(CNN) – Un beneficio de no haber admitido nunca que perdiste una elección presidencial —aunque, por supuesto, la perdiste— es que puedes seguir actuando como el presidente.
Eso es exactamente lo que Donald Trump está tratando de hacer en estos días, supervisando una especie de presidencia en las sombras para la base del Partido Republicano en la que el covid-19 no es un problema tan grande, le robaron las elecciones de 2020 y él tenía razón sobre, bueno, todo lo demás.
El último ejemplo de la presidencia desde las sombras de Trump se produjo el miércoles, cuando The Washington Post informó que Trump había hablado con varios de los familiares que fueron asesinados por un terrorista suicida durante los últimos días de la participación militar estadounidense en Afganistán.
Esas llamadas se producen tras la considerable controversia sobre la visita del presidente Joe Biden a la Base de la Fuerza Aérea de Dover para asistir el traslado de los cuerpos de los 13 militares estadounidenses muertos en el bombardeo. Varias familias se negaron a reunirse con Biden, mientras que otras confrontaron al presidente por su decisión de poner fin a la guerra en Afganistán después de 20 años de ocupación estadounidense.
Como informó el Post sobre las llamadas que ha estado haciendo el expresidente:
“Trump ha criticado la forma en que se manejó la retirada de Afganistán, y le dijo al menos a una familia que no entendía por qué Biden sacó a los militares del país antes de sacar a todos los civiles, según personas familiarizadas con las llamadas que hablaron bajo condición de anonimato para revelar detalles de las discusiones privadas”.
“Trump ha sido informado recientemente por exfuncionarios, incluido el exdirector de la CIA y secretario de Estado Mike Pompeo, sobre lo que hizo en Afganistán como presidente y lo que vieron como pasos en falso de la administración Biden, dijeron los asesores”.
Trump incluso envió una declaración —a través de su PAC “Save America”— de la madre de uno de los soldados muertos en el atentado en el que sugirió que su hijo “fue asesinado por la óptica de Biden”.
Es difícil exagerar la diferencia entre este tipo de comportamiento y el que han tenido expresidentes anteriores después de dejar el cargo.
La regla general para los expresidentes es mantenerse al margen de los asuntos nacionales, sabiendo quizás mejor que nadie en el planeta que no están al tanto del espectro completo de un tema de la misma manera que el presidente en turno.
Como escribió recientemente Dan Zak de The Washington Post: “Una pospresidencia es su propio tipo de cargo, con un mandato limitado solo por la muerte, y ocupado en un momento dado por unos pocos hombres, cada uno con sus propias ideas sobre cómo ejercer un tipo de poder más abstracto”.
George W. Bush regresó a Texas, se dedicó a la pintura y casi nunca ofreció comentarios —positivos o negativos— sobre Barack Obama. “Creo que parte de tener una vida plena es ser desafiado”, dijo Bush después de salir de la Casa Blanca. “Me desafían en el campo de golf, me desafían a mantenerme en forma, y mis pinturas me desafían… Estoy feliz”.
Obama, luego de su salida de la Casa Blanca a principios de 2017, enfureció a muchos liberales con su negativa a hablar en contra de Trump y sus esfuerzos por revertir sumariamente muchas de las medidas que el 44º presidente había implementado durante ocho años. Si bien finalmente salió —particularmente a medida que la carrera de 2020 se calentaba— con una crítica más mordaz de los años de Trump, todavía no fue suficiente para muchos que creían que Obama le debía al partido y el país atacar a Trump durante cuatro años consecutivos.
Trump, que nunca se preocupa demasiado por cómo se han comportado los presidentes del pasado, ni siquiera ha reconocido que Biden ganó la presidencia de manera justa, y mucho menos retrocedió en términos de desempeñar un papel público.
Ha impulsado teorías de conspiración sobre el fraude electoral (inexistente) en lugares como Arizona, Georgia y Wisconsin. Ha sugerido que Biden está haciendo un “trabajo horrible” al lidiar con el covid-19. Sobre Afganistán, Trump ha dicho que “nunca en la historia una retirada de la guerra se ha manejado tan mal o de forma tan incompetente como la retirada de Afganistán de la administración Biden”.
En resumen, Trump ha seguido actuando como si la campaña de 2020 estuviera en curso, lo que, para él, aparentemente es así. En lugar de hacer un llamado a la unidad después de una contienda reñida —a lo Al Gore luego del largo recuento en la contienda presidencial de 2000— Trump ha duplicado y triplicado el impulso de narrativas falsas a una base partidaria demasiado ansiosa por aceptar lo que dice sin cuestionar.
Esa decisión, como era de esperarse, ha dejado al país dividido —si no es que más— de lo que ya estábamos en el corazón de la campaña 2020.