Nota del editor: Roberto Izurieta es director de Proyectos Latinoamericanos en la Universidad George Washington. Ha trabajado en campañas políticas en varios países de América Latina y España, y fue asesor de los presidentes Alejandro Toledo de Perú, Vicente Fox de México, y Álvaro Colom de Guatemala. Izurieta también es colaborador de CNN en Español. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor. Ver más opiniones en cnne.com/opinion
(CNN Español) – Existe una tradición en Ecuador y otros países de la región donde el último día del año las familias, los vecinos y los amigos se reúnen para proceder a quemar un monigote que simboliza el año que termina, mientras se da lectura al testamento del año. En el caso ecuatoriano, esta tradición data de finales del siglo XIX cuando algunos cronistas hacen un paralelismo con el último brote de la epidemia de fiebre amarilla en Guayaquil y con ello, aluden a la idea de quemar al virus.
OPINIÓN | 2020: el año en que aprendimos a apreciar la vida
Así que, con estas malas coincidencias, pero fiel a esta tradición de la quema del año viejo, cumplo con mi deber de escribir lo que sería mi versión del testamento de 2020:
“Dejo un año que merece ser quemado a medianoche porque ha traído enfermedad, muerte, confinamiento y crisis económica. No fue mi culpa ni la de China: fue culpa de las malas prácticas de higiene y salud.
Pero no todo lo que dejo es malo. Dejo atrás a Donald Trump, a pesar de que no pueda aceptar los designios que ha dictado este año electoral: de que haya perdido el voto popular en Estados Unidos por más del 4,5% y el Colegio Electoral con la misma diferencia entre el número de electores con la que él le ganó hace cuatro años a Hillary Clinton. Con eso, él no podría decir que Joe Biden ganó por poco (disfruto mucho de esas coincidencias). Además, los mismos magistrados que él designó en la Corte Suprema desestimaron sus demandas sin escucharlo en audiencia pública, algo que probablemente sea lo que más le duela. Le doy paso al año 2021 con los restos de las bullas y ruidos de Trump, pero con un micrófono menor y sin el poder del gobierno más fuerte del mundo.
Otracosa que dejo es que para mí no queda duda de la incompetencia del presidente Jair Bolsonaro. Pido disculpas a todos los brasileños que fueron víctimas de sus políticas ante la crisis y a los que tuvieron que soportar sus acciones y omisiones, pero dejo claro que eso tampoco fue mi culpa.
Dejo un año con la peor crisis económica que se recuerde, por la pérdida de empleo y de aumento de la pobreza. No todo fue mi culpa, ni siquiera fue solo culpa de esta terrible pandemia, aunque la situación les dio una excusa a muchos otros gobiernos de no ser juzgados por su incompetencia y corrupción. Le dejo a 2021 la tarea de terminar con esos males, o al menos de hacerlo menos malos.
Dejo un año en el que se respiró un aire menos contaminado, pero dejó mucho plástico y mascarillas tiradas por las calles y océanos. Esa tarea sigue pendiente para que la mejore 2021. ¡No nos queda mucho más tiempo!
OPINIÓN | El 2020 no termina el 31 de diciembre
Pero no todo lo que dejo es malo. Lo bueno es que el nuevo año no puede ser peor. Les dejo cosas que no me dejaron de sorprender positivamente y que deben ser la base de un mejor testamento para ser escrito conforme a esta tradición el 31 de diciembre de 2021. Los ciudadanos de todo el mundo han probado su fortaleza para enfrentar esta pandemia a niveles memorables para la historia: la enorme mayoría de los ciudadanos demostró enorme solidaridad, capacidad de adaptación y mucha conciencia sobre qué cosas podemos y debemos dejar de hacer para que este mal termine definitivamente en 2021.
Dejamos atrás a muchos de los que amamos y logramos conocer. Nos quedan sus memorias y ejemplos de vida. Dejamos enfermos que aún buscan atención y deseo que 2021 logre su pronta recuperación.
La mejor herencia que les dejo son las vacunas (no dejo una sino varias y eso que no cuento las que se producen en Cuba, copian en Rusia o lleguen a inventar en Corea del Norte). Las vacunas han sido desarrolladas con una rapidez impensable y con una colaboración científica mundial nunca antes vista. Nadie suponía que este 2020 lograría vacunas desarrolladas y probadas científicamente en pocos meses. El desarrollo científico y tecnológico, el compromiso profesional de los trabajadores de la salud y la ciencia, se los debo todo a ellos y hago votos para que en2021 les demos más apoyo.
OPINIÓN | 2020 fue una primavera espiritual de fragilidad, reencuentro y solidaridad
En cumplimiento con esta gran tradición de la lectura de mi testamento de 2020, y pidiéndoles que se mantengan a prudente distancia para lograr reunirnos de nuevo el próximo año, procédase a la merecida quema de mi monigote exactamente a la medianoche de este año que por fin termina”.