(CNN) – El anuncio realizado la semana pasada por el presidente de Belarús, Alexander Lukashenko, de que su país y Rusia formarían una fuerza regional conjunta y realizarían ejercicios, disparó las alarmas en Kyiv.
La última vez que las fuerzas de Belarús y Rusia realizaron ejercicios conjuntos, en febrero, muchas de esas fuerzas rusas llegaron a cruzar la frontera ucraniana en su malogrado avance hacia la capital.
No es que Belarús tenga un ejército poderoso: no lo tiene. Pero la perspectiva de que la larga frontera norte de Ucrania se convierta en una vía de paso para las fuerzas rusas por segunda vez en lo que va del año sería una pesadilla para las fuerzas ucranianas, que ya están al límite. Ucrania y Belarús comparten una frontera de 1.000 kilómetros, gran parte de la cual está escasamente poblada y densamente arbolada.
El primer grupo de soldados rusos que se unirá a la nueva fuerza con militares bielorrusos llegó a Belarús el sábado, según informó el Ministerio de Defensa de Minsk. En total, el contingente ruso será de menos de 9.000 personas, según el jefe del Departamento de Cooperación Militar Internacional de Belarús, Valery Revenko.
En estos momentos, el ejército de Ucrania está llevando a cabo ofensivas en el este y el sur mientras mantiene a raya a las fuerzas rusas en partes de Donetsk y Zaporiyia. Tras siete meses de guerra, el ejército ucraniano ha sufrido el mismo desgaste que su enemigo: desplazar fuerzas para defender su flanco norte supondría empujar aún más a las fuerzas que ya luchan en múltiples frentes.
Como era de esperar, Belarús dice que la fuerza conjunta es puramente defensiva. El ministro de Defensa del país, Viktor Khrenin, dijo que “todas las actividades que se llevan a cabo en este momento están destinadas a dar una respuesta suficiente a las actividades cerca de nuestras fronteras”.
Esas actividades, según Belarús, tienen como objetivo disuadir los preparativos ucranianos para atacar el país. Lukashenko dijo la semana pasada que su gobierno había sido “advertido de ataques contra Belarús desde el territorio de Ucrania”.
El ministro de Relaciones Exteriores, Vladimir Makei, dijo el viernes que se estaba llevando a cabo una operación antiterrorista “en medio de informes sobre inminentes provocaciones por parte de estados cercanos”.
Ucrania ha negado con vehemencia las afirmaciones. El Ministerio de Relaciones Exteriores dijo que “rechaza categóricamente estas últimas insinuaciones del régimen bielorruso. No podemos descartar que esta nota diplomática sea parte de una provocación por parte de la Federación Rusa”.
El presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, declaró la semana pasada en una reunión del grupo G7 de las economías avanzadas del mundo que deberían enviarse fuerzas de paz de la ONU a la frontera.
“Rusia está tratando de atraer directamente a Belarús a esta guerra”, dijo Zelensky al G7.
Ciertamente ha habido mucho más movimiento de material militar en las vías férreas de Belarús. Los videos de las redes sociales han mostrado múltiples convoyes ferroviarios de tanques y otros equipos que se desplazan por el país. Las marcas de un convoy eran de la región militar de Moscú.
Los analistas creen que es probable que gran parte de este material pertenezca a Rusia y que lo estén recuperando de Belarús para compensar las pérdidas que las fuerzas rusas han sufrido en Ucrania, especialmente el mes pasado.
Menos probable: que este espasmo de actividad indique que Belarús se está preparando para entrar en la contienda.
El portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de EE.UU., John Kirby, dijo la semana pasada que EE.UU. no había registrado indicios de que las tropas bielorrusas “se estén preparando para entrar o vayan a entrar… Cualquier militar adicional bajo el mando de Rusia es algo de preocupación, pero todavía no estamos ahí”.
A pesar de su retórica a menudo grandilocuente, Lukashenko no ha comprometido sus fuerzas en la “Operación Militar Especial de Rusia”, y la mayoría de los analistas creen que incluso si lo hiciera no habría mucha diferencia.
Konrad Muzyka, analista de defensa independiente con sede en Polonia, sigue de cerca a los militares bielorrusos y cree que son “relativamente débiles”.
Muzyka dijo en Twitter: “Las Fuerzas Armadas de Belarús son en gran medida una fuerza de movilización. Sus efectivos están en torno al 50-60% de la fuerza requerida en tiempos de paz”.
Para alcanzar su fuerza máxima, necesitarían movilizar al menos 20.000 hombres, añadió Muzyka.
Eso sería una señal de alarma. Pero Lukashenko repitió la semana pasada que Belarús no tenía previsto anunciar ninguna movilización.
A diferencia de las fuerzas rusas, el Ejército de Belarús rara vez realiza ejercicios por encima del nivel de batallón. Pero este año ha realizado un alto nivel de ejercicios; la semana pasada se anunció otro.
Serhii Naiev, el oficial al mando de las Fuerzas Conjuntas de Ucrania, dijo la semana pasada: “Es otra demostración de su preparación y una escalada artificial del nivel de tensión”.
El analista Muzyka imagina tres escenarios: los ejercicios están diseñados para preparar un ataque de los estados de la OTAN; tienen como objetivo atar a las fuerzas ucranianas a lo largo de la frontera; o son preparativos para un asalto a Ucrania.
Lo primero no va a suceder; la última opción sería inmensamente impopular en Belarús, donde no hay ni de lejos el nivel de hostilidad hacia Ucrania que se ha creado en Rusia.
Pero a Moscú le interesa que los ucranianos se preocupen por su frontera norte, sobre todo por su proximidad a Kyiv.
Naiev dice que Belarús ya es importante para las baterías de misiles rusas. Ucrania estima que hay cuatro sistemas de misiles balísticos allí y 12 sistemas tierra-aire S-400, y algunos drones de fabricación iraní llegaron desde el norte la semana pasada. También han empezado a llegar más aviones de combate rusos a Belarús, según el Ministerio de Defensa de Belarús.
Funcionarios ucranianos estiman que en este momento hay tan solo 1.000 soldados rusos en Belarús. Pero un aumento de las tropas “crearía la amenaza de una ofensiva repetida en la zona operativa del norte, en particular sobre la ciudad de Kyiv”, dijo Naiev.
A pesar de la reciente movilización parcial en Rusia, el Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW, por sus siglas en inglés), con sede en Estados Unidos, cree que los militares rusos son, de momento, incapaces de formar otra falange para atacar a Ucrania desde el norte.
“Las fuerzas rusas siguen desgastando sus propias capacidades de combate mientras se ensartan en los intentos de capturar pequeñas aldeas en Donbas y simplemente no tienen las tropas mecanizadas eficaces en combate disponibles para complementar una incursión bielorrusa en el norte de Ucrania”, dijo el ISW el viernes.
Lukashenko ha mantenido una línea muy fina durante todo el conflicto: apoyar la “operación militar especial” del presidente de Rusia, Vladimir Putin, sin comprometer sus propias tropas.
La semana pasada dijo: “Estamos participando (en la operación). No lo ocultamos. Pero no estamos matando a nadie. No enviamos a nuestros militares a ninguna parte. No violamos nuestras obligaciones”.
Sin embargo, su margen de maniobra puede estar disminuyendo. Las protestas masivas que estallaron tras su disputada reelección en 2020 hicieron que Lukashenko dependiera cada vez más de Moscú. A medida que la necesidad del Kremlin de obtener algunas “victorias” en Ucrania se hace más urgente, su aliado en Occidente puede encontrarse bajo una presión creciente para colaborar.
Pero, al mismo tiempo, Lukashenko querrá evitar el riesgo de que sus tropas, que no se han probado en batalla, sean aniquiladas en Ucrania, ya que es vulnerable a más disturbios internos si sus fuerzas de seguridad se distraen o debilitan.