(CNN) – Israel, ayudado por sus aliados, esquivó una bala el domingo.
Para ser más precisos, 60 toneladas de explosivos a bordo de más de 350 proyectiles iraníes, algunos más grandes que un automóvil familiar, no lograron esquivar las defensas de Israel.
Sin embargo, Israel, desafiando las advertencias del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, de “asumir la victoria” y la amenaza del presidente de Irán, Ebrahim Raisi, de una respuesta “severa, extensa y dolorosa” a cualquier represalia, está contemplando precisamente eso.
Israel cree que la disuasión, abreviatura de “el peor hdp de la sala”, es la piedra angular de su supervivencia. Irán le está robando esa opción.
En un cambio de paradigma tras décadas de guerra en la sombra con ayuda de aliados, Teherán está usurpando la estrategia de Israel. “Decidimos crear una nueva ecuación”, declaró el comandante del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC, por sus siglas en inglés) de Irán, Hossein Salami. “Tomaremos represalias contra ellos [Israel]”.
Cuando se enfrentó a amenazas existenciales en el pasado, Israel ejecutó las incursiones más audaces que jamás haya presenciado la región. En 1981, bombardeó el reactor nuclear iraquí de Osirak, antes de que entrara en funcionamiento. Del mismo modo, en 2007, bombardearon el reactor nuclear del dictador sirio Bashar al-Assad, antes de que pudiera construirse.
Ambos ataques combinaron inteligencia con medios militares convencionales. Pasaron 11 años antes de que Israel admitiera el ataque a Siria.
La cuestión es que Israel no telegrafiará sus planes como hizo Irán el fin de semana, cuando llevó a cabo un ataque sin precedentes en respuesta a un presunto ataque israelí contra el consulado iraní en Damasco, Siria, a principios de este mes.
Aparte de los principales miembros del gabinete de Guerra de Israel –el primer ministro Benjamin Netanyahu; el ministro de Defensa, Yoav Gallant, y el que fuera el mayor rival político de Netanyahu, Benny Gantz–, más de una docena de personas se han sentado a la mesa en las profundidades de la Kirya, el cuartel general de defensa de máxima seguridad de Israel, en Tel Aviv, estudiando su próximo movimiento.
El jefe del Mossad, David Barnea, y el jefe del Estado Mayor del Ejército, Herzi Halevi, son algunos de los funcionarios de Seguridad e Inteligencia que fueron convocados.
Fuera de la sala, Netanyahu se enfrenta a una enorme presión por parte de su coalición de Gobierno de extrema derecha. Bezalel Smotrich le exige que “restaure la disuasión”, y el popular ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, pide al primer ministro que “se aloque”.
Fuera de Israel, donde los aliados condenan el ataque de Irán, pero instan a la moderación y algunos también están resentidos por el trato mortal que Netanyahu da a los palestinos de Gaza desde el brutal ataque de Hamas del 7 de octubre, crecen las peticiones de nuevas sanciones a Teherán.
Gantz y Gallant, miembros del gabinete de Guerra, han aprovechado la oportunidad diplomática. Gantz dijo: “Crearemos una coalición regional para exigir que Irán pague un precio”, mientras que Gallant, según un comunicado de prensa del Gobierno, “destacó la oportunidad de establecer una coalición internacional y una alianza estratégica para contrarrestar la amenaza que supone Irán”. El ministro de Defensa ha insinuado con insistencia que las instalaciones nucleares de Irán están en su punto de mira, afirmando que se trata de “un Estado que amenaza con colocar ojivas nucleares en sus misiles”.
Netanyahu, por su parte, dijo en un comunicado en la cuenta de X de su oficina: “La comunidad internacional debe seguir unida para resistir esta agresión iraní, que amenaza la paz mundial”.
El próximo movimiento de Netanyahu intentará probablemente fijar sanciones, y atacar antes de que los titulares negativos de Gaza tiren por la borda la buena voluntad internacional que llena sus velas.
El reloj sigue su marcha. Necesita dos cosas: tiempo para preparar un ataque sorpresa significativo y tiempo para unir a la diplomacia internacional. Mientras ambas van a ritmos diferentes, su legendaria perspicacia política se enfrenta a una de sus pruebas más duras hasta la fecha.
Pruebas recientes sugieren que su sensibilidad regional ya no es la misma que antes.
A principios de este año, tras el preciso asesinato selectivo por parte de Israel de Saleh Al-Arouri, jefe libanés de Hamas, en un apartamento de un segundo piso en Beirut, el expiloto de caza y exjefe de la Dirección de Inteligencia Militar de las Fuerzas de Defensa de Israel, Amos Yadlin, me dijo que Israel estaba actuando dentro de las “líneas rojas” para evitar una escalada.
“El umbral es bastante flexible”, explicó Yadlin. “La disuasión es una decisión en cabeza de un líder que puede dar la orden de apretar el gatillo para lanzar un misil e iniciar una guerra”.
Yadlin sabe un par de cosas sobre disuasión y sobre los anteriores ataques de Israel contra las amenazas existenciales de la nación. Fue el piloto de caza que lanzó la bomba que destruyó el reactor iraquí de Osirak, en 1981, y, en 2007, fue el jefe de Inteligencia que planeó el sofisticado y audaz ataque que destruyó la planta nuclear de Bashar al-Assad.
El pasado fin de semana, los dirigentes iraníes decidieron que el cálculo de Netanyahu de matar a Mohammad Reza Zahedi, el comandante del IRGC que dirigía a sus aliados que amenazaban a Israel desde Siria y el Líbano, en su consulado de Damasco –el 1 de abril– cruzó una línea roja. El cálculo de Netanyahu era erróneo.
“Creo que los iraníes tendrán mucho mucho cuidado, incluso si después de una provocación es que van a sufrir una pérdida, pero iniciar una guerra con EE.UU. o incluso con Israel… todavía no han llegado a ese punto. El daño que se puede infligir a Irán es enorme, es enorme”.
Así que la pregunta más importante ahora mismo debe ser si Netanyahu puede leer bien la situación –con Irán amenazando con atacar, los aliados advirtiéndole de que no lo haga– y evitar desencadenar una guerra regional.
Y la respuesta a esa pregunta está enterrada en la notable perspicacia de Yadlin. Irán, según dio a entender, no atacará a Israel mientras tema la reacción de Estados Unidos. Netanyahu ha tensado tanto las relaciones con el Gobierno de Biden sobre Gaza que los enemigos de Israel huelen sangre.
Desde que Estados Unidos se abstuvo en una votación del Consejo de Seguridad de la ONU, el mes pasado, para pedir el alto el fuego en Gaza, Hamas dio un giro intransigente hacia las negociaciones sobre los rehenes.
Netanyahu tiene fama de superviviente político, pero ahora se enfrenta a la mayor jugada de su carrera. Está apostando la sangre de su nación a la lectura que haga Irán de sus diferencias con Estados Unidos.