Sur de Líbano (CNN) – Un buque de la Marina de EE.UU. intercepta misiles lanzados por rebeldes hutíes en Yemen. Dos bases estadounidenses en Siria son atacadas. En Iraq, drones y cohetes disparados contra las fuerzas estadounidenses.
Puede que la guerra se esté librando ahora en Gaza, pero en todo el Medio Oriente hay luces de advertencia de que se avecinan más problemas.
Estados Unidos desplegó dos grupos de portaaviones en el Mediterráneo oriental para disuadir a Irán y a sus aliados Siria y Hezbollah de abrir nuevos frentes contra Israel. Al menos 2.000 infantes de Marina estadounidenses están en estado de alerta para su despliegue en la región.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, pasó siete horas en Israel este miércoles, expresando su pleno apoyo a la campaña de Israel contra Gaza, aunque instando a los dirigentes israelíes, y repitiéndolo en su discurso del jueves por la noche desde la Casa Blanca, a no dejarse cegar por la rabia. Biden se comprometió a proporcionar a Israel miles de millones de dólares en ayuda adicional.
Antes de eso, el secretario de Estado, Antony Blinken, pasó siete horas reunido con el gabinete de guerra israelí, no con el gabinete israelí normal, sino con el gabinete de guerra.
Mientras tanto, Estados Unidos está enviando por vía aérea grandes cantidades de municiones y equipos para ayudar al esfuerzo de guerra israelí.
Todo esto equivale a lo siguiente: Estados Unidos se acerca cada vez más a la posibilidad real de participar directamente en una guerra regional en Medio Oriente. No se trata de la campaña de 1991 para expulsar al ejército de Saddam Hussein de Kuwait ni de la invasión de Iraq en 2003, ambas precedidas de meses de planificación y preparación. Entonces, EE.UU. y sus aliados determinaron el momento, el lugar y la escala del ataque.
Ahora, en el mejor de los casos, Estados Unidos se apresura a responder a acontecimientos que escapan en gran medida a su control.
Y en este terreno peligroso, las vulnerabilidades de la creciente presencia militar norteamericana en el Medio Oriente resultan de repente claramente obvias.
Rivalidades regionales
Estados Unidos tiene tropas en el noreste y sureste de Siria, un país donde operan el ejército de Bashar al-Assad y fuerzas de Rusia, Turquía, Irán, Hezbollah, una serie de facciones contrarias al régimen y milicias kurdas, así como los restos aún activos del Estado Islámico. Israel bombardea regularmente objetivos en Siria, el más reciente, según la opinión generalizada, los aeropuertos de Alepo y Damasco, con el objetivo de impedir que Irán envíe armas y municiones.
También tiene presencia militar en Iraq, donde una miríada de milicias bien armadas y curtidas en mil batallas respaldadas por Irán operan en gran medida independientemente del gobierno de Bagdad.
Y luego está Irán.
A pesar de décadas de sanciones draconianas inspiradas por Estados Unidos, Irán ha logrado desarrollar un arsenal de armamento sofisticado. Su Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC) ha adquirido una valiosa experiencia de combate en Siria e Iraq. Ha proporcionado entrenamiento y armas a los hutíes de Yemen, al régimen sirio, a Hezbollah, a Hamas y a la Yihad Islámica.
Tras el asesinato del comandante del IRGC, Qasem Soleimani, por parte de Estados Unidos en enero de 2020, Irán tuvo la capacidad de disparar una salva de misiles contra una base estadounidense en el vecino Iraq.
Y mientras que cuesta miles de dólares trasladar a un soldado o un infante de Marina de Estados Unidos al Medio Oriente, a un soldado del IRGC le basta un viaje en autobús para llegar a Bagdad, Damasco o Beirut.
Puede que Estados Unidos tenga el Ejército más fuerte del mundo, pero como demostraron las debacles estadounidenses en Vietnam y Afganistán, eso no es garantía de victoria sobre un enemigo decidido y con recursos. O, en el caso actual del Medio Oriente, enemigos.
Durante sus visitas recientes a Beirut, Damasco, Bagdad y Doha, el ministro de Relaciones Exteriores de Irán, Hossein Amir-Abdollahian, advirtió repetidamente que si Israel continúa su ofensiva contra Gaza, no se puede descartar la apertura de nuevos frentes. Retórica vacía quizás. O tal vez no.
Protestas contra Israel y Estados Unidos
A medida que la guerra en Gaza hace estragos, el Medio Oriente hierve de ira. En Jordania, Líbano, Libia, Yemen, Irán, Turquía, Marruecos, Egipto y otros lugares han estallado protestas contra Israel, pero gran parte de la rabia se dirige también contra el más ruidoso, persistente y generoso patrocinador de Israel: Estados Unidos.
El rey Abdullah de Jordania, el amigo árabe más colaborador de Washington, canceló la cumbre prevista con el presidente Biden en Ammán tras la mortífera explosión en el Hospital Baptista Al-Ahli de Gaza. Sin duda, él y los demás participantes en la cumbre prevista —el presidente de Egipto, Abdel Fattah el-Sisi, y el presidente del Gobierno Autónomo Palestino, Mahmoud Abbas— se resistieron a ser vistos codo con codo con un líder estadounidense que abrazó con tal pasión a Israel mientras se disparaba el número de muertos en Gaza.
Estados Unidos aún puede contar con aliados entre los autócratas de la región. Las calles dicen otra cosa.
La ira se ha disparado tras la letal explosión que sacudió este martes el hospital baptista Al-Ahli de Gaza, matando a cientos de personas. Las autoridades palestinas acusan a Israel de atacar el hospital. Israel lo niega.
El presidente El-Sisi y el rey Abdullah, reunidos en El Cairo este jueves, emitieron una declaración conjunta advirtiendo que “si la guerra no se detiene y se expande, amenaza con sumir a toda la región en una catástrofe”.
La semana pasada informé desde la frontera entre Líbano e Israel, la línea de contacto de esa catástrofe. Los combatientes de Hezbollah atacan a diario posiciones del ejército israelí con misiles teledirigidos contra tanques, tropas y, sobre todo, equipos de vigilancia y comunicaciones. Las alas militares de Hamas y la Yihad Islámica lanzan ocasionalmente salvas de cohetes contra Israel. Los israelíes responden atacando lo que consideran infraestructura militar de Hezbollah. Combatientes y civiles han muerto y resultado heridos en ambos bandos.
Es suficiente para mantener los nervios a flor de piel, pero no lo suficiente, todavía, para precipitar una guerra total, y no es suficiente, todavía, para involucrar a Estados Unidos en el conflicto. Pero existe una posibilidad muy real.
Los grupos de portaaviones estadounidenses que se vislumbran en el horizonte están ahí para disuadir a Irán, Hezbollah y otros de ir demasiado lejos. Si lo hacen, y EE.UU. responde, entonces se acabaron las apuestas.
Todas las piezas están ahora en su lugar para que la disputa de décadas de Israel con los palestinos estalle en un cataclismo regional. Y Estados Unidos puede estar en el medio.