Uvalde, Texas (CNN) – Nota del editor: Este reportaje contiene imágenes explícitas y descripciones de la masacre de la escuela de Uvalde. Todos los niños fotografiados sobrevivieron y sus padres pidieron a CNN que mostrara las imágenes para que la gente viera lo que sus hijos e hijas tuvieron que soportar y entendieran lo que hace este tipo de violencia.
Las madres llamaron y enviaron mensajes de texto. Querían ver los vídeos que mostraban a sus hijos en uno de los peores momentos de sus jóvenes vidas: las grabaciones de las cámaras corporales mientras sacaban a los niños y niñas ensangrentados y traumatizados tras permanecer 77 minutos con un atacante asesino en las aulas de la escuela primaria Robb en Uvalde, Texas.
Hacía casi un año que sus hijos sobrevivieron a la masacre de 19 de sus compañeros de cuarto curso y dos profesores. Pero seguían teniendo muchas preguntas, y ninguna autoridad parecía dispuesta a responder.
“Tenemos que verlo. De verdad”, dijo Kassandra Chavez a CNN. Sabía que las imágenes existían y que el equipo de CNN que investigaba la mala respuesta de las fuerzas del orden al tiroteo en la escuela probablemente las tenía como parte del material de investigación que obtuvimos y utilizamos en varios reportajes exclusivos sobre lo ocurrido en la escuela el pasado 24 de mayo.
El papel de CNN no es proporcionar material directamente a las familias, y menos aún estas escenas explícitas y horribles de un alegre pasillo de escuela primaria teñido de rojo por la sangre de los niños. La divulgación de vídeos de cámaras corporales y de vigilancia, junto con una cronología precisa de quién hizo qué y cuándo, suele ser responsabilidad de las fuerzas del orden implicadas, incluso si muestran que los agentes se equivocaron. Así ha ocurrido recientemente en Memphis, Nashville y St. Louis.
Pero en Uvalde, la fiscal del distrito Christina Mitchell Busbee bloqueó todo el material hasta que termine su investigación. El alcalde Don McLaughlin fue en contra de su petición a los funcionarios de no compartir información y publicó videos de los agentes del Departamento de Policía de Uvalde en el lugar de los hechos, pero sólo mostraban lo ocurrido antes del ataque.
Y, según las madres, eso dejaba demasiados interrogantes sobre el trauma que aún sufrían sus hijos y sobre si la operación de rescate debería haberse desarrollado de otra manera.
“Solo nos han llamado una o dos veces a la oficina del fiscal al principio y ahora no nos han dicho nada”, dijo Chávez. “Es decir, nos enteramos después o a través de las redes sociales de que algo está pasando”.
Al saber que a las familias – junto a otras organizaciones de medios de comunicación – no se les permitía acceder a grabaciones que normalmente serían públicas, CNN tomó la excepcional decisión de dejar que las familias lo vieran.
Ya habíamos compartido con sus padres las desgarradoras y exasperantes llamadas al 911 realizadas por dos sobrevivientes, Khloie Torres y Miah Cerrillo, antes de informar de cómo esas llamadas demostraban que las fuerzas del orden sabían que había niños atrapados con el atacante que necesitaban ser rescatados, unos 40 minutos antes de que los agentes entraran en el aula. Esos padres dijeron que las llamadas les ayudaron a entender un poco mejor por lo que habían pasado sus hijos, y querían que se transmitieran. Pero aún así, querían ver los videos.
Lágrimas y rabia
Así que, en una reciente tarde de primavera, las madres de cinco de los sobrevivientes de la habitación 112 se reunieron frente a una laptop y se prepararon.
Sus hijos estaban fuera, ya que a los padres les habían dicho que se los llevaran a otro sitio. La asesora traumatológica que trabaja con las familias estaba a la espera.
Se les advirtió a las mujeres una vez más de que lo que se iba a proyectar era explícito, impactante y difícil de ver. Una a una, se reafirmaron en que era lo que querían hacer. Miguel Cerrillo, padre de Miah, entró en la sala y dijo que él también quería verlo. “Sólo quiero ver el cuadro completo, exactamente por lo que pasó, dónde estaba”, dijo. “Quiero ver… cómo sufrieron y por qué sufrieron tanto tiempo”.
El video comienza con el sonido de disparos cuando los agentes entran finalmente en las aulas. La policía dijo más tarde que el atacante salió de un armario en ese momento y les disparó, y ellos le devolvieron los disparos y murió.
Los agentes armados siguen alineados en el pasillo. Algunos empiezan a avanzar hacia las aulas. “¡Niños! ¡Niños! Niños!”, grita uno mientras las víctimas empiezan a salir. “¡Manos arriba, manos arriba!”, les grita el agente. Entonces se pide a todos que esperen, que guarden silencio.
Los gritos no tardan en repetirse y se pide que se deje pasar primero a los paramédicos. Arrastran por los brazos a una persona por el pasillo. A otros los llevan en brazos o tiran de ellos. Se insta a los niños ensangrentados que gritan: “¡Muévanse! ¡Muévanse! Muévanse”. Un agente lleva a uno en brazos. A otro se lo echan al hombro y se lo llevan a toda prisa.
Los padres observan atentamente y señalan a sus hijos. “Ahí está Jaydien, ahí está AJ, Khloie, Miah”.
Se les saltan las lágrimas, pero no apartan la mirada.
Las madres se concentran en sus hijos y en sus hijas. Miguel Cerrillo parece obsesionado por los servicios de emergencia. “Todas esas pistolas”, dice, al ver cómo un agente aparentemente recoge armas para que sus compañeros tengan las manos libres para ayudar. La rabia hervía en Cerrillo cuando hablaba de los 77 minutos que su hija y los demás habían tenido que esperar para ser rescatados, solos en un aula de cuarto curso, mientras agentes fuertemente armados y entrenados debatían qué hacer, y nunca probaron el picaporte de la puerta para ver si estaba cerrada. “¿Por qué siguen ahí parados?”, preguntó mientras unos agentes sacaban a los niños a toda prisa y otros los observaban.
Cuando empieza a correr la voz entre los agentes de las múltiples muertes, se recuerda a los que están fuera de la escuela que mantengan alejadas a las familias.
Cerrillo recordó cómo había estado allí, entre esas familias, gritando para pedir información. Y entonces abandonó la sala, incapaz de ver más imágenes. “Eso es todo lo que puedo ver”, dijo mientras se levantaba. En su patio, se desahogó con sus amigos: “Todos los p**** policías que estaban allí tienen que entregar su placa. Todos los p**** policías de Uvalde tienen que entregar su placa”.
Rebotando en un autobús
Mientras los paramédicos atendían a varios niños gravemente heridos, a otros sobrevivientes los subieron a un autobús escolar para trasladarlos al hospital, junto con dos agentes del Departamento de Seguridad Pública de Texas, ambos con cámaras corporales.
Kassandra Chavez se derrumbó al ver el dolor de su hijo AJ. Por su parte, Kristina Olivares apenas podía ver cómo los agentes luchaban por mantener consciente a su hija Kendall. La madre de Miah, Abigale Veloz, lloraba.
Jamie Torres, que lo vio por separado, dijo a CNN que quería ver el video de su hija. “Si ella pasó por eso, yo debería ser lo suficientemente fuerte como para verlo”, dijo. “Quiero ver todo lo que le hizo daño a mi bebé”.
Pero no pudo soportar ver las imágenes de su hija, lamentándose por su mejor amiga que fue asesinada a su lado y cubierta de la sangre de otra persona en la que se había revolcado para poder fingir que también estaba muerta si el atacante la miraba. Era demasiado. Hubo que detener el video.
Aun así, las madres dijeron que no se arrepentían de haberlo visto.
“Teníamos que verlo por nosotras mismas, ahora lo entendemos mejor”, dijo Chavez, cuyo hijo, AJ, recibió un disparo en el muslo. “Estoy contenta de que esté aquí, estoy disgustada por lo que tuvo que pasar durante 77 minutos, por ver cómo se llevaban a todos sus amigos como muñecos de trapo… esos son todos los recuerdos que tiene”.
Olivares dijo que no había querido creer lo enferma que había estado su hija mientras el autobús se dirigía al hospital, rebotando y empujando a los niños en los asientos del banco, pero obtuvo algunas respuestas. “Saber que mi hija se estaba desmayando”, dijo, era importante porque era algo que Kendall no recordaba.
“Gracias por hacer eso”, dijo Chávez a CNN. “Le dio respuestas”, añadió, haciendo un gesto a Olivares. “Me dio un cierre, a todos nosotros un cierre”.
Los padres pidieron a CNN que mostrara las imágenes de sus hijos heridos y traumatizados, como solo una fracción del horror de ese día. Dijeron que querían que la gente entendiera mejor el ataque, que los agentes implicados vieran a sus hijos y, como dijo Torres: “Asegurarnos de que no vuelva a ocurrir.”
El senador estatal Roland Gutiérrez, cuyo distrito incluye Uvalde y que se ha convertido en un firme defensor de las familias de Uvalde y de su lucha por una reforma de la ley de armas “con sentido común”, apoya sus decisiones y sabe cuántas más imágenes explícitas y horribles hay de la masacre de Uvalde. Dijo que recuerda la fuerza de la madre de Emmett Till, que quiso que el mundo viera el rostro de su hijo adolescente, golpeado y tiroteado, en su ataúd, una medida que en 1955 contribuyó a impulsar el movimiento por los Derechos Civiles.
“Todos hemos visto esas fotos en blanco y negro de Emmett Till y hemos visto el horror de lo que hizo la sociedad, lo que hizo el Sur Profundo, lo que esos asesinos le hicieron a su hijito. Las imágenes que he visto [de lo que] les ha ocurrido a estos niños es eso y más”, dijo. “Hay una imagen de una niña que no me puedo quitar de la cabeza: la distorsión de lo que ese disparo le hizo en la cabeza y en la cara, y cómo distorsiona el cuerpo. Es increíble el daño que se hizo a esos pequeños bebés”.
Dijo que consideró mostrar la imagen en privado a los senadores que bloquean medidas como elevar a 21 años el límite de edad para comprar un rifle de asalto, porque un oponente político le había dicho: “Hay una razón por la que no miramos los videos”, dijo Gutiérrez que no siguió adelante, ya que no era su hija, y tampoco su decisión.
Gutiérrez dijo que también recordaba claramente el video que mostraba cómo Khloie Torres, que entonces tenía 10 años, se derrumbaba en el autobús que la llevaba fuera de la escuela mientras hablaba de llamar al 911 y luego de su mejor amiga que había muerto.
Para Jamie Torres, la madre de Khloie, el dolor es visceral.
“Me duele el corazón, al ver por lo que pasó, al ver lo que vio”.