Cuando José Guillermo Cabrera llegó el fin de semana pasado a Ciudad Juárez, una ciudad a lo largo de la frontera entre México y Estados Unidos, estaba lleno de esperanza. “Me sentía como todo migrante, emocionado, después de tanto tiempo esperando”, dijo Cabrera, de 33 años, a CNN.
Ciudad Juárez estaba destinada a ser una ciudad de paso para Cabrera y su familia, una última parada antes de su esperado momento ante las autoridades de inmigración estadounidenses para solicitar asilo.
Durante varios meses, Cabrera había estado solicitando una oportunidad para que su petición de asilo fuera escuchada por las autoridades estadounidenses, mientras andaba por el sur de México. A principios de enero, le confirmaron que por fin había conseguido una cita.
Pero un día antes de la cita, un plumazo del presidente Donald Trump cerró la aplicación de procesamiento de inmigración estadounidense conocida como CBP One, y con ella, las esperanzas de Cabrera.
“Tanto tiempo esperando, y ahora esta sorpresa”, dijo Cabrera con voz de derrota. “Nos cerraron los sueños”.
Hasta la toma de posesión de Trump, el 20 de enero, los migrantes que pedían asilo por violencia o persecución tenían la opción de concertar una cita en un puerto de entrada legal de EE.UU. para exponer su caso.
“Nos dejan a la deriva, ya no tenemos recursos, llegamos a Juárez con dinero para pagar una noche en un hotel”, dijo el venezolano de origen.
Cabrera es uno de varios migrantes con los que CNN habló y que recientemente llegaron a Ciudad Juárez después de semanas de viaje para sus citas de CBP One, solo para encontrar que las sesiones que les habían dado fueron canceladas.
Ahora, muchos están varados sin dinero ni idea de qué hacer a continuación.
Este lunes, cuando Cabrera se dio cuenta de lo que había ocurrido en Ciudad Juárez, hacía un frío bajo cero, pero él y su familia decidieron intentar explicar la situación a las autoridades de inmigración estadounidenses en el puente Paso del Norte, que conecta la ciudad mexicana con El Paso, en Texas.
“Tenía un hilo de esperanza”, dijo Cabrera a CNN, luchando contra el frío con una chaqueta de cuero y un pasamontañas que le cubría la mayor parte de la cara.
Pero rápidamente fueron rechazados. En su lugar, Cabrera y su familia fueron dirigidos a una agencia pública mexicana local para recibir más orientación. Allí les dieron un poco de sopa caliente, pero recibieron poca información sobre cómo seguir adelante con su caso.
‘Hicimos todo legalmente’
Erlianny Colombie, de 41 años, salió de Cuba hace siete meses y había estado viviendo en la ciudad de Tapachula, en el sur de México, junto con tres familiares.
Tras encontrar un lugar donde trabajar y vivir en Tapachula, solicitó una cita con funcionarios estadounidenses.
“Tuvimos suerte, conseguimos una cita”, dijo Colombie a CNN. “Entonces, compramos billetes de autobús, obtuvimos permiso para movernos por México, mucho sacrificio, hicimos todo legalmente”.
Pero el viaje y los costos de obtener el papeleo estiraron sus recursos hasta el límite. “Teníamos dinero suficiente para la noche anterior a nuestra cita (…) y ahora estamos en la calle”, dijo.
Colombie -que dice haber huido de Cuba por persecución política- dice “entender” la decisión de Trump, pero pide al presidente que reconsidere para quienes ya tenían cita.
“Si ya estábamos en el proceso, señor Trump, por favor continúe con las citas programadas, no nos deje aquí varados”, dijo.
El sentimiento es compartido por otros migrantes, quienes dicen que siguieron cuidadosamente las reglas que les dio Estados Unidos y merecen ser escuchados.
“Danos otra oportunidad”, pidió a Trump la migrante venezolana Rosalyn Vargas, de 33 años.
“Vinimos aquí por un futuro mejor, somos seres humanos, hicimos todo legalmente, seguimos el proceso”, dijo Vargas desde un refugio donde se aloja con otros familiares.
“Todos tenemos una historia que contar. Yo huí de Venezuela porque estaba siendo perseguido, por favor devuélvannos nuestras citas”, dijo a CNN su compatriota Oswal Paredes.
¿Quién ayuda a los migrantes en la frontera?
Los albergues para migrantes de Ciudad Juárez están acogiendo a algunos de los migrantes que se han quedado varados.
Casa del Migrante, un albergue a unos 16 kilómetros de la frontera, dice que están ofreciendo refugio, comida y ayuda psicológica a los migrantes cuyas citas fueron canceladas.
“En este momento están destruidos emocionalmente, después de batallar tanto, toda la caminata, muchos de ellos cruzaron la selva del Darién”, dijo a CNN Ivonne López, trabajadora social, de la Casa del Migrante, refiriéndose a un traicionero paso que muchos migrantes deben hacer a pie para cruzar de Sudamérica a Norteamérica.
“Quieren una señal de esperanza, quieren saber qué va a pasar con ellos, les cancelaron la cita, pero ¿hay otra opción?”, dijo López, añadiendo que “afortunadamente, tienen abogados que ayudan a los migrantes”.
Algunos funcionarios locales adoptaron un enfoque más directo con los migrantes, subrayando que no es realista seguir intentando llegar a Estados Unidos.
“Tenemos que decir las cosas como son, lamentablemente, todas las citas están suspendidas, así como cualquier posibilidad de obtener una”, dijo a CNN Enrique Serrano, coordinador de la agencia de Población del estado de Chihuahua.
“No conseguirán nada intentándolo en los pasos fronterizos con la esperanza de que Estados Unidos los reciba”, afirmó.
Serrano dice que las autoridades municipales, estatales y federales mexicanas están trabajando juntas para hacer frente a la crisis de migrantes en Ciudad Juárez y otras ciudades fronterizas.
“Los migrantes aquí deben mantener la calma, no hay instrucciones de redadas aquí del lado mexicano, las instrucciones que nos han dado es darles el trato adecuado”, dijo Serrano.
“Los albergues en Juárez están al 40% de su capacidad”, dijo también Serrano, quien señaló que muchas ciudades fronterizas mexicanas están ampliando los espacios de protección en previsión de deportaciones masivas desde Estados Unidos.
Por ahora, todos los migrantes entrevistados por CNN dijeron que no se rendirían, que preferían permanecer en el limbo cerca de la frontera y seguir esperando que sus voces llegaran a Trump, después de haber estado tan cerca.
“Todo cambió de un momento a otro, pasamos de la esperanza a la desesperación”, dijo Fabián Delgado, de 23 años, desde un refugio.