Nota del editor: Joshua A. Douglas es profesor de derecho en la Facultad de Derecho J. David Rosenberg de la Universidad de Kentucky. Es el autor de “Vote for US: How to Take Back Our Elections and Change the Future of Voting”. Encuéntralo en www.joshuaadouglas.com y síguelo en Twitter @JoshuaADouglas. Las opiniones expresadas en este comentario pertenecen exclusivamente al autor. Ver más artículos de opinión en CNNe.com/opinion.
(CNN) –– Sí, hay un fraude electoral. Y viene del interior de la Casa Blanca.
Es muy poco probable que los intentos del presidente Donald Trump por robarse las elecciones y ganar otro mandato funcionen. Pero ya está teniendo éxito en socavar las normas democráticas clave, sobre las que opera nuestra sociedad. Justamente, Trump lo hace al cuestionar sin evidencia los resultados electorales y argumentando falsamente fraude electoral. Incluso, según The Washington Post, contactando a una funcionaria electoral local encargada de certificar los resultados.
Trump claramente perdió las elecciones presidenciales por amplios márgenes electorales y de voto popular. Aunque ha presentado demandas en numerosos estados en disputa, en su mayoría estas no han tenido resultados. Trump ha mentido sobre fraude electoral masivo que no existe. Su abogado Rudy Giuliani incluso sugirió que su objetivo es retrasar la certificación de los resultados, para permitir a los legisladores republicanos frustrar la voluntad del pueblo y simplemente otorgarle a Trump los votos del Colegio Electoral que necesita para ganar. Una idea antidemocrática que inevitablemente fracasará. Justamente, debido a las declaraciones de legisladores republicanos en estados clave y gobernadores demócratas que no aceptarán los intentos por socavar el proceso electoral.
Y quizás en la acción más atroz hasta la fecha, Trump llamó personalmente a la republicana Monica Palmer, una funcionaria electoral local en el condado de Wayne, Michigan. Después de eso, ella buscó cambiar su voto frente a si certificar los resultados.
La certificación postelectoral suele ser un proceso ministerial de rutina. Los funcionarios electorales verifican los totales de votos y declaran al ganador. Pero nada es rutinario cuando el presidente de Estados Unidos busca activamente socavar nuestra democracia.
Esta semana, el proceso de certificación se interrumpió en el condado de Wayne, que incluye a Detroit. La Junta de Escrutinios, bipartidista y compuesta por cuatro miembros, se estancó inicialmente 2-2 sobre si certificar los resultados de la elección. Los integrantes republicanos afirmaron que los distritos estaban “fuera de balance”. Esto, en el sentido de que el número de votantes que se registraron no coincidió de manera precisa con el número de votos emitidos. Al respecto, la secretaria de Estado de Michigan, Jocelyn Benson, dijo que este es un problema administrativo común cuando hay una alta participación. De hecho, la misma junta había certificado las primarias de agosto a pesar de que entonces ocurrió el mismo problema menor.
Durante la reunión de la junta este martes, Palmer sugirió que votaría para certificar los resultados del condado de Wayne, excepto en Detroit. Allí, casi el 80% de los residentes son personas afroestadounidenses. Los comentaristas públicos la criticaron al señalar que sus declaraciones eran racistas y que sus acciones estaban motivadas puramente por la política.
Después de unas horas de protesta e indignación, la junta acordó por unanimidad certificar los resultados. También pidió a la secretaria Benson que auditara la elección.
Pero al día siguiente, el miércoles, Palmer y el otro miembro republicano de la junta, William Hartmann, firmaron declaraciones juradas para intentar rescindir sus votos. Esto a pesar de que un portavoz de la secretaria de Estado de Michigan dijo que “no existe un mecanismo legal para que rescindir su voto”.
¿Qué pasó en el medio de esas dos decisiones? Trump llamó personalmente a Palmer. “Él se comunicó para asegurarse de que estaba a salvo después de escuchar las amenazas y los documentos que se habían procesado”, afirmó Palmer.
Por supuesto, no sabemos con precisión qué dijo Trump en la llamada. Pero es curioso que Palmer buscara cambiar su voto solo después de hablar con candidato perdedor. Ella dice que Trump no la presionó. Aún así, la perspectiva no se ve bien.
Imagínate si un litigante en un tribunal recibe un fallo adverso, llama al juez esa noche, y luego el juez invierte el curso al día siguiente. Nadie pensaría que eso es correcto. Independientemente de si hablaron sobre la certificación o no, Trump se acercó activamente a un funcionario electoral responsable de supervisar las elecciones después de que ella dudó, pero en última instancia votó en contra de sus deseos. Luego intentó cambiar su voto. Eso no es normal en una democracia que funciona bien.
Para empeorar las cosas, el jueves el presidente extendió una invitación a los legisladores republicanos de Michigan para que visitaran la Casa Blanca. Aunque no está claro cuál será exactamente el mensaje de Trump, dados sus argumentos infundados de fraude hasta ahora, no es difícil imaginar lo que podría decirles.
Mientras tanto, algunos republicanos guardan silencio y otros permiten activamente las falsedades electorales de Trump. No hay evidencia significativa de problemas con la elección de Michigan, estado que el presidente electo Joe Biden ganó por más de 157.000 votos. En resumen, la elección no fue reñida. Llamar a un funcionario electoral local o convocar a los legisladores estatales a la Casa Blanca antes de que se reúna el Colegio Electoral ––si el objetivo es persuadirlos de frustrar la voluntad del pueblo–– es claramente antidemocrático.
El 20 de enero de 2021, Biden asumirá la presidencia. Pero el daño a nuestras normas democráticas durará más que el tiempo de Trump en el cargo. Los estadounidenses de todas las tendencias deben redoblar nuestro compromiso con una democracia en la que los perdedores admitan gentilmente la derrota y luchen otro día. Mentir sobre un fraude electoral, como han hecho Trump y otros, y hacer la vista gorda cuando un candidato perdedor se acerca personalmente a un funcionario electoral, cuando al candidato no le gustan los resultados, no puede convertirse en la nueva normalidad. Aunque Trump no tiene los votos para anular las elecciones de este año, nuestra democracia es tan fuerte como la gente dispuesta a defenderla en el futuro.