Nota del editor: Frida Ghitis, (@fridaghitis) exproductora y corresponsal de CNN, es columnista de asuntos mundiales. Es colaboradora semanal de opinión de CNN, columnista del diario The Washington Post y columnista de World Politics Review. Las opiniones expresadas en este comentario le pertenecen únicamente a su autora. Ver más opiniones en CNN.
(CNN) – Incluso antes de que los miembros de la OTAN iniciaran oficialmente su cumbre de dos días en Vilna, Lituania, esta semana, la alianza asestó un golpe doloroso al presidente de Rusia, Vladimir Putin.
Este lunes por la noche, el líder del miembro más polémico del bloque, el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, dejó atrás su antigua negativa a permitir que Suecia se uniera a la OTAN.
La invasión de Ucrania por Putin había persuadido a dos países anteriormente neutrales, Suecia y Finlandia, de que el único camino hacia la seguridad cuando se vive cerca de Rusia es unirse a la alianza occidental. Ambos países nórdicos empezaron a trabajar para unirse a la que entonces era una alianza militar de 30 países desde mayo del año pasado, apenas dos meses después de la invasión rusa de Ucrania.
Putin tenía dos objetivos con su guerra. Uno era tomar el control de Ucrania, que según él no tiene derecho a existir; el otro era debilitar a la OTAN. La invasión no provocada de su vecino por parte de Rusia reforzó el sentimiento nacionalista de los ucranianos y provocó la expansión de la OTAN en la frontera rusa.
Finlandia, que ya perdió territorio a manos del Kremlin después de que éste lanzara una invasión hace décadas, tiene la frontera más larga de la Unión Europea con Rusia, con 1.338 kilómetros. Y esta pasada primavera, el país comenzó a construir una valla en la frontera por motivos de seguridad. En abril se convirtió oficialmente en el 31° miembro de la OTAN.
Putin aún puede consolarse con los intensos desacuerdos existentes en el seno de la OTAN antes de la cumbre sobre la conveniencia o no de conceder el ingreso a Ucrania. El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, anunció este martes que los aliados habían acordado eliminar algunos de los requisitos para la adhesión, con lo que el proceso de Ucrania sería mucho más rápido. Dijo que Ucrania “se convertirá en miembro de la OTAN” pero “cuando se cumplan las condiciones”.
Y aunque los líderes de la OTAN no invitaron formalmente a Ucrania a unirse a la alianza, para decepción de su presidente, Volodymyr Zelensky, sí acordaron impulsar fuertemente la fuerza militar de Ucrania e intensificar su compromiso para ayudarla a derrotar la invasión no provocada de Rusia.
“Vamos a ayudar a Ucrania a construir una defensa sólida por tierra, mar y aire”, prometió el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, afirmando que se trataba de “una fuerza de estabilidad en la región para disuadir de todas y cada una de las amenazas”, una referencia no tan velada a Putin.
En conjunto, la cumbre, celebrada cerca de la frontera rusa, en un país antaño invadido, absorbido y controlado por el Kremlin, es una demostración de fuerza para los amigos de Ucrania, que trae malas noticias para el hombre fuerte de Rusia.
A pesar del retraso en el ingreso de Ucrania en la alianza, no cabe duda de que la cumbre de Vilna refuerza los lazos con Kyiv, aunque el martes Zelensky cuestionó amargamente la conveniencia de aplazar la adhesión de su país. De camino a Lituania, tuiteó un mensaje en el que argumentaba que cualquier retraso da a Rusia “motivación para continuar con su terror”.
En una entrevista con Fareed Zakaria, de CNN, antes de abandonar Estados Unidos, Biden afirmó que admitir a Ucrania ahora sería “prematuro”, mientras el país se encuentra en plena guerra. Según el Artículo 5 de la OTAN, un ataque contra uno es un ataque contra todos. Hay argumentos de peso para afirmar que si Ucrania se adhiere mientras continúa la invasión rusa, los aliados de la OTAN podrían verse obligados a entrar en la guerra. Eso es algo que Biden ha tratado de evitar, y gozaría de poco apoyo.
El argumento de que no debería permitirse la entrada de Ucrania en la OTAN porque provocaría a Putin tiene poco peso. Putin atacó Ucrania en 2014, provocando que Kyiv abandonara su neutralidad oficial, y volvió a atacarla en 2022, cuando no era miembro de la OTAN.
De hecho, hay una montaña de razones para el ingreso de Ucrania. Incluso si Ucrania expulsa a los invasores rusos y la guerra termina, hay muchas probabilidades de que Rusia lo intente de nuevo, un peligro que podría durar más que Putin. Los nacionalistas extremistas rusos consideran a Ucrania parte de su patria. El extenso manifiesto de Putin de 2021, en el que defiende que Ucrania forma parte de Rusia, probablemente seguirá siendo su biblia mucho después de que su autor abandone la escena.
Ucrania pertenece claramente a la OTAN, una alianza que ha garantizado la paz de todos sus miembros europeos desde que se creó después de que Moscú lanzara su campaña expansionista por Europa Central tras la Segunda Guerra Mundial, desencadenando la Guerra Fría.
Las ambiciones imperiales y antioccidentales resurgieron con Putin. Biden declaró a CNN que “Putin tenía un objetivo abrumador desde el momento en que lanzó 185.000 soldados a Ucrania, y era romper la OTAN”. Ese objetivo ha fracasado tan estrepitosamente como el plan de capturar rápidamente Kyiv.
Biden citó la necesidad de mantener la cohesión de la OTAN, con desacuerdos sobre la adhesión inmediata de Ucrania como una de las varias razones para no hacerlo ahora.
Otra decisión que ha dividido a los aliados es la medida de Biden de suministrar a Ucrania municiones de racimo, cuya dispersión de pequeñas bombas sobre un amplio campo puede provocar víctimas civiles tras el fin de los conflictos. Ucrania las solicitó, y Biden dijo que era una decisión difícil, pero las aprobó a pesar de las críticas. Rusia, que lleva muchos meses utilizando municiones de racimo dentro de Ucrania, puede sentirse satisfecha por el desacuerdo entre los aliados, pero la nueva herramienta hará que la invasión de Ucrania por Moscú sea más difícil de mantener.
Entre los miembros de la OTAN, cualquier desacuerdo sobre el controvertido armamento es apenas una onda en comparación con la ola de júbilo por la inminente adhesión de Suecia.
La decisión de Erdogan, tras una llamada telefónica el domingo con Biden y después de meses de obtener concesiones, es un gran revés para Putin por dos razones: sí, refuerza la alianza, pero también supone un cambio de actitud extraordinario para Erdogan, quien, hace tan solo unas semanas, alardeaba desafiantemente de la “especial” y creciente relación de Turquía con Putin.
Fue solo uno de una serie de sorprendentes movimientos de Erdogan que sin duda causaron enfado y preocupación en el Kremlin.
El viernes, tras una reunión de dos horas con Zelensky en Estambul, Erdogan calificó al presidente de Ucrania de “querido amigo” y, al tiempo que subrayaba su compromiso con las conversaciones de paz, se declaró a favor de la pertenencia de Ucrania a la OTAN y defendió con firmeza la independencia del país.
Para aumentar el desaire a Putin, Erdogan permitió a Zelensky traer a casa a prisioneros de guerra ucranianos que estaban retenidos en Turquía como parte de un acuerdo de intercambio de prisioneros con Rusia. Antes de ser hechos prisioneros, los soldados del batallón Azov habían pasado meses luchando desde el interior de una planta siderúrgica, defendiendo la ciudad de Mariúpol, ahora prácticamente destruida, donde murieron miles de personas. Fueron recibidos en casa como héroes. El Kremlin reaccionó con furia.
El aparente cambio de opinión de Erdogan sobre Putin puede ser la primera ramificación concreta de la pérdida de estatura internacional del presidente de Rusia tras el efímero motín del jefe mercenario Yevgeny Prigozhin.
Puede que el voluble Erdogan vuelva a cambiar de opinión, pero los acontecimientos de los últimos días se suman a la incesante retahíla de malas noticias para Putin. Tras la sublevación de Prigozhin y su aparente desacato del acuerdo que puso fin a la misma, los esfuerzos de Putin en materia de diplomacia internacional flaquearon gravemente la semana pasada. Luego llegaron las noticias sobre las municiones de racimo, la noticia de la adhesión de Suecia y la reafirmación de una OTAN más fuerte, unificada y en expansión.
Muchos querrán atribuirse el mérito. Pero el principal responsable de que todo esto ocurra no es otro que el propio Putin.