Nota del editor: David Oshinsky dirige la División de Humanidades Médicas en la Universidad de Nueva York Langone Health y es miembro del Grupo de Trabajo de Vacunas sobre Ética y Política. Su libro, “Polio: An American Story”, ganó el Premio Pulitzer de Historia en 2006. Las opiniones expresadas en este comentario son suyas.
(CNN) – Los titulares sobre el coronavirus de esta semana son alarmantes y alentadores. Primero, las malas noticias: las hospitalizaciones en Estados Unidos se han duplicado desde el Día del Trabajo, superando las cifras registradas en cualquier momento desde que comenzó la pandemia. Lejos de “doblar la esquina”, el país enfrenta un invierno peligroso a medida que las temperaturas comienzan a bajar y la temporada de gripe se afianza.
Pero también hay buenas noticias: dos candidatas a la vacuna contra el covid-19 se han mostrado prometedoras, aumentando las esperanzas de que el virus pueda ser contenido.
Se dice que la vacuna desarrollada por el gigante farmacéutico Pfizer y su socio alemán, BioNTech, tiene una efectividad del 90% en los ensayos de fase 3, que involucran a más de 40.000 voluntarios. Esto significa que entre quienes la recibieron hubo 90% menos casos de covid-19 “síntomático” que quienes recibieron un placebo. Una vacuna similar fabricada por la empresa de biotecnología Moderna mostró una eficacia ligeramente mejor (95%), aunque los datos de ambas empresas son preliminares y se necesita más tiempo para mostrar cuán bien funcionan. Dado que una vacuna típica contra la gripe tiene la suerte de alcanzar el 60% de efectividad, los resultados son alentadores, por decir lo menos.
Lo que tenemos que aprender de la vacuna contra la polio
La carrera por una vacuna en medio de un escrutinio público tan intenso recuerda una historia similar de la era del baby boom, después de la Segunda Guerra Mundial. La enfermedad en ese momento era la polio, una infección viral que descendía como una plaga sobre la nación cada verano. El virus atacó principalmente a niños, matando y paralizando a cerca de 50.000 cada año. Los cines estaban vacíos, las piscinas estaban cerradas con candados, los jóvenes luchaban por usar muletas y aparatos ortopédicos para las piernas. Las salas de los hospitales estaban llenas completamente con pulmones de acero. No pasó mucho tiempo antes de que la ciencia triunfara, y el Dr. Jonas Salk desarrolló una vacuna que eventualmente eliminaría la amenaza de la polio en el mundo desarrollado, y en el proceso aprendimos lecciones valiosas, algunas bastante dolorosas, que debemos prestar atención hoy mientras buscamos una vacuna para deshacernos del covid-19.
Las décadas de 1940 y 1950 fueron anteriores al papel clave que más tarde desempeñaría el Gobierno federal en las pruebas de medicamentos y vacunas. La cruzada contra la polio fue dirigida por una organización benéfica privada, March of Dimes, y los millones de padres aterrorizados que reclutó para la causa. Por lo general, se necesita más de una década para desarrollar una vacuna exitosa. Bajo una enorme presión, March of Dimes lanzó la vacuna contra la polio de virus inactivos de Jonas Salk en menos de cuatro años.
Los ensayos de la vacuna de Salk, de 1954, siguen siendo el mayor experimento de salud pública en la historia de Estados Unidos. Participaron más de un millón de niños en edad escolar, algunos recibieron tres dosis de la vacuna Salk, otros un placebo similar. Se necesitó un año completo para analizar los resultados en la era anterior a las computadoras, pero los resultados fueron sorprendentes. “¡LA VACUNA DE SALK FUNCIONA!” proclamaban los titulares el 12 de abril de 1955. “LA POLIO FUE DERROTADA”.
El presidente Dwight D. Eisenhower invitó a Salk a la Casa Blanca, donde elogió al joven investigador por salvar a los niños del mundo. “No tengo palabras para agradecerle”, dijo el presidente, con la voz temblando de emoción. “Estoy muy muy feliz.”
Los errores de la vacuna contra la polio
Entonces ocurrió el desastre. En cuestión de semanas, la vacuna milagrosa, diseñada para acabar con la polio, fue acusada de causar la enfermedad. Llegaron informes de niños recién vacunados que fueron llevados a las salas de emergencia. Resultó que el asombroso éxito de los ensayos de Salk había llevado al público a exigir el lanzamiento inmediato de la vacuna. Y el Gobierno había cedido rápidamente, permitiendo que cinco compañías farmacéuticas aumentaran la producción sin una supervisión adecuada. El peor infractor, Cutter Laboratories de Berkley, California, lanzó una vacuna tan contaminada con poliovirus vivo que 164 niños quedaron paralizados permanentemente y 10 murieron.
Aunque casi olvidado hoy, el Incidente de Cutter desencadenó una revolución regulatoria en la que las vacunas se someten a pruebas rigurosas para garantizar tanto su eficacia como su seguridad. No ha habido un solo caso de poliomielitis causado por la vacuna Salk de virus inactivos desde ese terrible momento en 1955, a pesar de los miles de millones de dosis administradas en todo el mundo.
Las vacunas contra el coronavirus
El ritmo vertiginoso al que se están preparando las actuales vacunas contra el covid-19 recuerda la historia de de la polio, en parte porque el término “wrap speed” (nombre de la operación bajo la cual se desarrollan las vacunas contra el covid-19) se comprende muy poco. No se han encontrado esquinas de seguridad. Los datos de las pruebas de fase 3 se han estudiado meticulosamente y se han producido pausas ante el menor indicio de problemas. Los efectos adversos de una vacuna aparecen abrumadoramente dentro de una pequeña ventana de tiempo después de la vacunación, y ya han pasado dos meses desde que a los voluntarios se les administró la dosis final de covid-19.
La principal diferencia ha sido el papel enormemente ampliado del Gobierno federal en la financiación de la investigación, el desarrollo y la distribución de estas vacunas. En lugar de eliminar pasos, les ha permitido proceder simultáneamente, de modo que la fabricación puede ocurrir mientras se prueban las vacunas. Esto aumenta el riesgo financiero para el Gobierno, pero no el riesgo del producto para el público.
Aún así, quedan muchas preguntas sin respuesta. Los números notables proporcionados por Pfizer y Moderna llegaron en comunicados de prensa, hasta ahora nada ha sido revisado por pares. ¿Cuánto durará la inmunidad? ¿Variará entre los datos demográficos? ¿Previene los casos que actualmente necesitan hospitalización? En el caso de Pfizer, ¿puede una vacuna que requiere almacenamiento a temperaturas de menos 70 grados centígrados aparecer de manera realista en el consultorio de su médico o en la farmacia local?
Lo que aún falta de las vacunas contra el covid-19
Se espera que Pfizer y otros fabricantes soliciten una autorización de uso de emergencia (EUA, por sus siglas en inglés) de la Administración de Medicamentos y Alimentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés), una palanca que se empleó con moderación en el pasado y que permite a la FDA hacer que un producto no aprobado esté disponible en una emergencia médica. Algunos expertos, que consideran prematuro una EUA, han sugerido medidas menos radicales como el “acceso ampliado”, en el que los pacientes con enfermedades potencialmente mortales pueden acceder a tratamientos experimentales cuando no existen opciones comparables.
Desafortunadamente, mientras intentamos acelerar los medios para proteger a los que están en mayor riesgo de covid-19, también enfrentamos un inconveniente. Las encuestas de opinión muestran un escepticismo creciente entre los estadounidenses hacia un proceso de vacunación que temen que se esté moviendo demasiado rápido.
Esto no es de extrañar. Los años de la polio demostraron que la magia de laboratorio era una parte de una solución más amplia. Las personas debían sentirse seguras de que se estaban manteniendo los estándares científicos, de emergencia o no, y los científicos debían saber que una vacuna exitosa requiere una confianza pública abrumadora.
La de la polio es una lección que vale la pena recordar.