Andrés Manuel López Obrador y Javier Milei

(CNN Español) –– En medio de las críticas que el presidente de Argentina, Javier Milei, y su par de México, Andrés Manuel López Obrador, intercambiaron la semana pasada, los dos coincidieron en lanzar ataques a la prensa, un rasgo que comparten en su estilo de comunicación, aunque se consideren en antípodas ideológicas.

Al señalar que había que analizar el contexto en el que Milei lo llamó “ignorante” en una entrevista con CNN, López Obrador dijo que el periodista Andrés Oppenheimer “lo entrampó” en la conversación. También calificó al entrevistador como “facho” y agregó: “Llevo 20 años o más que no coincido con él. Hay antipatía recíproca”.

Y en medio de la tormenta diplomática, Milei llamó “pasquín operador” al medio digital La Política Online, que había publicado una historia según la cual la Cancillería de México supuestamente estaba considerando expulsar a los diplomáticos argentinos en respuesta a las críticas de Milei a López Obrador. Eso lo negó primero la Embajada de México en Buenos Aires, y luego lo confirmó la ministra de Relaciones Exteriores, Alicia Bárcena. “Pasquín” es el mismo término que López Obrador usó para referirse a los diarios Reforma y The New York Times cuando publicaron información que no le favorecía.

Dos caras de la misma moneda

Lejos de ser una novedad, la actitud confrontativa con periodistas y medios ha sido una constante para López Obrador, próximo a terminar su sexenio, mientras que Milei, en su primer año de su Gobierno, muestra que mantiene el enfrentamiento que desplegó en la campaña electoral con distintos sectores del periodismo, ya fuera por informaciones, historias, versiones o incluso titulares que no le gustaron.

“Ambos tienen relaciones conflictivas con la prensa establecida, utilizan la crítica a los periodistas y los medios mainstream”, dice a CNN Philip Kitzberger, profesor en la Universidad Di Tella e investigador de las relaciones entre gobiernos y la prensa en América Latina en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet).

Según el académico, esto se interpreta como un rasgo de populismo en su definición política (y no la económica, que suele utilizar Milei para atacar a los gobiernos de izquierda). “Buscan una interlocución directa con el público, un bypass a la prensa. Lo hemos visto de (Hugo) Chávez en adelante, o incluso con algunos más antiguos. Estos líderes hacen una división entre el pueblo y la élite, el poder establecido, y ubican a los medios como el poder establecido”, indica Kitzberger. Para ello, Milei despliega una intensa actividad diaria en redes sociales para llevar su mensaje directamente a sus seguidores, sin intermediarios. De hecho, Milei tiene en la Casa Rosada un equipo de operadores de redes sociales que ahora ocupan cargos oficiales en el Estado, en gran medida activistas que lo apoyaron durante toda su campaña electoral. Los nombres de muchos de estos activistas se han vuelto públicos al convertirse en funcionarios; otros se mantienen anónimos detrás de sus nombres de fantasía en redes como Twitter o TikTok, y algunos hasta hacen gala de “haber llevado” a Milei a la presidencia simplemente a través de las redes.

Restando legitimidad a los medios, cuestionando la veracidad de lo que informan y minando su credibilidad, la estrategia populista ubica al líder como el único intérprete del pueblo. “El periodismo queda reducido a un rol de acompañar, de ser un vocero amplificador, y no tiene lugar como institución independiente”, dice el investigador.

En ese sentido, la socióloga Marta Durán de Huerta, periodista independiente que ha colaborado con medios como la revista Proceso, dijo a CNN en marzo que López Obrador “no ha entendido cuál es la labor del periodismo, que es informar, no tomar partido”, en el marco de las críticas que recibió el mandatario por revelar el número de teléfono de una periodista de The New York Times.

Las polémicas de López Obrador

López Obrador casi no ha dado entrevistas exclusivas durante su mandato (con dos marcadas excepciones en las últimas semanas a la periodista rusa Inna Afinogenova y al programa estadounidense “60 Minutes”). Pero, con frecuencia, utiliza sus conferencias matutinas para responder a los periodistas, a quienes suele generalizar, sobre todo al responder a informes desfavorables a su Gobierno, como parte de la oposición “conservadora”, entre otros calificativos políticos.

El presidente también ha criticado en varias ocasiones contra Carmen Aristegui, presentadora de CNN, acusándola de no ser independiente y defender una agenda conservadora. En 2022, CNN lamentó los ataques y manifestó su respaldo al derecho de los periodistas a informar.

Otro periodista a quien el presidente critica habitualmente es Carlos Loret de Mola, colaborador del portal Latinus, que publica con frecuencia reportajes de presunta corrupción del Gobierno de México. López Obrador, quien suele rechazar estos informes, lo llamó “mafioso” en febrero, y también se ha referido al periodista como “corrupto”. El equipo del periodista dijo entonces a CNN que decidieron no emitir comentarios al respecto, y en una columna de opinión publicada en The Washington Post, Loret de Mola acusó al presidente de haberlo puesto junto a su familia “a merced del crimen organizado”, por adjudicarle en una conferencia matutina presuntos ingresos millonarios. Según añadió, fue “un abuso de poder” y un uso de instrumentos del Estado “para intimidar”.

Los ataques de López Obrador a Loret de Mola son habitualmente condenados por la organización Mexicanos Contra la Corrupción, que en febrero apuntó que “el Estado mexicano tiene el deber de garantizar las condiciones para ejercer la libertad de expresión” y añadió que el mandatario, con sus declaraciones contra el periodista, “abona a crear un contexto adverso de derechos humanos”.

En ese aspecto, López Obrador tiene “una retórica tóxica, polarizante”, dijo en marzo a CNN Jan-Albert Hootsen, representante para México del Comité para la Protección de los Periodistas. “Tiene un impacto en periodistas que son víctimas de intimidaciones, amenazas y acosos cada vez que son mencionados. Siempre hay derecho a réplica para el presidente y los funcionarios, pero no implica usar la escena más grande para hostigar a periodistas”, añadió.

El acoso y amedrentamiento no son un tema menor en México, teniendo en cuenta que año a año se mantiene entre los países más peligrosos y mortíferos para los trabajadores de prensa.

Milei contra los medios

A su vez, Milei se ha mostrado intolerante a la crítica. Si bien brinda entrevistas con frecuencia, evita a medios de marcada línea opositora y señala a periodistas que realizan análisis incómodos de su gestión.

En su discurso por la apertura de sesiones del Congreso, a inicios de marzo, también englobó a los medios y se refirió a ellos como “ensobrados” que “viven de la pauta oficial” y que “eligen cuidadosamente a quién acusar”.

Sobre el Grupo Clarín, el mayor grupo de medios de Argentina, Milei dijo que tiene “una posición muy adversa y continuamente está operando” y que “son parte de la casta”. En cuanto al portal Infobae, en reacción a un artículo sobre su tensa relación con los gobernadores, lo mencionó en X como “infopereta”, acusando una supuesta operación en su contra.

“Que un presidente se refiera de manera despectiva hacia la prensa implica un retroceso en la construcción democrática y afecta la libertad de expresión provocando intimidación y autocensura”, advirtió en un comunicado el Foro de Periodismo Argentino tras el discurso de Milei ante el Congreso. Por su parte, la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (Adepa) dijo en enero, cuando Milei acusó de mentirosas a tres periodistas, que “el insulto o la estigmatización no constituyen la vía legítima para confrontar, criticar o aún desmentir una información”.

Si López Obrador suele referirse a los periodistas críticos como “conservadores” o “neoliberales”, Milei los engloba como “parte de la casta”, cuando no los involucra en presuntas “operaciones” políticas e informativas en su contra. En ambos casos, aunque se trate de ideologías distintas, los mandatarios los deslegitiman desde su origen.

“López Obrador suele apuntar contra la prensa escrita, como (el periódico) Reforma y (la revista) Proceso, y no tanto contra los canales tradicionales de televisión, que están debilitados. En el caso de Milei, más que haber intereses, es intolerante a la crítica y lo lee en términos corporativos, como un mecanismo extorsivo, ya que habla mucho de los medios que dependen de la pauta oficial”, apunta Kitzberger.

El Gobierno de México ha reducido considerablemente el dinero de publicidad que invierte en publicidad en los medios, pero los ha concentrado y no cuenta con objetivos claros y transparentes, según un reporte realizado por el centro de investigación Fundar y la organización Artículo 19, que promueve el derecho a la información. Además, López Obrador ha mencionado con nombre y apellido a decenas de comunicadores que cobraron durante el Gobierno anterior.

Por su parte, el nuevo Gobierno de Argentina ha cortado abruptamente el financiamiento de los medios públicos, con reducciones de programación en el canal estatal Televisión Pública y una suspensión de tareas de los empleados de la agencia estatal Télam, después de repetidas declaraciones de Milei sobre su intención de privatizar estas empresas. En tanto, suspendió por un año la pauta publicitaria que el Gobierno repartía a medios privados, a través de un decreto presidencial, con el objetivo de “profundizar los criterios de austeridad y eficiencia en el uso de los escasos recursos públicos existentes”.

Hasta ahora, ninguno de los dos ha llegado a catalogar al periodismo como “enemigo del pueblo”, como hizo el entonces presidente de Estados Unidos Donald Trump, pero Kitzberger advierte que las declaraciones de Milei y López Obrador implican esa idea análoga. “Definen al periodismo como una expresión de intereses contrarios al pueblo, representantes de corporaciones, de intereses espurios. Ninguno fue tan explícito (como Trump), pero la idea aparece bajo otro ropaje”, dijo.

¿Puede esta estrategia de confrontación perjudicar a los mandatarios? Según Kitzberger, López Obrador no ha enfrentado costos políticos por su modelo de comunicación, ya que mantiene una popularidad alta, aunque matiza que no se puede afirmar que su aceptación sea por su enfrentamiento con la prensa. Falta ver si Milei, desde la otra orilla ideológica, también puede mantener su popularidad criticando a los medios.