Nota del editor: Carlos Alberto Montaner es escritor, periodista y colaborador de CNN. Sus columnas se publican en decenas de diarios de España, Estados Unidos y América Latina. Montaner es, además, vicepresidente de la Internacional Liberal. Las opiniones aquí expresadas son exclusivamente suyas.
(CNN Español) – Hace muy bien el presidente Joe Biden en acoger compasivamente a miles de niños en la frontera sur de Estados Unidos.
Alguna vez le oí decir al presidente Jimmy Carter que si la Casa Blanca no era un sitio en el que se pudiera ejercer la compasión, no le interesaba estar en ese lugar.
Un porcentaje de europeos rechazó también el éxodo sirio, pero el 99,99% escapaba de la muerte probable. No se puede condenar a toda una colectividad para impedir que unos asesinos accedan a nuestras fronteras. Ya la policía los detectará, como han hecho con dos yemeníes que estaban en la lista estadounidense de terroristas.
Por una parte, acoger a los migrantes es un homenaje clarísimo a la sociedad estadounidense. Con todos sus errores, es la más inclusiva. Es verdad que un porcentaje fluctuante rechaza a los inmigrantes, pero es la minoría.
Casi todos los niños son centroamericanos del Triángulo Norte: Honduras, Guatemala y El Salvador. Sus padres están desesperados. La pobreza infinita, la falta de oportunidades y la violencia social son las causas principales.
Especialmente la falta de oportunidades. ¿Por qué no emigran de Costa Rica y Panamá en esas cantidades? Exactamente por eso: porque tienen esperanzas.
Por supuesto, hay una notable pobreza en Costa Rica y Panamá, pero no emigran tanto porque tienen esperanzas de que pueden mejorar y existen modos de lograrlo honradamente. En los dos países existen escuelas públicas y un sistema de sanidad suficiente aunque precario. Claro que pueden mejorar, tanto la educación pública como el sistema de salud, pero los pobres no están totalmente desamparados.
Es importante entender, primero, que los padres sienten un profundo dolor cuando les entregan los hijos a los “coyotes” para que crucen la frontera entre México y EE.UU. Solamente personas absolutamente desesperadas hacen un sacrificio de esa naturaleza.
¿Cómo puede Washington enfrentarse a ese espantoso problema? Primero, estimulando la creación de miles de puestos de trabajo en la frontera mediante las maquilas. Y, segundo, fomentando la creación de sistemas de escuelas y centros de salud, especialmente en Guatemala, Honduras y El Salvador. Claro que no son los únicos problemas que tienen esa región.
Tal vez el presidente Joe Biden puede apelar a la fabulosa caridad privada estadounidense para esos fines. Es verdad que no es un problema de Estados Unidos, pero sí lo es que lleguen miles de niños solos al país. No les pueden dar la espalda y no es posible que se trate de un fenómeno permanente.
Hay que panameñizar y costarriqueñizar el Triángulo Norte. Es bueno para ellos y es bueno para Estados Unidos. Es cuestión de devolverles la esperanza a los potenciales inmigrantes. No es fácil, pero es una tarea que está al alcance de EE.UU. En Europa, después de la Segunda Guerra mundial se creó el Plan Marshall. Hay que crear un Plan Marshall para Centroamérica. Hay que devolverles la esperanza.