(CNN) – Desde la muerte de la reina Isabel II la semana pasada, Kris Manjapra ha estado pensando mucho en un momento peculiar de su infancia.
Le contó a CNN que, en 1990, cuando tenía 12 años y vivía con su familia en Calgary, Canadá, la reina hizo una visita a su ciudad. Los alumnos de su escuela recibieron instrucciones de reunirse a lo largo de la carretera para poder contemplar su procesión y recibir su saludo.
“Yo era un niño inmigrante en una ciudad muy blanca con mis padres. Estábamos luchando como nuevos inmigrantes”, dijo Manjapra, profesor de historia en la Universidad Tufts de Massachusetts, donde su investigación se centra, entre otras cosas, en el estudio crítico de la raza y el colonialismo. “Y recuerdo que pensé en lo extraño que era que nos utilizaran (a los estudiantes) como utilería en una especie de desfile”.
Manjapra, de ascendencia mixta africana e india, nació en Bahamas en 1978, un año después de que la reina realizara su gira del Jubileo de Plata por el país. Y como muchos otros estadounidenses con raíces en las antiguas colonias caribeñas de Gran Bretaña, ha tenido una reacción complicada ante la muerte de la reina, de alguien permanentemente vinculado a una historia de imperio. Para ellos, la semana pasada ha estado marcada menos por el dolor que por la frustración por el poco espacio que parece haber en la narrativa para el compromiso con el legado, a menudo ignorado, del colonialismo británico en la región.
“Lo que me llama la atención es cómo parece haber tanta energía para sentir dolor por la pérdida de un individuo”, dijo Manjapra. “Ciertamente, la pérdida de una persona debe ser llorada, especialmente por su familia. Pero, ¿por qué es tan inaccesible sentir remordimiento y pena por todo el daño que se hizo en nombre de esa misma persona?”
Marcia Bartlett, que nació en Jamaica en 1956 y creció bajo el régimen colonial británico, comparte algunos de los sentimientos de Manjapra. Vivió en la isla durante casi 30 años antes de trasladarse a Nueva York, uno de los estados con más inmigrantes caribeños, y dijo que ha cuestionado la relación entre Gran Bretaña y Jamaica desde que era una estudiante de secundaria curiosa.
“Desde entonces, he tenido semillas de resentimiento hacia esta gente que gobierna mi isla”, dijo Bartlett a CNN.
Muchas de las antiguas colonias británicas están unidas en la Mancomunidad de Naciones, una asociación voluntaria y poco rígida de 56 países. La mayoría de los miembros son repúblicas. Pero 14, entre ellos Bahamas y Jamaica, reconocen al monarca británico como su jefe de Estado oficial. En noviembre de 2021, Barbados se convirtió en el primer reino desde 1992 en desprenderse de la corona.
Como muchos otros en Estados Unidos con vínculos con el Caribe, Bartlett se sintió profundamente conmovida por la decisión de Barbados de deshacerse de la monarquía, y espera que el resto de las antiguas posesiones imperiales de la región sigan su ejemplo.
“Me alegré”, dijo. “Creo que (la transición a la república) se va a plantear en un referéndum en algún momento en
Jamaica. Todavía hay gente con la mentalidad de que es bueno ser dirigido por los británicos. Pero en lo que a mí respecta, Jamaica tiene que hundirse o nadar por sí misma”.
Hostilidad arraigada
Para entender el legado ambivalente de la reina a los ojos de muchos caribeños y sus descendientes, repasemos parte de la historia de la región.
En el siglo XVIII, el Caribe era una joya de la corona de la economía imperial británica; según la base de datos SlaveVoyages, más de dos millones de personas esclavizadas desembarcaron en las colonias caribeñas del imperio cuando se abolió el comercio de esclavos británico en 1807.
Sin embargo, “después de la esclavitud, a los liberados se les negaba el acceso a la tierra y se esperaba que trabajaran por salarios bajos”, escribió el año pasado el profesor de historia de la Universidad de Toronto Padraic Scanlan para el Washington Post. “Las políticas de emancipación también resultaron ser una justificación útil para el imperialismo”.
Los desafíos sociales y políticos han persistido incluso desde mediados del siglo XX, una época innovadora en la que muchas colonias británicas declararon su independencia.
“Los británicos dejaron un desastre cuando la colonización formal comenzó a terminar en la década de 1960”, explicó Manjapra. “Sin embargo, durante el primer discurso de la reina en Jamaica, en 1966, solo habló de la ‘lealtad y la amabilidad’ de la gente de la Commonwealth. Nunca reconoció el daño causado por el saqueo, las masacres, las privaciones y el racismo del dominio británico”.
Manjapra subrayó la irresponsabilidad que demostró Gran Bretaña en el Caribe durante la década.
“Hubo una especie de abandono del desorden que el colonialismo había creado, dejando al Caribe muy endeudado, sin recursos, con instituciones muy débiles, cosas que la gente de allí sigue sufriendo hoy en día”, dijo.
Además, está la cuestión del legado de la esclavitud: el relativo silencio de la reina al respecto. Después de que Gran Bretaña aboliera formalmente la práctica de la esclavitud humana en sus colonias en la década de 1830, pidió un préstamo de 20 millones de libras para compensar a los propietarios de esclavos.
“Hasta 2015, el Estado británico estuvo pagando esta deuda”, afirmó Manjapra. “Se estaba llevando a cabo una práctica profundamente inmoral que finalmente salió a la luz hace unos años. Pero la reina permaneció en silencio. El silencio de la reina en tantos asuntos relacionados con la justicia para la gente de color en Gran Bretaña y en las antiguas colonias, no puedo interpretarlo como un deber o una dignidad o como algo ‘apolítico’. Ese silencio fue un acto muy político, y esencial para el mecanismo del Estado británico”.
La Familia Real ha reconocido, pero no ha llegado a disculparse, por los numerosos crímenes imperiales de Gran Bretaña y sus efectos persistentes en el Caribe.
“Una disculpa estaría bien, pero nada”, dijo Bartlett.
El pasado mes de marzo, cuando el príncipe William y Kate realizaron una gira por el Caribe, las relaciones se deterioraron y fueron recibidos por protestas anticoloniales.
Negarlo no hará que desaparezca
La muerte de la reina puede abrir un nuevo capítulo en el Caribe.
La profesora de derecho de la Universidad de Nueva York Melissa Murray, cuya familia es jamaicana, señaló recientemente en Twitter que el fallecimiento de la reina podría reavivar debates cruciales sobre el papel de los vínculos de la Commonwealth en la región.
“Imagino que su muerte acelerará los debates sobre el colonialismo, las reparaciones o indemnizaciones y el futuro de la Commonwealth”, escribió Murray. “Es probable que nos demoremos en la difícil conversación que inevitablemente surgirá al reconocer nuestro pasado. E incluso para aquellos que respetan y veneran a la reina, el residuo del colonialismo ensombrece la vida cotidiana en Jamaica y otras partes del Caribe”.
Manjapra, autor del libro de 2022 “Black Ghost of Empire: The Long Death of Slavery and the Failure of Emancipation”, compartió los sentimientos de Murray. En particular, subrayó que para sentar las bases hacia el futuro es necesario no ocultar el atroz legado de violencia colonial de Gran Bretaña.
“No nos enfrentamos a historias dolorosas ignorándolas o negándolas, o incluso intentando encontrar una solución inmediata”, dijo. “Nos enfrentamos a historias dolorosas reconociendo su presencia en nuestras vidas y en nuestro mundo, y luego entablando un debate, creando oportunidades para una conversación significativa sobre cómo puede ser un futuro de sanación”.
Hacer todo esto, por supuesto, requiere tiempo, esfuerzo e inversión.
“Francamente, es la conversación sobre las reparaciones”, dijo Manjapra. “Las reparaciones están sobre la mesa, y deben estarlo para hacer frente a lo que ocurrió y a lo que sigue ocurriendo”.
Dicho de forma un poco más directa, añadió, “las condiciones coloniales no están en el pasado, sino que persisten y siguen reforzando el sistema de castas raciales”.