Una nube de humo sale del lugar de un ataque aéreo israelí contra la aldea de Majdel Zoun, en el sur del Líbano, el 15 de abril de 2024, en medio de las continuas tensiones transfronterizas. Crédito: AFP/Getty Images

Nota del editor: Hussein Ibish es investigador residente en el Instituto de los Estados Árabes del Golfo en Washington. Su libro más reciente es “What’s Wrong With the One-State Agenda? Why Ending the Occupation and Peace With Israel is Still the Palestinian National Goal”. Las opiniones presentadas en esta nota le pertenecen exclusivamente a su autor. 

(CNN) – Una inquietante calma relativa se ha apoderado del Medio Oriente, obviamente con excepción de Gaza, desde un alarmante intercambio de ataques con misiles, cohetes y drones por parte de Israel e Irán en las últimas semanas. El temor a una guerra regional inminente se ha calmado, y ambas partes sugieren que, al menos por ahora, creen haber restaurado la disuasión estratégica y reforzado la moral nacional lo suficiente como para contrarrestar las críticas de los belicistas y los partidarios de la línea dura.

Mientras tanto, parece que ni Israel ni Irán quieren una guerra directa entre sí, y ambos parecen dispuestos a considerar resuelto el reciente intercambio de ataques, aunque no sus causas subyacentes. Sin duda ayuda el hecho de que no parece haber muerto nadie en ninguno de los dos países, y eso fue sin duda intencionado, ya que ambas partes tienen la clara capacidad de infligir mucha más destrucción y muertes en los territorios del otro si eso hubiera sido lo que querían.

Pero eso no significa, ni mucho menos, que el enfrentamiento haya terminado. Al contrario, al igual que los ataques del 7 de octubre dirigidos por Hamas contra el sur de Israel desde Gaza desencadenaron las tensiones que finalmente condujeron a los primeros ataques directos de la historia de Irán contra Israel y a las represalias de Israel contra Irán, la lucha entre ambas potencias parece dispuesta a pasar a la siguiente fase y, lo que es aún más ominoso, al siguiente nivel.

Todos los ojos puestos en el Líbano

El tiempo corre para el Líbano, con una posible ofensiva israelí en ciernes en las próximas semanas que causaría una destrucción masiva en ambos países y la devastación de la política de contención de conflictos en el Medio Oriente del gobierno de Biden.

Israel ya estaba amenazando, y parecía estar preparándose para una gran ofensiva contra Hezbollah en Líbano a finales de esta primavera o principios del verano, según funcionarios de inteligencia y de la administración estadounidense. Ahora, el reciente intercambio de ataques militares directos con Irán podría haber sellado el destino del Líbano, a menos que el equipo de Biden pueda contener a Israel.

Es importante recordar aquí cómo se originó el reciente intercambio de disparos entre Israel e Irán. El 1 de abril, Israel atacó una instalación diplomática iraní en Damasco, matando a varios altos funcionarios iraníes, entre ellos el general de brigada Mohammad Reza Zahedi; su adjunto, el general Haji Rahimi; y, quizás lo más importante, el general de brigada Hossein Amirollah, jefe de Estado Mayor en Siria y Líbano de la Fuerza Quds expedicionaria de Irán.

El consulado iraní destruido en Damasco, Siria, el 20 de enero de 2024. Crédito: Louai Beshara/AFP/Getty Images

Los israelíes insistieron en que estos altos mandos dirigían los esfuerzos de la extensa red iraní de milicias y grupos armados en el mundo árabe, encabezados por Hezbollah, para ayudar a Hamas a defenderse de Israel en Gaza y al grupo Hezbollah a prepararse para la largamente amenazada ofensiva israelí en el Líbano.

Que la acusación sea casi con toda seguridad correcta solo subraya por qué Teherán se sintió profundamente herido por el ataque a su consulado en Damasco, que consideró parte de su propio territorio, dadas las convenciones y normas internacionales relativas a la jurisdicción extraterritorial en instalaciones diplomáticas de otros países.

Sentar las bases

La principal directriz de Washington en relación con las crisis posteriores al 7 de octubre ha sido la contención del conflicto, evitando que los grandes enfrentamientos se extiendan más allá de Gaza, en particular al Líbano.

El temor es que tal expansión pueda arrastrar fácilmente a Estados Unidos y/o Irán, dando lugar a la primera guerra regional de la historia moderna de Medio Oriente y a un posible conflicto directo entre Washington y Teherán. Hay, por supuesto, numerosos partidarios de la línea dura en Israel, incluido el primer ministro Benjamín Netanyahu, que llevan mucho tiempo buscando ataques estadounidenses contra las instalaciones nucleares iraníes y que podrían verse tentados a una escalada simplemente con la esperanza de hacer realidad por fin esa aspiración perennemente frustrada.

Pero esa no sería la razón principal para una ofensiva israelí en el Líbano, que tampoco garantizaría tal eventualidad. Por el contrario, el 7 de octubre llevó a muchos israelíes de línea dura a una actitud nueva y mucho más intransigente hacia la seguridad nacional, especialmente en relación con los grupos respaldados por Irán directamente en las fronteras de Israel.

Pocos días después del 7 de octubre, el ministro de Defensa de Israel, Yoav Gallant, ya presionaba a favor de un ataque preventivo de gran envergadura contra Hezbollah porque la milicia libanesa constituye la amenaza inmediata más potente para Israel. El Gobierno de Biden dejó muy clara la oposición estadounidense, posponiendo al menos cualquier operación de este tipo.

A medida que las fuerzas de Israel avanzaban hacia el sur a través de Gaza, destruyendo brigadas de Hamas con relativa facilidad, su pensamiento volvió a dirigirse hacia el norte con relativa rapidez. La principal amenaza de Hezbollah contra Israel es su enorme arsenal de más de 150.000 misiles y cohetes, muchos de ellos con guiado de precisión, capaces de alcanzar cualquier punto de Israel y posiblemente superar el Domo de Hierro y otros sistemas de defensa antimisiles israelíes.

En respuesta a su sensibilidad ante las amenazas en la zona fronteriza tras el 7 de octubre (incluidos los ataques con cohetes de Hezbollah que han persistido desde entonces) Israel evacuó a unos 80.000 ciudadanos de sus comunidades del norte (un número similar de libaneses se reubicaron ellos mismos en ciudades y pueblos del sur), y el gobierno comenzó a insistir en que no podrían regresar a sus hogares en condiciones de seguridad a menos que los comandos de élite de la fuerza Radwan de Hezbollah fueran reubicados permanentemente a unos 30 kilómetros al norte de la zona fronteriza.

Kafr Kila es una localidad del sur del Líbano que, en su mayor parte, está desierta y que se ha llevado la peor parte de los ataques aéreos israelíes en una serie de intercambios entre Israel y Hezbollah. Crédito: Charbel Mallo/CNN

Sin embargo, en mi opinión, la fuerza Radwan no parece estar preparada ni ser capaz de lanzar una invasión terrestre significativa y a gran escala del norte de Israel, independientemente de lo que Hezbollah diga sobre ella. Aunque es comprensible que Israel esté preocupado por la posibilidad de una incursión peligrosa de Radwan, el principal objetivo de la fuerza es justificar el mantenimiento por parte de Hezbollah de su ejército privado, y por tanto de su propia política exterior, afirmando que está defendiendo el sur de Líbano y la zona fronteriza de Israel. Por lo tanto, debemos ser escépticos sobre las motivaciones de Israel.

Aunque Hezbollah ha dejado claro de palabra y de obra desde el 7 de octubre que, con el respaldo de Irán, no quiere una guerra más amplia con Israel en las circunstancias actuales, a pesar de los continuos ataques de ojo por ojo, el grupo libanés no capitularía simplemente ante una concesión importante de retirar a sus combatientes de élite de las regiones del sur en las que se formó el grupo y que son su corazón.

El verdadero objetivo de los halcones de guerra israelíes en el Líbano es el arsenal de misiles, cohetes y drones de Hezbollah, que esperarían dañar y degradar al tiempo que infligen un golpe humillante a su enemigo inmediato más potente.

Los líderes israelíes también esperarían sin duda que otra posible guerra en el Líbano proporcionara finalmente a los israelíes una victoria importante, la “victoria” que nunca ha estado disponible en Gaza bajo ningún escenario.

Hezbollah es una fuerza mucho más convencional que Hamas. El daño a sus capacidades militares y de otro tipo sería fácilmente cuantificable y, si el costo fuera tolerable, probablemente aplaudido calurosamente en Israel, y el país no se enfrentaría al problema de ninguna reocupación prolongada de territorio árabe adicional.

En el proceso, la ventaja regional de Irán se vería gravemente degradada, según esperan los dirigentes israelíes. Sin embargo, cada vez que Israel se ha enfrentado de nuevo a Hezbollah, ha descubierto que las capacidades del grupo superan con creces sus expectativas, y los israelíes podrían llegar a lamentar otra aventura evitable en el Líbano.

La peor pesadilla de Biden

Para el gobierno de Biden, sin embargo, este escenario es una pesadilla. Uno de los principales propósitos del abrazo de apoyo de Washington a Israel en Gaza era posicionar a Estados Unidos para contener tanto a amigos como a enemigos en la batalla para evitar un conflicto regional catastrófico.

Tras el reciente intercambio de bombardeos con Irán, puede que dependa de la administración e incluso del presidente Joe Biden personalmente contener a los israelíes para que no sigan adelante con la amenaza de una gran ofensiva en el Líbano.

Si esto ocurre, un objetivo primordial de Estados Unidos en relación con la guerra de Gaza: la contención del conflicto, se vería destrozado no por los adversarios de Washington sino, irónicamente, por su socio regional más cercano.