(CNN) – Las urnas ya están cerradas en toda Rusia, pero el resultado nunca estuvo en duda: el presidente Vladimir Putin aseguró un quinto mandato mediante un dudoso plebiscito nacional.
Pero la votación presidencial rusa de tres días nunca tuvo que ver con el procedimiento democrático. Para el Kremlin, una contundente victoria en la primera vuelta dará al actual mandatario un nuevo sello de legitimidad y enviará un mensaje claro: la guerra de Putin contra Ucrania cuenta con el pleno respaldo de su pueblo.
En un discurso dirigido al pueblo ruso en vísperas de las elecciones, Putin instó a los votantes a depositar su voto como muestra de unidad nacional.
“Estoy convencido de que comprenden el difícil periodo que atraviesa ahora nuestro país, los difíciles desafíos a los que nos enfrentamos en casi todas las esferas”, dijo. “Y para seguir respondiendo a ellos con dignidad y superar con éxito las dificultades, seguimos necesitando estar unidos y tener confianza en nosotros mismos”.
El pueblo de Rusia, añadió Putin, “¡es una gran familia!”.
Es un mensaje que Putin repitió tras el cierre de las urnas. En una comparecencia ante una multitud de jóvenes activistas de la campaña que llevaban camisetas con un logotipo en el que se leía “Putin Rusia Victoria”, el presidente dijo que los rusos “son todos un solo equipo, todos [los] ciudadanos rusos que acudieron a las urnas a votar”.
Pero Putin también aludió vagamente a “muchas tareas por delante” tras su reelección.
En el período previo a la votación, Putin se había mostrado tímido sobre cuáles serían exactamente esas tareas si se aseguraba un quinto mandato presidencial.
En una entrevista generalmente anodina con el propagandista gubernamental Dmitry Kiselyov, Putin eludió las especulaciones sobre si, por ejemplo, cabría esperar una remodelación del gobierno tras las elecciones.
A la pregunta de si el gobierno del primer ministro Mikhail Mishustin podría sobrevivir tras las elecciones, Putin se limitó a decir: “Tenemos que hablar de esto después de las elecciones, después de que se cuenten los votos. Me parece que ahora esto es simplemente incorrecto. Pero en general, el Gobierno está funcionando… bastante satisfactoriamente”.
Hasta aquí, nada imprevisto. Pero una pregunta más importante se cierne sobre Rusia: ¿Qué viene ahora?
¿Se reorganizarán las sillas del barco del Kremlin? ¿Y cuáles son las tareas que tiene ante sí un Putin reelegido?
Entre los observadores de Rusia, algunas especulaciones se centraron en algunas cuestiones generales. Para empezar, si la votación presidencial es realmente un referéndum sobre la guerra de Rusia, ¿le da la elección a Putin vía libre para continuar en Ucrania como mejor le parezca?
En este sentido, Putin parece tener margen de maniobra. El presidente ruso proyecta confianza sobre los acontecimientos en el campo de batalla, especialmente tras la caída de las ciudades ucranianas orientales de Bakhmut y Avdiivka. Y ante las vacilaciones de Occidente sobre la continuidad de la ayuda a Ucrania —especialmente en el Congreso de Estados Unidos, donde sigue en suspenso un paquete de ayuda crucial para Kyiv—, el resultado de las elecciones le da más munición retórica.
En su entrevista preelectoral con Kiselyov, Putin utilizó precisamente ese argumento.
“Negociar ahora solo porque se están quedando sin munición es algo ridículo de nuestra parte”, dijo, mostrando confianza en que Ucrania está en posición de repliegue.
Pero los avances progresivos de Rusia en el este de Ucrania han tenido un coste humano terrible. Se sigue especulando con la posibilidad de que Putin y sus generales tengan que lanzar una nueva ronda de movilizaciones postelectorales para alimentar la picadora de carne con soldados.
Tras los reveses iniciales rusos en el intento de cercar Ucrania por tres flancos y capturar Kyiv, Putin anunció una movilización parcial en septiembre de 2022. Pero Rusia sigue enzarzada en una guerra de desgaste a lo largo de un frente de 1.000 kilómetros. Algunos observadores creen que Putin tendría que esperar hasta después de las elecciones para dar el paso potencialmente impopular de otra gran convocatoria.
Y, con independencia de cómo aborde Putin el problema de los recursos humanos de su país, hay otro punto probable en la agenda. La represión de la oposición nacional rusa —lo que queda de ella— puede continuar sin tregua.
En declaraciones tras el cierre de las urnas en toda Rusia, Putin hizo algo inusual: Mencionó lo innombrable, el nombre del fallecido líder de la oposición rusa Alexey Navalny.
Putin tiene por costumbre desde hace tiempo no mencionar a Navalny, que murió el mes pasado en una prisión rusa al norte del Círculo Polar Ártico. Pero en respuesta a una pregunta sobre la muerte de Navalny y la exclusión de las voces de la oposición durante la campaña electoral, Putin rompió el protocolo para calificar la muerte de Navalny de “triste acontecimiento”, pero rechazó una pregunta sobre la imparcialidad de las elecciones cambiando de tema, una táctica informativa favorita de Putin.
“En cuanto al señor Navalny, sí, falleció; siempre es un acontecimiento triste”, dijo Putin. “Y ha habido otros casos de fallecimiento de personas encarceladas. ¿No ocurrió esto en Estados Unidos? Sí, y no una vez”.
Eso podría sugerir que Putin piensa que está en terreno seguro. Pero el whataboutism (como se conoce la falacia de desacreditar a su enemigo sin refutar su argumento) no es necesariamente un signo de confianza.
Predecir el curso de acción de Putin tras las elecciones es complicado. A corto plazo, el líder ruso ha blindado su economía contra las sanciones; sus fábricas de municiones están produciendo más que Estados Unidos y sus aliados europeos y el panorama político se ha despejado de toda competencia.
Pero la guerra siempre es impredecible. Y sean cuales sean los esfuerzos de Putin por poner las cosas a su favor, no es probable que los problemas a largo plazo de Rusia —el declive demográfico, el coste de la guerra y las sanciones, y la fragilidad inherente al gobierno unipersonal— desaparezcan antes de que Putin se presente a un sexto mandato.