El canal de Panamá, nacido de la “diplomacia de barcos cañoneros”, vuelve a estar amenazado desde Estados Unidos.
Más de 100 años después de la construcción de la maravilla de la ingeniería que unió los océanos Atlántico y Pacífico, y 25 años después de que Estados Unidos devolviera el canal a Panamá, la vía navegable se enfrenta a una nueva intimidación por parte de un presidente de Estados Unidos.
El presidente de Estados Unidos Donald Trump prometió el lunes en su discurso de investidura recuperar el canal. “Se nos ha tratado muy mal desde este tonto regalo que nunca debió hacerse y se ha roto la promesa que Panamá nos hizo”, dijo Trump, afirmando que Panamá cobra de más a la Marina estadounidense por transitar por el canal.
“Sobre todo China está operando el canal de Panamá”, dijo también Trump, una afirmación frecuente que ha hecho sin aportar ninguna prueba. “¡Y no se lo dimos a China, se lo dimos a Panamá y lo vamos a recuperar!”.
Las autoridades de Panamá han rechazado las últimas afirmaciones de Trump de que el país cobra demasiado a los barcos por transitar por el canal o que China se ha hecho secretamente con el control de la vía acuática.
Aun así, sus amenazas no son tomadas a la ligera por los panameños, que consideran que el canal es fundamental para su identidad nacional y dependen de su lucrativo tráfico. En 2024, el canal obtuvo unos beneficios totales de casi US$ 5.000 millones. Según un estudio publicado en diciembre por IDB Invest, el 23,6% de los ingresos anuales de Panamá proceden del canal y de las empresas que prestan servicios relacionados con su funcionamiento.
Panamá también ha sufrido varias intervenciones militares estadounidenses a lo largo de los años.
“Todo lo que él [Trump] necesita es desembarcar diez mil soldados y ya está”, dijo Ovidio Díaz-Espino, nacido en Panamá y autor de “How Wall Street Created a Nation: J.P. Morgan, Teddy Roosevelt, and the Panama Canal”. Y añadió: “No tenemos ejército”.
Cómo Estados Unidos impuso un canal a Panamá en primer lugar
En 1903, Panamá era un agitado departamento de Colombia, con muchos panameños abogando abiertamente por la independencia de un gobierno central al otro lado de la infranqueable selva del Tapón del Darién que sentían que les desatendía. Colombia, sin embargo, tenía poco interés en desprenderse de este territorio de ubicación estratégica.
Durante generaciones, los extranjeros habían considerado que el estrecho istmo era el lugar perfecto para construir un canal transoceánico que acortaría el viaje por mar en miles de kilómetros. Los barcos ya no tendrían que circunnavegar Sudamérica, desafiando las traicioneras aguas del Cabo de Hornos. Pero la excavación de la llamada “Gran Zanja” fue mucho más difícil que cualquier otra empresa anterior.
Un intento francés de construir un canal en la década de 1880 se saldó con un desastre tras la muerte de decenas de trabajadores a causa de la fiebre amarilla y la malaria, en medio de acusaciones de mala gestión financiera. El intento, dirigido por el famoso promotor del canal de Suez Ferdinand de Lesseps, prácticamente llevó a Francia a la quiebra.
Al no llegar a un acuerdo con Colombia para construir un canal, el entonces presidente de Estados Unidos, Theodore Roosevelt, envió cañoneras a las costas atlántica y pacífica de Panamá para apoyar los llamamientos a la independencia del país. Pero las celebraciones en Panamá tras declarar la independencia duraron poco; la opinión pública de la nueva nación se deterioró rápidamente por un tratado firmado con Estados Unidos que concedía a los estadounidenses el uso ilimitado del futuro canal.
Los panameños acusaron a su enviado a Estados Unidos, el ingeniero y militar francés Philippe-Jean Bunau-Varilla, de traicionar sus intereses para enriquecerse con el acuerdo. Pero Panamá tenía las manos atadas al depender de Estados Unidos para proteger su libertad frente a Colombia.
Estados Unidos contrató trabajadores del otro lado del Caribe para construir el canal. Un ingenioso sistema de esclusas diseñado por el Cuerpo de Ingenieros del Ejército estadounidense elevaba los barcos desde el nivel del océano hasta el lago Gatún, el mayor lago artificial de la época, desde donde podían cruzar el istmo.
La explosión final que inundó el canal fue causada desde la Casa Blanca vía telégrafo en 1913 por el entonces presidente Woodrow Wilson. “El canal se abre con el dedo de Wilson”, rezaba el titular del The New York Times del día siguiente.
El canal, controlado por Estados Unidos, se convirtió rápidamente en un activo vital para el comercio y la Marina estadounidenses.
Panamá recibió de EE.UU. un pago inicial de US$ 10 millones por el territorio, seguido de US$ 250.000 cada año. A muchos panameños les molestaba que el canal que dividía su país por la mitad les estuviera vedado.
“Era colonialismo. El país estaba dividido en dos y ni siquiera se podía entrar”, dijo el autor Díaz-Espino sobre la zona del Canal. “Lo tenían todo. Tenían campos de golf, tenían centros recreativos y al otro lado de la valla estaba Panamá”.
Las tensiones no dejaron de aumentar hasta que, en enero de 1964, estallaron los disturbios después de que unos manifestantes entraran en la zona vedada del Canal e intentaran izar allí la bandera panameña. Veintidós estudiantes panameños y cuatro infantes de Marina estadounidenses murieron en los enfrentamientos que siguieron.
Durante 13 años, funcionarios estadounidenses y panameños debatieron un plan para devolver el canal a Panamá, tanto durante gobiernos demócratas como republicanos. Finalmente, en 1977, el entonces presidente Jimmy Carter llegó a un acuerdo con el entonces caudillo panameño Omar Torrijos para que EE.UU. y Panamá administraran conjuntamente la crucial vía fluvial, y el canal se devolviera en su totalidad a Panamá a medianoche del 31 de diciembre de 1999.
“La equidad, y no la fuerza, debe ser la base de nuestras relaciones con las naciones del mundo”, declaró Carter en la ceremonia de firma de los acuerdos.
Sin embargo, el acuerdo final seguía otorgando a EE.UU. el derecho a intervenir militarmente para mantener abierto el canal, una condición que Trump podría explotar en un intento de retomar el canal por la fuerza, pero que probablemente no se sometería a escrutinio legal, ya que el canal sigue registrando un tráfico récord.
Un canal lucrativo
En 2007, Panamá comenzó las obras de la mayor ampliación del canal en casi un siglo, un nuevo juego de esclusas que permitiría el paso de buques más grandes, más de una vez y media el tamaño de los buques que antes transitaban por la vía acuática. Las nuevas esclusas costaron a Panamá más de US$ 5.000 millones y entraron en funcionamiento en 2016. También duplicaron con creces el tráfico marítimo que podía soportar el canal.
“Nosotros lo pagamos, nosotros lo construimos, y ahora mismo más del 55% de los ingresos del canal de Panamá provienen de esa inversión, no de la inversión estadounidense que ellos hicieron hace tanto tiempo”, dijo a CNN el exadministrador del canal de Panamá Jorge Luis Quijano.
El canal ampliado ha reportado miles de millones de dólares a Panamá y ha ayudado al país a convertirse en un raro bastión de estabilidad en Centroamérica, donde otras naciones se ven acosadas por la pobreza y el violento narcotráfico que alimentan la emigración a Estados Unidos.
Y su éxito no ha pasado desapercibido. “A Panamá le va tan bien con el canal, hay muchos trabajadores, hay tanto empleo”, dijo Trump en 2011. “Estados Unidos dio tontamente el canal a cambio de nada”.
Las autoridades panameñas han dejado claro que no tolerarían ningún intento de apoderarse de la lucrativa vía acuática, por la que pasa alrededor del 5% de todo el tráfico marítimo mundial. “Rechazo plenamente las insinuantes palabras del presidente Donald Trump en su discurso inaugural relacionadas con Panamá y su canal”, dijo el presidente de Panamá, José Raúl Mulino, en X el lunes. “El Canal es y seguirá siendo de Panamá y su administración seguirá estando bajo control panameño con respeto a su neutralidad permanente”.
Pero el espectro de otra intervención estadounidense ha hecho sonar las alarmas de un país que depende tanto de su vía navegable homónima como de las buenas relaciones con Washington.
“El Canal de Panamá es nuestro petróleo, y esto es como si nos amenazaran con quitarle el petróleo a Arabia Saudita, con quitarnos los pozos petrolíferos”, dijo Díaz-Espino. “Esto sería devastador para el país. Nos quedaríamos con la deuda y sin los ingresos”.