(CNN) – Amy Osmun dio por hecho que no volvería a ver a Mike Gilberstadt.

Se habían conocido hacía apenas 10 horas. Ahora estaban en el aeropuerto Schiphol de Amsterdam, uno frente al otro, ambos posponiendo las despedidas. Pero el tiempo apremiaba. Ambos debían tomar vuelos de conexión: Amy a Escocia y Mike a Grecia.

“Supongo que tenemos que despedirnos”, dijo Amy, de mala gana.

En un gesto de despedida, Mike se inclinó para abrazar a Amy. La besó brevemente en la mejilla.

Luego Mike se preparó para partir, ajustándose la bolsa al hombro. Estaba a punto de darse la vuelta cuando Amy habló:

“¿Eso es todo lo que me vas a dar?”, dijo sonriendo.

Incluso mientras lo decía, Amy sabía que era un momento que recordaría.
“Fue entonces cuando me dio un beso de verdad”, cuenta Amy hoy a CNN Travel. “Fue absolutamente eléctrico”.

Por un momento, Amy y Mike se quedaron de pie, besándose, entre la multitud de viajeros del aeropuerto. Y entonces sí que llegó el momento de despedirse. Mike tomó el número de Amy y anotó sus datos en un trozo de papel. Luego se fueron en direcciones diferentes.

Mientras Amy se alejaba de Mike, intentaba comprender lo que acababa de ocurrir. Nunca solía hablar con extraños cuando viajaba, y mucho menos besarlos. Y no entendía cómo su encuentro con Mike en el aeropuerto encajaba en el contexto más amplio de su vida.

¿Era Mike un extraño al que olvidaría rápidamente? ¿Se convertiría esto en una anécdota divertida algún día? ¿Se preguntaría siempre lo que podría haber sido? ¿O miraría atrás y sentiría tristeza, arrepentimiento?

Mientras Amy hacía fila en la puerta de embarque, intentó salir de su ensueño y borrar a Mike de su mente. Después de todo, no estaba viajando a Escocia sólo de vacaciones, estaba visitando a alguien. Y no a cualquiera: a su novio.
Mike no podía ser alguien, se dijo Amy, porque ella ya tenía a su alguien.

Un encuentro en avión

Amy y Mike se conocieron el 23 de marzo de 2006, en un avión a punto de salir del aeropuerto internacional de Los Ángeles.
Por aquel entonces, Amy era una dietista en prácticas de 24 años de la Universidad Estatal de California que volaba a Escocia para pasar las vacaciones de primavera.

Le había tocado el asiento del medio, algo poco envidiable en un vuelo de larga distancia. Pero aunque había alguien sentado junto a Amy en la ventanilla, no había nadie en el asiento del pasillo.

“Parecía que tenía un asiento vacío a mi lado para el vuelo de larga distancia, así que estaba muy emocionada”, recuerda hoy Amy. “Y entonces juro que, justo antes de que se cerraran las puertas del avión, él apareció paseándose por el pasillo”.

“Él”, por supuesto, era Mike, que es, por su propia admisión, “no un hombre puntual”. Fue la última persona en subir al avión y se sentó en el asiento vacío junto a Amy, que no pudo evitar poner un gesto de desagrado.

“No me impresionó en ese momento, ya que me enfrentaba a un vuelo de 10 horas aplastada en un asiento del medio”, recuerda Amy.

Pero entonces Mike se disculpó -medio en broma, medio en serio- por arruinarle el vuelo a Amy. Y entonces, al ver que ya tenía el antifaz y la almohada de viaje alrededor de la cabeza, Mike -medio en broma, medio en serio- le ofreció a Amy su hombro para que durmiera en él.

Amy sonrió a su pesar.

Más tarde, una vez en el aire, cuando la comida elegida por Amy llegó y parecía poco comestible, Mike insistió en que tomara su bandeja.

Mientras ella se servía comida de su plato, Mike y Amy empezaron a charlar y se dieron cuenta de que tenían una edad similar, vivían en el sur de California y les interesaba viajar.

Amy pensó que Mike era divertido y seguro de sí mismo y, aunque observó que intentaba disimularlo con bromas y bravuconadas, parecía amable. Sintiéndose cómoda en su presencia, y desesperada por dormir, Amy aceptó la oferta de Mike de dormir sobre su hombro.

Varias horas después, Mike y Amy aterrizaron en Amsterdam. Al desembarcar del avión, Mike sugirió que tomaran un café juntos.
Primero en la fila del café, y más tarde mientras caminaban por el aeropuerto, Amy y Mike siguieron charlando. Amy se dio cuenta de lo fácil que resultaba conversar, a pesar de que apenas se conocían y de que ambos estaban somnolientos por el vuelo nocturno.
Y entonces, de alguna manera, acabaron besándose en medio del aeropuerto Schipol de Amsterdam.

“Pensé que no lo volvería a ver”, dice Amy. “Así que pensé: ‘¿Por qué no lanzarse un poco?”.

Del largo viaje a las llamadas telefónicas

En cuanto a Mike, Amy le había agradado desde el momento en que le miró con el ceño fruncido, con el antifaz puesto en la cabeza, al subir al avión en el aeropuerto de Los Ángeles. Durante su estancia en Grecia, Mike rememoró el beso del aeropuerto, esperando volver a ver a Amy, preguntándose si debía ponerse en contacto con ella y cuándo.

Mientras tanto, Amy sufría una visita “desastrosa” con su novio de larga distancia. Se fue de Escocia soltera.

La ruptura no tuvo nada que ver con Mike, dice Amy hoy. Simplemente se dio cuenta de que ese chico en particular no era el adecuado para ella.

De vuelta en California, Amy retomó sus clases y redobló sus estudios. De vez en cuando, Amy pensaba en Mike, en su conexión inmediata, en el beso del aeropuerto, pero cuando un día la llamó por teléfono y le pidió salir, Amy dijo que no. Aún no se había recuperado de su ruptura y no quería precipitarse.

Pero durante las semanas siguientes, Mike siguió llamándole. Pronto, Amy y Mike hablaban por teléfono durante horas.

Los compañeros de Mike se burlaban de sus largas llamadas, pero Mike se reía de sus bromas. Disfrutaba hablando con Amy y a ella también le gustaba hablar con él.

“Mike seguía siendo igual de encantador que en el avión y en el aeropuerto”, dice Amy. “Así que finalmente acepté y tuvimos nuestra primera cita”.

Esa primera noche, Amy y Mike quedaron para comer sushi y luego fueron a dar un paseo por la playa que se convirtió en Mike dando a Amy un paseo a caballito. Se desplomaron sobre la arena, riendo.

Más tarde, de vuelta en el departamento de Mike, Amy se maravilló de que el televisor de Mike tuviera TiVo, un dispositivo de grabación que permite a los usuarios grabar televisión en vivo para verla más tarde.

Enseguida, Amy escribió una lista de sus programas favoritos y le preguntó a Mike si podía grabarlos por ella. Amy estaba realmente entusiasmada con la idea, pero también era una treta: si Mike grababa los programas favoritos de Amy, seguro que ella regresaría para verlos.

Más o menos una semana después, Amy y Mike disfrutaron de su segunda cita en el restaurante temático Medieval Times. Después, en el departamento de Mike, vieron los fuegos artificiales que iluminaban el cielo de Disneyland.

Durante las semanas siguientes, Amy y Mike siguieron quedando con regularidad.

“Al cabo de un mes, más o menos, conocí a sus padres”, recuerda Amy. Esto fue especialmente significativo porque Amy nunca había conocido a la familia ni a los amigos de su novio anterior.

Había otros indicios de que Mike buscaba una relación duradera.

“Se le escapó que le había dicho a un amigo que pensaba casarse conmigo”, recuerda Amy.

Sin embargo, a Amy le preocupaba que su felicidad con Mike tuviera fecha de caducidad. Iba a marcharse de Estados Unidos al Reino Unido durante varios meses para completar sus estudios de nutrición.

A Amy le preocupaba que su nueva relación no sobreviviera a la distancia, así que se planteó qué hacer y acabó poniendo fin a su relación con Mike antes de irse al Reino Unido.

O, posiblemente, Mike terminó con Amy.

“Él sigue manteniendo que fue él quien rompió conmigo, pero yo recuerdo perfectamente haber tenido una conversación con un amigo justo antes sobre si debía romper con él”, dice Amy.

La verdad es que tanto a Amy como a Mike les preocupaba el impacto de la distancia en su incipiente relación. Mike no quería que Amy se fuera, pero Amy no iba a abandonar una gran oportunidad profesional.

Ambos, a regañadientes, llegaron a la conclusión de que la relación había llegado a su fin.

“Así que rompimos”, dice Amy. “Pero seguimos en contacto”.

Mantener el contacto

En cuanto Amy se fue, a Mike le invadió el arrepentimiento. Deseaba haberse ido al Reino Unido con ella y pensaba a menudo en ella.
Amy también extrañaba a Mike. Se mantenían al día de la vida del otro por correo electrónico y alguna que otra llamada. Las redes sociales aún estaban en pañales, así que Mike también recurrió a los métodos de la vieja escuela, enviando emotivas tarjetas a Amy al otro lado del Atlántico.

Hoy, Mike bromea diciendo que eso “nunca ocurrió”. No suele ser propenso a escribir y rara vez envía tarjetas a alguien en cualquier ocasión.

Pero Amy tiene la prueba: guardó toda la correspondencia a larga distancia de Mike, incluida una tarjeta de San Valentín que le envió en febrero de 2007.

Mike envió a Amy esta tarjeta de San Valentín mientras ella vivía en el extranjero, en el Reino Unido. Crédito: Amy Gilberstadt

“Fue el destino que te conociera”, dice el mensaje de Mike en la tarjeta. “Si no estuviera atado al Condado de Orange, te seguiría a cualquier parte. Pero sobre todo te deseo toda la felicidad del mundo. Siempre serás mi San Valentín”.

Poco después de que Amy regresara a California esa primavera, se reencontró con Mike. Eligieron un lugar claramente no romántico para el reencuentro: Target, en San Diego. Amy estaba de compras con una amiga y Mike también la acompañó. El grupo paseó, curioseando, riendo y bromeando.

“Era uno de esos Target de dos pisos”, recuerda Amy. “Así que tienes un ascensor para carritos: eso me hacía mucha ilusión”.
Amy también estaba emocionada por volver a ver a Mike. Y estaba claro que él sentía lo mismo. No paraban de mirarse por el pasillo de Target.

En pocos días, Mike y Amy volvieron a ser pareja.

Seguir adelante

Aquí están Amy y Mike en un viaje a Venecia, Italia, en noviembre de 2007. Crédito: Amy Gilberstadt

A partir de entonces, la relación de Amy y Mike fue inquebrantable y sólida.

“Una vez que volvimos a estar juntos, estábamos juntos”, es como dice Mike.

Amy terminó sus estudios y empezó a trabajar como dietista en un hospital. Ella y Mike se fueron a vivir juntos.

Luego, a finales de 2007, Amy y Mike se fueron de viaje a Irlanda e Italia. Durante una escala en Venecia, Mike le pidió a Amy que se casara con él.

“Subimos a la góndola y, bajo el puente de Rialto, se arrodilló en la góndola y le propuso matrimonio”, recuerda Amy.
Amy no se esperaba la pedida en absoluto, pero estaba encantada y dijo que sí inmediatamente.
“Fue una sorpresa muy divertida”, dice Amy. “Y pudimos pasar el resto del viaje comprometidos, lo que fue divertido”.

Amy recuerda haber llamado por teléfono a sus padres y a su hermana, descubriendo que Mike les había comunicado sus intenciones antes del viaje. Ellos también se alegraron por ella.

De vuelta en Estados Unidos, Mike y Amy empezaron a planear su boda para el año siguiente. Fue entonces cuando se dieron cuenta de que sus padres compartían aniversario de boda: 1 de noviembre.

Como guiño a esa coincidencia, Amy y Mike se casaron el 2 de noviembre de 2008. Amy adoptó el nombre de Mike, convirtiéndose en Amy Gilberstadt.

Aquí están Mike y Amy fotografiados el día de su boda en 2008. Crédito: Amy Gilberstadt

Durante la ceremonia, Amy y Mike brindaron por el largo matrimonio de sus padres y por su propio futuro. Los discursos de amigos y familiares incluyeron varias referencias al cinematográfico encuentro de Amy y Mike en un avión.

Justo después de su boda, Amy y Mike se subieron juntos a otro avión para viajar a Hong Kong y después a la India para su luna de miel.

“Nos divertimos mucho”, dice Amy del viaje. Esto inició un patrón: cada año, Amy y Mike se comprometían a dos grandes vacaciones al año. Desde entonces han viajado a destinos como Japón, China, Australia, Nueva Zelandia y Tahití.

“Incluso cuando nació nuestro hijo, solo tenía seis meses y ya estábamos de viaje en el Reino Unido”, recuerda Amy.

Amy y Mike dieron la bienvenida a su hijo en 2010. Ambos estaban encantados de ser padres.
“Siempre había querido tener hijos: quería tener un hijo y ponerle mi nombre, que es lo que hice, para que conocieran mi dolor de que les contestaran las llamadas y les abrieran el correo”, dice Mike, riendo.

Más tarde, Mike y Amy dieron la bienvenida a una hija en 2013. La pareja describe a sus dos hijos como “bastante fabulosos”.

A Amy y Mike les encanta viajar con sus hijos. Aquí está la familia en un viaje a Australia en 2018. Crédito: Amy Gilberstadt

A lo largo de los años, Amy y Mike han disfrutado viendo cómo cada uno encuentra su lugar como padre.

“Puedo organizar las citas para jugar, las cosas de organización. Pero no era, y sigo sin ser, muy buena jugando”, le dice Amy a Mike. “Eres muy buena en eso. Me daba cinco minutos para jugar a las Barbies y me decía: ‘Tengo que hacer otra cosa’. Y tú podías estar siglos con nuestra hija”.

“Teníamos todo un mundo entre manos”, dice Mike de sus años jugando a las Barbies con su hija.

En los últimos años, Amy y Mike también se han apoyado mutuamente en los momentos más difíciles. En 2020, la tía de Amy falleció repentinamente y su madre enfermó gravemente de covid-19. Ese mismo año, a la madre de Mike le diagnosticaron cáncer de pulmón.
“Fue un momento muy duro”, dice Amy.

Ella y Mike se unieron en torno a sus seres queridos y “sobrevivieron a la pérdida y a la enfermedad”, como dice Amy.
“Seguimos con fuerza”, dice.

Con fuerza

Mike y Amy dicen que siguen adelante con fortaleza. Crédito: Kelli Gase

En la actualidad, Amy y Mike se centran en la familia, los viajes y las aventuras. Hace poco, los Gilberstadt viajaron a Alaska para ver la aurora boreal y luego a Vermont para ver el eclipse solar de abril.

“Nunca antes había visto un eclipse total de sol. Así que no esperaba gran cosa. Pero fue mucho más asombroso de lo que pensaba”, dice Mike. “Fue todo un viaje celestial”.

“Nos la pasamos de maravilla”, dice Amy.

A finales de este año, Amy y Mike esperan llevar a sus hijos a Japón, un vuelo de más de 11 horas desde LAX. Amy y Mike bromean diciendo que siguen operando en vuelos de larga distancia de forma muy parecida a como lo hicieron en aquel primer vuelo hace más de 18 años: Amy lo intenta todo para conciliar el sueño, mientras que Mike siempre le ofrece su hombro o su regazo.

La principal diferencia es que Amy y Mike han perfeccionado desde entonces “jugar con los puntos de viaje”, como dice Mike, y les gusta viajar en las cabinas de primera clase si pueden.

Y siempre evitan el asiento del medio, a pesar de que fue lo que les unió hace tantos años.

Hoy, Amy y Mike recuerdan su primer encuentro con una mezcla de alegría, sorpresa y gratitud. A Amy se le saltan las lágrimas al recordar su encuentro fortuito y todo lo que han vivido desde entonces.

“No lo puedo creer”, dice.

En cuanto a Mike, posiblemente lo dijo mejor en otra de sus raras incursiones en la escritura de tarjetas: en el primer Día de la Madre de Amy en 2010: “Quién hubiera pensado que todas estas cosas sucederían”, escribió. “Subirme a ese vuelo a Grecia fue lo mejor y más gratificante que he hecho en mi vida”.