(CNN) – El presidente Joe Biden se enfrenta a más momentos cruciales esta semana en los que se pondrá a prueba su tensa relación con su base con relación a la guerra de Israel en Gaza y que podrían ampliar potencialmente la división partidista sobre el Estado judío que se ha ido gestando por años.

Mucho antes del conflicto actual, las encuestas mostraban que las simpatías de los demócratas de base han cambiado de Israel a los palestinos a lo largo de aproximadamente las dos últimas décadas, un período que coincide con gobiernos de derechas casi ininterrumpidos en Israel, dirigidos en su mayoría por el actual primer ministro Benjamin Netanyahu. Simultáneamente, el apoyo a Israel durante ese mismo largo periodo ha aumentado notablemente entre los votantes republicanos de base.

Como resultado, más del doble de votantes republicanos que demócratas dicen ahora que simpatizan más con Israel que con los palestinos, una brecha mucho mayor entre los partidos que a principios de este siglo, según las encuestas de la Organización Gallup. Este creciente abismo partidista en Estados Unidos sugiere que, cuando Netanyahu abandone la escena política israelí, una parte ineludible de su legado será su papel protagonista en la ruptura del consenso bipartidista que durante décadas proporcionó a Israel una posición casi incuestionable en la política estadounidense.

“No cabe duda de que los factores de la relación entre Estados Unidos e Israel que han contribuido a su resiliencia, su calidad especial y su carácter a lo largo de los años, están más sometidos a presión que en ningún otro momento de mi experiencia en el gobierno o incluso fuera del gobierno”, afirmó Aaron David Miller, investigador principal de la Fundación Carnegie para la Paz Mundial que ha asesorado a seis secretarios de Estado sobre el Medio Oriente.

Esta creciente presión podría convertir a Biden en el último de su clase: aunque la gran mayoría de los cargos demócratas no muestran ninguna inclinación a romper con Israel en lo fundamental, Biden podría ser el último presidente demócrata en un futuro previsible que se alinee tan sin reservas con la nación. Se espera que el martes pronuncie un discurso sobre el antisemitismo en un acto patrocinado por el Museo Conmemorativo del Holocausto.

Mientras tanto, los críticos demócratas de su gestión de la guerra estarán atentos el miércoles, cuando su administración debe informar al Congreso sobre si Israel está utilizando las armas estadounidenses de acuerdo con el derecho internacional y si está cooperando con la entrega de ayuda humanitaria.

El profundo vínculo personal de Biden con Israel lo convierte ya en un referente en la política estadounidense. En el primer medio siglo tras la formación de Israel en 1948, fueron presidentes demócratas como Harry Truman, Lyndon B. Johnson, Jimmy Carter y Bill Clinton quienes mostraron una mayor conexión emocional con el Estado judío. Los presidentes republicanos como Dwight Eisenhower, Richard Nixon, Ronald Reagan y George H.W. Bush también apoyaron a Israel, pero matizaron más abiertamente ese apoyo cuando entraba en conflicto con sus otros objetivos regionales de preservar el acceso al petróleo y frenar la influencia soviética; Reagan y Bush protestaron en algunos momentos contra acciones israelíes a las que se opusieron reteniendo temporalmente la ayuda.

Durante aproximadamente el último cuarto de siglo, este patrón partidista se ha invertido. Los presidentes republicanos George W. Bush y Donald Trump son los que más se han identificado con Israel, mientras que Clinton (en su segundo mandato) y Barack Obama son los que han experimentado más desacuerdos con el gobierno de Israel.

Muchos factores han contribuido a esta inversión de papeles. La campaña de Bush contra el extremismo islámico tras los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 le animó a valorar más a Israel como aliado regional. La creciente identificación con Israel entre los cristianos evangélicos blancos estadounidenses, un electorado clave del Partido Republicano, también impulsó al partido hacia un mayor apoyo al Estado judío. Por el contrario, un mayor número de votantes de la coalición demócrata (tanto minorías raciales como blancos liberales) pasaron a considerar el trato que Israel da a los territorios palestinos ocupados como una opresión colonial, o incluso de tipo apartheid.

Mientras ocupó el cargo de primer ministro a finales de la década de 1990 y, de nuevo, con sólo una breve interrupción desde 2009, Netanyahu también ha desempeñado un enorme papel personal a la hora de propiciar este cambio partidista estadounidense. Netanyahu ha aplicado políticas acérrimamente conservadoras dentro de Israel (como su intento de debilitar el poder judicial, que desencadenó protestas masivas en todo el país) y ha rechazado la presión de los sucesivos presidentes demócratas para negociar un Estado palestino independiente. Y lo que es más importante, se ha alineado con el Partido Republicano tan abiertamente como cualquier líder extranjero lo ha hecho con cualquiera de los dos partidos políticos en los tiempos modernos. En 2015, por ejemplo, Netanyahu pronunció un discurso ante el Congreso oponiéndose al acuerdo nuclear con Irán por invitación de los republicanos de la Cámara de Representantes, a pesar de las objeciones expresas de Obama. Y Netanyahu retomó recientemente los argumentos republicanos en una conferencia de prensa cuando descalificó las protestas contra la guerra en los campus universitarios estadounidenses como simple antisemitismo generalizado.

En este contexto, la polarización partidista sobre Israel entre los votantes estadounidenses ya se estaba ampliando años antes del brutal ataque de Hamas del pasado octubre y de la devastadora respuesta israelí que desencadenó.

Una medida son las encuestas anuales de Gallup en las que se pregunta a los estadounidenses si simpatizan mayoritariamente con Israel o mayoritariamente con los palestinos. En 2001, la proporción de votantes republicanos que decían simpatizar mayoritariamente con Israel superaba a la de demócratas en apenas ocho puntos porcentuales (59% frente a 51%). En el segundo mandato de Obama, los partidarios republicanos tenían más de 20 puntos más de probabilidades que los demócratas de decir que simpatizaban mayoritariamente con Israel. La diferencia entre los partidos en cuanto a simpatía por Israel aumentó con Trump a casi 40 puntos, y se ha disparado a 45 puntos con Biden, casi seis veces la diferencia de 2001. En las encuestas de 2023 y 2024, Gallup registró por primera vez que el porcentaje de demócratas que simpatizaban mayoritariamente con los palestinos superaba al de los que favorecían mayoritariamente a Israel.

Otra serie de encuestas de larga duración del Chicago Council on Global Affairs descubrió un cambio similar, aunque no tan amplio. En 2002, el porcentaje de republicanos que afirmaban que Estados Unidos debía ponerse del lado de Israel en el conflicto era aproximadamente el doble que el de demócratas; en la última encuesta, realizada en febrero, la diferencia había aumentado a aproximadamente 3 a 1. La encuesta reveló que el porcentaje de demócratas que simpatizaban mayoritariamente con los palestinos superaba al de los que estaban mayoritariamente a favor de Israel. La encuesta encontró que la proporción de demócratas que decían que EE.UU. debería alinearse con Israel en el conflicto, después de caer durante los años de Trump, repuntó a casi 1 de cada 5 en la última encuesta, casi exactamente su nivel a principios de la década de 2000. Pero un número similar de demócratas opinan ahora que EE.UU. debería ponerse del lado de los palestinos, una opinión que solo tenían 1 de cada 50 demócratas en 2002. (Esa es también la misma proporción de republicanos que hoy dicen que Estados Unidos debería ponerse del lado de los palestinos). La mayoría de los demócratas opinan que Estados Unidos no debería tomar partido en el conflicto, una opinión que solo comparten dos quintas partes de los republicanos.

Una serie de encuestas realizadas esta primavera muestran cómo la guerra en Gaza ha endurecido esta división partidista. A principios de este año, las encuestas de la Universidad Quinnipiac y de CBS/YouGov revelaron que, mientras que cerca del 55% de los republicanos querían que Estados Unidos enviara más ayuda militar a Israel, cerca de dos tercios de los demócratas no lo querían. Casi la mitad de los demócratas, pero solo algo más de una quinta parte de los republicanos en la encuesta de la CBS, afirmaron que Estados Unidos debería presionar a Israel para que pusiera fin a los combates. Mientras que una escasa mayoría de republicanos expresó su confianza en Netanyahu en una encuesta de Pew de abril, más de 7 de cada 10 demócratas dijeron tener poca o ninguna fe en que el líder israelí “haga lo correcto”. En la encuesta de Quinnipiac, solo el 5% de los demócratas dijo tener una opinión favorable de Netanyahu; la cifra era 11 veces mayor entre los republicanos.

Todas las líneas divisorias que separan a los partidos también están dividiendo a las generaciones. Solo 1 de cada 12 adultos jóvenes en la encuesta de Quinnipiac dijo tener una opinión favorable de Netanyahu y más de dos tercios se opusieron al envío de más armas a Israel; del mismo modo, en la encuesta de Pew cerca de dos tercios de los adultos jóvenes dijeron tener una opinión desfavorable del gobierno israelí. La encuesta más reciente de Gallup reveló que, aunque los adultos de más edad siguen estando mayoritariamente a favor de Israel, una pluralidad de adultos jóvenes expresa ahora simpatía por los palestinos.

Estos cambios de actitud dentro de la coalición demócrata solo han modificado modestamente el comportamiento de los principales cargos electos del partido. Solo 37 demócratas de la Cámara de Representantes votaron en contra del paquete de ayuda exterior recientemente aprobado, que incluía más de US$ 26.000 millones en nueva ayuda militar a Israel. El líder de la mayoría en el Senado, Chuck Schumer, a pesar de un discurso anterior en el que criticaba a Netanyahu, al parecer se sumó al presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, para invitar al líder israelí a dirigirse a una sesión conjunta del Congreso, una oportunidad extraordinaria teniendo en cuenta a cuántas de las peticiones de Biden se ha resistido Netanyahu desde que comenzó la guerra.

Los críticos liberales del enfoque de Israel hacia los palestinos, tanto antes como después de los atentados del 7 de octubre, atribuyen en gran medida la creciente desconexión entre los votantes demócratas y los funcionarios electos a la influencia de la Comisión Estadounidense-Israelí de Asuntos Públicos (AIPAC, por sus siglas en inglés) y otros grupos de presión proisraelíes en Washington.

Desde la presidencia de Obama, el AIPAC se ha vuelto más agresivo a la hora de apoyar campañas de primarias contra funcionarios demócratas críticos con Israel; se comprometió a gastar US$ 100 millones este año para derrotar a los congresistas que han criticado más duramente la actuación de Israel en la guerra, como los representantes demócratas Jamaal Bowman de Nueva York y Cori Bush de Missouri.

“La enorme presión financiera y política del AIPAC en Washington es el factor más importante que disuade a un mayor número de funcionarios demócratas de oponerse a la guerra de Israel en Gaza”, dijo Waleed Shahid, que ha ocupado altos cargos en múltiples organizaciones liberales y ha participado activamente en la organización de la oposición a la guerra. “Al apuntar a los demócratas que se oponen a un cheque en blanco de financiación de armas a Israel, el AIPAC pretende paralizar un inevitable cambio generacional dentro del partido”.

Sin embargo, la influencia del AIPAC no explica por sí sola la distancia que se abre entre los votantes y los funcionarios demócratas. Parte de la respuesta, como sugiere Shahid, es generacional. Biden personifica a una cohorte mayor de líderes políticos estadounidenses cuya imagen de Israel se formó cuando era un solitario puesto de avanzada de la democracia y refugio de supervivientes del Holocausto.

En los años de las guerras de 1967 y Yom Kippur (1973), tanto los estadounidenses de a pie como los dirigentes políticos tendían a ver a Israel, en palabras de Miller, como un David que se defendía a duras penas de los amenazadores Goliat; ahora, muchos demócratas jóvenes en particular creen que “Israel ya no es David, es Goliat”, y “está aplastando a David” en Gaza, dijo Miller. Los funcionarios demócratas más veteranos se han visto menos influidos que los más jóvenes por la aparición de esa nueva perspectiva entre sus votantes.

Muchos observadores señalan también que Biden tiende a ver la política exterior de la misma forma que la política interior, confiando enormemente en su capacidad para aprovechar las relaciones personales con otros líderes. “Biden siempre dice que ‘toda política exterior es una extensión de las relaciones personales’”, dijo Ben Rhodes, que trabajó como asesor principal del Consejo de Seguridad Nacional mientras Biden era vicepresidente de Obama. “No sé cuántas veces le he oído decir eso”.

A lo largo de la guerra, Biden ha criticado más explícitamente a Netanyahu y a la coalición ultraderecha con la que gobierna, pero aún así ha rechazado las crecientes demandas dentro de las filas demócratas de penalizar a Israel por su conducción de la guerra y su resistencia a la entrega de ayuda humanitaria.

“Estamos casi en el séptimo mes de esta guerra, y esta administración ha sido reacia a imponer un solo costo o consecuencia a este gobierno israelí que un ser humano normal podría considerar como una presión seria o significativa”, dijo Miller. En cambio, añadió Miller, Biden sigue actuando principalmente desde la creencia de que para lograr sus objetivos en la región – más ayuda humanitaria a Gaza, un alto el fuego que conduzca a nuevas liberaciones de rehenes y, finalmente, un acuerdo regional entre Israel y Arabia Saudita– “no puede hacerlo creando una brecha pública sostenida con el primer ministro de Israel. Necesita la conformidad de Israel, si no es que su ayuda activa”.

Los aliados de Biden también creen que los críticos de Israel dentro del partido exageran los riesgos políticos de su apoyo continuado. Aunque las encuestas muestran una oposición generalizada a la guerra tanto entre los jóvenes como entre los demócratas en general, también suelen mostrar que esos votantes dan más prioridad a otras cuestiones.

“Aunque algunos elementos del núcleo activista del partido están centrados en lo que está ocurriendo en Gaza, la mayoría de los demócratas y de los estadounidenses no lo están”, dijo el veterano encuestador demócrata Mark Mellman, presidente de la Mayoría Demócrata por Israel, un grupo pro israelí. “Más bien se ocupan de otras cuestiones, ya sea contener los precios o proteger el derecho al aborto o defender la democracia misma”.

Pero a medida que la guerra persiste, con la oleada de protestas en los campus universitarios agravando las fracturas sobre el tema en la coalición demócrata, hay claros signos de que el centro de gravedad del partido se está alejando del apoyo instintivo a Israel expresado por demócratas más veteranos como Biden y Schumer.

La señal reveladora no es la creciente indignación por la guerra de los liberales que critican desde hace tiempo a Netanyahu y a los gobiernos israelíes ultraderechistas, como el senador Bernie Sanders y los miembros de “la brigada” en la Cámara de Representantes.

La medida clave es más bien la disposición de demócratas ambiciosos a mitad de carrera, más cercanos al centro del partido, a criticar más abiertamente la conducción israelí de la guerra y a manifestar su apoyo a limitar la futura transferencia de armas ofensivas. La lista de demócratas en ese bando incluye a los senadores Chris Murphy de Connecticut, Chris Van Hollen de Maryland, Chris Coons de Delaware y Tim Kaine de Virginia.

Biden solo accedió a entregar el informe previsto para el miércoles sobre el uso de armas estadounidenses por parte de Israel y la cooperación con la ayuda internacional tras la presión de un grupo de unos 20 senadores demócratas liderado por Van Hollen.

Aunque casi todos los senadores demócratas votaron a favor del reciente paquete de ayuda militar a Israel, Biden corre el riesgo de enemistarse con muchos de los que apoyaron la ayuda si el informe del miércoles al Congreso no aborda seriamente si Israel debe ser penalizado por sus acciones en la guerra, dijo Amanda Klasing, directora nacional de Relaciones Gubernamentales y Defensa de Amnistía Internacional. Amnistía publicó recientemente un informe en el que acusa a Israel de haber atacado a civiles con armas estadounidenses, violando el derecho internacional. “Biden cuenta con un grupo demócrata que confía mucho en este proceso”, afirmó. “Han realizado estas votaciones bajo el supuesto de que estas condiciones serán aplicadas por la administración”.

La relación personal del primer ministro de Israel con Trump es espinosa, pero el enfoque de línea dura de Netanyahu tanto hacia los palestinos como hacia Irán ha fomentado la transformación del Partido Republicano en lo que Miller llama “el partido Israel no puede hacer nada malo”.

Si Israel elige un gobierno más centrista en el futuro, cree Miller, podría reducirse la creciente división partidista de Estados Unidos respecto a Israel. Pero dada la alienación sobre las acciones israelíes entre los partidarios demócratas en general, y los votantes más jóvenes en particular, parece prácticamente garantizado que los cargos electos demócratas en los próximos años se enfrentarán a una mayor presión que los republicanos para mantener una distancia crítica respecto a Israel.

Hasta ahora, Biden se ha mostrado mucho más inclinado a resistir que a responder a esa presión. Un alto el fuego podría disipar esa presión durante un tiempo. Pero incluso Biden podría no ser capaz de ignorar la inevitable reacción entre los demócratas si Netanyahu, con o sin alto el fuego, finalmente cumple su promesa de lanzar una invasión terrestre de Rafah.

La feroz respuesta israelí a los ataques terroristas del 7 de octubre puede dejar en escombros no solo a gran parte de Gaza, sino a la tradición estadounidense de apoyo bipartidista a Israel.