Brisbane, Australia (CNN) – Una mujer condenada como la peor asesina en serie de Australia fue indultada tras cumplir 20 años tras las rejas por matar a sus cuatro hijos en lo que parece ser uno de los errores judiciales más graves del país.
El fiscal general de Nueva Gales del Sur, Michael Daley, intervino para ordenar la puesta en libertad de Kathleen Folbigg, basándose en las conclusiones preliminares de una investigación que había encontrado “dudas razonables” sobre su culpabilidad en las muertes de los cuatro niños.
Daley dijo en una rueda de prensa este lunes que había hablado con el gobernador y le había recomendado un indulto incondicional, que le había sido concedido, y que sería puesta en libertad del Centro Correccional Clarence ese mismo día.
“Este ha sido un terrible calvario para todos los afectados y espero que nuestras acciones de hoy puedan poner fin a este asunto de hace 20 años”, dijo Daley, quien añadió que había informado a Craig Folbigg, el padre de los bebés, de su decisión. “Será un día duro para él”, dijo.
Kathleen Folbigg fue encarcelada en 2003 por tres cargos de asesinato y uno de homicidio involuntario tras la muerte de sus cuatro bebés a lo largo de una década, desde 1989. En cada caso, ella fue la persona que encontró sus cuerpos, aunque no había pruebas físicas de que hubiera causado sus muertes.
En cambio, el jurado se basó en el argumento de la fiscalía de que las probabilidades de que cuatro bebés de una misma familia murieran por causas naturales antes de cumplir los dos años eran tan infinitesimales que podían compararse a las de un cerdo volador.
También se fijaron en el contenido de su diario, que contenía pasajes que, aislados en su momento, se interpretaron como confesiones de culpabilidad.
En 2019, una investigación sobre sus condenas concluyó que no existían dudas razonables de que hubiera cometido los crímenes. Pero otra investigación comenzó el año pasado después de que surgieran nuevas pruebas científicas que proporcionaban una explicación genética para las muertes de los niños.
En su alegato final, Sophie Callan, abogada principal que asiste a la investigación, afirmó que “en el conjunto de las pruebas de que dispone esta investigación existe una duda razonable sobre la culpabilidad de la Sra. Folbigg”.
También dijo a la investigación que, en sus alegatos finales, la directora de la fiscalía de Nueva Gales del Sur había indicado que también estaba “abierta a que la investigación concluyera que existen dudas razonables sobre la culpabilidad de la Sra. Folbigg”.
La muerte de los cuatro bebés de Folbigg
Folbigg tenía sólo 20 años cuando se casó con Craig Folbigg, al que había conocido en su ciudad natal de Newcastle, en la costa norte de Nueva Gales del Sur.
Al cabo de un año quedó embarazada de Caleb, que nació en febrero de 1989 y sólo vivió 19 días. Al año siguiente, los Folbiggs tuvieron otro hijo, Patrick, que murió cuando tenía ocho meses. Dos años después, Sarah murió a los 10 meses. Y en 1999, la cuarta y más longeva hija de la pareja, Laura, murió a los 18 meses.
La investigación policial sobre la muerte de los cuatro niños comenzó el día en que murió Laura, pero pasaron más de dos años antes de que Folbigg fuera detenida y acusada. Para entonces, el matrimonio de la pareja se había desmoronado y Craig cooperaba con la Policía para construir un caso contra ella.
El hombre entregó a la Policía sus diarios que, según los fiscales, contenían los pensamientos más profundos de una madre torturada por la culpa de haber participado en la muerte de sus hijos.
El examen de los restos de los bebés no encontró ninguna prueba física de que hubieran sido asfixiados, pero sin otra razón plausible para explicar sus muertes, las sospechas se centraron en Kathleen, su principal cuidadora.
En 2003, al condenar a Folbigg a 40 años de prisión, el juez Graham Barr recordó su turbulento pasado. El padre de Folbigg había matado a su madre cuando ella tenía sólo 18 meses, y había pasado muchos de sus años de formación en hogares de acogida.
Según documentos judiciales, Barr dijo que las perspectivas de rehabilitación de Folbigg eran “insignificantes”.
“Ella siempre será un peligro si se le da la responsabilidad de cuidar a un niño”, dijo. “Eso no debe ocurrir nunca”.
Una madre cariñosa
Esa sentencia condenatoria inicial contrasta ahora con la última investigación, que parece dibujar una imagen muy distinta de Folbigg como una madre cariñosa que estaba devastada y confusa por las sucesivas muertes de sus bebés.
Este lunes, al ordenar su puesta en libertad, Daley distribuyó un memorando con las conclusiones del juez retirado Tom Bathurst, quien, tras examinar las pruebas, afirmó que era “incapaz de aceptar […] la proposición de que la Sra. Folbigg fuera cualquier cosa menos una madre cariñosa con sus hijos”.
En el caso de las dos niñas —Sarah y Laura— Bathurst consideró que existía una “posibilidad razonable” de que una mutación genética conocida como CALM2-G114R “ocasionara sus muertes”, y que Sarah podría haber muerto de miocarditis, inflamación del corazón, identificada durante su autopsia.
En el caso de Patrick, que sufrió un ALTE inexplicado, un evento potencialmente mortal, cuando tenía 4 meses y murió a los 8 meses, Bathurst descubrió que es posible que su muerte se debiera a un trastorno neurogénico subyacente.
Durante el juicio de Folbigg en 2003, la fiscalía utilizó pruebas de “coincidencia y tendencia” para alegar que Folbigg también había matado a Caleb. En otras palabras, que habiendo sido supuestamente responsable de la muerte de tres niños, era probable que también lo hubiera matado a él.
Sin embargo, Bathurst consideró que la duda razonable sobre el papel de Folbigg en la muerte de sus hijos significaba que el caso de la fiscalía contra ella por el asesinato de Caleb “se cae por su propio peso”.
En relación con sus diarios, Bathurst dijo que “las pruebas sugieren que eran los escritos de una madre afligida y posiblemente deprimida, culpándose a sí misma por la muerte de cada niño, a diferencia de las admisiones de que ella los asesinó o les hizo daño”.
Bathurst también expresó dudas sobre las pruebas de Craig Folbigg, que había afirmado que su esposa había estado “malhumorada” con sus hijos y les había “gruñido de vez en cuando”.
“El balance de las pruebas… (era) que era una madre cariñosa y atenta”, escribió Bathurst, cuyo informe completo se hará público más adelante.
Un largo camino legal por delante
El caso de Folbigg se ha comparado con el de Lindy Chamberlain, que juró que un dingo se llevó a su bebé Azaria del campamento familiar de Uluru en 1980.
El caso polarizó a la opinión pública y Chamberlain fue encarcelada antes de que aparecieran pruebas de que decía la verdad.
En 1986, la chaqueta de Azaria apareció semienterrada en la tierra, lo que llevó a las autoridades a liberar a Chamberlain, más tarde conocida como Chamberlain-Creighton. Dos años después, un tribunal anuló su condena, y en 2012 un forense dictaminó que un dingo fue el verdadero culpable de la muerte de Azaria.
Al igual que Chamberlain-Creighton, la salida de prisión de Folbigg podría ser el inicio de un largo proceso para limpiar su nombre.
Daley declaró a los periodistas este lunes que el indulto de Folbigg sólo significaba que no tenía que cumplir el resto de su condena, y que correspondería al Tribunal de Apelación Penal anular sus condenas.
Dijo que era demasiado pronto para hablar de indemnizaciones, ya que para ello Folbigg tendría que iniciar un procedimiento civil contra el gobierno de Nueva Gales del Sur, o dirigirse a él solicitando un pago graciable.
Daley reconoció que después de 20 años creyendo en la culpabilidad de Folbigg, es posible que algunas personas no acepten su inocencia.
“Habrá algunas personas que tengan opiniones firmes. No hay nada que yo pueda hacer para negarles esas opiniones, (y) no es mi papel hacerlo”, dijo.
Pero sugirió que los acontecimientos de las dos últimas décadas deberían suscitar cierta compasión por una mujer que ha perdido tanto.
“Tenemos cuatro niños que murieron. Tenemos un marido y una mujer que se perdieron el uno al otro. Una mujer que pasó 20 años en la cárcel y una familia que nunca tuvo una oportunidad. No serías humano si no sintieras algo”, dijo.