Londres (CNN) – Fue el recordatorio más emotivo que hemos tenido de que la reina de Gran Bretaña está en el ocaso de su reinado: el príncipe Carlos sentado en el trono de consorte en el Palacio de Westminster, mirando tristemente la corona de su madre, que ocupaba su lugar.
Isabel II solo ha faltado a la apertura del Parlamento en dos ocasiones en sus 70 años de reinado, ambas por estar embarazada.
Este año faltó porque simplemente no pudo llegar, debido a “problemas de movilidad”. Todo lo que sabemos sobre estos problemas es que son “episódicos”; el palacio no quiere divulgar más detalles sobre su salud, ya que lo consideran una cuestión de confidencialidad del paciente.
Lo que sí está claro es que los episodios son cada vez más frecuentes y perjudiciales. La reina sigue cancelando compromisos de último minuto, y eso incluye ahora los que ya estaban confirmados en su agenda.
La apertura de la nueva sesión parlamentaria es una de las principales responsabilidades constitucionales de la monarca británica. No puede llevarse a cabo sin ella, al igual que la firma de las leyes parlamentarias y el nombramiento de los nuevos primeros ministros. Aunque su papel es puramente ceremonial y solo actúa por consejo de los ministros, la democracia británica se paralizaría de la noche a la mañana sin ella.
Afortunadamente, existen garantías para estos casos. La reina emitió una notificación legal conocida como Patente Real para dar al príncipe Carlos y al príncipe William la autoridad de abrir el Parlamento en su nombre. Es una suerte que estuvieran disponibles, ya que los otros dos suplentes en el sistema actual son los príncipes Andrés y Harry, que han renunciado o han sido despojados de sus responsabilidades reales.
Este viernes, la reina pudo asistir al Royal Windsor Horse Show, uno de sus eventos favoritos, y fue fotografiada sonriendo a su llegada. Sin embargo, aunque nadie duda del compromiso de Isabel con el deber y el servicio, la realidad es que por el momento solo puede comprometerse firmemente a trabajar desde casa.
Esto eleva inevitablemente los papeles y perfiles de los príncipes Carlos y William. Ambos tendrán que dar prioridad a la agenda de la reina sobre la suya.
No hay indicios de que la reina vaya a abdicar y entregar la corona de forma permanente a Carlos, ni de que éste se convierta en Regente, que significa ser monarca sin el título. Pero ambos príncipes han sido activados como Consejeros de Estado, donde la reina delega su poder soberano para fines específicos. Ahora tienen que estar aún más disponibles para esas tareas.
Carlos ya ha hecho malabares con una semana de compromisos muy ocupada junto a la apertura del Parlamento. Organizó una fiesta en el jardín del Palacio de Buckingham y se presentó en la Universidad de Oxford, en la Casa de Canadá de Londres y en una tienda de calzado en el sur de Londres en los tres días transcurridos desde su visita a Westminster, lo que indica su creciente carga de trabajo.
Pero es el heredero al trono más longevo de la historia británica, y no hay duda de que tiene la experiencia necesaria para asumir una agenda real completa.
Cuanto más lo veamos hacerlo, más familiarizados estaremos con él en ese papel. Es el mecanismo para prepararnos para el próximo monarca, y reduce el choque cultural que algunos sentirán cuando ocurra. Puede que Carlos no sea tan querido por el público como su madre en este momento, pero no sabremos realmente lo aceptado que será como monarca hasta que se convierta en rey.
Por otra parte, la disminución de la agenda de la reina plantea preguntas obvias sobre si la veremos durante los cuatro días de celebración de su Jubileo de Platino el próximo mes.
Fuentes reales sugieren que no lo sabremos con seguridad hasta que se acerque el momento, y probablemente solo el día de cada evento. Mientras tanto, los organizadores cruzan los dedos e intentan organizar las apariciones públicas de la reina de forma que se minimice su esfuerzo.
La gente entenderá si solo puede estar presente en espíritu, pero añadirá un matiz de tristeza a los eventos si la reina no puede disfrutarlos en persona.