Apenas tres días antes de que el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, regrese a la Casa Blanca, Rusia e Irán están a punto de firmar finalmente un “acuerdo de asociación global”, un acuerdo en el que se estuvo trabajando durante meses.
Se trata de un paso que volverá a centrar la atención en una asociación que dio forma al campo de batalla en Ucrania y que sigue comprometida a desafiar el orden internacional liderado por Estados Unidos, incluso cuando la nueva administración estadounidense promete un mayor compromiso con Rusia.
Rusia e Irán comparten un pasado complicado, salpicado de conflictos, e incluso ahora pisan una fina línea entre la cooperación y la desconfianza. Sin embargo, la guerra de Ucrania ha acercado a Moscú y Teherán.
“Esa idea de tener a Estados Unidos no solo como adversario, sino como objetivo estratégico de toda su política exterior, los acercó”, dijo a CNN Jon Alterman, director del Centro de Medio Oriente del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, un think tank de Washington. “Los ha unido en los campos de batalla de Ucrania”.
En julio de 2022, cinco meses después de su invasión a gran escala de Ucrania, el presidente sw Rusia, Vladimir Putin, visitó Teherán, su primer viaje de guerra fuera de la antigua esfera soviética.
Tras las sesiones fotográficas y los apretones de manos, su “operación militar especial” no iba según lo previsto. Sus fuerzas armadas habían perdido gran parte de sus logros iniciales al ser expulsado de la región de Kyiv, y perderían más ese mismo año en otras dos exitosas contraofensivas ucranianas.
Recurrir a Teherán dio sus frutos para Rusia. Gracias a un acuerdo firmado tras esa visita, Rusia está produciendo miles de drones de ataque Shahed de diseño iraní en una fábrica de Tatarstán. Una investigación de CNN en diciembre descubrió que las tasas de producción en la instalación se habían más que duplicado en 2024.
Esos aviones no tripulados formaron la columna vertebral de la guerra de desgaste de Moscú, enjambres de ellos dirigidos a zonas civiles y la infraestructura energética en un esfuerzo por romper la determinación del pueblo de Ucrania y agotar sus defensas aéreas.
Rusia desplegó más de 11.000 en Ucrania el año pasado, según un recuento de CNN de los informes de la fuerza aérea, más de cuatro veces la estimación de poco más de 2.500 en 2023, proporcionada por fuentes de CNN en la inteligencia de defensa de Ucrania.
Según Estados Unidos, Moscú también recibió misiles balísticos iraníes y, aunque todavía no apareció ninguna prueba de su supuesto despliegue, esa noticia por sí sola envía una fuerte señal a los aliados de Ucrania de que Putin está dispuesto a intensificar la escalada.
Menos deseable para Moscú, fue también un factor que contribuyó a cambiar el debate sobre la concesión a Ucrania de permiso para disparar misiles de largo alcance suministrados por Occidente contra objetivos militares en Rusia. Varios destacados blogueros militares rusos dijeron a principios de enero, sin aportar pruebas, que se estaban entregando lanzamisiles y otros equipos iraníes a los campos de entrenamiento militar rusos antes de la firma del acuerdo.
Dos años y medio después de la visita de Putin a Teherán, la dinámica ha cambiado notablemente para ambas partes. Rusia tiene ahora ventaja en Ucrania. Está ganando territorio en el frente oriental y, con la ayuda de soldados norcoreanos, está haciendo retroceder lentamente a Ucrania en la región rusa de Kursk. Para regocijo apenas disimulado de Moscú, la administración Trump quiere entablar conversaciones y está insistiendo en dejar que Rusia conserve el territorio que ocupa y en paralizar la candidatura de Ucrania a la OTAN.
La reunión de este viernes entre Putin y el presidente de Irán, Masoud Pezeshkian, también ofrece a Moscú una buena oportunidad para mejorar su imagen de superpotencia. Rusia considera que esta relación es “asimétrica”, declaró a CNN Jean-Loup Samaan, investigador no residente del Atlantic Council. “Siguen considerándose el socio mayor aquí, e Irán un socio regional”.
Irán, por su parte, se siente decididamente menos seguro. Nikita Smagin, experto independiente sobre Rusia e Irán, que trabajó para los medios estatales rusos en Teherán antes de la invasión de Ucrania, dijo que el Gobierno de Pezeshkian se está apresurando a firmar este tratado con Rusia en medio de múltiples amenazas a su seguridad.
“Están asustados por la administración Trump, están asustados por Israel, están asustados por el colapso de al-Assad y el colapso de Hezbollah”, dijo, explicando que Irán está buscando una muestra de apoyo.
Moscú puede intentar aprovecharse de ello. Los rusos tienen “un gran olfato para detectar a alguien en apuros”, dijo Alterman, y pueden estar pensando “podemos ayudarlos un poco, pero podemos llevarlos donde los necesitamos y extraer de ellos más de lo que queremos”.
Qué más quiere Rusia está menos claro. Ahora ha internalizado la producción de drones Shahed en su propio territorio, y después de haber cumplido con sus obligaciones bajo un acuerdo inicial de franquicia con Irán para fabricarlos, ahora lo hace con mucho menos involucramiento directo por parte de Irán.
Los recientes avances de Rusia en el campo de batalla tuvieron un costo enorme para sus tropas, por lo que, aunque sus problemas de personal no son ni de lejos tan graves como los de Ucrania, le vendrían bien más tropas sobre el terreno. Pero los expertos se muestran escépticos de que Irán se muestre tan dispuesto a ello como Corea del Norte, que desplegó alrededor de 11.000 soldados de sus fuerzas armadas en la región rusa de Kursk, según evaluaciones ucranianas y occidentales.
“Incluso cuando Irán está librando sus guerras fuera de Irán, no están dispuestos… a sacrificar a sus soldados”, dijo Smagin, “y cuando hablamos de Irán y Rusia hay un trasfondo muy grande de desconfianza de la parte iraní hacia Rusia”. Y Rusia puede recelar de cualquier pacto de defensa mutua, dada la amenaza más inmediata que supone Israel para Irán.
“Creo que esto pretende ser en parte un mensaje a la administración Trump de que cada uno tenemos opciones”, dijo Alterman. “Creo que los iraníes están buscando herramientas que puedan usar con los estadounidenses… y hay una sensación de que esto les da algo para intercambiar o algo de qué hablar”.
Irán, ante la perspectiva de una posible reactivación de las sanciones de la ONU que se levantaron en virtud de su acuerdo nuclear de 2015, está buscando urgentemente formas de persuadir a Estados Unidos para que se reincorpore a ese acuerdo, que Trump abandonó en 2018… o reinicie las negociaciones.
Para Rusia, un nuevo tratado con Irán –un país que podría estar más cerca que nunca de ser capaz de producir un arma nuclear– puede consistir en parte en agitar el espectro de una nueva escalada ante una nueva administración estadounidense que se ve menos comprometida con Ucrania.
“Los iraníes tienen ciertamente algunas capacidades preocupantes, los rusos han demostrado ciertamente una voluntad de utilizar capacidades preocupantes”, dijo Alterman.