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Biden visita Israel en medio de la guerra
03:00 - Fuente: CNN

(CNN) – Fue necesario el compromiso explícito de su homólogo israelí de abrir Gaza a la ayuda humanitaria para que el presidente Joe Biden aceptara realizar un viaje extraordinario en tiempo de guerra a Tel Aviv.

Aunque el viaje supondrá una fuerte muestra de apoyo a Israel mientras prepara su respuesta a los ataques de Hamas de la semana pasada, también actuará como el mayor impulso de Biden para aliviar el sufrimiento de los civiles y permitir la salida de Gaza a quienes lo deseen.

La diplomacia de alto riesgo con el primer ministro Benjamin Netanyahu, su interlocutor desde hace cuatro décadas, subraya el delicado balance en el que se encuentra Biden al embarcarse en la visita de última hora en tiempo de guerra este martes por la noche.

Está en juego la vida de millones de civiles, entre ellos estadounidenses, actualmente atrapados en el enclave costero palestino, donde se está produciendo una crisis humanitaria mientras las tropas israelíes se agolpan en sus fronteras ante una anunciada invasión terrestre.

Aunque Estados Unidos no ha estipulado explícitamente que Israel no lance su invasión hasta que Biden abandone la región, así lo han entendido los funcionarios estadounidenses que han pasado los últimos días debatiendo y planificando la visita del presidente, según varias personas familiarizadas con el asunto.

Los funcionarios estadounidenses quieren que los planes humanitarios para Gaza estén totalmente aprobados e implementados antes del comienzo de la invasión, dijeron las mismas fuentes, describiendo esa tarea como uno de los principales objetivos de Biden durante su visita a Tel Aviv este miércoles.

Aunque Biden no ha alentado el alto el fuego, la palabra no se ha utilizado en absoluto en la respuesta del Gobierno hasta ahora, pero sí ha emitido advertencias cada vez más firmes sobre la protección de la vida civil, incluso durante sus llamadas telefónicas con Netanyahu.

Viajar a Israel en persona puede proporcionar a Biden, que desprecia las llamadas con Zoom y desde hace tiempo defiende la importancia de las reuniones cara a cara, una mejor oportunidad para transmitir esos puntos de vista a su homólogo israelí, un líder con el que cree tener un profundo entendimiento.

En última instancia, Biden y sus asesores principales creen que necesitan estar en la sala con Netanyahu para tener influencia sobre el primer ministro y su equipo, lo que requiere un apoyo inequívoco al derecho de Israel a defenderse y eliminar a Hamas.

Pero también son muy conscientes de que el apoyo público a Israel no durará para siempre, sobre todo si los civiles de Gaza se llevan la peor parte de la respuesta israelí a los ataques de Hamas, lo que exige cierto grado de calibración por parte del presidente.

Se trata de una postura que un funcionario calificó de esfuerzo por “abrazarlos de cerca” para que sigan trabajando codo con codo a lo largo de lo que se espera que sea un periodo muy difícil.

A última hora de este lunes, el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional, John Kirby, dijo que Biden llegaría a Israel centrado en “la necesidad crítica de que la ayuda humanitaria llegue a Gaza, así como en la posibilidad de que la gente inocente pueda salir”.

Dijo que Estados Unidos no había pedido garantías a Israel sobre el calendario de su invasión terrestre antes del viaje de Biden.

“No estamos dictando términos o direcciones operativas a los israelíes”, dijo Kirby.

Los asesores dijeron que Biden había expresado un gran interés en hacer el viaje después de la invitación de Netanyahu el fin de semana, y que había pocas dudas de que finalmente haría el viaje en apoyo de un país por el que siente un profundo afecto personal.

Pasó el lunes deliberando sobre el viaje en la Casa Blanca con sus principales asesores de seguridad nacional e inteligencia.

Mientras tanto, en Tel Aviv, el secretario de Estado, Antony Blinken, convocó a una sesión maratoniana con altos funcionarios israelíes para debatir la apertura de Gaza a la ayuda humanitaria y evitar que los civiles queden atrapados en la respuesta de Israel a los atentados terroristas del pasado fin de semana.

Aunque la agenda de Blinken ha sido muy fluida esta semana, la reunión se alargó mucho más de lo previsto inicialmente: casi siete horas y media en una encuentro con el gabinete de guerra israelí. La duración de la reunión puso de manifiesto la envergadura de la tarea, ya que los funcionarios estadounidenses y sus homólogos israelíes se dividieron en salas separadas e intercambiaron papeles para tratar de llegar a un acuerdo.

Las propuestas incluían zonas seguras y corredores de ayuda. Al anunciar el viaje de Biden el miércoles tras horas de negociaciones, Blinken afirmó que Estados Unidos e Israel “han acordado desarrollar un plan que permita que la ayuda humanitaria de las naciones donantes y las organizaciones multilaterales llegue a los civiles de Gaza”.

El exembajador de EE.UU., David Satterfield, a quien el presidente nombró este lunes su enviado para la ayuda humanitaria en el Cercano Oriente, se encargará de convertir el acuerdo conceptual en un plan tangible, dijeron personas familiarizadas con el asunto.

El objetivo es que la mayor parte del plan esté listo antes de la llegada de Biden, pero los funcionarios reconocen que se trata de una tarea ardua que requerirá el acuerdo de otras partes. Sigue existiendo el temor de que, a pesar de las muchas, muchas horas que Blinken estuvo consultando con funcionarios israelíes y otros, algunas cosas no se lleven a cabo.

Los esfuerzos de diplomacia itinerante de Blinken en Medio Oriente esta semana ofrecieron una especie de anticipo de las propias conversaciones de Biden. Funcionarios estadounidenses consideraron que sus reuniones con los dirigentes árabes fueron más o menos productivas, pero distaron mucho de ser concluyentes.

El regaño público del presidente de Egipto, Abdel Fattah al-Sisi, a Blinken fue un motivo de especial molestia entre los funcionarios estadounidenses.

Sentado en el palacio presidencial de El Cairo, el hombre fuerte de Egipto dijo a Blinken: “Usted ha dicho que es judío, y yo soy un egipcio que creció junto a judíos en Egipto… Ellos nunca han sido objeto de ninguna forma de opresión o ataque y nunca ha sucedido en nuestra región que los judíos hayan sido atacados en la historia reciente o antigua”.

El príncipe heredero saudí, Mohammed bin Salman, que obligó a Blinken a esperar horas para su reunión tampoco fue apreciado por los funcionarios estadounidenses, pero estaba dentro de lo esperado.

Después de su reunión con Al-Sisi, Blinken llamó a Biden para informarle sobre los acontecimientos, con un enfoque principal en el mensaje consistente que escuchó de los líderes árabes sobre que un plan de ayuda humanitaria era necesario.

Biden, que había pasado por sus propias rondas de llamadas con líderes regionales, era consciente de la realidad y pidió a Blinken que viajara de nuevo a Israel para trabajar en ese sentido con sus homólogos israelíes.

Este lunes, tras descartar una visita prevista a Colorado para permanecer en la Casa Blanca, el propio Biden habló por teléfono con Al-Sisi, una pieza fundamental, según los funcionarios, para ultimar los planes del viaje.

Aunque la visita del presidente a Tel Aviv es —a primera vista— la manifestación pública de apoyo más espectacular de esta semana, la decisión de viajar después a la capital jordana, Ammán, subraya la estrategia de la Casa Blanca para intentar equilibrar el apoyo público y militar con la realidad de que los socios árabes son fundamentales para el enfoque de Biden.

En Ammán, Biden se reunirá con Al-Sisi, con el rey Abdullah II de Jordania y con el presidente del Gobierno Autónomo Palestino, Mahmoud Abbas.

Antes de la visita de Biden, el rey Abdullah II advirtió que el desplazamiento de palestinos a Jordania y Egipto es una “línea roja” y dijo que no habría refugiados en Jordania ni refugiados en Egipto. “Es una línea roja porque creo que se trata de un plan de algunos de los sospechosos habituales para intentar crear problemas de facto sobre el terreno”, declaró junto al canciller de Alemania, Olaf Scholz, en una conferencia de prensa en Berlín.