(CNN) –– Al principio de su mandato, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, le aseguró al país que había sido elegido para resolver problemas. Pero, ahora que esta semana se cumple el primer aniversario de su toma de posesión, hay dudas crecientes acerca de si puede cumplir con esta teoría de su propia presidencia.
La Casa Blanca parece cada vez más cercada por la naturaleza extrema de los desafíos que enfrenta Biden dentro y fuera del país. También socavada por algunas de sus propias decisiones estratégicas y limitada por pequeñas mayorías en el Congreso. El Gobierno apostó a que las vacunas contra el covid-19 habrían acabado ya con la pandemia en este punto. Sin embargo, la vacunación se politizó y millones de estadounidenses optaron por no recibir sus dosis. Todo, mientras las variantes virales ayudan a prolongar la emergencia.
¿Una presidencia asediada?
La sensación de que Biden lidera una presidencia asediada volvió a subrayarse la semana pasada debido a una serie de golpes adversos. Entre ellos, el torpedeo de dos demócratas moderadas al impulso del presidente a los derechos al voto, en un desafío a su autoridad. También, el bloqueo de la Corte Suprema a los requisitos de vacunación y pruebas de detección para las grandes empresas, una pieza central de su estrategia contra la pandemia. Estos reveses llegan también mientras los proyectos de ley del gasto social y de cambio climático de Biden ––características de su presidencia–– también se encuentran estancados en el Congreso, tal como la legislación de derechos electorales, porque los senadores demócratas moderados Joe Manchin, de Virginia Occidental, y Kyrsten Sinema, de Arizona, se niegan a sumar su apoyo.
Biden terminó la semana acusado por sus críticos de socavar su propia promesa inicial de buscar la unidad nacional, luego comparar con los segregacionistas a quienes se oponen a la reforma del derecho al voto. En un símbolo de las dificultades de la administración, el feriado que marca el Día de Martin Luther King Jr., este lunes, también quedará como la fecha límite infructífera que establecieron los demócratas del Senado para convertir en ley los proyectos sobre derechos electorales sobre las medidas ––así como los cambios de reglas necesarios para aprobarlas–– seguramente fracasarán a menos que Sinema y Manchin cambien de opinión. Lo que solo insiste en la narrativa del estancamiento.
Cómo Biden socavó su propia autoridad
La misión que se impuso Biden de resolver problemas también enfrenta obstáculos por la erosión de su propio capital político. El cual, justamente, se ha visto afectado por sus repetidas visitas al Capitolio para instar a su partido a respaldar su agenda, así como por una serie de plazos incumplidos para aprobar importantes proyectos de ley. Mientras tanto, la inflación vertiginosa significa que muchos estadounidenses enfrentan facturas de combustible y energía más altas. Lo que los amarga ante una economía que tiene algunos puntos positivos a medida que avanza la pandemia.
Ahora bien, el panorama en el extranjero está igual de complicado. El Gobierno de Biden tiene dificultades para aliviar una crisis en Ucrania, en medio de temores de que el presidente de Rusia, Vladimir Putin, pueda invadir y causar la peor crisis geopolítica en Europa desde la Guerra Fría. Si Rusia desafía a Occidente, la credibilidad de Biden recibirá otro duro golpe.
Las elecciones intermedias
Todas estas crisis se profundizan a medida que las elecciones intermedias ––tradicionalmente, una experiencia difícil para los presidentes de primer mandato–– empiezan a tomar protagonismo. Lo que reduce aún más el camino de Biden hacia las victorias legislativas. El Partido Republicano y una maquinaria mediática conservadora dedicada a destruir su presidencia ––en gran parte impulsada por el culto a la personalidad antidemocrática del expresidente Donald Trump–– están amplificando cada obstáculo y paso en falso de la administración.
Todas las presidencias atraviesan recesiones y momentos políticos difíciles. La prueba de la habilidad política de un presidente está en si puede recuperarse, revertir una narrativa de fracaso, usar a sus oponentes como contrastes efectivos y comenzar a dirigir los acontecimientos. La Casa Blanca intentará hacer exactamente eso esta semana. Y se espera que utilice el aniversario de la toma de posesión de Biden como plataforma para un reinicio.
Los estadounidenses pueden esperar palabras sobre los éxitos de la presidencia de Biden, incluida una ley de infraestructura bipartidista, un paquete de alivio para el covid-19 que ayudó a reducir la pobreza infantil, una baja tasa de desempleo y el trabajo del mandatario por reparar alianzas y eliminar la cultura de mentiras de la Casa Blanca después del mandato de Trump. El esfuerzo incluirá una extraña conferencia de prensa formal del presidente en la Casa Blanca este miércoles, en la víspera del aniversario de la toma de posesión.
Las pruebas que enfrenta Biden van más allá
La secretaria de Prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki, argumentó la semana pasada que las dificultades del presidente eran un riesgo laboral de su voluntad por abordar los problemas más difíciles de la nación. Y añadió que, en ese sentido, él seguiría empujando “los peñascos cuesta arriba”.
Pero el problema para Biden es que todas las pruebas que enfrenta pueden amenazar con un giro radical. El atasco legislativo en el Senado parece insoluble y se debe en parte a una pequeña mayoría demócrata en la Cámara de Representantes. El proyecto de ley de gasto social está destinado a aliviar la difícil situación de los trabajadores estadounidenses. Pero, el escaso esfuerzo de la Casa Blanca por explicarlo hace que muchos estadounidenses crean que el presidente no está lo suficientemente concentrado en sus preocupaciones económicas inmediatas.
Una pandemia que no da tregua
Mientras tanto, la pandemia parece burlarse repetidamente de los líderes políticos que han tratado de controlarla y fijar fechas para el regreso a la normalidad. Todo el proyecto de política exterior de Putin busca debilitar el poder de EE.UU. y socavar a la OTAN. Lo que significa que un compromiso con él puede ser imposible sin dañar los intereses de Estados Unidos.
Todas estas complicaciones llevan a que los eventos parezcan con frecuencia controlar a un presidente que lucha por mantenerse al día y no al revés. Lo que implica una percepción peligrosa para cualquier comandante en jefe.
¿Apuntó la Casa Blanca demasiado alto?
Los problemas internos de Biden plantean la duda de si la Casa Blanca malinterpretó el estado de ánimo político de la nación, así como las realidades de un difícil equilibrio de poder en Washington, al no presentar de manera efectiva un programa de reforma masivo y multimillonario en medio de la peor emergencia de salud pública en 100 años.
El principal obstáculo de tener una limitada mayoría en el Senado de 50-50 radica en que la objeción de un solo senador puede descarrilar toda una agenda legislativa. Esa situación no cambiará en el corto plazo, sin importar cuántas horas pase Biden tratando de persuadir a Manchin y Sinema, como lo hizo en la Casa Blanca la semana pasada. De hecho, podría empeorar bastante muy pronto. Existe la posibilidad de que los demócratas pierdan sus mayorías en la Cámara de Representantes y el Senado en noviembre ante los republicanos. Una derrota que podría dejar a Biden aislado en la Casa Blanca y sin posibilidades de aprobar sus proyectos de ley clave, mientras se acavecina su campaña de reelección.
Índices de aprobación de Biden
En este momento, los índices de aprobación del presidente ––en el rango bajo del 40% en algunas encuestas e incluso menos en otras–– están muy por debajo de los niveles que podrían prevenir una victoria aplastante de los republicanos en noviembre. Para los demócratas es imperativo que Biden se recupere, pero el presidente solo puede hacerlo si logra que todo su partido esté en sintonía. Como candidato, Biden prosperó porque ganó el apoyo de ambas alas de su partido en una hábil proeza de posicionamiento político. En el poder, esa negociación se ha desmoronado.
El enfrentamiento por el proyecto de ley de gasto social y climático “Build Back Better” expuso una división entre los demócratas moderados, como Manchin y Sinema, y los progresistas. En retrospectiva, parece obvio que esta división detendría el esfuerzo. Lo que, a su vez, genera preguntas sobre el enfoque completo de la Casa Blanca y por qué creía que podía presionar a los reticentes para que abandonaran sus objeciones.
Demócratas clave informan un estado nefasto sobre los proyectos de ley emblemáticos de Biden
La barricada del Senado también es responsable de que hayan fracasado los intentos demócratas por contrarrestar una ola nacional de proyectos de ley para suprimir votantes en los estados bajo el control de republicanos, los cuales se basan en las mentiras de fraude electoral de Trump. Tanto Manchin como Sinema apoyan las medidas. Sin embargo, se oponen a cambiar las reglas obstruccionistas del Senado ––que dictan que la mayoría de las leyes importantes necesitan al menos 60 votos para aprobarse––, para promulgar dos proyectos de ley de derecho al voto que facilitarían la participación y harían más difícil que funcionarios locales politizados puedan intervenir en los resultados de las elecciones.
A pesar de que Biden les suplicó a ambos senadores que cambiaran de opinión la semana pasada, ellos solo se atrincheraron más. De hecho, Sinema pronunció una reprimenda política extraordinaria al presidente de su propio partido, en un discurso de alto perfil en el Senado en el que expuso su posición justo antes de que él llegara al Capitolio para tratar de convencerla a ella y a Manchin sobre los proyectos de ley.
James Clyburn, uno de los principales aliados del presidente y líder de la mayoría de la Cámara de Representantes, le admitió este domingo a CNN que los dos proyectos de ley, la Ley de Avance de los Derechos Electorales John Lewis y la Ley de Libertad para Votar, estaban en serios problemas.
“Pueden estar con soporte vital”, dijo el demócrata de Carolina del Sur a Jake Tapper en “State of the Union”. “Pero, ya sabes, John Lewis, otros, no se dieron por vencidos después de la Ley de Derechos Civiles de 1964… Así que les voy a decir a todos que no nos vamos a dar por vencidos”, añadió.
¿Y “Build Back Better”?
Las perspectivas de la Ley Build Back Better parecen igual de sombrías. La única esperanza de revivir cualquier crédito para Biden puede estar en reducir significativamente la medida para que pueda obtener el apoyo de Manchin. El senador dice que le preocupa que un proyecto de ley de casi US$ 2 billones empeore aún más la inflación. Pero una propuesta reducida enfurecería a los progresistas y podría disminuir la participación demócrata en las elecciones intermedias.
“Tienes razón en que está muerto. La versión más reciente no va a ocurrir”, dijo el senador demócrata Tim Kaine, de Virginia, a Margaret Brennan en “Face the Nation”, de CBS. Pero agregó: “Todavía creo que encontraremos el núcleo de este proyecto de ley, como sea que lo llamemos. Encontraremos el núcleo del proyecto de ley y lo aprobaremos. Y enfrentará directamente algunas de estas preocupaciones sobre la inflación”.
Al final de su primer año en el cargo, Biden esperaba que la pandemia fuera historia pasada. También que la economía se estuviera recuperando antes de las elecciones intermedias y que su éxito enviara a su predecesor al olvido. Nada de eso ha ocurrido. El virus está golpeando al país este invierno, incluso si la última variante ómicron causa una enfermedad menos grave. La inflación sostenida y creciente ha desafiado las predicciones de la Casa Blanca de que los aumentos de precios eran “transitorios”. Y Trump, cuya amenaza a los valores democráticos es aún más peligrosa que hace un año, está sentando las bases para una nueva campaña.
Es cierto que los desafíos de Biden son profundos, y muchos estarían más allá de la capacidad de manejo de cualquier presidente. Pero un año después de su mandato, hay razones crecientes para cuestionar cómo está jugando la mano dura que le tocó.