(CNN) – Ha sido una buena semana para la OTAN. Pocos días después de que Donald Trump, favorito en la contienda por la candidatura republicana, declarara que animaría a Rusia a hacer “lo que le dé la gana” con los aliados que no cumplan su compromiso de gasto en defensa, un número récord de miembros de la OTAN señalaron que aumentarían su gasto.
Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, dijo este miércoles que 18 de los 31 miembros de la alianza militar cumplirían con el gasto en defensa del 2% del PIB, lo que significa que este año se espera una cantidad récord de dinero gastado en toda la alianza.
A puerta cerrada, los funcionarios lo celebran en voz baja. Por supuesto, es positivo que más países europeos gasten más en defensa en un momento en que la seguridad del continente se enfrenta a su mayor amenaza desde la Segunda Guerra Mundial. Pero, en privado, también admiten que esto es solo un punto de partida sobre el que hay que construir considerablemente si Europa se toma en serio su propia defensa.
En primer lugar, cabe señalar cuáles son los países que han aumentado más drásticamente su gasto en defensa desde la invasión de Ucrania. Polonia, Estonia, Lituania, Finlandia, Rumania, Hungría, Letonia y Eslovaquia tienen todos una cosa en común: son fronterizos con Rusia o están en lo que Rusia considera su esfera de influencia.
Las razones por las que estos países quieren reforzar la seguridad son obvias, dada su proximidad a un Estado beligerante. Pero aunque tengan la mejor voluntad del mundo, estos países relativamente pequeños no pueden garantizar por sí solos su propia protección, y el aumento del gasto en defensa no soluciona automáticamente los enormes agujeros de la seguridad europea.
No es ningún secreto que los países europeos cayeron en la autocomplacencia tras la guerra fría y se confiaron, suponiendo que si ocurría lo peor, Estados Unidos acudiría en su ayuda.
Los bien documentados comentarios de Trump sobre la OTAN y el gasto europeo en defensa los despertaron de ese letargo. La retórica fría y contundente del expresidente, y quizá futuro presidente, es dolorosa porque en el fondo hay una verdad incómoda: Europa no está ni de lejos preparada para defenderse sin Estados Unidos.
Ya se trate de ejércitos más pequeños, armamento insuficiente o reservas de munición cada vez más escasas, no hay prácticamente nadie en el estamento de seguridad europeo que niegue que lo echaron a perder hace mucho tiempo y no se comenzó a arreglar hasta hace muy poco.
El gasto por sí solo no resuelve estos problemas y a algunos funcionarios de la OTAN les preocupa que un repentino derroche de dinero pueda complicar más las cosas si no se coordina entre los aliados.
“Si de repente todo el mundo se apresura a comprar un determinado tipo de misil, por ejemplo, los compradores múltiples hacen subir el precio”, declaró un funcionario a CNN.
Las autoridades intentan solucionar este problema negociando acuerdos multinacionales con empresas armamentísticas. El ejemplo que muchos señalan es un acuerdo alcanzado a principios de este año entre varios países europeos para comprar 1.000 misiles Patriot.
La diplomacia entre alianzas está respaldada en el acuerdo: el contrato de US$ 5.500 millones se adjudicó a una empresa conjunta germano-estadounidense. Fue lo suficientemente grande como para que se construyera una fábrica en Alemania, creando empleos que deberían apaciguar a los europeos que se estremecen ante el envío de grandes cantidades de dinero a Estados Unidos.
Otro funcionario declaró a CNN que el envío de tales cantidades de dinero a Estados Unidos podría evitar que los legisladores bloqueen nuevos paquetes de ayuda para Ucrania. Su lógica: si pueden persuadir a los legisladores de que grandes cantidades de ese dinero acabarán gastándose en empresas estadounidenses, podrán dar una imagen positiva a sus votantes.
Los funcionarios consideran que la coordinación es la clave para que este renovado interés por la seguridad europea funcione eficazmente. El llamado Nuevo Modelo de Fuerza de la OTAN, acordado en 2022, preasigna tareas específicas a aliados concretos en función de sus puntos fuertes y su capacidad para hacer frente a determinados escenarios.
Malcolm Chalmers, director general adjunto del Royal United Services Institute, dice que no se trata solo de aumentar la eficiencia.
“Cuando se tiene una tarea específica claramente definida, es mucho más difícil ocultarla”, explica a CNN. “Será más fácil señalar a los países que no están haciendo su parte, o que gastan su 2% en áreas que no ayudan necesariamente a la alianza de forma directa. Antes todo era un poco más opaco. Esperemos que esto haga que la alianza y su gasto sean más eficaces”.
Algunos funcionarios del Cuartel General de la OTAN están más que contentos de avergonzar a otros aliados que no cumplan sus requisitos.
“Esto tiene que ser un suelo, no un techo. Gastar el 2% ahora está muy bien, pero los países también deberían tener en cuenta las décadas que llevan sin cumplir ese requisito mínimo”, declaró un alto diplomático europeo. “Este debería ser el comienzo de un cambio generacional. Los que sigan gastando menos de lo previsto o falseando su gasto, que se avergüencen”.
Una de las complicaciones de utilizar el gasto del 2% como referencia es que la OTAN permite que se contabilicen bastantes cosas como gasto de defensa.
“Las pensiones de los soldados son útiles, claro, pero no van a disparar a un ruso”, dijo un funcionario europeo de seguridad a CNN. “Fuera del equipo nuevo, el mantenimiento del viejo, el personal, la formación y los ejercicios, el resto debería ignorarse. ¿A quién le importa si un comedor sirve Frappuccinos?”.
Algunos funcionarios creen que ciertos países se inclinan por lo que consideran elementos menos útiles del gasto en defensa porque la compra de equipamiento militar ha sido difícil de vender a los votantes europeos durante mucho tiempo. Esto es especialmente cierto en tiempos de dificultades económicas y en países que no se sienten bajo amenaza de invasión.
En ese sentido, no es de extrañar que los países más ricos de Europa occidental, como Alemania y Francia, con mayor población y a una distancia segura de Rusia, no hayan aumentado su gasto al ritmo de los países más pequeños del este.
Es importante no atribuir las nuevas ideas de Europa sobre los cambios en materia de defensa totalmente al escepticismo de Trump respecto a la OTAN: los planes europeos para una mayor independencia en materia de seguridad llevan mucho tiempo gestándose. Pero el cambio ha sido gradual y cada vez que Trump hace comentarios negativos sobre la OTAN, revela una verdad incómoda sobre Europa y su lugar en el mundo moderno.
Occidente ha cambiado. Las viejas suposiciones sobre Estados Unidos protegiendo al mundo y sobre el orden posterior a la Guerra Fría ya no existen. Los diplomáticos solían bromear diciendo que la Europa moderna dependía de China para obtener mano de obra barata, de Rusia para obtener energía barata y de Estados Unidos para pagar por su seguridad. Ninguna de esas suposiciones carece ahora de complicaciones y Europa no tiene más remedio que cambiar con los tiempos.
En materia de defensa, ese cambio será lento y doloroso. Pero merecerá la pena, si los países no se aburren y trabajan juntos. Si no lo hacen, Europa podría encontrarse cada vez más débil en todos los flancos y, de repente, los países que siempre se sintieron seguros podrían verse expuestos.