(CNN Español) – Es 19 de abril de 1945. A la Segunda Guerra Mundial le quedan apenas 20 días. Y en menos de dos semanas, Adolf Hitler se suicidará en su búnker de Berlín, con las tropas soviéticas avanzando entre las ruinas.
Todo el mundo sabe que el final está cerca, pero nadie puede adivinar cuándo llegará. Y hasta ese entonces, seguirá habiendo muerte.
En los cielos sobre Neumünster, en el norte de Alemania, un Hawker Tempest V, última joya de la ingeniería aeronáutica británica, se prepara para lanzarse sobre un aeródromo alemán repleto de aviones aparcados en tierra y defendidos apenas por la artillería antiaérea.
La bestia de 2.180 caballos de fuerza dentro del fuselaje del Tempest ruge y el hábil piloto del escuadrón 222 de la Real Fuerza Aérea (RAF), Charles George Frederick Deck, se prepara para el ataque.
Pero entonces el elegante caza es alcanzado por la artillería antiaérea. La Luftwaffe podrá estar casi destruida, lo poco que queda de ella varada en tierra o sus aviones volados por pilotos inexpertos, pero los artilleros en tierra tienen tanta experiencia como los oficiales de la RAF.
El Hawker Tempest cae derribado, y Deck es visto saltando en paracaídas, pero su cuerpo nunca será encontrado. Muere a sus 27 años sobre territorio enemigo, 20 días antes del fin de la guerra, y dejando atrás a su esposa, Pauline Anne Deck.
La tragedia de los Deck
Charles Deck había nacido en Buenos Aires, Argentina, en 1918, y como tantos otros angloargentinos, se había enlistado en el Royal Air Force Volunteer Reserve (Reserva de voluntarios de la Real Fuerza Aérea o RAFVR) para pelear contra la Alemania nazi.
La RAFVR era una fuerza de entrenamiento y formación de pilotos voluntarios de origen civil que pudieran luego ser asignados a las unidades regulares de la RAF en tiempos de guerra, y se formó en 1937, cuando crecían las perspectivas de una guerra en Europa. Así, se convirtió en uno de los principales caminos elegidos por los casi 5.000 voluntarios argentinos y uruguayos que pelearon en la Segunda Guerra Mundial, en su mayoría jóvenes de ascendencia británica.
Entre esos tantos otros voluntarios estaban los dos hermanos de Charles, Harold Frederick Deck y James Frederick Deck, que cómo él se habían ofrecido voluntarios en la Real Fuerza Aérea y habían abandonado a sus vidas en Sudamérica para pelear. Y ellos también, como su hermano, murieron durante la guerra, según consigna la Commonwealth War Graves Commission del Reino Unido.
La historia de los Deck es una muestra del amargo impacto de la Segunda Guerra Mundial –de cuyo fin en Europa se cumplirán 79 años este miércoles-- en América Latina, pero no sólo se centra Argentina.
De Uruguay a una zona de guerra
En una zona rural en los alrededores de Young, en el departamento Río Negro en Uruguay, existe un pequeño cementerio con apenas unas diez tumbas. Entre ellas figura la de Frederick James Deck, nacido el 11 de junio de 1884 en Suffolk, Reino Unido, y muerto el 28 de febrero de 1939 en esta zona conocida como Bichadero, por una estancia del mismo nombre. Se trata del padre de los hermanos Deck, un inmigrante inglés que hizo su vida y su familia en Sudamérica.
Es fácil pasar de largo este cementerio mínimo, ubicado a unos 30 kilómetros de Young y 60 kilómetros de Fray Bentos, en la frontera con Argentina, si uno circula por la ruta de tierra que atraviesa estas estancias del oeste uruguayo, marcadas por un paisaje de amables y verdes colinas —conocidas como cuchillas en la región— que, quizás, hayan llenado de nostalgia a los antiguos habitantes de las islas británicas, y que se utilizaron para el ganado ovino y hoy para la agricultura. Las tumbas están a la sombra de unos pocos árboles, y conviven con los animales que pastan a la distancia y una ocasional camioneta que avanza levantando tierra.
Resulta difícil, al principio, imaginar la realidad del combate aéreo en el norte de Europa, volando a 600 kilómetros por hora entre las nubes, el frío y el fuego antiaéreo, que vivieron los Deck, y conjugarlo con la tranquilidad, lentitud y constancia de la vida rural. Casi tan difícil como resulta, en la actual guerra de Ucrania, ver las huellas de los tanques en el trigo listo para cosechar, o los combates supersónicos entre los Sukhoi y los Mig en el cielo.
En la lápida de Deck padre hay un salmo, en inglés, de la Biblia cristiana: “Vida te pidió y tú se la diste, largura de días eternamente y para siempre”.
Hay, también, dos placas agregadas posteriormente. En una figura el nombre de su hijo menor, Charles George Frederick, “muerto prestando servicio activo sobre territorio enemigo”. En la segunda placa figuran sus otros dos hijos, Harold Frederick y James Frederick, con inscripciones similares.
James Frederick, nacido en La Esperanza, Jujuy, en 1914, fue el primero en morir. El 1 de noviembre de 1941 su caza Hawker Typhoon, antecesor mucho más problemático del Tempest, sufrió un desperfecto durante un vuelo de pruebas para medir las peligrosas emisiones de monóxido de carbono que se colaban en la cabina, según reconstruye el investigador argentino Claudio Meunier, quien ha publicado numerosos libros sobre el rol de pilotos argentinos en las fuerzas aliadas en la Segunda Guerra Mundial.
Poco después de despegar, el Typhoon cayó en picada detrás de una arboleda cerca de Thetford, Inglaterra, según datos del Cemeterio Británico de Buenos Aires, y se desintegró junto a su piloto: tenía 27 años y está enterrado en Suffolk.
James había partido hacia Inglaterra en agosto de 1940 y pertenecía al 56° escuadrón de caza, uno de los más longevos y exitosos de la RAF —se encuentra aún operativo— y fue una víctima más de los accidentes aéreos ocurridos durante la guerra: más de 8.000 militares británicos murieron en estas circunstancias durante el conflicto, de acuerdo con el Museo Imperial de Guerra.
De acuerdo con Meunier, una autopsia sobre los restos mostró que su cuerpo había ingerido una cantidad enorme de monóxido de carbono, suficiente para que perdiera el conocimiento.
Harold Frederick, nacido en 1913 en Buenos Aires, se enteró de la muerte de su hermano mientras estaba también en Inglaterra asignado al 226° escuadrón de bombardeo, y murió un año después sobre los cielos de Europa.
Después de los duros combates entre la Real Fuerza Aérea y la Luftwaffe —la fuerza aérea alemana— entre julio y octubre de 1940, la llamada Batalla de Inglaterra, y también de las frecuentes escaramuzas aéreas sobre el Canal de la Mancha en 1941, para 1942 la Alemania nazi había girado la mayoría de sus esfuerzos bélicos al nuevo frente con la Unión Soviética. La guerra aérea con Inglaterra perdió intensidad, y la RAF decidió entonces salir a buscar a la Luftwaffe mediante grandes campañas de bombardeo estratégico de ciudades y numerosas incursiones sobre objetivos en territorio alemán.
El 26 de julio de 1942 Harold Deck despegó a bordo de un bombardero Douglas Boston, recién llegados a la unidad, en una de estas incursiones sobre el norte de Alemania. El escuadrón volaba casi pegado al mar, para evitar los radares, como reconstruye Meunier en su libro Volaron para vivir, y en medio de estas peligrosas maniobras la aeronave de Harold se estrelló contra una duna en la isla alemana de Langeogg.
Murieron los cuatro tripulantes, y Harold, que a sus 29 años tenía el rol de observador, está enterrado al día de hoy en Sage, Alemania.
A diferencia de sus hermanos, Harold había viajado a Inglaterra junto a su novia Delia María Battistessa, nacida en Young, y se casaron en las islas británicas. En una correspondencia del 30 de enero de 1942 enviada al periódico local El Censor, Delia escribe: “Deseo que esta carta les depare un poquito de la dicha que yo estoy disfrutando en esta maravillosa Inglaterra, para mí cada día más interesante y linda a pesar de la guerra, del frío y de todo lo que los ingleses consideran horrible”.
“Hemos conseguido lo único que Harold y yo desde hace tiempo deseábamos: casarnos”, agrega. Casi al mismo tiempo de la muerte de Harold, Delia se enteró de que estaba embarazada: Annabella Deck visitó durante toda su vida la tumba de su padre en Sage.
La vida de los Deck transcurrió entre Argentina, especialmente Buenos Aires, y Fray Bentos y Young en Uruguay: Frederick James Deck, el padre, y Violet Mabel MacFarlane se casaron en 1911 en la estancia La Linconia en General Lavalle, provincia de Buenos Aires. Bautizaron a dos de sus hijos, Harold Frederick y su hermana Amy Margaret, en la iglesia anglicana San Salvador de la ciudad de Buenos Aires, una construcción de ladrillos rojos que es fiel reflejo de la arquitectura gótica inglesa y que ha quedado rodeada de altos edificios en el barrio de Belgrano. Todos los días cientos de niños —el barrio es conocido por sus escuelas— caminan frente a esta iglesia, sobre la avenida Crámer.
James Frederick, en cambio, fue bautizado en la Catedral Anglicana de San Juan Bautista, en la misma ciudad: un edificio mucho más imponente y de arquitectura clásica, ahora bajo la eterna sombra de los grandes edificios de oficinas en el centro financiero de Buenos Aires.
“Los tres hijos alternaron casi su vida completa en Bichadero para las vacaciones de verano y durante el año eran pupilos en el colegio St. George’s de Quilmes”, dijo a CNN Meunier.
Poco después de la muerte de su padre, los tres viajaron luego unos 11.000 kilómetros para pelear en una guerra que podía aún parecer un asunto lejano, y europeo, pero que pronto se transformaría en un conflicto de alcance global.
Mientras que los restos de Harold descansan en Alemania, y los de James en Inglaterra, Charles, derribado también en Alemania, no tiene tumba y está conmemorado en Runnymede, Inglaterra. Los tres están, también, conmemorados en un lejano y solitario rincón rural del Uruguay.
Nota del editor: este artículo se publicó en octubre de 2022 y ha sido actualizado.