Nueva York (CNN) – Es un sofocante día de primavera en la ciudad de Nueva York, pero Dana Aber está de pie en la plataforma del metro de Times Square-42 Street con una chaqueta de cuero grueso. Sus manos están enguantadas y metidas en sus bolsillos para esconder sus joyas. Aunque intenta parecer relajada, sus sentidos están en alerta máxima.
“Pensé que tal vez sería una protección un poco mejor que una capa delgada, en caso de que me dispararan”, dijo Aber, una actiz de teatro y escritora de Manhattan.
Elegir un atuendo en función de la probabilidad de recibir un disparo suena como una pesadilla distópica, pero es la realidad para muchos neoyorquinos que se sienten impotentes y asustados en medio de una ola de delincuencia en aumento. Un tiroteo masivo en una estación de metro de Brooklyn en abril resaltó sus temores.
Hasta la fecha, la ciudad ha registrado un aumento del 42,7% en los delitos graves en comparación con el mismo período de 2021, según el Departamento de Policía de la ciudad de Nueva York. Eso incluye un aumento del 46,7% en los robos, un aumento del 54% en los incidentes de hurto mayor y un aumento del 14,9% en los reportes de violación. Las tasas de homicidios han disminuido un 13,1% durante el año pasado, pero siguen aumentando un 9,2% en los últimos dos años.
Para los neoyorquinos como Aber, el temor de terminar en otra estadística criminal ha ensombrecido su ciudad.
“Se está convirtiendo cada vez más en un problema mental para nosotros, preocuparnos constantemente por estar a salvo”, dijo Pilar Weston, una residente de Harlem de 53 años. “¿Qué me pasará si tomo el tren? ¿O si camino por la calle equivocada? ¿O si voy en bicicleta?”
“Es una manera horrible de vivir”, dijo.
Harlem ha sido el hogar de Weston durante décadas, pero comienza a sentirse mucho menos seguro, dice. Intenta evitar tomar el tren cuando puede. Ella elige su ruta a casa con cuidado. Evita ciertas calles a diferentes horas y está “siempre, siempre” lista para correr.
“Los neoyorquinos merecen algo mejor”
Después de tres décadas de mínimos históricos, las tasas de delincuencia en la ciudad de Nueva York comenzaron a aumentar en 2020.
Los funcionarios han atribuido el aumento a una combinación de factores, incluidos los cambios en el sistema de justicia —como la nueva legislación de reforma de la libertad bajo fianza de Nueva York— y una avalancha de armas traficadas ilegalmente, que según los grupos defensores de las armas y los criminólogos fue alimentada por la incertidumbre de la pandemia del coronavirus.
Las dificultades económicas y sociales provocadas por la pandemia jugaron un papel en el aumento de la delincuencia, y la cantidad de personas sin hogar desde el comienzo de la pandemia aumentó “sustancialmente”, según el alcalde Eric Adams.
En enero, Adams anunció un plan integral para combatir la ola de delincuencia. Incluye un aumento de agentes en patrulla, recursos adicionales para la unidad de incautación de armas existente en la ciudad, nueva tecnología para detener la afluencia de armas y la creación de empleos para los residentes en riesgo. También revive una controvertida unidad vestida de civiles en la fuerza policial renombrada como “Equipos de Seguridad Vecinal”.
El comisionado de policía Keechant L. Sewell avaló el plan y dijo que la policía de Nueva York estaba comprometida a abordar el crimen de frente.
“Los hombres y mujeres del Departamento de Policía de la Ciudad de Nueva York están abordando de manera proactiva las causas profundas del comportamiento delictivo”, dijo Sewell en un comunicado en ese momento. “La policía de Nueva York nunca cederá, y el departamento ha progresado demasiado durante décadas —e invirtió demasiado en las comunidades a las que sirve— como para retroceder en cualquier medida. Los neoyorquinos merecen algo mejor”.
El plan no podía llegar lo suficientemente pronto, según Margaux Paras. Como muchos estadounidenses de origen asiático en la ciudad, vive con la preocupación adicional de los crímenes de odio.
“Vivo con miedo y ansiedad constantes de que voy a ser el próximo objetivo de alguien”, dijo Paras, de 35 años. “Siempre estoy al borde de un ataque de pánico cuando estoy en los trenes o incluso caminando durante el día. No es seguro para nosotros”.
Los delitos motivados por el odio en la ciudad de Nueva York han aumentado un 76% en lo que va del año en comparación con el mismo período del año pasado, según datos del Grupo de Trabajo de Delitos de Odio del Departamento de Policía de Nueva York.
Los estadounidenses de origen asiático han sido especialmente atacados, generalmente debido a razones injustificadas de la pandemia.
Paras vive en Nueva Jersey pero viaja a la ciudad para asistir a la escuela. No tiene más remedio que continuar con su rutina habitual, pero el estrés es abrumador, dice. Sentada en un banco en Bryant Park, Paras contó historias de terror que escuchó de familiares y amigos, incluido uno que, dice, recibió un puñetazo en el pecho al azar mientras caminaba por un parque.
Patrick Curley, de 70 años, un neoyorquino de toda la vida que vive en el Lower East Side, también acoge con satisfacción el plan del alcalde y dice que confía en que la policía de Nueva York restablecerá la seguridad pública.
“Confío en que nuestros oficiales de policía nos mantendrán a salvo”, dijo Curley.
Curley, que vivió el apogeo de la delincuencia en la ciudad en la década de 1980, señaló las paredes de la estación de metro de Times Square-42 Street y notó cómo alguna vez estuvieron cubiertas de graffiti y la plataforma destrozada.
“Esto no se parece en nada a los años 70 u 80”, dijo. “Los niveles de criminalidad aquí bajan y vuelven a subir, pero aún no hay comparación. Para alguien nuevo en la ciudad de Nueva York, parece que las cosas van cuesta abajo, pero Nueva York siempre regresa”.
La ciudad vio 1.814 asesinatos en 1980, el año que el New York Times llamó el “peor año de delincuencia en la historia de la ciudad”. Esa evaluación quedó eclipsada en el pico de la epidemia de crack en 1990, cuando el Times reportó que la ciudad de Nueva York había registrado 2.245 homicidios.
“Más vigilancia no es la respuesta”
Otros neoyorquinos, como Rasheed Blain, se preocupan por el aumento de la delincuencia, pero ponen en duda el plan del alcalde. Él dice que el enfoque en una mayor vigilancia está fuera de lugar y podría resultar contraproducente.
Blain, de 23 años, como interruptor de violencia para NYC Cure Violence, el programa de prevención del crimen de la ciudad, camina por Harlem hablando con jóvenes en riesgo para reducir los conflictos e inspirarlos a encontrar caminos distintos al crimen.
Él dice que su experiencia le ha demostrado que hay formas más efectivas de combatir el crimen que la policía.
“Más vigilancia no es la respuesta”, dijo Blain, que vive en el Bronx. “La policía de nuestras comunidades no se comunica bien con la gente y viceversa. Hay un problema de confianza y sentimos que no estamos seguros con ellos”.
Teme que una mayor vigilancia pueda alienar e incluso tener un efecto adverso en las comunidades de color.
“La violencia se comporta como una epidemia de enfermedades contagiosas”, dijo Blain. “Si queremos arreglar el repunte de la violencia, tenemos que empezar con la pobreza, la raíz de toda violencia, y arreglar la falta de recursos para los jóvenes, así como la salud mental”.
Carmen Perez-Jordan, CEO de la organización sin fines de lucro The Gathering for Justice, está de acuerdo. La misión de la organización es “eliminar las desigualdades raciales que impregnan el sistema de justicia”, según su sitio web.
Habiendo vivido en la ciudad durante 12 años, Pérez-Jordan, de 45 años, dice que está familiarizada con lo que puede hacer el exceso de vigilancia en los vecindarios negros y latinos. Está especialmente preocupada por la reintroducción de agentes vestidos de civil, que en el pasado han sido acusados de violar los derechos de las minorías con tácticas controvertidas como registros de parar y registrar. Estos registros, en los que la policía detuvo y cacheó a personas que consideraba sospechosas, se dirigieron desproporcionadamente a hombres negros y latinos.
“Cuando aumentan los delitos violentos, por lo general son nuestras comunidades negras y morenas de bajos ingresos las que más sufren, y esperaría que lo que está sucediendo ahora siga esa tendencia”, dijo Perez-Jordan.
Ella cree que el plan del alcalde hace poco para abordar los factores subyacentes que han contribuido al aumento de la delincuencia.
“Lo que veo no es solo crimen, es una gigantesca bandera roja de que algo más profundo está sucediendo en estas comunidades y en la vida de estas personas”, dijo.
“Realmente necesitamos preguntarnos, ¿qué impulsa a alguien a robar en las tiendas, usar drogas en lugares públicos o tomar un arma y lastimar a alguien? ¿Qué tiene que pasar una persona para que piense que esas cosas están bien?”, ella dijo.
De pie en el borde de una avenida bañada por el sol en Central Park, Perez-Jordan admite que el problema está más cerca de casa de lo que la mayoría puede imaginar. En el último año, ha perdido seres queridos debido al aumento de los delitos violentos, así como a las sobredosis de drogas y al covid-19.
“Un galón de leche cuesta US$ 4,62. Los alquileres siguen aumentando de manera insostenible”, dijo Perez-Jordan.
“Los diagnósticos de salud mental han aumentado, la falta de vivienda se ha disparado y las sobredosis y las muertes por fentanilo han devastado a las comunidades pobres. Todo esto mientras casi un millón de estadounidenses murieron a causa de un virus que se ha cobrado la vida de más de seis millones en todo el mundo durante los últimos dos años de un confinamiento mundial”.
“Creo que es seguro decir que deberíamos haber visto venir esto. La gente está sufriendo, la gente está desesperada y aquellos que han experimentado esto durante toda su vida están hartos”, dijo.
Lo que más necesita Nueva York, según Perez-Jordan, son intervenciones que “realmente produzcan seguridad comunitaria”, como servicios de salud mental, asesoramiento sobre abuso de sustancias, programas de vivienda y más trabajadores sociales.
“Debería sentirme seguro en casa”
Ty Sumter recuerda con cariño los “viejos tiempos”. Sonríe y enumera con entusiasmo todo lo que solía hacer en Nueva York cuando se sentía seguro caminando solo y tomando el tren a casa por la noche.
Las rutinas pacíficas se han convertido en un recuerdo del pasado, dice, y un día que transcurre sin incidentes es una bendición que no da por sentado.
“Para alguien que viaja tarde en la noche y temprano en la mañana, he visto muchas cosas aterradoras. Pero ahora es algo cotidiano”, dijo Sumter. “Como alguien que creció aquí en los años 90, teníamos que caminar juntos. No permitíamos que nuestros amigos tomaran los trenes solos. Volvimos a esos días”.
Sumter, de 47 años, gerente de un Trader Joe’s cerca de Union Square, camina a casa desde el trabajo. A pesar del cielo azul y el bullicio alegre de las familias que juegan en el parque cercano, no se siente tentado a quedarse.
“Amo Nueva York más que nada. Es como encontrar el mundo entero en un solo lugar”, dijo Sumter. “Pero estos niveles de delincuencia hacen que ya no quiera hacer nada. Incluso con este hermoso clima, quiero caminar, pero ¿para qué? No me siento seguro. Hay una estación de policía aquí mismo, y todavía no me siento seguro. Solo quiero llegar a casa”.
Weston comparte pensamientos similares mientras está parada afuera de una tienda CVS en la estación de metro de 125th Street en Harlem. Ella acaba de terminar de hablar con un amigo cuyo auto fue asaltado una vez más.
Es “verdaderamente desgarrador”, dijo sobre el aumento de la delincuencia.
“Tener que caminar por el barrio en el que creciste, en tu propia casa, mirando constantemente por encima del hombro todo el tiempo y donde quiera que vayas, te molesta mucho hacer eso en el lugar de donde vienes”, dijo, señalándose el corazón.
“Es mi hogar”, dijo. “Debería sentirme segura en casa”.