rechazo. Entonces, si ven que alguien a quien respetan o admiran, o que tiene algún tipo de poder social percibido, está infringiendo las pautas de distanciamiento social o asistiendo a una fiesta, pueden dudar en señalar a dicha persona, pues criticar a otro estudiante podría significar su ostracismo, indicó Locke.
Alvord estudia la resiliencia o la capacidad para afrontar las crisis. Las conexiones sociales, afirmó, generan resiliencia. Tener lazos fuertes y amistades sólidas nos ayuda a superar tiempos difíciles, incluidos momentos como estos.
Para algunos estudiantes, el aislamiento puede resultar más aterrador que el propio virus.
“El sentido de pertenencia y la aceptación de los pares, creo, supera el juicio”, sostuvo Alvord.
Reciben mensajes contradictorios de los adultos
Parece que las universidades no han podido decidir si es seguro para los estudiantes regresar al campus. Muchos planteles les dieron a sus alumnos solo algunos días mudarse fuera del campus en marzo y reanudar las clases virtualmente. Meses después, cancelaron las clases presenciales luego de que aparecieran brotes de casos de coronavirus.
Pero, como las escuelas han reabierto, los jóvenes pueden asumir que estarán seguros para reanudar su vida como la conocían, puntualizó Alvord.
Según Alvord, también pueden haber interiorizado la pauta general hacia el comienzo de la pandemia, que los funcionarios del gobierno repitieron en su apuesta por reabrir las escuelas: los niños y adolescentes tienen muchas menos probabilidades de enfermarse de coronavirus. (El riesgo de muerte sigue siendo relativamente bajo, pero algunos adolescentes han muerto a causa de covid-19).
“La base de conocimientos ha cambiado, pero creo que para muchos de ellos se ha reforzado la idea de que no son parte del grupo de alto riesgo”, analizó Alvord.
La reapertura de las escuelas y el regreso de los alumnos al campus implica oportunidades de exposición que no hubieran tenido en casa. El solo hecho de reanudar las clases presenciales hace que sea más probable que algunos estudiantes realicen cosas arriesgadas, dijo Schacter.
“No podemos controlar mucho, pero podemos manejar qué tipo de oportunidades tienen los estudiantes para romper estas reglas”, añadió. “La mayoría de los campus universitarios están literalmente diseñados para promover la interacción social. Los estudiantes que regresan… deben navegar eso de una manera para la que no fueron diseñados”, completó.
Las universidades acogen a jóvenes de todo Estados Unidos y el mundo. Cada familia, ciudad, estado y país está manejando el coronavirus de forma única. Tráelos a todos de regreso al campus y seguramente habrá desconexiones en cuanto a si obedecen las pautas de distanciamiento social y el uso de máscaras, dijo Locke.
“La polarización del uso de mascarillas como expectativa de salud pública es algo que está incrustado en la llegada de los estudiantes”, agregó.
Aún están procesando mentalmene la pandemia
La decepción es inevitable en momentos como este. Las expectativas destrozadas, junto a los desafíos de la pandemia, afectan a los estudiantes de diferentes maneras y los hacen navegar por su cuenta en el presente incierto.
“Esto es increíblemente difícil”, sostuvo Locke. “Nada de esto es normal, nada de esto es una referencia, todo esto tiene elementos que son decepcionantes”.
Datos de salud preliminares ya han confirmado lo que Locke y otros psicólogos temían que fuera cierto: los jóvenes se han sentido abrumados por la ansiedad y la depresión desde el inicio de la pandemia. El Centro Nacional de Estadísticas de Salud y la Oficina del Censo de EE.UU. estiman que más de un tercio de los estadounidenses ha experimentado síntomas de depresión y ansiedad desde la primavera.
Algunos estudiantes pueden buscar actividades que les devuelvan el sentido de la normalidad, o incluso ir tras las experiencias que anhelaban y que la pandemia amenazaba con cancelar.
“Existe este deseo de aferrarse a la forma en que las cosas solían ser, como querían que fuera”, indicó Locke. “Es una de las partes más difíciles de la pandemia: enfrentar una realidad que ninguno de nosotros llegó a conocer”.
Los jóvenes cuyas experiencias con el coronavirus son más personales pueden estar más dispuestos a obedecer las pautas de seguridad. Pero, afortunadamente, muchos estadounidenses se han salvado del virus. Este aún puede parecer extraño o improbable para los jóvenes que no han experimentado el virus, lo que puede llegar a considerarse menos grave, según los psicólogos.
“La gente suele hablar de cómo los adolescentes se sienten invencibles”, dijo Locke. “Y eso puede ser cierto o no. Pero esa sensación de que su comportamiento afecta a toda su comunidad, o que podría causar que su vecino muera dentro de dos meses, es algo realmente difícil de asimilar”, completó.
Las escuelas pueden estar adoptando un enfoque equivocado
Los tres psicólogos coincidieron en que creen que la mayoría de los estudiantes se toma la pandemia en serio y actúan en consecuencia. Los videos virales de fiestas en las que los asistentes no llevaban mascarillas y de bares llenos representan a cientos de los casi 20 millones de universitarios en Estados Unidos, comentaron.
Sin embargo, el problema con la pandemia de covid-19 es que incluso si son pocos estudiantes los que rompen las precauciones, eso podría desencadenar una serie de infecciones que pueden ––y ha ocurrido–– cancelar clases y actividades, dijo Schacter.
Las escuelas han tenido dificultades a la hora de descifrar qué métodos funcionan para convencer a los estudiantes de que se mantengan seguros. Y no es un problema exclusivo de los estudiantes universitarios: los adultos también han ignorado las recomendaciones de los funcionarios de salud pública.
Sin embargo, ya es evidente que no funciona que las escuelas les digan a los alumnos que se abstengan por completo de la interacción social o que amenacen con la suspensión o algo peor. Este enfoque tampoco ha sido útil con otros comportamientos de riesgo como conducir bajo los efectos de sustancias o tener relaciones sexuales sin protección, señaló Schacter.
Alvord dijo que las universidades deben compartir con los estudiantes la responsabilidad de mantener seguros a quienes están en el campus. Culpar a los jóvenes podría provocar rebeliones.
En Penn State, Locke dijo que él y sus colegas han tratado de “cambiar la cultura de pensamiento [de los estudiantes]” a una de beneficio y sacrificio mutuos, que requiere la aceptación de todos para cuidar de los demás.
Lograr que el 100% de los estudiantes obedezcan las pautas de seguridad es uno de los desafíos del covid-19 que parece irresoluble: ¿cómo puede una escuela mantener a miles de estudiantes siguiendo las precauciones cuando los equipos deportivos con menos de 50 miembros ni siquiera son inmunes?
Considerar a los estudiantes con empatía, dijeron los psicólogos, y reconocer los sacrificios que ya han hecho podría ser un buen punto de partida, aunque imperfecto.