(CNN) – El senador demócrata Raphael Warnock permanece invicto. Después de que tuviera que ir a segunda vuelta en noviembre, Warnock pidió a los votantes de Georgia que lo pusieran en la cima “una vez más” en diciembre y, una vez más, le cumplieron.
Desde noviembre de 2020, Warnock ha sido el candidato más votado en cuatro elecciones consecutivas al Senado de Georgia. Pero debido a la ley estatal que requiere que los candidatos de todo el estado obtengan la mayoría para ganar una elección general, Warnock tuvo que duplicar la hazaña tanto en su elección especial de 2020 como en su candidatura de 2022 para un mandato completo de seis años.
Su victoria en esta contienda cara a cara con el candidato republicano Herschel Walker significa que los demócratas se sumarán a su mayoría en el Senado ya asegurada, con 51 escaños frente a los 49 del Partido Republicano, y consolidarán a Georgia como un campo de batalla presidencial potencialmente decisivo para 2024.
A medida que el ciclo de mitad de período de 2022 llega a su fin, aquí hay cinco conclusiones de esta noche electoral final en Georgia.
El escaño 51 da a los demócratas la mayoría verdadera en el Senado
Los demócratas ya habían asegurado el control del Senado, con 50 escaños asegurados el mes pasado, lo que le permitiría a la vicepresidenta Kamala Harris emitir el voto de desempate como lo hace hasta ahora. Pero ganar el escaño 51, gracias a la victoria de Warnock este martes, conlleva importantes beneficios para los demócratas que dirigen el Senado y para la administración del presidente Joe Biden.
Ahora, el partido entrará en 2023 con una verdadera mayoría en el Senado, una que no requerirá el acuerdo de poder compartido que ha estado vigente durante los últimos dos años en una cámara dividida en partes iguales. Esa mayoría absoluta significa que los demócratas tendrán la mayoría en las comisiones, lo que les permitirá avanzar más fácilmente a los postulados de Biden.
Por ejemplo: la Comisión Judicial del Senado, con sus 22 miembros, pasará de una división de 11 demócratas y 11 republicanos a 12 demócratas y 10 republicanos. Eso elimina un mecanismo procesal republicano para retrasar la confirmación de los candidatos judiciales de Biden.
Los líderes demócratas, mientras tanto, enfrentan un riesgo reducido de que un solo senador pueda mantener sus prioridades como rehenes, ya que el partido ahora puede darse el lujo de perder un voto. Harris, quien ya ha emitido la tercera mayor cantidad de votos de desempate de cualquier vicepresidente, y la mayor cantidad desde John Calhoun hace casi 200 años, estaría menos vinculada al Capitolio.
También es un impulso temprano para los demócratas antes de las elecciones de 2024 en las que el partido tendrá que defender varios escaños en los estados profundamente rojos, incluidos Virginia Occidental y Montana, para mantener su mayoría.
Georgia es un estado indeciso hasta nuevo aviso
Mientras el expresidente Donald Trump siga siendo una figura influyente en la política republicana, Georgia está a punto de ser un campo de batalla crucial el día de las elecciones, especialmente cuando los cargos federales están en la boleta electoral.
Si había alguna duda antes de esteJAJ martes, ahora se ha borrado.
Walker fue el candidato elegido por Trump para enfrentarse a Warnock y se enfureció a pesar de que primero se postuló con un popular gobernador republicano y luego, esta vez, con el respaldo y el apoyo expresos de ese mismo gobernador en la campaña electoral.
La incapacidad del gobernador republicano Brian Kemp para llevar a Walker a la línea de meta dice menos sobre él, o incluso de Walker, un candidato defectuoso en cualquier entorno, que la alineación partidista cambiante del estado. La demografía cambiante, una economía en evolución y una organización tenaz y estratégica por parte de los demócratas han convertido a un faro del Viejo Sur en un legítimo estado indeciso.
De aquí al 2024.
La máquina de participación demócrata ataca de nuevo
Después de las elecciones de 2020, los republicanos de Georgia aprobaron una controvertida ley que, entre otras cosas, redujo la cantidad de tiempo entre una elección de noviembre y una posible segunda vuelta, creando un cronograma condensado eso redujo la ventana para los votantes por correo y redujo la cantidad de días para votar anticipadamente en persona.
No importó.
La máquina de participación demócrata en Georgia durante las últimas cuatro semanas, con un comienzo que se remonta a años y se debe en gran medida al trabajo preliminar de Stacey Abrams y sus aliados, una vez más se entregó en una contienda muy disputada que atrajo decenas de millones de dólares en el gasto de las campañas y organizaciones nacionales.
Si bien aún está por verse el número final de votos emitidos, la participación anticipada de quienes votan en persona antes de la segunda vuelta de este año fue menor que en 2021. Eso se debe a que la nueva ley redujo el período entre votaciones de nueve semanas a cuatro. Pero aún es muy fuerte, pues se estableció el récord de votación anticipada de un solo día durante la última semana de votación previa a las elecciones.
La participación fue especialmente sólida en bastiones demócratas clave, incluidas las áreas metropolitanas más grandes y los suburbios que se tiñeron de azul después de la elección del expresidente Donald Trump en 2016. Seis años después, Georgia no solo es un símbolo de la aparente influencia de Trump en el Partido Republicano, sino un modelo para los demócratas que buscan capitalizarlo.
Trump pierde otro escaño en el Senado
El expresidente Donald Trump intentó usar las elecciones intermedias de 2022 para llenar las mayorías del Congreso y los parlamentos estatales con aliados que debían sus cargos al respaldo de Trump antes de su tercera candidatura a la Casa Blanca. En cambio, respaldó a una serie de candidatos defectuosos y controvertidos que perdieron carreras que el Partido Republicano esperaba ganar. Walker se unió este martes por la noche a una lista que incluye a Blake Masters en Arizona y Mehmet Oz en Pensilvania, así como a perdedores como Kari Lake en Arizona, Tim Michels en Wisconsin, Tudor Dixon en Michigan y Doug Mastriano en Pensilvania.
Ningún candidato presidencial republicano había perdido Georgia desde 1992. Pero con Trump en la reelección, los demócratas ganaron la presidencia en 2020 y los dos escaños del Senado del estado en la segunda vuelta de 2021. Luego, este año, ganaron nuevamente un escaño en el Senado, derrotando a un candidato empujado a la carrera por el expresidente.
Las derrotas tienen implicaciones inmediatas: Trump ya lanzó su candidatura presidencial para 2024. Es probable que cada derrota de un republicano impulsado por Trump enfurezca a los donantes, aliente a los rivales potenciales y erosione la confianza de los votantes republicanos en la potencia política de Trump.
El juego de culpas que comenzó hace cuatro semanas continuará después de la pérdida de Walker, y es probable que amplifique los llamados para que el Partido Republicano busque el liderazgo en otra parte.
El gobernador Kemp no pudo convencer a los electores
El gobernador de Georgia, Brian Kemp, mantuvo su distancia con Walker mientras se dirigía a la reelección en la revancha de este año con la retadora demócrata Stacey Abrams. El gobernador ganó 2,1 millones de votos, unos 200,000 más de los que Walker ganó contra Warnock en noviembre.
Sin embargo, después de su victoria, Kemp abrazó más plenamente al candidato al Senado de su partido, a pesar de la rivalidad del gobernador con Trump.
El objetivo de Kemp era convencer a algunas de esas decenas de miles de repartidores de boletos para que apoyaran al candidato republicano en la segunda vuelta. Apareció con Walker en mítines, cortó anuncios de televisión para la ex estrella de fútbol de la Universidad de Georgia e incluso prestó la operación de movilización de votos que ayudó a impulsarlo a la victoria a un súper Comité de Apoyo Político (PAC) alineado con el líder de la minoría del Senado, Mitch McConnell, para impulsar a Walker.
Fue un marcado contraste con el enfoque adoptado por Trump, quien realizó un mitin televisivo a favor de Walker en la víspera de las elecciones, pero hizo poco más para ayudar en la segunda vuelta. Y si Walker hubiera ganado, habría sido Kemp quien mereciera una gran parte del crédito.
Sin embargo, la segunda vuelta de Georgia demostró ser una lección que el expresidente Barack Obama y, más tarde, Trump, tuvieron que aprender: el apoyo de los votantes a menudo no es transferible. Y sin Kemp en la boleta electoral, muchos de los mismos suburbanos moderados que rechazaron a Walker en noviembre lo hicieron nuevamente en la segunda vuelta.