El humo permanece sobre un barrio devastado por el incendio Eaton, el jueves 9 de enero de 2025, en Altadena, California.
CNN  — 

Nic Arnzen puede distinguir a las personas que, como él, han perdido sus casas a causa de los incendios forestales de Los Ángeles. “Tenemos la misma mirada en los ojos, el mismo caminar como zombis”, afirma.

La casa de Arzen en Altadena, una comunidad diversa enclavada en las faldas de las montañas de San Gabriel, fue consumida por el incendio de Eaton. Calcula que decenas de miles de personas se han visto desplazadas aquí y “la mitad de ellas no tendrán un hogar al que volver. Es agobiante, el impacto es inimaginable”, dijo Arzen, que forma parte del Consejo Municipal de Altadena.

Los incendios forestales que han incinerado barrios enteros de Los Ángeles figuran entre los más destructivos y costosos de la historia de California, ya que han destruido más de 100 km2 y han ocasionado la muerte de al menos 27 personas.

Los desplazados como Arnzen se enfrentan a una pregunta acuciante: ¿qué hacemos ahora? ¿Quedarnos y reconstruir nuestras casas y nuestras vidas, con la esperanza de que no vuelva a producirse un desastre, aunque aumente el riesgo de incendios forestales, o marcharnos a un lugar que consideremos más seguro?

Las decisiones que toma la gente sobre dónde vivir son “muy complejas” y se basan en un montón de factores, dijo Jesse Keenan, profesor asociado de Bienes Inmuebles Sostenibles y Planificación Urbana de la Universidad de Tulane.

Pero a medida que las condiciones meteorológicas extremas, sobrealimentadas por el cambio climático, fracturan la vida de los estadounidenses, los habitantes de las zonas de alto riesgo se ven obligados a enfrentarse a la realidad de que cada vez es más difícil aislarse del desastre.

Comunidades incineradas

California es la zona cero de los incendios forestales en Estados Unidos. “El fuego es parte de la vida aquí”, afirma Kaitlyn Trudeau, investigadora principal de Climate Central, un grupo de investigación sin fines de lucro. “Estaba aquí mucho antes que nosotros”.

La gente ha aprendido a vivir con los riesgos, dijo a CNN, pero el problema es que el comportamiento de los incendios está cambiando, amplificado por la crisis climática, que está impulsando condiciones más cálidas y secas.

Los incendios de Los Ángeles estallaron cuando los extraordinariamente potentes vientos de Santa Ana barrieron un paisaje reseco por una sequía récord. Ardieron a mayor temperatura y se propagaron más rápido debido a la gran cantidad de vegetación tras un invierno excepcionalmente húmedo el año pasado. La oscilación extrema de la región entre condiciones húmedas y secas forma parte de un fenómeno denominado “latigazo meteorológico”, cada vez más frecuente a medida que el mundo se calienta.

Estas condiciones, además de la expansión de la ciudad, que empuja a los barrios periféricos hacia zonas no acondicionadas y propensas al fuego, prepararon el terreno para una inmensa destrucción.

En espacio de unos días, las llamas incineraron viviendas, escuelas, guarderías, tiendas de comestibles, cafeterías y lugares de trabajo. La gente ha quedado aislada de sus comunidades, dijo Keenan.

Inmediatamente después de una catástrofe como ésta, muchos de los desplazados se quedan con familiares y amigos y tienden a permanecer en la localidad, dijo Keenan a CNN.

Lo que ocurra a largo plazo dependerá de varios factores.

Bomberos del condado de Los Ángeles rocían agua sobre una casa en llamas mientras el incendio Eaton avanza por la zona el 8 de enero de 2025 en Altadena, California.
Vehículos de reparación cerca de las casas junto a la playa que ardieron en el incendio Palisades el 15 de enero de 2025 en Malibu, California.

Los datos del pasado sugieren que la mayoría de los desplazados acabarán regresando a sus comunidades, unidos por fuertes lazos con la familia, los amigos y el trabajo. “Es probable que los refugiados climáticos de Los Ángeles busquen vivienda en la misma región”, afirma Jeremy Porter, responsable de implicaciones climáticas de la organización sin ánimo de lucro First Street Foundation.

Pero eso no significa que puedan volver exactamente al lugar donde vivían.

Para los inquilinos eso será “casi imposible”, dijo Keenan, el mercado de la vivienda de California ya estaba al rojo vivo, y los incendios añadirán “demandas extremas”, agravando una crisis de vivienda asequible.

Para los propietarios de viviendas también es tenso. Los que tienen seguro probablemente tengan que esperar mucho tiempo para que se tramiten las reclamaciones, y los pagos podrían quedarse cortos dados los costes de reconstrucción. “Sencillamente, no tenemos suficientes personas y trabajadores… para reconstruir viviendas a la escala de estas devastaciones”, dijo Keenan.

Y eso si es que se reconstruye. En algunas zonas, el estado puede intervenir para crear zonas de seguridad que actúen como cortafuegos.

Luego están los costos de limpieza de la contaminación tóxica procedente del cóctel de sustancias químicas liberadas cuando las llamas devoraron aparatos electrónicos, metales, plásticos y pinturas. Todo ello se suma a una contaminación persistente, a la que los niños son especialmente vulnerables, dijo Keenan.

Agentes de policía inspeccionan coches abandonados en Sunset Boulevard durante el incendio de Palisades, en Palisades, California, el miércoles 15 de enero de 2025.

Los incendios sumarán una nueva dimensión a la ya peligrosa crisis de seguros del estado. Las aseguradoras se habían negado a renovar pólizas en zonas de alto riesgo de incendios forestales antes de esta catástrofe. “Veremos (ahora) enormes aumentos en el costo de los seguros de vivienda”, dijo Porter. Muchos propietarios “ya no podrán hacer que funcione la economía de la propiedad de la vivienda”, declaró a CNN.

Al mismo tiempo, como en todas las catástrofes, habrá “compradores depredadores de viviendas”, dijo Keenan. Las nuevas casas serán probablemente mucho más caras que las que sustituyan. Es un ciclo trillado: las viviendas de clase media “empiezan a evaporarse” y “estas zonas se vuelven en realidad más ricas”, dijo.

La catástrofe puede incluso alimentar la “gentrificación climática”, en la que la gente se traslada a comunidades de ingresos más bajos con menos riesgo de incendios e inundaciones y desplaza a los que ya están allí. Se produce un “lento desplazamiento cuando la gente puede pagar más por el alquiler”, afirmó Keenan.

Sin refugios seguros

Mientras que algunos de los desplazados en Los Ángeles pueden ver modificada su situación de vivienda por fuerzas que escapan a su control, otros pueden optar por marcharse.

Incluso antes de los incendios devastadores, la preocupación por el clima ya empujaba a algunos a marcharse. Peter Kalmus abandonó Altadena en 2022, tras vivir allí 14 años. “Parecía que las olas de calor eran cada vez más intensas, que la sequía empeoraba, que el fuego empeoraba”, dijo el científico del clima a CNN, y que “solo se volvería más caluroso, más seco y más ardiente”.

Es posible que, tras los incendios de Los Ángeles, haya una pequeña minoría de personas que también tomen este camino, aquellas “lo bastante conmocionadas o traumatizadas” como para decidir trasladarse más lejos, a algún lugar que consideren más seguro, dijo Alex de Sherbinin, geógrafo de la Escuela del Clima de Columbia.

La gente suele considerar de menor riesgo lugares como Buffalo, Nueva York, Detroit y gran parte de Ohio, dijo Kelsea Best, profesora adjunta de la Universidad Estatal de Ohio, que investiga cómo se adapta la gente al cambio climático.

Estas zonas tienen abundantes recursos hídricos y son menos propensas a los incendios, los huracanes y el calor extremo. Pero, añadió, “no hay ningún lugar en Estados Unidos que tenga riesgo climático cero”.

Esto se hizo evidente el pasado mes de septiembre, cuando el huracán Helene devastó Asheville, en el oeste de Carolina del Norte, una ciudad anunciada anteriormente como “paraíso climático”.

Kalmus, que se trasladó a Chapel Hill en Carolina del Norte, sabe que “ningún lugar está a salvo” del calentamiento global, especialmente después de Helene, pero su hogar actual “parece menos arriesgado” que el sur de California.

Hasta ahora, hay relativamente pocos indicios de migraciones climáticas a gran escala desde estados de alto riesgo como California, dijo de Sherbinin. La resiliencia de la gente tiende a ser alta, y la memoria, corta.

La cuestión es qué ocurre cuando una catástrofe inimaginable como los incendios de Los Ángeles se repite una y otra vez. Los impactos pueden acumularse, dijo de Sherbinin, afectando a las infraestructuras, a la base impositiva local, al dinero disponible para servicios y a las adaptaciones climáticas. Las comunidades se vuelven “mucho menos viables”, dijo.

En Altadena, Arnzen siempre había sabido que el riesgo de incendio estaba ahí, pero había intentado convencerse de que no le impactaría. Ahora esa sensación de seguridad desapareció. “Esto ha sido traumático. Es algo de lo que nunca nos recuperaremos”, comentó, y no culpa a nadie que pudiera buscar seguridad en otro lugar.

Sin embargo, no tiene intención de marcharse. Quiere formar parte de la reconstrucción de Altadena para que sea más resistente a los incendios que sabe que probablemente volverán. “He perdido tanto que lo único que puedo hacer es centrarme y estar decidido a ganar más de lo que he perdido”.