(CNN) – Si bien es difícil imaginar una inundación más aterradora que la que se sufrieron en Saint Louis y Kentucky la semana pasada, una nueva investigación muestra que se avecinan más fenómenos extremos y que, si las comunidades afectadas no vuelven a construir de forma más inteligente, la devastación será peor la segunda vez.
El mundo está mejorando en la gestión del riesgo de fenómenos meteorológicos extremos y en la adaptación a los cambios provocados por la crisis climática. Pero un estudio publicado el miércoles en la revista Nature revela que las inundaciones y sequías provocadas por el cambio climático siguen siendo más letales y costosas.
Incluso si una comunidad muy afectada intenta adaptarse y evitar que se repita un desastre, es probable que subestime la intensidad del siguiente.
“Así que [los esfuerzos de adaptación] solo son eficaces hasta cierto punto”, afirma Laila Balkhi, coautora del estudio y directora de proyectos del Instituto Global para la Seguridad del Agua de la Universidad de Saskatchewan. Estos lugares responden a los acontecimientos del pasado, dijo a CNN, “pero no necesariamente a los peores del futuro”.
Amir AghaKouchak, coautor e ingeniero civil de la Universidad de California en Irvine, dijo a CNN que muchas partes del país, incluyendo el área de Saint Louis y el este de Kentucky, son particularmente vulnerables y necesitan hacer muchas mejoras para adaptarse al rápido cambio climático.
“En Estados Unidos, en muchos de nuestros casos, registramos que se están produciendo más fenómenos extremos, lo cual es un factor importante que debemos tener en cuenta”, dijo AghaKouchak. “Nuestra exposición ha aumentado en casi todas partes, porque hay más desarrollo, más industrias, edificios, personas de todos los aspectos, así que nuestra exposición ha aumentado”.
“Nuestra situación es mejor que la de muchos otros países en términos de inversión, pero aun así, las recientes inundaciones demuestran que seguimos siendo muy vulnerables a los grandes fenómenos extremos”, añadió.
Para ilustrar este punto, los investigadores señalaron dos inundaciones devastadoras a lo largo del río Delaware en 2004 y 2006. Ambos sucesos se debieron a fuertes lluvias que desbordaron el río e inundaron las zonas circundantes.
En el caso de 2004, los restos del huracán Iván desataron enormes cantidades de lluvia que provocaron daños materiales generalizados en Pennsylvania, Nueva Jersey y Delaware.
Pero otra grave inundación afectó a la misma cuenca del río en 2006, cuando cayeron lluvias torrenciales durante seis días seguidos, que se cobraron un precio aún mayor que las inundaciones de 2004.
Las dos inundaciones combinadas supusieron más de US$ 700 millones en daños.
Pero los investigadores también demostraron que una reconstrucción inteligente puede evitar un desastre peor la segunda vez.
Las repetidas inundaciones en el río Danubio en Alemania y Austria, una en 2002 y otra en 2013, muestran cómo las comunidades pueden disminuir su riesgo, incluso ante un evento climático extremo más intenso.
En 2013, las aguas se precipitaron a través de ciudades históricas y los niveles de agua rompieron un récord de 500 años. Sin embargo, la destrucción y el número de muertos fueron limitados gracias a los cambios impulsados por el gobierno tras la inundación de 2002, entre los que se encuentran la mejora del sistema de alerta temprana y la inversión en infraestructuras para mitigar las inundaciones en ambos países.
AghaKouchak afirmó que Estados Unidos debe aprender de ese ejemplo y aplicar rápidamente medidas similares, sobre todo porque las infraestructuras del país están envejeciendo.
“Nuestros sistemas de infraestructuras son muy antiguos, y aunque Estados Unidos fue pionero en el desarrollo de infraestructuras contra las inundaciones, eso significa que muchas de las cosas que construimos son muy, muy antiguas”, dijo. “Tenemos diques que tienen 70 años, algunos 100 años. Realmente tenemos que centrarnos en reducir nuestra vulnerabilidad asociada a estas viejas infraestructuras”.
Beth Tellman, investigadora del clima de la Universidad de Arizona que revisó el estudio, señaló que también hay barreras sociales y económicas subyacentes incrustadas en el tejido de las zonas urbanas que agravan la vulnerabilidad.
“Esta es la triste historia de las implicaciones de un mundo con cambios climáticos, que está teniendo un montón de peligros sin precedentes todo el tiempo”, dijo Tellman a CNN. “No estamos aprendiendo lo suficiente de los extremos del pasado, y vamos a tener que hacer mucho más que mejorar los sistemas de gestión de riesgos existentes y replantearnos fundamentalmente quién está expuesto y quién vive en peligro y podemos reducir realmente ese aspecto del riesgo”.
Por ejemplo, la práctica conocida como “Redlining”, el antiguo esfuerzo sancionado por el gobierno de EE.UU. para segregar a las comunidades de color negándoles préstamos y seguros de vivienda, ha dado lugar a diseños inadecuados e injustos de infraestructuras de mitigación de inundaciones en estas antiguas comunidades discriminadas. Como resultado, tienden a ser más vulnerables y a estar más expuestas a los fenómenos meteorológicos extremos.
Debido a este legado, cualquier estrategia futura de gestión de riesgos debe centrarse en la equidad social, dijo Tellman.
“Son las comunidades más vulnerables las que acaban comprando [casas] en esos lugares, porque el terreno puede ser realmente barato en las llanuras de inundación debido al riesgo”, dijo. “Entonces, ¿cómo vamos a pensar en la retirada gestionada y en la reubicación fuera de los lugares que sabemos que son de riesgo y en las opciones reales para que la gente viva en otro lugar?”
Balkhi dijo que todo se reduce a hacer cambios radicales, equitativos y proactivos, en lugar de reaccionar sin un enfoque holístico después de que ocurra un desastre.
“La responsabilidad de responder realmente a una emergencia climática recae en el Gobierno y también en los gobiernos individuales”, dijo Balkhi. “No es una emergencia por inundación. No es una emergencia por sequía. Es una emergencia climática”.