Nota del editor: Dean Obeidallah, exabogado, es el presentador del programa diario de radio SiriusXM “The Dean Obeidallah Show” y columnista de The Daily Beast. Síguelo en @DeanObeidallah. Las opiniones expresadas en este comentario son suyas. Ver más artículos de opinión aquí.
(CNN) – Con la huida del presidente de Afganistán el domingo por la mañana, los talibanes tienen efectivamente el control de Afganistán. Mientras que las personas pueden (y lo están haciendo) tratar de sacar rédito político sobre quién tiene la culpa de la caída de Afganistán, está claro por la declaración del presidente Joe Biden el sábado que después de 20 años de las tropas estadounidenses luchando en Afganistán, él no “pasaría esta guerra a un quinto” presidente.
Esto significa que, para todos los que se preocupan por proteger a las más de 19 millones de mujeres en Afganistán del brutal trato de los talibanes a las mujeres, ya no hay una opción militar estadounidense para hacerlo. El mejor enfoque en este momento es reclutar a nuestros aliados musulmanes como Pakistán, Jordania y otros para presionar a los talibanes “de musulmán a musulmán” para que dejen de oprimir a las mujeres. No solo es moralmente incorrecto, sino que es un insulto al Islam.
A lo que los talibanes sometieron a las mujeres cuando gobernaron la nación de 1996 a 2001 puede ser peor de lo que muchos recuerdan.
Amnistía Internacional dijo sin rodeos que las mujeres eran brutalmente oprimidas simplemente por “el ‘crimen’ de haber nacido niña”. Bajo el régimen talibán, a las mujeres se les prohibía ir a la escuela, trabajar, salir de casa sin un acompañante masculino y, en esencia, se las despojaba de la autodeterminación humana simplemente por su género.
Las penas por infringir las normas de los talibanes eran bárbaras, como la flagelación de las mujeres por “mostrar uno o dos centímetros de piel bajo su burka de cuerpo entero, las palizas por intentar estudiar, la lapidación hasta la muerte si eran declaradas culpables de adulterio”. En resumen, como señaló Amnistía Internacional, “las mujeres eran esencialmente invisibles en la vida pública, encarceladas en su casa”.
Después de que los talibanes fueran expulsados del poder por las fuerzas internacionales dirigidas por Estados Unidos en 2001, la vida de las mujeres mejoró enormemente. En 2003 se adoptó una nueva Constitución que consagraba los derechos de la mujer, se reabrieron las escuelas para mujeres, estas pudieron trabajar libremente y, a principios de 2021, el 27% de los escaños del parlamento nacional estaban ocupados por mujeres. Sin embargo, aún queda mucho por hacer, ya que gran parte de las mejoras para las mujeres se produjeron en las ciudades, no en las zonas rurales, y la violencia doméstica sigue alcanzando niveles epidémicos.
Sin embargo, la conquista de gran parte de Afganistán por parte de los talibanes significa no solo el fin de las esperanzas de más progreso, sino una probable vuelta a una era de represión brutal. Es cierto que, en mayo, un portavoz de los talibanes afirmó que, si tomaban el control de Afganistán, el grupo militante promulgaría normas “que permitieran a las mujeres contribuir al país en un entorno pacífico y protegido”. Pero en las zonas que ya han caído bajo el control de los talibanes, según reportes las mujeres ya están como prisioneras en su propia casa, igual que la última vez que gobernaron los talibanes.
¿Por qué naciones musulmanas como Pakistán, Jordania, o incluso Arabia Saudita, intentarían presionar a los talibanes para que respeten los derechos humanos de las mujeres? Bueno, y esto puede ser demasiado optimista de mi parte, pero la esperanza es que sus líderes estén tan disgustados como yo, como musulmán, por el trato inhumano de los talibanes a las mujeres en nombre del Islam. Las acciones de los talibanes hacia las mujeres no solo son antiislámicas, sino que son un insulto a nuestra fe. Están trayendo vergüenza y deshonor a nuestra religión.
Para empezar, Pakistán, que limita con Afganistán, ha tenido una larga relación con los talibanes. De hecho, Pakistán se ha enfrentado a la ira de anteriores administraciones de Estados Unidos por su apoyo a los talibanes.
Pero miremos la historia de Pakistán en lo que respecta a las mujeres: aunque no es perfecta, las mujeres de esta nación musulmana de 240 millones de habitantes son directoras de grandes empresas, más del 60% de los médicos del país son mujeres e incluso una mujer ha sido primera ministra, ya que Benazir Bhutto fue elegida democráticamente dos veces para ese cargo en (los periodos) 1988-90 y en 1993-96. ¿Por qué querrían los dirigentes y el pueblo de Pakistán permitir este horrible trato a las mujeres en nombre del Islam al otro lado de la frontera?
Aunque Jordania no tiene vínculos con los talibanes como Pakistán, su líder, el rey Abdullah, es descendiente del profeta Mahoma y, bajo su mandato, las mujeres son una parte sólida de la sociedad. He estado en Jordania en innumerables ocasiones y he visto de primera mano cómo las mujeres ejercen como jefas de empresa, en el Parlamento y como oficiales en el ejército de Jordania. La esperanza es que el rey, como líder en el mundo musulmán, pueda utilizar su influencia para atraer a otros jefes de Estado musulmanes para que se unan con ayudas y sanciones para presionar a los talibanes.
Además, está Arabia Saudita, que fue solo uno de los tres países que reconoció el gobierno de los talibanes en la década de 1990. Aunque el gobierno saudí apoyó oficialmente al gobierno de Afganistán instalado después de la eliminación de los talibanes, los ricos saudíes siguieron financiando a los talibanes durante la década de 2010, lo que permitió a los saudíes estar en ambos bandos.
Aunque Arabia Saudita ha tenido un historial horrible en lo que se refiere a los derechos de las mujeres, en los últimos años incluso han evolucionado a mejor. Las mujeres asisten a la universidad en gran número, tanto en Arabia Saudita como en Occidente, financiadas por el gobierno, y ahora tienen mayores oportunidades profesionales. Desde 2015, las mujeres se postulan para cargos locales, y algunas incluso ganan. Aunque a Arabia Saudita le queda un largo camino por recorrer en materia de igualdad de género, es mucho mejor que el brutalmente represivo régimen talibán, en el que las mujeres están, en esencia, encarceladas en casa, sin posibilidad de soñar siquiera con una vida mejor.
Es cierto que dentro del Islam hay diversas interpretaciones del Corán, al igual que la gente puede interpretar la Biblia. Pero los clérigos islámicos lo dejan claro: “El Corán considera a los hombres y a las mujeres como iguales a los ojos de Dios”. De hecho, a pesar de la prohibición de los talibanes de que las mujeres vayan a la escuela, el Corán “instruye a los musulmanes a educar a las hijas igual que a los hijos”. Incluso Arabia Saudita abrió sus universidades a las mujeres a mediados de los años 70. Eso, por supuesto, no significa que no haya todavía trabajo por hacer para la igualdad de género dentro de los países musulmanes (como lo hay en Estados Unidos), pero la “interpretación” de la fe por parte de los talibanes va más allá del extremo; es una “perversión”, como han señalado los expertos, y pretender que se justifique por los principios de la fe es absolutamente erróneo. Por eso no hay otras naciones de mayoría musulmana que impongan a las mujeres las mismas duras restricciones que los talibanes.
Por supuesto, Occidente también debe desempeñar un papel utilizando la ayuda económica y la amenaza de sanciones para presionar a los talibanes. Pero sin opciones militares, la mejor esperanza puede ser que nuestros aliados musulmanes presionen a los talibanes para que dejen de tratar a las mujeres de forma brutal y poco islámica.