(CNN Español) – Un año de guerra en Europa del Este. No, no estamos en 1942, estamos en febrero de 2023, y nadie puede asegurar cuánto más durará el conflicto entre Rusia y Ucrania ni tampoco hasta qué niveles de destrucción —ni de escalada global— llegará.
El mundo, mientras tanto, observa con atención el retorno de las grandes guerras convencionales al escenario y el creciente —y cada vez más tenso— enfrentamiento entre Rusia y Estados Unidos, las dos primera potencias nucleares.
América Latina no es la excepción: la región ha sufrido un impacto económico y sus líderes observan el conflicto de cerca, aunque para la población siga siendo, por la distancia, un asunto relativamente lejano.
Este es un vistazo al impacto real que ha tenido la guerra de Ucrania en la región, a un año de la invasión rusa, y lo que se sigue esperando del conflicto.
¿Elegir un bando o permanecer neutral?
Aunque la guerra involucra directamente solo a Rusia y Ucrania, el enorme apoyo financiero y militar otorgado por Estados Unidos, la mayor parte de Europa y los países miembros de la OTAN a Kyiv han convertido a este conflicto en un asunto global.
Los apoyos a Moscú son más acotados: su histórico aliado Belarús —desde dónde provino una de las fuerzas de invasión—, Irán —uno de los pocos países en proveerle armas— y aún está por verse qué postura podría tomar China, un socio de Rusia que aún mantiene distancia.
Así, un año después del inicio de los primeros combates, la guerra es vista como un enfrentamiento estratégico más amplio entre Rusia y Estados Unidos, y el mundo se debate entre mantener la neutralidad o elegir un bando, con todos los costos y beneficios diplomáticos que eso conlleva.
América Latina mantiene históricas relaciones con Estados Unidos, pero su contacto con Rusia ha crecido en las últimas décadas y se han registrado diferentes posturas.
El único líder latinoamericano en visitar Ucrania en tiempos de guerra —ofreciendo una muestra de apoyo simbólico— es, al momento, el presidente de Guatemala, Alejandro Giammattei, que visitó a Volodymyr Zelensky, presidente de Ucrania, en julio de 2022.
En tanto los únicos países de la región que han manifestado su apoyo a Rusia han sido Venezuela y Nicaragua, sin que esto signifique el envío de ayuda concreta, mientras que otros como Cuba y Bolivia se han abstenido de importantes votaciones en la Asamblea General de la ONU, como la del 12 de octubre de 2022 en rechazo de la anexión de territorios ucranianos.
Pero la mayoría de los países, como se adelantó en febrero, han mantenido diferentes niveles de neutralidad ante el conflicto, negándose a aplicar sanciones a Rusia, como han hecho Estados Unidos y Europa, pero también a prestar apoyo a Moscú, o justificar su ataque a Ucrania.
El gobierno de Brasil, tanto durante la presidencia de Jair Bolsonaro como la actual de Lula da Silva, iniciada hace pocos meses, ha mantenido una posición de no intervención en el conflicto, que corresponde con la diplomacia histórica brasileña
Lula incluso reforzó esta postura durante su encuentro a comienzos de febrero con el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y aseguró que Brasil buscará promover el diálogo y la paz en un esfuerzo coordinado con China e India.
Argentina también ha mantenido su neutralidad, aunque con una postura menos clara. El presidente Alberto Fernández llegó a decir, pocas semanas antes de la guerra, que su país podía ser una “puerta de entrada” para Rusia en América Latina. Tras la invasión, sin embargo, votó en contra de la anexión rusa de territorios ucranianos en la ONU.
La neutralidad es también una postura histórica de la diplomacia argentina: el país se mantuvo neutral durante la Primera Guerra Mundial y casi toda la Segunda (declaró la guerra a Alemania y Japón recién en 1945), aunque más recientemente apoyó a la coalición liderada por Estados Unidos durante la Guerra del Golfo, entre 1990 y 1991.
Colombia y México, por su parte, también han decidido no intervenir en la guerra y han asegurado que no la justifican y que buscan la paz. Al mismo tiempo, han criticado el envío de armas a Ucrania por parte de países occidentales.
El viceministro de Asuntos Exteriores de Ucrania, Andrij Melnyk, reconoció que su país no le ha dado prioridad a América Latina, pero que intentaría —en un próximo viaje a México— remediar esta situación y mostrar que los hechos en Ucrania son importantes para la región. “Lo que está en juego es la base del orden internacional”, dijo a CNN.
Los precios del petróleo y el gas
Rusa es uno de los principales exportadores de petróleo y gas del mundo, y uno de los principales destinos de estas exportaciones es Europa, por lo que la guerra ha reducido enormemente estos envíos e impactado en el precio de los combustibles a nivel global.
En América Latina hay también importantes productores de petróleo y gas, entre ellos Venezuela, Brasil y Argentina, y los combustibles son vitales para toda la cadena de suministro —con un impacto directo en la inflación de los productos básicos—, por lo que los vaivenes en los precios han sido seguidos de cerca.
En el caso del petróleo Brent, de referencia en Europa, el precio del barril saltó de los aproximadamente USD 75 en diciembre de 2021, cuando se reportó por primera vez la concentración de tropas rusas en la fronteras y la posibilidad de una guerra, a USD 118,04 el barril el 27 de febrero, tres días después de la invasión, según CNN Money.
El 5 de junio el barril llegó a su pico de US$ 121,77, para luego comenzar a descender y hoy se encuentra unos US$ 83, por lo que se ha tratado de fluctuaciones importantes en medio de los faltantes iniciales y los reajuste en la producción global.
En el caso del gas natural, tenía un precio de unos US$ 3,67 por millón de BTUs, trepó a US$ 4,92 el 27 de febrero, tras la invasión, y llegó a un pico de USD 9,32 el 21 de agosto.
También, como el petróleo, comenzó entonces a descender y hoy está en unos US$ 2,26 el millón de BTUs, por debajo de valores previos a ka guerra.
El impacto en los productos agrícolas
Rusia y Ucrania son, además, dos de los mayores exportadores de productos agrícolas —principalmente el trigo— y la guerra, que puso un abrupto freno a la oferta, también impactó en los precios de estos commodities.
En América Latina, Brasil y Argentina son también exportadores de importancia global de trigo, soja y maíz, y todo estos productos han experimentado vaivenes en sus precios.
El trigo alcanzaba un precio cercano a los US$ 8 el bushel en diciembre de 2021, para pasar a valer unos US$ 12 el bushel pocos días después de la invasión, en lo que fue también su pico. Ahora su valor se encuentra nuevamente en alrededor de US$ 8 el bushel.
Algo similar ha pasado con el maíz, aunque su precio actual de USD 6,7 el bushel es levemente superior al de antes de la guerra, tras alcanzar un pico de unos US$ 8,2 el bushel en mayo de 2022.
Un golpe a la recuperación tras la pandemia
Al igual que en el caso de los combustibles, el impacto de la guerra en los precios de los productos agrícolas se sintió con más fuerza a mediados del año pasado y en menor medida en la actualidad, cuando se han estabilizado.
Pero esta sacudida tendrá, por sí sola, efectos negativos en el contexto de la recuperación de los países latinoamericanos tras la pandemia de covid-19.
De acuerdo con un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) de junio de 2022, la desaceleración económica, el aumento de la inflación y la lenta recuperación de los mercados laborales a nivel globales, tres de los principales impactos de la guerra, tendrán un impacto en la región aumentando la pobreza y la inseguridad alimentaria por el aumento de los precios de la comida.
El freno a la globalización que ha significado la guerra, y en parte la catarata de sanciones contra Rusia, ha puesto un freno a la globalización, según Cepal, y el mundo y al región se enfrentan a menor crecimiento, mayor inflación y altas tasas de interés.
El Banco Mundial concuerda, en un informe de octubre, en que la guerra “ha ensombrecido las perspectivas de una recuperación económica pospandémica para las economías emergentes y en desarrollo de la región de Europa y Asia central”, al tiempo que ha golpeado con fuerza a la globalización y la lucha contra el cambio climático.
Y en sus proyecciones para América Latina el Banco Mundial prevé una desaceleración económica por “la incertidumbre a nivel global derivada de la guerra en Ucrania, el aumento de las tasas de interés en los países desarrollados y las persistentes presiones inflacionarias afectarán a las economías de la región”.