CNNE 1193691 - ucraniano arriesga su vida a diario para ayudar a otros
Voluntario ucraniano a diario recorre la ruta del peligro para ayudar a otros a escapar de los ataques rusos
04:52 - Fuente: CNN

Bakhmut, Ucrania (CNN) –  Galina Nikolaevna llora entre los restos de su casa en el pueblo de Kamyshevakha, en la región de Donbás, en el este de Ucrania. Hace dos días, un par de proyectiles rusos cayeron sobre la casa y el garaje, dejándola inhabitable.

Pero Nikolaevna y su marido se niegan a marcharse.

Como mucha gente aquí, no tienen a dónde ir ni medios para mantenerse, dijo Nikolaevna. Le han dicho que cuesta US$ 300 tan solo llegar a Bakhmut, la ciudad más cercana bajo pleno control ucraniano.

Dos proyectiles atravesaron el techo de Galina Nikolaevna.

“No tenemos ni siquiera [un] litro de gasolina. Y nuestra propiedad…”, dijo Nikolaevna a CNN, rompiendo en llanto antes de continuar: “Trabajamos toda nuestra vida para esto”.

Este pueblo, en las afueras de Popasna, en Luhansk, ha sido golpeado fuertemente por la artillería en los últimos días. La gente de aquí está ahora completamente aislada de los servicios básicos. Delante del edificio dañado hay grandes cubetas y abrevaderos para recoger el agua de lluvia. Un generador, el único medio de energía que tienen los residentes, zumba ruidosamente en la puerta.

Al final de la calle de la que fuera la casa de Nikolaevna, Aleksandr Prokopenko ayuda a evacuar a los residentes del pueblo destruido.

Prokopenko es de Popasna y solía trabajar como gerente en una empresa de gas. Ahora pasa sus días en su viejo auto Zhiguli, haciendo el peligroso viaje a través de Donbás para rescatar a la gente de su asediada ciudad natal.

Los soldados rusos ya entraron a Popasna, donde se han producido algunos de los combates más intensos de la región.

Prokopenko recoge a Vladimir, quien espera ser evacuado con su padre enfermo, Anatoly. Su madre, la esposa de Anatoly, murió por la metralla de un proyectil dos días antes. La enterraron al día siguiente.

Como muchos otros en Ucrania, Vladimir no quiere que se publique su nombre completo por razones de seguridad.

Con el ruido constante de la artillería en la distancia, Prokopenko carga sus pocas pertenencias y ayuda a Anatoly a subir al auto. Un vecino, al ver al equipo de CNN, grita desde la ventana que muestren al mundo lo que han hecho los rusos.

Vladimir ayuda a caminar a su padre, Anatoly, con la ayuda de un vecino. El día anterior enterró a su madre.

“Quiero a mi pueblo y no puedo dejarlo. No puedo dejar a la gente de aquí. Alguien tiene que ayudar a la gente”, le dijo Prokopenko a CNN.

Aunque muchos de los autobuses que evacuan a los civiles llevan carteles que dicen “niños” o “evacuación”, Prokopenko dijo que marcar su auto no merece la pena.

“Los rusos no se fijan en esto, para ellos no hay diferencia, niños o evacuaciones u otra cosa. Lo bombardean todo. Autobuses escolares, convoyes de la Cruz Roja, cualquier cosa que se mueva”, dijo.

Aleksandr Prokopenko sale de Bakhmut para rescatar a los residentes cerca de su ciudad natal convertida en campo de batalla, la aldea de Popasna.

Todo el mundo está asustado

La región de Donbás ha soportado ya ocho años de guerra, con las fuerzas ucranianas luchando contra los separatistas respaldados por Rusia desde 2014.

Cuando suenan las sirenas antiaéreas, lo cual es frecuente, la mayoría de la gente sigue con sus actividades. Los constantes estruendos de la artillería se han convertido en parte de la banda sonora de la vida cotidiana.

Pero con las tropas rusas entrando a varias ciudades como parte de una nueva ofensiva a gran escala, los combates se han intensificado drásticamente.

Los militares rusos pretenden asegurar la totalidad de Donetsk y Luhansk, las dos regiones que forman Donbás. Partes de ellas han estado bajo control de los separatistas desde 2014 y la decisión del presidente de Rusia, Vladimir Putin, de reconocer estas regiones como independientes fue vista como el golpe inicial de su guerra contra Ucrania.

A medida que los combates se intensifican, miles de civiles se encuentran inmovilizados en pequeñas ciudades.

Al entrar en la región del Donbás, casi todo el tráfico circula en sentido contrario. Las ambulancias y los autobuses de evacuación circulan por las carreteras llenas de baches para llevar a la gente a un lugar seguro.

Han surgido puestos de control cada pocos kilómetros. Se ven las fuerzas ucranianas cavando trincheras a lo largo de la carretera.

Pero hay poco alivio para los que llegan a Bakhmut, una ciudad que sigue bajo control ucraniano.

Su plaza central está prácticamente vacía. Un puñado de personas hace fila para sacar dinero del cajero automático. Apoyados en una valla, dos hombres mayores observan la escena.

Anatoly Vunyak, uno de ellos, envió a su familia fuera de la ciudad. Piensa quedarse a esperar.

“Tengo 75 años, ¿qué voy a buscar? Soy demasiado viejo para esconderme. Trabajé muy duro durante 12 años como conductor en el norte para comprar mi casa”, dijo. “Sí, tenemos miedo. ¿Quién no tiene miedo? Encuéntrame a alguien que no tenga miedo. Todo el mundo tiene miedo”.

Cuando se le pregunta por la situación, el otro de los dos hombres, Yuri, se encoge de hombros.
“Es brillante y soleado”, dice con ironía. “Estamos vivos”.

Cerca de allí, Vera, de 38 años, se dirige a ver a su madre y le lleva tulipanes recién cortados. Su hijo Valery, de 10 años, pedalea junto a ella en su bicicleta. Va a la escuela en línea, pero el internet es irregular.

Vera dijo que escuchó el anuncio del presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, el lunes de que la ofensiva rusa en Donbás había comenzado. Dice que teme tener que abandonar pronto Bakhmut, pero su madre, que está en silla de ruedas, no puede huir fácilmente.

Mientras se oyen golpes constantes en la distancia, Vera inclina la cabeza para escuchar.

“Intentamos escuchar y oír cuán lejos está, pero ahora se ha convertido en algo lejano. Por ahora, nos sentamos, esperamos y leemos las noticias”, dice.

Tras el traicionero viaje fuera de Popasna, Prokopenko deja a Anatoly y Vladimir en una residencia para desplazados. Las primeras cinco noches son de cortesía. Después, están a su suerte.

Las carreteras que conducen al pueblo de Popasna y sus alrededores están en un silencio espeluznante, mientras los combates se intensifican.

En una habitación fría y con corrientes de aire, hay un par de docenas de camas repartidas. Anatoly se desploma en una, tosiendo por el esfuerzo.

Al lado, otra pareja rescatada por Prokopenko se lamenta de que su departamento en Popasna haya sido destruido en los combates. Pero, a diferencia de la mayoría de los ucranianos, no culpan a Putin.

“Todas nuestras cosas, todo estaba en llamas. Es una pesadilla. Gracias a Estados Unidos, que nos ha traído armas. Es un horror, una pesadilla”, dijo la mujer.

No es una visión poco común en algunas partes del este de Ucrania. El ruso es el idioma principal aquí y muchos ven la televisión rusa con su implacable propaganda.

“Putin quiere encontrar una solución pacífica”, añadió el marido de la mujer.

Prokopenko parecía visiblemente frustrado por lo que decían.

“No difundan esos cuentos de hadas. Vino con armas y atacó nuestra tierra. ¿Atacamos nosotros a Rusia? Por favor, no le cuenten estas mentiras a todo el mundo”, les dijo.