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05:12 - Fuente: CNN

(CNN) – La vicepresidencia puede ser un trampolín hacia la presidencia. Si no que se lo pregunten a Joe Biden, que descubrió que servir como número dos de Barack Obama era el billete para ganar la nominación de su partido a la presidencia después de dos intentos fallidos.

El exvicepresidente Mike Pence, que participó este miércoles por la noche en un debate público en CNN tras declarar su candidatura para 2024, ya se encuentra con un camino a la Casa Blanca mucho más pedregoso que el de Biden. Apenas llega al 4% en las encuestas nacionales, mientras que Biden entró en la carrera de 2020 como favorito.

Esto refleja la historia, que muestra que aunque ser vicepresidente a menudo se correlaciona con el éxito en futuras ambiciones presidenciales, está lejos de ser una garantía.

Piense en los últimos vicepresidentes que intentaron ascender en sus cargos. Biden llegó a presidente, pero el republicano Dick Cheney nunca se presentó. El demócrata Al Gore se aseguró fácilmente el apoyo del partido en 2000, pero el republicano Dan Quayle abandonó su candidatura mucho antes de que se emitieran los primeros votos.

La mitad de los vicepresidentes de los últimos 30 años llegaron a ocupar el primer puesto de su partido.

Pero, ¿qué ocurre si nos remontamos hasta el siglo XVIII? Solo en 10 ocasiones un vicepresidente en ejercicio o un exvicepresidente (incluido Richard Nixon en dos ocasiones) lideró la candidatura presidencial de su partido, de un total de 49 vicepresidentes en la historia del país (incluida Kamala Harris). No parece una tasa de éxito especialmente alta, aunque debemos recordar que muchos vicepresidentes (como Cheney) no se presentan a las elecciones.

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Alrededor del 55% de los vicepresidentes que se presentaron a la nominación de su partido se convirtieron en cabeza de lista.

En mi opinión, se trata de una media de bateo alta. En la mayoría de los años (como 2024) se presentan muchos candidatos a las primarias presidenciales. La probabilidad de que cualquiera de esos aspirantes triunfe al azar en las primarias es bastante inferior al 50%. Tener la vicepresidencia en el currículum aumenta mucho las posibilidades, pero hay muchos Quayles por ahí.

En este ciclo, Pence parece estar mucho más en la senda de Quayle que en la de Biden. Pence está unos 50 puntos por detrás del hombre bajo el que sirvió (el expresidente Donald Trump, actual favorito para la nominación del Partido Republicano), que promedia un 54% a nivel nacional.

De hecho, el mayor problema que tiene Pence es que Trump quiere recuperar su puesto. Que un vicepresidente se presente a las primarias contra su antiguo jefe en la Casa Blanca es bastante raro. La última vez que ocurrió fue en 1940, cuando el presidente Franklin Roosevelt aplastó a su vicepresidente, John Nance Garner.

También se podría argumentar que Quayle se enfrentó a un desafío similar en el ciclo de 2000, cuando George W. Bush, el hijo del compañero de Quayle en la papeleta, el expresidente George H. W. Bush, se aseguró el apoyo del Partido Republicano.

Los vicepresidentes suelen ascender gracias al reconocimiento de su nombre y cuando a los votantes de las primarias les gusta lo que su administración hizo en la Casa Blanca. Los demócratas adoran a Obama, así que Biden se benefició de ese amor. Pero cuando se tiene a alguien que puede afirmar estar aún más cerca del hombre a cargo de esa administración (ya sea el propio hombre o su hijo), entonces cualquier ventaja vicepresidencial desaparece.

Por supuesto, los problemas de Pence son aún más profundos. No es demasiado popular entre los votantes de las primarias republicanas.

Una encuesta de la Universidad Quinnipiac realizada el mes pasado situó su índice de favorabilidad entre los republicanos en el 48%, frente al 35% que lo veían de forma desfavorable. Por el contrario, Trump tiene un 86% de favorables y un 11% de desfavorables.

El índice de favorabilidad comparativamente bajo de Pence se debe en gran parte a los constantes ataques de su antiguo jefe contra él.

Trump está molesto porque Pence cree —correctamente, según casi todos los juristas— que no podría anular los resultados de las elecciones de 2020 el 6 de enero de 2021, porque su papel como presidente del Senado era en gran medida ceremonial durante el recuento de votos electorales en el Congreso. Y una clara mayoría de votantes republicanos cree la falsedad de que Biden no ganó legítimamente las elecciones.

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Si Pence organizara una remontada, probablemente empezaría con lo que parecería ser una base natural: los cristianos evangélicos. Pence ha hablado abiertamente de su experiencia de “renacimiento” en 1978. Sus lazos con la derecha religiosa es una de las razones por las que Trump le incluyó en la candidatura.

Sin embargo, Trump domina entre los evangélicos blancos en las encuestas nacionales. Según una encuesta de Fox News de finales del mes pasado, Trump lidera el grupo con un 59%, con Pence muy por detrás en tercer lugar, con un 6%.

La verdad es que al examinar las encuestas, Pence no tiene mucha base. Algo tiene que cambiar drásticamente si quiere ganar la nominación.