(CNN Business) – La última batalla en la vida de la oficina puede ser la de mantener o no la cámara encendida durante las reuniones virtuales.
Una mujer que trabaja en una organización sin ánimo de lucro con sede en Nueva York dijo a CNN Business que en agosto recibió una queja de Recursos Humanos por primera vez en su carrera porque mantenía la cámara apagada durante las reuniones de trabajo virtuales. Poco después, dijo que recibió otra queja de por el mismo motivo.
“Estaba en una llamada con unos 15 empleados y [el interlocutor] dijo que todo el mundo debería tener la cámara encendida porque es la política de la empresa y forma parte de nuestra cultura”, dijo la mujer, que pidió permanecer en el anonimato por miedo a las represalias de la empresa. Ella mencionó que hace tiempo que no le gusta estar delante de una cámara, ya sea para fotos o videos, y las reuniones no hicieron más que aumentar esa incomodidad. “Les dije que estar delante de una cámara me producía ansiedad y no la encendí. Al final conseguí que el doctor me escribiera una nota”.
Aunque todavía le exigen que tenga la cámara encendida, ahora se sienta casi siempre fuera del marco, mostrando únicamente el hombro, algo que su empresa dice que es aceptable. Pero ella siente que esto hace las cosas aún más incómodas. Actualmente busca un nuevo trabajo.
No es la única que se enfrenta a la nueva normalidad de las videollamadas constantes. En entrevistas con CNN Business, varios trabajadores describieron cómo el hecho de dejar la cámara encendida en las reuniones hacía más difícil concentrarse en su trabajo, provocaba sentimientos de frustración por tener que permanecer en un mismo lugar durante largos periodos de tiempo y creaba cierta incomodidad por transmitir su entorno familiar a los demás. Sin embargo, los trabajadores también pueden sentirse presionados para dejar la cámara encendida, ya sea por una petición explícita de la empresa o por la percepción, refutada por un estudio reciente, de que son menos productivos y están menos comprometidos si la tienen apagada.
Lydia Mack, copywriter de marcas y empresas con sede en Los Ángeles, dice que mantiene su cámara web apagada durante las llamadas con clientes y compañeros de trabajo porque así puede concentrarse mejor. Pero también ha descubierto que este enfoque tiene sus inconvenientes. “Si se trata de una reunión de equipo y soy la única con la cámara apagada durante un largo periodo de tiempo, también puede ser una distracción [para los demás] y hacer que se pregunten si estoy ahí, si escuché toda la conversación, Etc.”.
El auge de las reuniones con cámara y las ideas erróneas al respecto
Por la pandemia aumentó el uso de servicios de videoconferencia como Zoom, Webex, Microsoft Teams y Skype, no solo para reuniones virtuales y clases en el aula, sino también para happy hours, fiestas de disfraces, servicios religiosos, almuerzos, clubes de lectura y citas. Pero a medida que continuaba el confinamiento, más personas comenzaron a experimentar el agotamiento por las reuniones virtuales, un fenómeno que suele llamarse “fatiga de Zoom”.
Allison Gabriel, profesora de la Universidad de Arizona, es coautora de un estudio que sugiere que aparecer en cámara puede contribuir a la sensación de fatiga de Zoom. El estudio también descubrió que hay más mujeres que experimentan fatiga por el uso de la cámara web.
“Las mujeres tienden a tener unos costos de autopresentación más elevados que los hombres y es probable que sientan una mayor presión para demostrar su competencia apareciendo más vigilantes ante la cámara”, afirma Gabriel. “Además, como las mujeres asumieron una demanda desproporcionada de cuidado de los hijos en comparación con los hombres durante la pandemia, es más probable que tengan a sus hijos en segundo plano, lo que lamentablemente podría poner en duda su capacidad de compromiso con su trabajo y su capacidad de concentración. También tendemos a imponer un mayor nivel de exigencia en cuanto al aspecto físico a las mujeres. Estar ante las cámaras puede exacerbar todas estas cosas”.
Los empleados más nuevos también sienten una mayor presión para demostrar su competencia y compromiso porque sienten la necesidad de demostrar que merecen estar ahí, dijo Gabriel.
En contra de la suposición común de que alguien con su cámara web apagada puede estar distraído, haciendo varias cosas a la vez o sin compromiso, la investigación de Gabriel descubrió que apagar las cámaras web durante las reuniones puede hacer que los empleados sean más productivos, ya que pueden centrarse más en el contenido y menos en su aspecto o en el de los demás.
Buscando soluciones
Algunas organizaciones se están dando cuenta de que es necesario un cambio, pero hay que hacer concesiones.
Empresas como Citigroup, Dell y la Universidad de Nueva York han respondido al aumento de la fatiga de Zoom aplicando políticas como “los viernes sin Zoom”, animando a la gente a celebrar reuniones por correo electrónico o por teléfono. Y algunas universidades hicieron que fuera opcional para los instructores o estudiantes mantener las cámaras web encendidas durante las clases.
“Los estudiantes tienen que conectarse a Zoom desde diversos entornos, y exigir que las cámaras estén encendidas magnifica injustamente las diferencias socioeconómicas y de capacidad”, dijo Julia Raz, profesora de comunicación en dos universidades de California. “Yo no diría que es una distracción tener las cámaras web apagadas. Simplemente es bastante desalentador y solitario hablar con una pantalla llena de rectángulos negros”.
Al mismo tiempo, algunas personas pueden sentirse más comprometidas y conectadas con sus colegas cuando están ante la cámara. Por eso hay que establecer soluciones que se adapten a todos los niveles de comodidad.
Zoom, por ejemplo, lanzó recientemente nuevas herramientas que ayudan al entorno de trabajo híbrido, pero que también podrían aliviar la fatiga de las videollamadas. Esto incluye una herramienta de pizarra colaborativa que pone el foco en el contenido y menos en las caras de las personas.
Jeremy Bailenson, profesor de comunicación de la Universidad de Stanford y director fundador del Virtual Human Interaction Lab, aconseja a los directivos que clasifiquen sus reuniones en dos tipos: aquellas en las que es fundamental verse las caras y otras en las que basta con compartir la pantalla y participar con audio. “Cuando los ejecutivos se sientan y pasan por este proceso, se dan cuenta de que hay apenas un puñado de reuniones en las que es absolutamente necesario verse las caras”.
Aunque hacer que las reuniones con cámaras web sean opcionales también puede parecer una solución eficaz, Bailenson defiende lo contrario. “Esto es similar a preguntar a alguien si quiere ayudar en un gran proyecto durante el fin de semana”, dijo. “Muchas personas preferirán no hacerlo, pero todas se sentirán presionadas para decir que sí. La mejor solución es hacer que las cámaras sean obligatorias de vez en cuando, y prohibirlas en el resto”.
Añadió que los directivos, especialmente los hombres, deberían apagar las cámaras en esos momentos, pues de lo contrario los empleados se sentirán presionados para mostrar sus rostros.