Nota del Editor: Holly Thomas es una escritora y editora con sede en Londres. Puedes leer sus tuits en la cuenta @HolstaT. Las opiniones expresadas en este artículo le pertenecen únicamente a su autora. Ver más opiniones aquí.
(CNN) – El domingo se encontraron en Wyoming restos humanos que coinciden con la descripción de Gabby Petito, la bloguera que hablaba de su vida en una van, que desapareció mientras realizaba un viaje en furgoneta a través del país con su prometido Brian Laundrie y cuyo destino ha suscitado un creciente frenesí digital.
El martes, un tuit de la oficina de campo del FBI en Denver confirmó que los restos encontrados eran los de Petito, cuya desaparición se denunció el 11 de septiembre, y dijo que “la determinación inicial de la forma de muerte es homicidio”.
Una declaración jurada de la Policía, presentada la semana pasada para una orden de búsqueda, indicaba que antes de que desapareciera las conversaciones de Petito con su madre parecían revelar “cada vez más tensión” entre Petito y Laundrie. El fin de semana pasado, unos 50 agentes de policía de cinco agencias locales y el FBI buscaban a Laundrie, que no ha sido acusado ni nombrado como sospechoso, y no se le ha visto desde el 14 de septiembre.
Todos los elementos de las inquietantes circunstancias que rodean la desaparición y muerte de Petito han sido analizados en internet y comentados constantemente en las noticias de los últimos días. El encuentro de la pareja con la policía el 12 de agosto, en Utah, durante el cual Petito describió una pelea entre ella y Laundrie esa mañana. La tiktoker que afirmó que ella y su novio subieron a Laundrie a su auto el 29 de agosto, en Wyoming. El extraño mensaje de texto del teléfono de Petito, el 30 de agosto, que su familia duda que haya sido escrito por la propia Gabby.
Todo ha sido revisado una y otra vez, el público se obsesiona con las teorías, los medios de comunicación se apresuran a dar cada nueva información. Parece imposible que algo horrible le pudiera ocurrir a una joven cuya vida y relación, documentadas en su hermosa cuenta de Instagram, parecían ser perfectas. El hecho de que probablemente no lo fuera, y de que las historias de la mayoría de las mujeres que desaparecen siguen sin contarse, hablan de una verdad más oscura sobre los peligros a los que se enfrentan todas las mujeres cada día.
Un estudio de las Naciones Unidas de 2018 sobre el homicidio encontró que de las 87.000 mujeres asesinadas intencionalmente en todo el mundo en 2017, el 58% fueron asesinadas por parejas íntimas o miembros de la familia. Más de un tercio de las mujeres fueron asesinadas por su pareja actual o anterior. Según ONU Mujeres, casi una de cada tres mujeres en el mundo mayores de 15 años ha sido objeto de violencia de pareja, de violencia sexual fuera de la pareja o de ambas cosas al menos una vez en su vida, en su mayoría por parte de su pareja actual o anterior. Estadísticamente, el lugar más peligroso para las mujeres es su propio hogar.
Sin embargo, aunque todas las mujeres se enfrentan a la amenaza de la violencia por parte de los hombres, las medidas adoptadas por las autoridades destinadas a protegerlas difieren radicalmente, sobre todo en función de su raza. Según un informe de enero del Grupo de Trabajo de Personas Indígenas Desaparecidas y Asesinadas del estado, al menos 710 indígenas, en su mayoría niñas, desaparecieron en Wyoming, lugar donde desapareció Petito, entre 2011 y 2020.
Un informe de 2020 elaborado por el Sovereign Bodies Institute reveló que la gran mayoría de los 2.306 casos de mujeres y niñas indígenas desaparecidas en Estados Unidos siguen sin resolverse. El año pasado, Tammy Carpenter, una madre nativa estadounidense cuya hija, Angela McConnell, fue encontrada muerta a tiros con su novio en el norte de California, en 2018, dijo a la prensa que se molestó cuando un miembro de las fuerzas del orden, que no era nativo estadounidense, se mostró insensible al interrogarla sobre su hija, dando a entender que procedía de un hogar desestructurado en el que la gente estaba desempleada o involucrada en las drogas. Ella dijo a NBC News: “Con la sociedad actual, la gente mira y piensa: ‘Es otra niña india muerta. Probablemente una drogadicta. Sin hogar. ¿A quién le importa?’ Eso me molestó mucho”.
El sesgo que los medios de comunicación muestran a favor de cubrir las historias de las mujeres blancas que desaparecen es conocido como el síndrome de la “mujer blanca desaparecida”. Factores como la raza parecen determinar no solo el “interés periodístico” de una víctima, sino también la forma en que se cubren sus desapariciones.
Un informe reciente del Centro de Políticas de Violencia descubrió que, en 2018, las mujeres negras fueron asesinadas por hombres a una tasa casi tres veces mayor que las mujeres blancas. Y, sin embargo, sus muertes no se reportan en la prensa casi con la misma regularidad.
Cuando lo son, la investigación muestra que a menudo son retratadas negativamente: como agresivas, promiscuas, viviendo del Estado. La cobertura de las víctimas blancas es a menudo mucho más comprensiva, pero también extremadamente sexista. Esas mujeres tienden a ser descritas como cuidadoras, amables. Se las describe como buenas “madres” e “hijas”.
Tal vez una de las razones más dolorosas por las que las historias sobre mujeres blancas jóvenes y atractivas parecen capturar la imaginación del público de forma tan completa es el prejuicio subconsciente de que las cosas malas no están “destinadas” a suceder a las personas privilegiadas. La seguridad es una de las ventajas a las que se aspira al tener una vida aparentemente perfecta. La gente blanca acomodada puede suponer, por lo general, que cuando llama a la policía, las fuerzas del orden estarán automáticamente de su lado y querrán ayudarles. Pero este nivel de apoyo no es de ninguna manera un hecho universal, y con demasiada frecuencia está en función del privilegio racial.
Parte de la razón por la que las mujeres de color son vergonzosamente pasadas por alto por las fuerzas de seguridad y los medios de comunicación cuando desaparecen es que hay un grado en el que su dolor está considerado como parte de la experiencia humana misma. Demasiados miembros de la sociedad esperan que la vida de las mujeres blancas sea más fácil y, debido al racismo institucional, son tratadas como más merecedoras por los sistemas que se establecen cuando están en peligro. Cuando las mujeres blancas desaparecen, se trata de un recordatorio público más contundente de que ninguna mujer, sea cual sea su origen, puede dar por sentada su seguridad.
Historias como la de Gabby Petito captan la imaginación de todas las mujeres porque ponen de relieve el hecho de que las mujeres son las que más riesgo corren por parte de quienes deberían poder confiar. Escuchamos podcasts de crímenes reales, repasamos las cronologías en las noticias, miramos las fotos aparentemente felices y despreocupadas de las víctimas, y nos preguntamos si seríamos capaces de detectar o interceptar una amenaza cerca de nosotras mismas, de una amiga, una hija o una hermana.
La violencia por parte de los hombres nunca es responsabilidad de la mujer, pero cuando es más probable que ocurra fuera de la vista de cualquiera que pudiera prevenirla, las mujeres cargan con la tarea de vigilarla ellas mismas. En el caso de las mujeres, cuya seguridad suele ser tomada aún menos en serio por algunos miembros de las fuerzas del orden y considerada menos noticiosa por muchos medios de comunicación, esa carga se refuerza mucho después de que se denuncie su desaparición o se descubra su muerte.