(CNN) – Philip Kreycik debería haber sobrevivido a su carrera.
En el verano de 2021, este corredor de ultramaratones de 37 años utilizó una aplicación para trazar un circuito de unos 13 kilómetros por el Parque Regional de Pleasanton Ridge, en California, un enorme tramo de parque repleto de senderos.
La mañana del 10 de julio, cuando las temperaturas se acercaban a los 30 °C, Kreycik salió de su auto dejando el teléfono y el agua dentro. Comenzó a un ritmo vertiginoso, devorando los primeros 8 km en menos de seis minutos.
Entonces las cosas empezaron a ir mal. Los datos del GPS de su reloj inteligente mostraban que había disminuido drásticamente la velocidad. Se desvió del camino. Sus pasos se volvieron erráticos. Para entonces, la temperatura superaba los 37,7 °C (100 °F).
En cuanto Kreycik no apareció para una comida familiar, su mujer se puso en contacto con la policía.
Tardaron más de tres semanas en encontrar su cuerpo. La autopsia no mostró signos de lesiones traumáticas. La policía confirmó que Kreycik probablemente sufrió una urgencia médica relacionada con el calor.
Desgraciadamente, la tragedia no es única: el calor extremo está convirtiendo las actividades cotidianas en letales.
Han muerto personas paseando bajo el sol del mediodía, en una excursión familiar por un parque nacional, en un concierto al aire libre de Taylor Swift e incluso sofocados en sus casas sin aire acondicionado. Durante la peregrinación del Hajj de este año, en junio, unas 1.300 personas perecieron cuando las temperaturas superaron los 48,8 °C (120 °F) en La Meca.
El calor es el tipo de clima extremo más letal, y la crisis climática provocada por el ser humano está haciendo que las olas de calor sean más graves y prolongadas. Si a esto añadimos la humedad, en algunos lugares las condiciones se acercan al límite de la capacidad de supervivencia humana, el punto en el que nuestros cuerpos simplemente no pueden adaptarse.
“Hemos convertido el verano en un arma”, afirma Matthew Huber, profesor de Clima de la Universidad de Purdue.
Dentro de una cámara de calor
Kreycik lo tenía casi todo a su favor cuando salió a correr aquel caluroso día: estaba muy en forma, era relativamente joven y era un corredor experimentado.
Aunque algunas personas son más vulnerables al calor que otras, incluidos los ancianos y los jóvenes, nadie es inmune, ni siquiera los mejores atletas del mundo. Muchos expresan su ansiedad ante la previsión de que las temperaturas superen los 35 °C (95 °F) esta semana en París, con motivo del inicio de los Juegos Olímpicos.
Los científicos siguen tratando de desentrañar las múltiples formas en que el calor ataca al organismo. Una forma de hacerlo es con cámaras ambientales: salas en las que pueden probar la respuesta humana a un enorme rango de temperatura y humedad.
CNN visitó una de estas cámaras en la Universidad de Gales del Sur, en el Reino Unido, para experimentar cómo mata el calor, pero en un entorno seguro y controlado.
“Te calentaremos y todo empezará a desmoronarse poco a poco”, advirtió Damian Bailey, profesor de Fisiología y Bioquímica de la universidad. Bailey utiliza una plétora de instrumentos para controlar los signos vitales: frecuencia cardíaca, flujo sanguíneo cerebral y temperatura de la piel mientras los sujetos están en reposo o haciendo ejercicio ligero en una bicicleta.
La habitación empieza a una temperatura agradable de 22,7 °C, pero sube hasta los 40 °C (de 73 a 104 °F). A continuación, los científicos someten a los sujetos a una humedad extrema, que pasa de un seco 20% a un agobiante 85%.
“Ese es el asesino”, dice Bailey, “la humedad a la que no te puedes aclimatar”.
Y ahí es cuando las cosas se ponen difíciles.
Cómo afecta el calor a la piel
Millones de glándulas sudoríparas de todo el cuerpo expulsan sudor sobre la piel. Al evaporarse, transfiere calor al aire, lo que te refresca. Sin embargo, cuando hace demasiado calor y hay demasiada humedad, todo el proceso se descontrola.
Sudar demasiado puede deshidratarte, y tu cuerpo no siempre da la alarma cuando necesita beber más. Para cuando sientas sed, puede que sea demasiado tarde: puedes estar perdiendo líquidos más rápido de lo que puedes reponerlos.
El calor muy húmedo puede anular los beneficios de la sudoración. Cuando hay mucha humedad en el aire, el sudor se evapora mucho más despacio, o no se evapora en absoluto. En cambio, se acumula y gotea. Privado de su principal mecanismo de refrigeración, la temperatura corporal aumenta.
Cómo afecta el calor al corazón
El corazón y los vasos sanguíneos son “normalmente los primeros en entrar en acción” para regular la temperatura corporal, explica la Dra. Catharina Giudice, médica de urgencias y especialista en Clima de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de Harvard.
En condiciones de calor extremo, el corazón debe trabajar mucho más para mantener estable la temperatura interna del cuerpo. Tiene que empujar la sangre rápidamente hacia la piel, donde puede liberar calor.
La pérdida de líquidos reduce el volumen sanguíneo, lo que obliga al corazón a bombear con más fuerza para mantener la tensión arterial. Puede dar la sensación de que “se te sale del pecho”, explica Bailey.
Cómo afecta el calor al cerebro
El hipotálamo, una pequeña región del cerebro en forma de diamante, organiza la respuesta de enfriamiento del cuerpo. Provoca la sudoración y dirige el flujo sanguíneo, todo ello para mantener la temperatura central en torno a los 38 °C (98,6 °F).
Pero si hace demasiado calor, la orquesta se viene abajo.
El flujo sanguíneo al cerebro disminuye con el calor extremo, ya que la respiración se acelera y los vasos sanguíneos se contraen dentro del cuello y el cráneo.
Esto priva al cerebro del oxígeno y la glucosa que necesita, lo que puede afectar a las capacidades cognitivas, empeorar la salud mental y llevar a la toma de decisiones arriesgadas o equivocadas.
“Si no estás adaptado al calor, tu cerebro se estropea muy deprisa, tomas malas decisiones y te metes en un lío”, afirma el Dr. Pope Moseley, médico e investigador de ciencias biomédicas de la Universidad Estatal de Arizona.
Cómo mata el calor
El calor extremo desgarra las defensas del cuerpo, pasando rápidamente de un momento incómodo a uno letal cuando la sensación de pesadez de un día caluroso y pegajoso se convierte en algo más malévolo.
Suele empezar con síntomas como náuseas, dolores de cabeza, calambres musculares e incluso desmayos. Todos ellos son signos de agotamiento por calor: el cuerpo está deshidratado y empieza a perder la capacidad de enfriarse.
A partir de ahí, las cosas pueden ir en espiral.
El golpe de calor se produce cuando el cuerpo no puede utilizar sus trucos habituales para enfriarse, como sudar y aumentar el flujo sanguíneo a la piel, lo que provoca un aumento catastrófico de la temperatura central. Una vez que la temperatura interna del cuerpo empieza a subir por encima de los 40 °C (104 °F), lo que puede ocurrir en un plazo de 10 a 20 minutos de exposición, “te estás acercando a la muerte, y te puede sorprender muy, muy rápidamente”, dice Bailey.
Puedes desorientarte y perder el conocimiento. Los órganos principales empiezan a pararse. Las barreras que separan el intestino del resto pueden volverse más porosas y filtrar toxinas mortales al torrente sanguíneo.
Finalmente, el corazón falla.
El golpe de calor “es una enfermedad explosiva”, afirma Moseley. “Es un fallo inflamatorio multisistémico”. Si no se trata de inmediato, puede matarte rápidamente.
Lo trágico del golpe de calor es que, a medida que te va matando, también va degradando tu capacidad mental, impidiéndote comprender el horrible peligro que corres.
Por eso hay tantas historias de gente que muere corriendo o haciendo senderismo, explica Moseley. “La gente va de excursión y no se da cuenta, y entonces, antes de que se dé cuenta, tiene un síndrome parecido a la sepsis”.
La mejor forma de tratar un golpe de calor es la inmersión en un baño de agua fría, explica Giudice, o, en su defecto, colocar toallas húmedas directamente sobre el cuerpo rodeado de ventiladores.
Pero incluso para los que se recuperan, casi el 30% sufrirá daños cerebrales permanentes.
Un futuro más letal
Nuestros cuerpos pueden acostumbrarse al calor hasta cierto punto, pero lleva tiempo, e incluso entonces, a veces el calor es simplemente demasiado extremo para adaptarse a él.
Para hacerse una mejor idea de cómo afecta el estrés térmico al cuerpo, los científicos utilizan la temperatura de bulbo húmedo, que tiene en cuenta los efectos combinados de la temperatura y la humedad. Se mide envolviendo un paño húmedo alrededor del bulbo de un termómetro. A medida que el agua se evapora, enfría el bulbo y hace descender la temperatura de bulbo húmedo. Si hay más humedad en el aire, se evapora menos agua y se enfría menos: la temperatura del bulbo húmedo es alta.
Según estudios recientes, una temperatura de bulbo húmedo de unos 30,9 °C (87,8 °F) es la máxima que puede soportar un ser humano sano. Puede que no suene tan caluroso, pero se trata de un calor sofocante y mortal: casi 32,2 °C (90 °F) con un 100% de humedad y una capacidad casi nula del cuerpo para refrigerarse.
Huber, de la Universidad de Purdue, y un equipo de científicos prevén que miles de millones de personas estarán expuestas a este peligroso umbral a medida que se acelere el calentamiento global. Cada medio grado que el mundo se calienta, el calor abrasador y pegajoso “se expande hacia fuera en estas manchas calientes y mortales”, dijo Huber.
A los países más ricos les irá mejor, pero no saldrán ilesos. A medida que aumente el calentamiento global, aparecerán focos de calor húmedo extremo en algunas zonas de Estados Unidos, incluido el Medio Oeste, según el estudio.
Los calurosos veranos de hoy nos parecerán frescos en el futuro, y el calor que sufrimos está cambiando de forma que no nos favorece.
El calor extremo y húmedo persiste por la noche, privando al organismo de un tiempo vital para recuperarse.
A los países más ricos les irá mejor, pero no saldrán ilesos. A medida que aumente el calentamiento global, aparecerán focos de calor húmedo extremo en algunas zonas de Estados Unidos, incluido el Medio Oeste, según el estudio.
Los veranos abrasadores de hoy parecerán frescos en el futuro, y el calor que sufrimos está cambiando de forma que no nos favorece.
El calor extremo y húmedo persiste por la noche, privando al organismo de un tiempo vital para recuperarse.
Además, es de esperar que se produzcan más olas de calor consecutivas, que azoten las regiones con ciclos sucesivos de calor brutal, según Jane Baldwin, profesora adjunta de Ciencias del Sistema Terrestre en la Universidad de California Irvine.
El calor se cobra la vida de unas 489.000 personas al año, según la Organización Mundial de la Salud, pero el número real de víctimas podría ser mayor porque es muy difícil hacer un seguimiento de las muertes relacionadas con el calor.
Las muertes pueden atribuirse a infartos de miocardio o derrames cerebrales, sin hacer referencia al hecho de que se produjeron durante una ola de calor abrasador.
“Estamos subestimando el número de muertes”, afirma Bharat Venkat, director del Laboratorio de Calor de la UCLA.
Cada semana de verano nos trae más historias de personas como el corredor de ultramaratón Philip Kreycik, cuyas trágicas y prematuras muertes son totalmente evitables.
El calor no tiene la fuerza demoledora de un huracán, ni la devastación de un incendio forestal o de una inundación, que dejan un rastro visible e inmediato de destrucción, arrasando casas, carreteras y ciudades.
En cambio, el calor es una amenaza sigilosa, un zumbido constante en el fondo. Según Venkat, su peor daño no se produce en las propiedades, sino en nuestros cuerpos como un “asesino invisible y silencioso”.
Créditos
Reporteros: Laura Paddison, Jen Christensen, Mary Gilbert
Redactores: Angela Dewan y Angela Fritz
Editor visual: Mark Oliver
Productor de video: Henry Zeris
Editora de video: Angelica Pursley
Diseñadora de movimiento: Yukari Schrickel
Editora de movimiento: Elisa Solinas
Editor de datos y gráficos: Lou Robinson
Ilustrador: Way Mullery