(CNN) – El presidente de Rusia, Vladimir Putin, presidió este jueves un desfile reducido del Día de la Victoria, en el que mostró la unidad de su país y su determinación de continuar la guerra contra Ucrania. Sin embargo, las celebraciones marciales también ocultaron las tensiones latentes dentro del Kremlin y de la sociedad rusa.
A primera vista, el desfile de este año en la Plaza Roja fue el habitual despliegue de poderío militar bien coreografiado: participaron más de 9.000 militares, entre ellos un millar que actualmente prestan servicio en lo que Rusia sigue llamando la “operación militar especial”, el eufemismo oficial para referirse a la invasión a gran escala de Ucrania. La columna mecanizada iba encabezada por un tanque T-34 de la época de la Segunda Guerra Mundial, símbolo de la victoria soviética sobre la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial.
El 9 de mayo es más que un día para conmemorar a los más de 25 millones de soldados y civiles soviéticos que murieron durante la Segunda Guerra Mundial.
Bajo el mandato de Putin, el Estado ruso ha elevado el recuerdo colectivo de la guerra a algo parecido a una religión laica. Es un día de gran solemnidad: en los últimos años, los rusos han participado en marchas del “Regimiento inmortal”, en las que llevan fotos de familiares que sirvieron en la guerra. Putin, que ha hecho de la “educación patriótica” una prioridad, tradicionalmente deposita flores en la Tumba del soldado desconocido.
Sin embargo, desde que Rusia lanzó su invasión a gran escala de Ucrania, el enorme desfile militar se ha reducido un poco. El año pasado, se canceló el habitual sobrevuelo de aviones militares sobre la Plaza Roja, y el desfile de este año solo contó con un tanque, el T-34, pieza de museo. Las prioridades en primera línea parecen primar sobre la ceremonia.
Y como en años anteriores, Putin presentó la guerra en Ucrania este jueves como una continuación de lo que los rusos llaman la Gran Guerra Patria, haciendo la mendaz afirmación de que Rusia está luchando contra el “neonazismo” en Ucrania. Y aunque la guerra en Ucrania parece ir mejor para Rusia que hace un año, Putin sigue pidiendo a los rusos que hagan más sacrificios en tiempo de guerra.
“Rusia atraviesa ahora un período difícil, de transición”, dijo en un discurso antes del desfile.
“El destino de la patria, su futuro, depende de cada uno de nosotros… Celebramos el Día de la Victoria en el contexto de la operación militar especial. Todos sus participantes —los que están en el frente, en la línea de contacto de combate— son nuestros héroes. Nos inclinamos ante su perseverancia y abnegación, dedicación. Toda Rusia está con ustedes”.
Sin embargo, el Día de la Victoria de este año también tiene como telón de fondo un escándalo de sobornos que sacude al Ministerio de Defensa ruso.
El mes pasado, el viceministro de Defensa de Rusia, Timur Ivanov, se vio envuelto en una investigación por corrupción, detenido bajo la sospecha de aceptar un soborno de “un tamaño especialmente grande”. El escándalo se amplió con la detención de dos empresarios rusos sospechosos de estar implicados en el soborno.
Ivanov negó su implicación en sobornos y está dispuesto a prestar testimonio detallado para demostrar su inocencia, según la agencia de noticias estatal rusa TASS. Y el ministro de Defensa, Sergei Shoigu, jefe de Ivanov antes de ser destituido de su cargo ministerial, desempeñó su papel habitual en el desfile del Día de la Victoria de este año, al pasar revista a las tropas e informando a Putin antes del discurso del presidente.
Los kremlinólogos pueden sacar pocas conclusiones de la actuación de Shoigu el 9 de mayo. Pero la detención de su protegido dio lugar a especulaciones sobre luchas internas en las más altas esferas del poder y lanzó una revelación incómoda sobre lo que los observadores consideran una cultura de corrupción rampante dentro del Ejército ruso.
Como jefe de construcción del Ministerio de Defensa de Rusia, Ivanov era responsable de supervisar proyectos como la reconstrucción de la destrozada ciudad portuaria ucraniana de Mariúpol, destruida por las fuerzas rusas en 2022.
La reconstrucción de bloques de apartamentos en Mariúpol ha sido un elemento fijo de la propaganda gubernamental rusa: Putin visitó la ciudad ocupada la primavera pasada como parte de una campaña de relaciones públicas.
Sin embargo, una investigación visual realizada por el Financial Times puso de manifiesto que en Mariúpol se realizaron trabajos de mala calidad, lo que acentuó las especulaciones de que los fondos para la reconstrucción fueron desviados por empresas rusas que obtuvieron contratos de construcción del Gobierno.
Ivanov está sancionado por Estados Unidos y la Unión Europea (UE) por su papel en la guerra contra Ucrania. Pero el lujoso estilo de vida de su exsocio —que tiene una lujosa dirección parisina y disfruta de las pistas de esquí de Courchevel— fue ampliamente analizado por la Fundación Anticorrupción (ACF, por sus siglas en inglés), el equipo de investigación fundado por el líder de la oposición rusa Alexey Navalny, que murió en una prisión rusa al norte del Círculo Polar Ártico a principios de este año.
La oposición política rusa —que bajo el régimen de Putin ha sido en gran medida marginada o expulsada al exilio— sigue conmocionada por la muerte de Navalny.
Sin embargo, la fundación de investigación de Navalny ha seguido adelante con su implacable denuncia de la corrupción en la Rusia de Putin.
En semanas recientes, la investigadora principal del ACF, Maria Pevchikh, ha conseguido dominar gran parte de la conversación sobre Rusia en Internet con el lanzamiento de una serie documental titulada “The Traitors” (“Los traidores”), que traza los orígenes de Putin con el trasfondo de la batalla campal política y económica de la Rusia de los años noventa. La corrupción es el pecado original de la Rusia actual.
Pero ese no es el mensaje que Putin proyecta el Día de la Victoria.
A pesar de las grandes pérdidas de hombres y equipos en el campo de batalla de Ucrania, el gasto en defensa ha impulsado la economía rusa. Los tecnócratas de Putin han gestionado hábilmente la economía en medio de las sanciones internacionales, devolviendo al país el crecimiento del PIB.
Sin embargo, la economía rusa sigue siendo famosamente ineficiente y corrupta. Los proyectos de prestigio, como los Juegos Olímpicos de Sochi de 2014, se vieron empañados desde hace tiempo por acusaciones de corrupción y favoritismo, especialmente en la adjudicación de contratos. Y el nivel de vida de los rusos de a pie es una consideración secundaria en la economía de guerra de Putin.
Desde este punto de vista, el Día de la Victoria de este año en Moscú fue más un ejercicio para sentirse bien, presentando a la Rusia contemporánea como lo opuesto a los años 90: orgullosa, militarmente fuerte, avanzando inexorablemente. Y Putin, tras un cuarto de siglo en el poder, presidió todo el asunto con la misma retórica de patriotismo, sacrificio y amor a la madre patria.
En Rusia, la continuidad tiene una cualidad propia.