(CNN) – Parecía como si el covid-19 nos estuviera acorralando en los cinco días de agosto que este equipo de CNN pasó en el condado de Carter, Missouri.
En Van Buren, la ciudad más grande del condado, estábamos sentados junto a una adolescente de 16 años cuando recibió un mensaje de texto que le indicaba que su escuela iba a establecer una órden de uso de mascarillas pues 20 de sus compañeros habían resultado positivos tras apenas dos días de clase. Una persona a la que queríamos entrevistar tuvo que ir al hospital debido a una infección posvacunación. Otra más se enteró la noche justo antes de nuestra entrevista de que había estado expuesta al covid-19 por un niño enfermo de su iglesia.
Las personas chismeaban sobre quién se había contagiado y dónde, y si había alguien en el pueblo que sabía que estaba enfermo pero se rehusaba a ponerse en cuarentena.
“Todos están asustados. Todos se están contagiando. Es casi como una plaga”, dijo Brandon Helve, quien tuvo covid-19 tres semanas antes, pero aún así no quería vacunarse todavía, dijo. Él creía que todavía no estaban probadas.
CNN visitó el condado de Carter, en las Montañas Ozark en octubre de 2020, cuando el coronavirus apenas llegaba a las zonas rurales de Estados Unidos. En ese entonces, el debate era sobre el uso de mascarillas, y era altamente politizado. “Nos sentamos en la cafetería y vemos a alguien que usa una mascarilla y pensamos: “Demócrata”, contó Brian Keathleyen el otoño pasado, semanas antes de contraer el virus.
El condado de Carter tiene una población de apenas 6.000 habitantes. Van Buren tiene unos 820 residentes. Es el tipo de lugar en el que todos se conocen, y todos saben quién tiene covid-19. Regresamos en agosto para ver qué había cambiado desde el otoño anterior y qué no, así como para saber si las personas de este sitio tenían tantos conocidos que se habían enfermado, solo el 27% del condado está vacunado totalmente. “Me puse las dos dosis de la vacuna, y las personas simplemente actuaban como diciendo ‘Ah, eso no ayuda’”, dijo Cheryl Wetton. “Me molesta a veces que la gente actúe como si el covid-19 fuera una broma. Siempre quiero decir, ‘Bueno, ¿por qué no vienes al cementerio y te muestro la tumba de mi esposo? Y te puedo demostrar que no es una broma”.
Wetton de hecho le dijo eso a un tipo del pueblo, según confirmó después. “Simplemente se quedó muy callado”.
“Si lo tienes, todos lo saben. Y están hablando sobre ti”, contó Tara Chitwood. Ella trabajaba en la caja registradora de una tienda de regalos, en sustitución de su madre que se había contagiado unos días antes. Era “lo más probable” covid-19, dijo Chitwood, porque una de las amigas de su madre había salido positiva en la prueba. Pero su madre probablemente no se haría una prueba.
Fue algo temible, comentó Chitwood. Su pequeña hija tuvo que ponerse en cuarentena. Pero “no había manera” de que ella se vacunara. Su madre se había vacunado y de todos modos se enfermó. “Ya sobreviví hasta aquí”, afirmó Chitwood, y expresó el fatalismo que tanto hemos escuchado: de algo se tiene que morir, algún día.
La ola más reciente es la peor hasta la fecha
Esta ola de covid-19 en el condado de Carter es mucho peor que la del año pasado, según afirma su centro de salud pública. Agosto fue el peor mes registrado. El centro de salud anunció los nuevos casos en Facebook, entre súplicas por paciencia debido al aumento de llamadas. 20 de agosto: 4 casos nuevos. 21 de agosto: 4 casos nuevos. 22 de agosto: 3 casos nuevos. 23 de agosto: 17 casos nuevos, 1 muerte. 24 de agosto: 16 casos nuevos. 25 de agosto: 18 casos nuevos. 26 de agosto: 16 casos nuevos. 30 de agosto: 30 casos nuevos. 31 de agosto: 22 casos nuevos. 1 de septiembre: 18 casos nuevos, 1 muerte.
El recuento de casos se dividió entre confirmados y probables porque el centro de salud no tenía suficientes pruebas PCR, las más sensibles disponibles. El 31 de agosto, el centro de salud anunció que el departamento de salud estatal enviaría un equipo para hacer pruebas de PCR gratuitas semanalmente.
Cuando llamamos a Cricket Kester, el teléfono tenía una mala conexión y no podía oírnos: “Si es de la familia, vuelva a llamar. Si no, estamos demasiado enfermos para hablar con alguien”.
Volvimos a llamar, y Kester dijo que se alegraba. Ella y su marido se vacunaron esta primavera y contrajeron infecciones posvacunación. Pensó que estarían muertos sin la vacuna, y nos dijo que corriéramos la voz de que todo el mundo debería vacunarse.
La cafetería en la que habíamos grabado en 2020 acababa de cerrar durante dos semanas, y todo el mundo con el que hablamos en la ciudad había oído que la gente que trabajaba allí se había enfermado. En el centro de salud dijeron que el rumor había empujado a una oleada de personas a hacerse la prueba del covid-19. Algunos habitantes de la ciudad conocían personalmente a los propietarios y estaban preocupados por ellos, pero éstos no respondieron a la solicitud de comentarios de CNN. La mayoría de las personas con las que hablamos sabían exactamente la última vez que habían comido allí.
La variante delta impulsa el número de muertos y la ansiedad
El río Current atraviesa Van Buren. Es rápido y claro, y cada verano, miles de turistas vienen a navegar o a flotar por él. Son casi cinco kilómetros de una fiesta alegre y a menudo ebria que pasa entre picnics en barras de grava y niños que saltan desde los acantilados.
Eso significa que muchos empleos son del sector de los servicios, y poca gente puede trabajar desde casa.
“Quieren ocultar que están enfermos para poder trabajar”, dice Debbie Turley. “No se vacunan. No se hacen las pruebas. Ocultan sus síntomas si pueden hacerlo. Y simplemente salen a la comunidad y contagian el virus”.
A veces se extendía el rumor de que el covid-19 rondaba por un restaurante, dijo Turley. Los lugareños se mantendrían alejados, pero los turistas no lo sabrían.
Turley ya había tenido covid-19 y estaba vacunada, y también usaba mascarillas. “De hecho, esta semana estuve expuesta por alguien que no sabía que estaba enfermo, pero sí tenía tos, y no se quedó en casa”, dijo. Ella también había estado en la cafetería unas cuantas veces no mucho antes de que cerrara.
“No se ha muerto nadie en mucho tiempo, así que la gente ha tardado en ponerse seria”, señaló Jim Rodebush. La variante delta es lo que lo hizo más grave. “Se propagó muy rápido. Aquí han muerto, supongo, 15 personas”. (Ahora son 16 en el condado de Carter).
La esposa de Rodebush, Ruth, luchó contra el cáncer durante 12 años, dijo. El covid-19 la mató en ocho días. Murió el 20 de julio de 2021. “Hablé con ella hasta el domingo antes de que muriera”, dijo Rodebush. “Ella dijo: ‘Esto es malo, creo que todos ustedes tienen que vacunarse’. Y creo que tiene razón”.
Ninguno de los dos se había vacunado. Ruth había dicho que su médico le había dicho que no se vacunara debido a su quimioterapia, indicó Rodebush. “Era bastante escéptico al respecto hasta que vi todo lo que pasó”, dijo. Ahora, planea vacunarse.
Cuando Ruth se estaba muriendo, el hospital llamó a eso de las 2:30 de la mañana, así que Rodebush y su hijo fueron a verla. La sala de covid-19 era espeluznante: oscura, todo el mundo con equipo de protección, los pacientes con respiradores, lo que él sabía que era el final de la línea. “No hay nada bueno en ello”, dijo. “No quiero volver a entrar en uno”.
Habían visto nuestro reportaje de 2020 para CNN, y él pensaba que era un “invento”. Conocía a todos los que aparecían en el video, a todos y cada uno de ellos. En ese momento, pensó que estaban equivocados con el uso de las mascarillas, pero ahora era más visceral. “Esos chicos sentados en la cafetería no saben de qué hablan cuando hablan de covid. Tienen que dar un paseo por la sala de covid. Eso les hará cambiar de opinión. Quédate un día allí. Vean si les gusta. Entonces es una historia diferente”.
Demasiado “terco” para ponerse la vacuna
Este no es un lugar que tenga mucha cobertura informativa a nivel nacional. Y es difícil integrarse socialmente. La gente se cuida entre sí en tiempos de alegría y crisis, pero los recién llegados pueden estar allí 10 años sin encajar realmente, dijo Rodebush.
Esto significaba que casi todo el mundo había visto nuestra última historia. Rodebush quería que habláramos de ello con su compañero, Wayland Bland. Le llamó y, tras convencerlo un poco, Bland entró en la entrada de su casa en su camioneta y nos pidió que grabáramos el pañuelo azul que llevaba en la cara. Quería que lo filmáramos diciendo: “Soy republicano y uso esta mascarilla”.
El otoño pasado, Bland pasó siete días en el hospital con covid-19. Se había sometido a un trasplante de riñón y sabía que era de alto riesgo.
El año pasado, dijo Rodebush, “él, Ruth y yo nos sentamos a hablar de ello, y los dos dijimos: ‘Si nos contagiamos, moriremos por ello’”. Pero Bland vivió.
“¿Qué les has dicho, que soy el tipo más rudo que existe?”, afirmó Bland. Era exactamente lo que había dicho su amigo.
“Me pusieron todo lo que tenían: esteroides, goteo completo, plasma de gente que había tenido covid, medicamentos que le dieron a mi presidente, (Donald) Trump. Y finalmente me lo quitaron”, comentó Bland. Pero no quiso vacunarse.
“No me voy a poner esa m*erda. No la voy a tomar”, dijo Bland. No quiso detallar el motivo hasta que le presionaron para que explicara por qué confiaría en medicamentos como el cóctel de anticuerpos de Regeneron pero no en la vacuna. Se volvió hacia Rodebush y le preguntó:
“¿Voy a tener que decírselo?”. Rodebush se rió y se encogió de hombros.
El amigo de Rodebush, Wayland Bland, a la derecha, sobrevivió al covid-19 en 2020 y usa mascarillas en espacios cerrados, pero sigue sin vacunarse.
“Le dieron una paliza a mi presidente”, dijo Bland. Pensó que la vacuna se retrasó intencionadamente para perjudicar a Trump, una afirmación sin fundamento. “No se la dieron porque saben muy bien que sería reelegido y no habría nada que hacer. Así que tuvieron que estafar y maquinar para no dárselo, y nada más terminar las elecciones, ¡bam! Ahí lo tenemos”.
“Soy tan terco. Me quitaron a mi presidente. No voy a tomar tu medicina”, dijo. “Tomaré lo que le dieron, pero no voy a tomar la tuya”.
Cuando le recordaron que Trump había instado a la gente a vacunarse, Bland dijo que no había visto eso. De hecho, el propio Trump se vacunó, y aunque había bromeado con que podría haber una vacuna para las elecciones de 2020, los desarrolladores de la vacuna y los funcionarios federales siempre fueron claros en que el despliegue dependía de cuándo llegaran los datos. “No veo las noticias porque me han hecho enojar mucho”, dijo Bland. Sin embargo, estaba dispuesto a pasar el rato con nuestro equipo de CNN tomando unas cervezas en el porche de Rodebush.
Las dudas sobre las vacunas se ciernen sobre los que se sienten “perdidos”, según un médico
Los funcionarios de salud pública tienen que entender la cultura de aquí, dijo el Dr. Chris Cochran, un internista en un hospital a poco más de una hora de distancia en West Plains. No hay hospitales en el condado de Carter, y West Plains es uno de los lugares a los que la gente se dirige para recibir atención médica. Cochran creció en Mammoth Spring, Arkansas, con una población de unos 1.000 habitantes, y ya no tiene nombre de pila allí, dijo. La gente le llama simplemente “Doc”.
“No quiero dar nunca a nadie una excusa para hacer algo como no vacunarse. Pero las razones sí son propias de alguien a quien el resto del país le ha dicho toda la vida que es un pueblerino tonto”, dijo Cochran. “No sé si estamos oprimidos o privados de derechos. Y no sé si merecemos siquiera sentirnos así aquí. Pero somos un estado de paso. … Somos un pueblo que se considera perdido para el resto del mundo”.
Oímos eso muchas veces: que los medios de comunicación llamaban a la gente pueblerinos tontos. Pero nosotros no dijimos eso, y nuestros jefes de CNN tampoco, o nuestros amigos de Nueva York. Aun así, la gente de aquí sigue sintiéndose señalada, tratada como una población separada del resto del país, dijo Cochran.
En Missouri, así como en Arkansas y Tennessee, muchas personas han dicho que están en paz con la posibilidad de morir de covid-19 porque saben que están bien con Dios. “Si pierdo la batalla contra él, sé a dónde voy. Me voy al cielo”, dijo Helvey. Y Tom Wilder aseguró: “Creo que si el buen Dios me quiere en este momento, no importa si me vacuno o no. Si él quiere que vaya, me llevará”.
Ofrecen vacunas en secreto por temor al qué dirán
Este tipo de “fatalismo” suele desaparecer, según Cochran, con la intimidad de una visita individual a su consulta. Pero lo que queda es la presión de los compañeros para no vacunarse. “La gente se ha unido por seguridad, como hace la gente en cualquier crisis”, dijo. Pero se ha introducido información errónea en esos círculos, y los intentos de corregirla han hecho que se cierren más.
“Es una presión real, severa y fuerte en su iglesia, en su familia, en su grupo de amigos, en su grupo de amigos de Facebook, lo que sea”, afirmó Cochran. “La gente está tan presionada para no vacunarse por su por su grupo que es, para ellos, algo así como un acto de traición”.
Los pacientes le han preguntado si pueden vacunarse en secreto. “Podemos ponerles la vacuna en el brazo donde sea necesario”, comentó Cochran. El hospital los hace conducir hasta el estacionamiento de su farmacia, como si fuera otra cosa, y el personal “les pincha el brazo mientras están sentados en su coche”.
“Cuando le digo a la gente que tiene problemas para admitir que se equivocó con la vacuna y la enfermedad, lo precedo con un ‘yo también me equivoqué’”, explicó Cochran. Al principio de la pandemia, sabía que el covid-19 era grave, pero subestimó su poder de propagación.
En la primavera de 2020, una mujer lo detuvo en el estacionamiento del supermercado. “Me dijo: ‘Doctor, ¿qué opina de este asunto del covid? ¿Cree que nos va a llegar a nosotros?”. Y yo le dije: ‘Señora, no creo que vaya a llegar aquí, al igual que muchas cosas, se consume antes de llegar al medio de la nada como nosotros’”. Dijo que se alegró de oírlo.
“Bueno, unos seis meses después, su madre murió de covid”, dijo Cochran. “No fue mi culpa que muriera de covid, pero no puedo perdonarme lo que le dije a esa mujer. Así que mi trabajo ahora es seguir adelante y asegurarme de que ayudo a tanta gente como pueda que tiene problemas para enfrentarse al hecho de que todos nos hemos equivocado en cierta medida”.
Un hombre finalmente confiesa su elección de la vacuna
Es difícil que la gente cambie de opinión en un lugar sin anonimato.
Para Keathley ha sido un poco extraño después de nuestra entrevista de octubre de 2020. La gente lo paraba hasta en Branson y le preguntaba si era el tipo del video de CNN. Algunos dijeron que era increíble, contó. Una señora le gritó porque sus amigos habían muerto de covid-19.
Y la gente lo observaba atentamente. Chitwood señaló que Keathley entraba en la tienda de regalos todo el tiempo. Citó su frase sobre que los demócratas eran los únicos que usaban mascarillas. “Lo vi en un partido con una puesta”, dijo. “Me quedé como, jajaja”. Se corrió la voz rápidamente cuando se enfermó de covid-19.
En nuestra segunda noche en la ciudad, en agosto, nos reunimos con Keathley en el restaurante mexicano y nos enteramos más tarde de que, después de irnos, le había dicho a todo el restaurante que éramos periodistas de CNN y que esta vez no iba a hablar con nosotros ante las cámaras. Cuando nos encontramos con él por segunda vez en una cafetería, parecía el destino.
Estaba desayunando con Aly Morris, su sobrina de 16 años. Morris dijo que gente al azar gritaba desde el otro lado de la sala que reconocía a Keathley de la televisión. A ella le parecía genial.
A Aly no le gustaba usar mascarilla, y pensaba que sus profesores habían sido duros con ella. Pero se vacunó, indicó. Aly quiere ser doctora y no podía imaginarse diciendo a los pacientes que se vacunaran cuando ella misma no lo había hecho.
Keathley miraba mientras Aly hablaba. Dijo que no quería hablar ante la cámara. Pero cedió.
Había sido bastante arrogante en 2020. “Supongo que si me toca y me mata, entonces será un paseo lento y un canto triste para la familia”, dijo entonces Keathley. ¿Qué querría en su lápida? “No usaba mascarilla”.
Ahora, el covid-19 no es un tema tan politizado como en el otoño de 2020, pero “sigue siendo un poco político”, contó. “La razón número 1 por la que nadie quiere tomar esta vacuna es porque el gobierno miente absolutamente, constantemente. Y nadie siente que pueda confiar en nuestro gobierno. No es mi culpa que nadie use una mascarilla. Y no es mi culpa que nadie se vacune. Es culpa del gobierno”.
Pero, ¿se vacunó? Keathley se sentó con los brazos cruzados y puso una cara.
Nuestro equipo de CNN no dejó de suplicar. “Por favor, Brian, ¿te vacunaste?”
“El hecho de que me haya vacunado o no no debería disuadir a otra persona de vacunarse. Si sienten que la necesitan, entonces tienen que hacerlo”.
La gente siente que tiene que vacunarse en secreto, le dijimos a Keathley. Es un tipo grande y duro, trabaja en el ferrocarril, es un bocón… y todo el mundo lo sabe. Tal vez signifique algo, incluso para una persona, viniendo de él.
“Al corona no le importa quién eres”, afirmó. “Si crees que eres un tipo grande y duro o si eres – cualquier cosa – no importa. Si te contagias, te puede matar”.
La gente tiene que decidir si quiere estar en una cama de hospital y que le digan que le van a poner un respirador y que puede que nunca se despierte, dijo. Y escuchar que su familia nunca podría despedirse. Lo había pensado: “No quiero que mi mujer tenga que preguntarse… ¿va a volver a salir?”.
“Por eso me vacuné”, dijo Keathley.