(CNN) – Samantha Hannah viajaba por Australia y Nueva Zelandia, empapándose de nuevos lugares y experiencias, al tiempo que reflexionaba sobre su pasado y se planteaba cómo había sido su vida hasta el momento.
Era finales de 2017. Samantha, de Perth, Escocia, tenía 31 años. Su hermano había fallecido inesperadamente un par de años antes.
“Quería salir y vivir mi vida tanto como fuera posible ahora que él no podía”, cuenta Samantha a CNN Travel.
El hermano de Samantha le había dejado algo de dinero.
“Así que dejé mi trabajo y me gasté ese dinero en un pasaje para ir a Australia”, dice Samantha. “Y luego me mudé a Nueva Zelandia por un tiempo mientras intentaba averiguar qué quería hacer con mi vida”.
A Samantha siempre le había gustado la comedia y había trabajado un poco en el circuito de stand up del Reino Unido a mediados de sus 20. Mientras se alojaba en albergues y pasaba las noches con otros mochileros en pubs australianos o practicando senderismo por los bellos paisajes de Nueva Zelandia, Samantha no dejaba de pensar en la posibilidad de volver a los escenarios.
Pero si Samantha iba a volver a la comedia, esta vez quería hacerlo de forma diferente. Quería volver con un espectáculo de una hora, con un concepto sólido en el que creyera de todo corazón.
Mientras tanto, cada vez que Samantha miraba las redes sociales para ver qué estaba pasando en casa, parecía que otro amigo más estaba anunciando un compromiso en Facebook. O publicando una ecografía en Instagram. O enviando un emotivo mensaje de WhatsApp con una foto de unas llaves colgando delante de una casa recién comprada.
Samantha se alegraba por todos sus amigos, pero también se maravillaba de cómo todos habían crecido de repente, mientras ella estaba soltera, desempleada y de viaje, sin domicilio fijo.
Quizá debería buscarme un marido, pensó Samantha distraídamente mientras recorría la serie de fotos de compromiso. Y de repente, nació una idea para un show de comedia.
“Se me ocurrió escribir un espectáculo titulado ‘Cómo encontrar marido en un año’”, dice Samantha. “¿Cómo sería si realmente te pusieras eso como objetivo? Era muy irónico, en realidad no esperaba encontrar a nadie”.
Mientras vivía en Wellington, la capital de Nueva Zelandia, Samantha descargó la aplicación de citas Tinder “y empezó a decir que sí a todo el mundo”. Anunció sus intenciones en su perfil de citas, explicando que estaba escribiendo un espectáculo y advirtiendo a sus posibles parejas que “cualquier interacción en Tinder puede ser utilizada como material”.
Samantha pensó que cuantas más citas tuviera con el mayor número posible de hombres, más material tendría para su monólogo y, en teoría, más probabilidades tendría de encontrar un posible marido.
Al poco de empezar, Samantha se fijó en un tipo llamado Toby. Le gustó que tuviera una foto con un perro y “parecía que viajaba mucho”.
También “parecía tener personalidad”. Su biografía (el pequeño resumen que los usuarios de la aplicación de citas escriben sobre sí mismos) era “divertida y original”.
El único inconveniente era que Toby parecía ser de Nueva Zelandia, pero cuando hizo “match” con Samantha no vivía allí.
“Felicidades por tu match a 12.000 metros de distancia”, escribió Toby a Samantha. “¿Cómo te va con la búsqueda de maridos?”.
Una pareja inesperada
Al igual que Samantha, a finales de 2017 Toby Hunter atravesaba un periodo de transición. Originario de Gisborne, Nueva Zelandia, pasó su infancia en Napier, había ido a la universidad en Wellington y luego, a mediados de sus 20, se había mudado al otro lado del mundo, a Londres.
Ahora tenía 30 años, acababa de salir de una larga relación y no sabía si quedarse en el Reino Unido o volver a casa.
“No estaba muy seguro de lo que iba a hacer en ese momento, si quería quedarme en Londres o volver a Nueva Zelandia”, cuenta Toby a CNN Travel. “Pasé seis meses en Bali, aprendiendo a hacer surf, tratando de saber qué hacer”.
Mientras se planteaba el futuro, Toby ajustó su configuración de Tinder para ampliarla fuera del oeste de Londres e incluir Wellington, Nueva Zelandia, en parte porque trabajaba en analítica y le intrigaba cómo funcionaba el algoritmo de Tinder. Y en parte porque Toby se preguntaba cómo sería estar soltero en su antigua ciudad universitaria.
Rápidamente descubrió que las citas de Wellington estaban llenas de gente a la que conocía vagamente, amigos de amigos o viejos conocidos de la universidad. Samantha, con su “biografía divertida y diferente” en la que anunciaba sus planes para un espectáculo de comedia y sus intenciones de buscar marido, destacó.
Toby recuerda que el perfil de Samantha también mencionaba “viajar y que le gustaba mucho el melón”.
Y mencionaba su universidad, que estaba en el Reino Unido.
“Así que supuse que quizá era inglesa”, recuerda Toby. “Además, me pareció guapa”.
Cuando empezaron a intercambiar mensajes, Samantha y Toby se dieron cuenta de que, aunque estaban en extremos opuestos del mundo, cada uno vivía en ciudades con las que el otro estaba muy familiarizado: Samantha había pasado años viviendo en Londres, mientras que Toby conocía bien Wellington.
“Disfrutamos de la ironía”, dice Samantha.
“También podíamos relacionarnos con lo que hacía el otro con bastante facilidad, lo que propiciaba una buena conversación”, añade Toby. “Sammy extrañaba partes de Londres y yo partes de Nueva Zelandia”.
Ese primer día intercambiaron cientos de mensajes. La conexión, y la facilidad de comunicarse, fueron evidentes enseguida.
Samantha mencionó que algunos de sus amigos vendrían pronto a reunirse con ella y que el grupo iba a viajar por Nueva Zelandia. Toby le envió al instante una lista de recomendaciones de lugares a los que deberían ir.
Después, Samantha contó anécdotas divertidas de las “citas horribles” que había tenido que soportar en su búsqueda de marido. Toby simpatizó con ella: él también había tenido muchas malas citas.
Un par de días después de conectar por primera vez, Samantha le envió un mensaje a Toby mientras estaban en un bar.
Después de beber varias copas de vino, decidió llamarle espontáneamente.
“Era la primera vez que hablábamos”, recuerda Samantha.
Estaba en la puerta de un pub, entre una multitud de bebedores, cuando Toby contestó. Su cara, sorprendida y luego feliz, apareció en la pantalla del teléfono de Samantha. Pero entonces, casi instantáneamente, estalló una pelea al lado de Samantha y ella decidió intervenir e intentar acabar con ella.
“Así que, literalmente, descolgué el teléfono y escuché un acento escocés que gritaba: ‘Déjalo, no merece la pena’”, recuerda Toby.
“No fue una pelea seria”, explica Samantha. “Solo una discusión tonta. Pero sí, ayudé a pararla”.
Una vez que cumplió con su deber civil, Samantha volvió a centrar su atención en la videollamada. No fue una charla larga, pero fue “divertido” ver la cara de Toby, y no parecía que estuviera charlando con un desconocido.
En cuanto a Toby, al contestar la llamada había sentido “excitación nerviosa”. Pero casi de inmediato, chatear con Samantha se volvió “simplemente fácil”.
Toby pensó que cuando llegara la mañana neozelandesa, Samantha tendría un poco de resaca, así que planeó el envío de un bagel de desayuno a su hostal, un detalle que a ella le pareció lindo.
Y así continuaron sus intercambios. Los amigos de Samantha llegaron y el grupo empezó a explorar Nueva Zelandia, encontrándose en Napier, la ciudad donde Toby había pasado gran parte de su infancia, y donde aún vivían sus padres.
“Mis padres tienen una tienda de fish and chips”, le dijo Toby a Samantha. “Deberías entrar y saludarlos”.
Eso sería un poco sinvergüenza, pensó Samantha, pero también podría ser una anécdota divertida para su show de comedia. Le dijo que se pasarían por allí.
Mientras tanto, Toby mencionó a sus padres que Samantha podría llamar al café, esforzándose por describir su relación.
“Porque, ¿qué éramos Sammy y yo? Llevábamos dos o tres semanas hablando”, dice Toby. “No estábamos saliendo exactamente. Solo charlábamos. Mucho”.
Al final, solo describió a Samantha como una “amiga de fuera de la ciudad”.
Y a los padres de Toby les resultó fácil reconocerla. Samantha y sus amigos “se veían fuera de lugar”, como dice Samantha.
“Soy del Reino Unido. Allí la forma de vestir es muy diferente a la de Nueva Zelandia. Nueva Zelandia es muy informal: cuando vas por pescado con papas fritas, la mayoría de la gente no lleva zapatos”, dice.
Samantha y sus amigas llegaron peinadas y maquilladas, con tacones.
“Nos arreglamos mucho”, dice.
La madre de Toby adivinó al instante que Samantha debía de ser la amiga que Toby había mencionado. El padre de Toby tomó una foto de Samantha y sus amigas mirando extrañadas el menú. Todo era bastante surrealista, más aún por el hecho de que Samantha había conocido a los padres de Toby antes de conocerlo a él en persona.
Después de la parada en Napier, los amigos de Samantha continuaron su viaje, pero Samantha estaba en una encrucijada. Quería conocer a Toby en la “vida real” y empezó a plantearse cómo podría hacerlo.
No creía haber conseguido su objetivo de buscar marido, pero Samantha intuía que su relación con Toby podría ser algo especial.
Toby pensaba lo mismo. Era analista, alguien que trabajaba en estadística, y las estadísticas parecían sugerir que no se trataba de una pareja normal para una aplicación de citas.
“Nos habíamos escrito muchísimo”, dice.
Conociéndose en la vida real
Samantha y Toby acordaron que Samantha reservaría un vuelo a Londres en diciembre y por fin se conocerían en persona.
Toby prometió ir a buscar a Samantha al aeropuerto. Hasta ese momento, Samantha tenía la idea de que Toby era una persona muy organizada, con la multitud de consejos sobre Nueva Zelandia, el bagel del desayuno entregado en su hostal, pero entonces llegó al aeropuerto londinense de Heathrow y Toby no aparecía por ninguna parte.
“Estaba allí esperando, como si me hubieran dejado plantada, como si hubiera caído en una estafa, esperando a que apareciera el equipo de rodaje de la MTV o algo así”, cuenta. “Además, llevaba 30 horas de viaje, así que no era lo ideal”.
Resultó que Toby no había tenido en cuenta que el metro de Londres no funcionaría de madrugada, cuando Samantha aterrizó. Frenéticamente envió mensajes de disculpa y finalmente consiguió un tren al aeropuerto.
Mientras tanto, Samantha fue al baño del aeropuerto “intentando arreglarme el pelo y maquillarme y estar presentable”.
Cuando Toby llegó a Heathrow, llevaba en la mano una botella de dos litros de jugo de manzana Copella. Cuando Samantha lo vio, se echó a reír.
En vísperas de su visita, Toby había preguntado a Samantha qué cosas extrañaba más del Reino Unido. La primera de la lista era el jugo Copella, una marca británica que no se vende en Nueva Zelandia. Cuando Toby se planteó qué llevar al aeropuerto, la respuesta fue obvia.
“Soy práctico, no me gustan las flores”, dice hoy Toby. “Pensé que un jugo era una buena opción”.
“Además, al menos sabía quién era”, bromea Samantha, “es el tipo que lleva una botella de jugo enorme en la mano”.
Durante los días siguientes, Samantha, que se alojaba en el departamento de Toby, y Toby llegaron a conocerse en persona. Toby recuerda que se sentía “emocionado y también quizá un poco confundido sobre lo que venía a continuación”.
El primer día, Toby le enseñó a Samantha su Londres: sus pubs favoritos del oeste de Londres y sus sitios para tomar el brunch. El segundo día, Samantha le enseñó a Toby su versión de la ciudad.
“Yo trabajaba para Madame Tussauds, así que me dieron entradas gratis para cosas como las Mazmorras de Londres y le llevé a todas las atracciones”, dice Samantha. “Así que visitamos todos esos sitios, y muchos brunchs, muchas comidas”.
Las incesantes conversaciones por mensajería de Toby y Samanta se tradujeron bien en conversaciones en la vida real. Disfrutaban de la compañía del otro, hablando de todo y de nada.
En general, los dos eran más o menos como esperaban que fueran el uno del otro, salvo que Toby era “un poquito más alto” de lo que Samanta esperaba y menos organizado. Y Samantha era más espontánea de lo que Toby pensaba. Siempre estaba “libre de pensar y planificar”, contenta de ver cómo iban las cosas y sin tener en cuenta cualquier eventualidad.
Samantha se quedó con Toby más o menos una semana y luego se fue a visitar a su familia a Escocia. Mientras tanto, Toby fue a esquiar, tuvo un accidente y se rompió una pierna. Cuando Samantha volvió a Londres, Toby estaba muy mal. Sin ningún acuerdo verbal entre ellos, Samantha se comprometió a “cuidarlo hasta que se recuperara” y también a mantener el ánimo de Toby y ayudarlo a seguir disfrutando de la vida londinense mientras estuviera enyesado.
“Así que íbamos por el Museo del Diseño y Toby iba en silla de ruedas y yo lo empujaba”, recuerda Samantha.
El tiempo pasó y Samantha no volvió a Nueva Zelandia. En algún momento, Toby y ella se comprometieron a dar una oportunidad a su relación.
“Creo que ni siquiera lo hablamos”, dice Toby. “Pero pasábamos juntos las 24 horas del día”.
Samantha dice que la decisión fue obvia “prácticamente en cuanto nos conocimos en la vida real”.
Con el tiempo, Toby conoció a la familia de Samantha. Toby y Samantha se presentaron mutuamente a sus amigos.
“Nuestros amigos estaban a favor y nos apoyaban”, dice Samantha.
“Les pareció una historia bastante alocada y les entusiasmó seguirla”, dice Toby.
Mientras tanto, Toby llamó a sus padres y les dijo que la chica que había llegado, demasiado arreglada, a su tienda de pescados era ahora su novia. Se alegraron mucho por él, pero no tanto como para no sentirse apenados por haberle cobrado a Samantha el pescado y las papas fritas.
“Hasta el día de hoy, la madre de Toby dice que es lo que más lamenta”, dice Samantha.
Contar la historia en el escenario
En julio de 2018, Samantha realizó el primer preestreno de su espectáculo: “Cómo encontrar marido en un año” en Londres. Toby estaba entre el público. Para él, la experiencia fue un momento surrealista y de orgullo.
“Aunque sabía que Sammy era una persona divertida, no la había visto sobre el escenario”, dice Toby. “La rompió, se rieron mucho y contó nuestra historia de forma divertida”.
Samantha dice que no tuvo reparos en compartir detalles de su romance con Toby en el escenario.
“Lo hacía más divertido tener una historia divertida”, dice.
Ese verano, Samantha llevó el espectáculo al Festival Fringe de Edimburgo, el prestigioso escaparate escocés de la comedia. El llamativo título, y la gran historia de fondo, suscitaron algunos titulares en la prensa británica, y Samantha salió de Edimburgo sintiéndose orgullosa y emocionada. En realidad no tenía “marido”, pero sí una pareja seria, una prometedora carrera como comediante y un futuro prometedor.
En enero de 2019, Samantha y Toby se fueron a vivir juntos a Londres.
“Sentamos cabeza”, dice Samantha. “Empezamos a ser más como una pareja normal”.
Y entonces, tras varios años juntos en Londres, en 2021 Samantha y Toby dieron otro salto juntos y se mudaron a Nueva Zelandia.
“Para mí, fundamentalmente, siempre quise volver a Nueva Zelandia en algún momento”, dice Toby. “Y a Sammy le atrajo el estilo de vida neozelandés”.
La pareja alquiló un departamento en Wellington con vistas al océano, e inmediatamente sintieron que habían tomado la decisión correcta. Luego compraron su primera casa.
“Es precioso”, dice Samantha de Nueva Zelanda. “Estamos realmente instalados aquí”.
El año pasado, los padres de Samantha vinieron de visita a Wellington y conocieron a los padres de Toby por primera vez.
“Se llevan muy bien, fue muy bonito”, dice Samantha. “Ahora todos se envían mensajes, son amigos en Facebook”.
Construir una vida juntos
Hoy, Samantha sigue escribiendo comedia. Publica actualizaciones sobre su trabajo en su cuenta de Instagram y actualmente está centrada en prepararse para el Festival Internacional de Comedia de Nueva Zelandia en mayo.
Ha pasado tiempo desde que Samantha presentó el espectáculo sobre su encuentro con Toby; al fin y al cabo, hace casi siete años que empezaron a enviarse mensajes desde puntos opuestos del planeta. Cómo se conocieron ya no parece tan importante como antes.
“Fue una experiencia muy divertida para los dos”, dice Samantha de su inusual noviazgo. “Y luego se convirtió en algo normal. Llevamos juntos seis, siete años, y hemos pasado por tantas etapas diferentes que a veces olvidamos que fue así como nos conocimos”.
Aún así, Samantha sigue atribuyendo al show de comedia el mérito de haber impulsado la relación.
Aunque dicho todo esto, técnicamente Samantha aún no ha “encontrado marido”. Ella y Toby no están casados.
“Dejaré que Toby responda a eso”, dice Samantha, riendo, cuando se le pregunta por la perspectiva de la pareja sobre el matrimonio.
“Estoy seguro de que ocurrirá en algún momento”, dice Toby, también riendo.
De hecho, se ha convertido en un gag reciente en la comedia de Samantha que Toby no se haya declarado, pero aunque disfruta bromeando sobre ello y “viendo a Toby tener que retorcerse un poco”, Samantha dice que su material trata en realidad sobre “la presión social y cómo no deberías tener que hacer nada de forma tradicional”.
“Eso incluye el matrimonio”, dice Samantha. “Y para nosotros, es solo una conversación de adultos que tendremos y decidiremos cómo queremos hacerlo, si eso encaja en nuestros planes”.
Toby dice que incluso cuando Samantha se burla de él en el escenario, siempre está muy “orgulloso de ella cuando actúa”.
“Ver cómo ha crecido desde salas más pequeñas en Londres hasta presentarse ante audiencias de más de mil personas, es realmente genial”, dice.
Para Toby, ver a Samantha en el escenario es también un momento en el que reflexiona sobre lo afortunado que es de que ella llegara a su vida.
“Los dos somos muy afortunados”, Samantha. “Tenemos una vida increíble que hemos construido juntos durante los últimos seis años”.añade
Una vez, Samantha le preguntó a Toby si podía usar sus dotes analíticas para calcular las probabilidades estadísticas de que se conocieran.
Toby no fue capaz de averiguarlo, pero la pregunta les hizo reflexionar sobre la probabilidad de que se conocieran y se enamoraran, y lo agradecidos que están de que haya sucedido.
“La vida puede cambiar en cualquier momento, pero especialmente cuando te pones en situaciones nuevas o fuera de tu zona de confort”, dice Toby.
“Dejar mi trabajo y Londres para viajar cambió por completo el curso de mi vida”, coincide Samantha. “Ahora vivo en Nueva Zelandia con una pareja a la que quiero, en una casa preciosa, y hago comedia con regularidad. Ninguno de los dos éramos superfelices antes de conocernos, pero creo que se puede decir que los dos somos muy felices ahora”.