(CNN) — La renuncia de John Dowd, abogado principal de Donald Trumo, es la última –y mayor– señal de que el presidente de Estados Unidos está cambiando su estrategia en relación al fiscal especial Bob Mueller y su investigación sobre la injerencia de Rusia en las elecciones de 2016.
A pesar de que las preguntas de Mueller para Trump se han aliviado mucho más en los últimos 10 días, Trump ha aumentado sus ataques personales contra el exdirector del FBI, incluso al agregar a su equipo al controvertido abogado conservador Joseph di Genova. Y, ahora, la dimisión Dowd.
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El mensaje es inconfundible: cuanto más se acerque Mueller y su equipo al propio Trump –los términos de una entrevista entre el fiscal especial y el presidente siguen siendo motivo de considerable debate–, el presidente parece prepararse más para un final negativo como resultado de la investigación y pone las piezas en los lugares que él cree convenientes para ganar la batalla de relaciones públicas que seguiría a las conclusiones de la investigación de Mueller.
Recuerda que Dowd era parte del grupo de expertos legales que aseguró a Trump que la investigación de Mueller estaría terminada para final de año, que no había absolutamente nada por lo que preocuparse y que lo mejor era que Trump ignorara al fiscal especial.
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Lo que parece que ha hecho a Trump percatarse de que jugar limpio (o su versión de limpio) con Mueller no está funcionando. Mueller no parece que vaya a terminar su investigación pronto y se ve poco dispuesto a tratar bien a Trump. Por supuesto, esto era siempre una suposición ridícula de Trump: Mueller está liderando una investigación criminal e irá allá donde las evidencias le lleven. La idea de que iba a ser fácil para el presidente porque Trump no le atacara por su nombre es totalmente sin fundamento en nada que sepamos sobre Mueller.
Pero, ciertamente, eso parece ser la lista de cosas que el equipo legal de Trump vendió al presidente, probablemente como una manera de manejar sus peores instintos cuando se trata de la investigación de Mueller. Todo esto se ha solucionado, jefe, te los puedes imaginar diciéndole a Trump. Todo va a terminar pronto y estarás muy feliz con los resultados.
Trump compró ese punto de vista –o al menos eso parecía– durante un tiempo. Y, hace menos de dos semanas, él insistía en que los reportes que decían que estaba pensando una remodelación de su equipo legal eran falsos.
Tuiteó: “The New York Times escribió a propósito una historia falsa que indica que no estoy satisfecho con mi equipo legal en el caso de Rusia y que voy a agregar otro abogado para ayudarme. Incorrecto. Estoy MUY feliz con mis abogados, John Dowd, Ty Cobb y Jay Sekulow. Están haciendo un gran trabajo y han demostrado de manera concluyente que no hubo colusión con Rusia”.
Ese velo se ha desvanecido para Trump ahora, probablemente como resultado de la reunión cara a cara a finales de la semana pasada entre sus abogados y la oficina del fiscal especial en la que Mueller y su equipo revisaron las áreas que les interesa hablar con el presidente sobre: la reunión de junio de 2016 con los rusos en la Torre Trump, su papel en la elaboración de una declaración de su hijo Don sobre esa reunión, el despido de Mike Flynn como asesor de Seguridad Nacional y el despido de James Comey como director del FBI.
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Lo que esa reunión parece haber enseñado a Trump es la realidad de su situación. Y el hecho de que la estrategia de “jugar bien” con Mueller lo había llevado exactamente a nada.
Entonces, Trump empezó a tomar cartas en el asunto. La contratación de Di Genova, abogado que regularmente ha expuesto la idea de que hay una conspiración dentro del Gobierno para incriminar a Trump en la injerencia de Rusia, fue la primera señal del cambio. Después llegaron tuits de Trump durante el fin de semana, en los que criticaba a Mueller por su nombre y, equivocadamente, dijo que 13 demócratas formaban parte de su equipo. La renuncia de Dowd es una pieza más en estos movimientos.
Todo es Trump tomando de nuevo el control de su propio mensaje sobre la investigación del fiscal especial. Lo intentó de la manera que ellos aconsejaron. Ahora va a hacerlo a la suya.
¿Y cuál es la manera de Trump? Un esfuerzo implacable por socavar a Mueller y a quienes trabajan para él con la esperanza de desacreditar todo lo que el fiscal especial finalmente encuentre. Si Trump, Di Genova y el resto pueden vender la idea a la base conservadora de que Mueller –un republicano que fue nombrado director del FBI por George W. Bush– es un demócrata partidista que persigue una agenda anti-Trump, entonces disminuye el golpe de lo que Mueller encuentre. ¡Por supuesto que el informe de Mueller es negativo sobre Trump! ¡Él es parte del establishment! Y todo eso.
Un simple hecho es este: Trump se ha dado cuenta de que Mueller lo ha arrinconado. Y cuando la espalda de Trump está contra la pared, él vuelve a lo que (y a quien) conoce mejor. Y eso es ataque, ataque, ataque. Prepararse. Porque eso es lo que viene.