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Donald Trump

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Donald Trump se cansó de “jugar a las buenas” con el fiscal especial Robert Mueller

Por análisis de Chris Cillizza

(CNN) – Ha existido un cambio importante durante los últimos días en la aproximación del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a la investigación del fiscal especial, Robert Mueller, sobre la intromisión rusa en las elecciones de 2016. Y se da justamente mientras la retórica del mandatario y su equipo legal empiezan a reflejar un creciente interés en ganar la pelea en la opinión pública y no en cooperar de hecho con la indagación.

Durante meses, los asesores de Trump –tanto políticos como legales– lo mantuvieron en gran medida restringido. Sí, él lleva tiempo criticando la investigación sobre Rusia, calificándola de una “cacería de brujas” y de fraude. Además ha enfurecido tras bambalinas. Pero también había evitado ir tras Mueller con nombre propio y, por lo general, se apegó al guión en eventos públicos al insistir en que no existió una “colusión” con los rusos y en que estaba impaciente por sentarse con Mueller.

Sin embargo, ahora Trump se sacudió de esas cadenas, revelando públicamente su resentimiento privado: el pasado fin de semana sostuvo que la “investigación de Mueller nunca debió haber empezado, no hubo ninguna colusión y no hubo delito”. Y argumentó (de manera equivocada) que Mueller contaba con 13 demócratas “duros” en su equipo.

Adicionalmente, este lunes, el presidente sumó a su equipo legal encargado de tratar con la investigación sobre Rusia a Joe diGenova, un conservador muy mediático conocido por su insistencia en que había una conspiración activa en el FBI para culpar a Trump.

¿Qué ha cambiado entonces? Es difícil precisar cualquier cosa.

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El hecho de que la investigación de Mueller no haya terminado –como los abogados de Trump le prometieron a estas alturas– es probablemente uno de los asuntos. (Mueller ni siquiera ha fijado una fecha final para su indagación). Así como también lo es que el equipo de Mueller se haya reunido con el equipo de Trump la semana pasada para revisar áreas de interés de cara a una próxima reunión con el presidente. O, quizás, se trate de que Trump por fin se está dando cuenta que Mueller no se marchará de la investigación ni exonerará del todo a quienes están involucrados en las pesquisas.

Independientemente de cuál sea la razón, es claro que Trump parece haber pasado de “jugar a las buenas” –o al menos su versión de “a las buenas”– a tratar el asunto con una posición menos agradable. O, para ser más exactos: cambió de intentar lidiar con la investigación de Mueller a prepararse para ganar la batalla en la percepción pública cuando salga el reporte final del fiscal especial.

Todo lo que Trump hizo en las últimas 96 horas sugiere que él cree que mantenerse a raya con Mueller no ha tenido ningún efecto. (No es claro por qué pensaría eso, salvo debido a que sus abogados y asesores utilizaron esa carnada para evitar que Trump atacara al fiscal especial hasta este momento).

Y así, con esa estrategia fallando, Trump regresó a lo que mejor conoce: la aproximación en política (y en la vida) de sacar lo peor de sus rivales a como dé lugar. Puede que él no esté en condiciones de detener a Mueller pero ciertamente sí puede influir sobre lo que la gente piensa de él y, por extensión, en lo él descubra.

Si la base de Trump cree que Mueller no es más que un demócrata encubierto –que, por cierto, no lo es: es un republicano designado como director del FBI por el expresidente George W. Bush– entonces lo que revela la investigación de Rusia puede (y debe) descartarse.

Dado que Trump no tiene ninguna idea de lo que Mueller pueda encontrar en definitiva, derribar su credibilidad es una necesidad. Es el plan seguro del hoy presidente. Si el fiscal especial está desacreditado, entonces lo que sea que descubra será descalificado por los seguidores más fieles de Trump.

¿Funcionará esa estrategia para la población en general? Las encuestas sugieren que son más quienes tienen una imagen positiva de Mueller que aquellos con una negativa, pero hay un gran número que no sabe lo suficiente sobre el exdirector del FBI para formarse una opinión.

Y esa falta de conocimiento sobre Mueller podría ser un terreno fértil para Trump. Trabajar contra él es la razón por la que muchas personas que no tienen ninguna opinión de Mueller sí cuenten con una fuertemente negativa sobre el presidente. Para algunas (¿muchas?) personas en el país, Trump atacando a alguien es la razón por la que necesitan apoyar al atacado.

Sin embargo, para mí no es claro que Trump esté terriblemente preocupado por lo que le importa a la población en general, ya sea que se trate de la investigación de Mueller o de cualquier otra cosa. Desde el comienzo de su presidencia, Trump siempre ha jugado en su base conservadora. No hay absolutamente ninguna razón para sospechar que la estrategia cambiará ahora.

En resumen: lo que se espera es que Trump sea más duro con Mueller y su equipo. Mucho más duro.