(CNN) – Fue una historia chabacana de mentiras, venganza y sobornos, con una sórdida supuesta escena de alcoba, un juez cuya paciencia finalmente se quebró y un acusado furioso que fue una vez presidente y tiene una posibilidad de volver a serlo.
Pero no habrá más pruebas, testigos ni brutales contrainterrogatorios en el primer juicio penal a Donald Trump, que ha entrado en la fase final antes de que los miembros del jurado se retiren a deliberar su veredicto en un caso histórico enredado con las elecciones de 2024.
Inusualmente, ahora habrá una pausa de una semana —por la festividad del Día de los Caídos— entre el testimonio final de este martes y cuando los abogados de cada parte expongan sus relatos finales en los alegatos de cierre. A continuación, el juez dará sus instrucciones, una fase crítica del caso en la que el jurado aprenderá a aplicar la ley y a sopesar los testimonios contradictorios y los distintos tipos de pruebas.
Será entonces cuando siete hombres y cinco mujeres de Nueva York tendrán que decidir si Trump será el primer expresidente condenado por un delito y el primer posible candidato que se presenta como delincuente convicto.
El expresidente lleva semanas preparándose para el momento. Ha montado una campaña diaria para destruir la reputación del tribunal y del juez Juan Merchan, así como del fiscal del distrito de Manhattan, el demócrata Alvin Bragg, que llevó el caso. “El juez odia a Donald Trump, basta con echar un vistazo, echarle un vistazo, echar un vistazo a su procedencia. No soporta a Donald Trump”, dijo el expresidente este martes en el último de sus desplantes mediáticos diarios en el pasillo. En un momento dado, el juez lo amenazó con enviarlo a la cárcel si seguía violando el secreto de sumario que protege a testigos clave, estableciendo una línea roja que el expresidente aún no ha cruzado.
La extraña práctica de Trump de leer en voz alta las críticas sobre el caso de sus aliados en los medios de comunicación conservadores estaba diseñada para crear una atmósfera de agravio en torno al juicio, que ha aprovechado para reforzar el argumento central de su campaña hacia la Casa Blanca: que es una víctima perseguida de la justicia.
Con el paso de las semanas, a Trump se le unió en el tribunal un cuadro de legisladores republicanos, ejemplificando su control total sobre el Partido Republicano tras ganar su tercera candidatura consecutiva y su continua genuflexión hacia un líder que intentó destruir la democracia estadounidense para mantenerse en el poder tras las elecciones de 2020.
Aún es pronto para saber si el caso en el que se ha declarado inocente —y el eventual veredicto— tendrá alguna influencia en los votantes este otoño boreal. Pero no parece que el juicio, al que no pueden acceder las cámaras de televisión, haya cautivado la imaginación de la nación.
La intrincada tarea que le espera a los jurados
Es imposible saber cómo interpretan los jurados el drama cotidiano de la sala en cualquier juicio.
Pero hay mucho que resolver en un caso que tiene graves implicaciones para el futuro de Trump, e incluso para su libertad, y que llega con enormes connotaciones políticas al ser potencialmente el único de sus cuatro juicios penales que concluye antes de las elecciones.
En un mes de dramáticos testimonios, la fiscalía alegó que Trump falsificó ilegalmente registros comerciales para encubrir un pago de US$ 130.000 por el silencio de la estrella de cine para adultos Stormy Daniels para engañar a los votantes en 2016 en un ejemplo de interferencia electoral. Trump ha negado el supuesto romance con Daniels, y los pagos de dinero por silencio no son ilegales en sí mismos. Pero el jurado debe trabajar a través de una compleja ecuación legal en el corazón del caso. Para llegar a un veredicto de culpabilidad, deben estar de acuerdo en que los fiscales del estado de Nueva York han demostrado más allá de toda duda razonable que Trump falsificó registros comerciales, lo que normalmente es un delito menor en el estado. Luego, para condenar a Trump por un delito grave, el jurado debe determinar que esto se hizo para cometer otro delito, en relación con las elecciones. “El acusado Donald Trump orquestó un plan criminal para corromper las elecciones presidenciales de 2016”, dijo el fiscal Matthew Colangelo a los miembros del jurado en su declaración de apertura en abril.
La defensa, sin embargo, sostiene que Trump es inocente de cualquier delito. Sus abogados han tratado de poner en duda el rastro de papel establecido por los fiscales diciendo que Trump no tuvo nada que ver con la falsificación de registros financieros y han tratado de borrar la credibilidad del testigo estrella de la acusación, Michael Cohen. El autodenominado “exapañador” del expresidente es fundamental para el caso porque proporcionó la única implicación directa de Trump en un supuesto plan para violar la ley con el encubrimiento del pago. Y la defensa trató de establecer que Trump no trató de suprimir los detalles de su supuesta aventura con Daniels como parte de un plan para engañar a los votantes. Más bien, argumentaron, le preocupaba que pudiera molestar a su familia.
Y en su declaración de apertura, el abogado de Trump Todd Blanche dijo a los miembros del jurado: “Tengo una alerta de spoiler. No hay nada malo en tratar de influir en unas elecciones: Se llama democracia”.
El testigo fundamental
El testimonio de Cohen será probablemente un elemento vital de las deliberaciones, especialmente si el daño hecho a su confiabilidad durante un interrogatorio abrasador es suficiente para convencer a uno o más jurados de que no pueden condenar a Trump basándose en la palabra de su exapañador.
Los fiscales sabían que tenían un problema con Cohen de cara al juicio, puesto que ya había ido a la cárcel tras ser declarado culpable de delitos relacionados con el pago de dinero subrepticio y otros delitos, entre ellos mentir al Congreso. Por lo tanto, trataron de reforzar su testimonio antes de que subiera al estrado con días de pruebas. Llamaron a David Pecker, exdirector de American Media Inc, que publica el National Enquirer. Pecker no estuvo directamente implicado en el pago del dinero por silencio que es el centro del caso. Pero fue utilizado para establecer que Cohen y Trump tenían un historial de uso de pagos para aplastar historias poco favorecedoras sobre el futuro presidente antes de las elecciones de 2016.
La exdirectora de comunicaciones de la Casa Blanca y asesora de Trump durante muchos años, Hope Hicks, también fue llamada por la fiscalía y pareció poner a su antiguo jefe en un montón de problemas cuando dijo que su campaña estaba sobrecogida por la preocupación por la publicación de una grabación de “Access Hollywood” que le mostraba jactándose de que podía agarrar a las mujeres por los genitales. Hicks declaró que Trump creía que la historia de Daniels sería aún más perjudicial. “Sería mejor lidiar con ello ahora, y que habría sido malo que esa historia saliera antes de las elecciones”, dijo Hicks sobre su pensamiento.
Por qué “es mejor no hablar” de las pruebas más escabrosas
En el capítulo más subido de tono del juicio, Daniels fue llamada a declarar sobre su supuesto enlace con Trump en una suite en Lake Tahoe en 2006.
Daniels dijo que “azotó” a Trump “justo en el trasero” con una revista y que al volver del baño lo encontró en la cama en calzoncillos y camiseta. Dijo que tuvieron relaciones sexuales y que estaba temblando cuando salió de la habitación, que recordaba por su suelo de baldosas blancas y negras. El juez había intentado limitar los detalles del encuentro con antelación, y tras el testimonio comentó que algunos de los detalles explícitos era “mejor no decirlos”. Pero el testimonio de Daniels era fundamental para la acusación porque ilustraba el supuesto enlace que quiere que los jurados crean que fue la génesis del encubrimiento.
Cuando Cohen finalmente subió al estrado, implicó directamente a Trump en el supuesto plan para comprar el silencio de Daniels. “Me declaró que había hablado con algunos amigos, algunos individuos, gente inteligente, y ‘qué son US$ 130.000. Eres multimillonario, págalo. No hay razón para mantener esta cosa por ahí, así que hazlo’. Él me expresó: ‘Sólo hazlo’”, dijo Cohen, parafraseando las supuestas instrucciones que Trump le dio. El exapañador, que una vez dijo que recibiría una bala por Trump, también negó que hubiera actuado solo, diciendo que todo lo que hizo para su exjefe requería la firma de Trump, y que quería asegurarse de que se le pagara.
Pero la reputación de Cohen volvió a perseguirle en un contrainterrogatorio en el que la defensa aseguró que era un mentiroso obsesionado con hundir a Trump y que se enriquecía con sus apariciones en medios y podcasts centrados en su antiguo ídolo.
El momento clave llegó cuando Cohen tropezó con una llamada telefónica sobre la que había declarado previamente bajo juramento. Dijo que había discutido con Trump el pago del dinero de silencio en esa llamada de octubre de 2016. Pero la defensa presentó textos que Cohen envió antes de la llamada —realizada al teléfono del guardaespaldas de Trump, que estaba con el entonces candidato republicano de 2016— que sugerían que el tema de la conversación de 96 segundos era otro asunto. En respuesta, los fiscales utilizaron su examen de reorientación para tratar de restar importancia a una sola llamada, y Cohen dijo que habló con Trump sobre el pago en múltiples ocasiones, no solo en esa oportunidad.
Pero los abogados de Trump suplicaron este lunes al juez que desechara el juicio basado en el testimonio de Cohen, diciendo que no se debía pedir al jurado que emitiera un veredicto basado en lo que la defensa consideraba pruebas inseguras. “No hay forma de que el Tribunal permita que este caso llegue al jurado, basándose en el testimonio del señor Cohen”, dijo Blanche a Merchan.
En comparación con las semanas de testimonios presentados por la fiscalía, el caso de la defensa duró solamente 90 minutos e incluyó solo dos testigos antes de que los abogados de Trump descansaran este martes. Eso significó que el expresidente, que muchos expertos pensaban que supondría un enorme riesgo para su propio caso si testificaba, no subiera al estrado.
Algunos expertos se preguntaron si también habría sido mejor que la defensa no hubiera llamado a uno de sus testigos: Robert Costello, que se enzarzó en un altercado verbal con un enfurecido Merchan, parte del cual fue visto por el jurado. En una escena extraordinaria, Merchan preguntó si Costello intentaba mirarle fijamente después de que el testigo mostrara desprecio por varias intervenciones del juez.
Costello pretendía rebatir una afirmación de los fiscales de que Trump montó una campaña de presión para mantener callado a Cohen en 2018. Pero puede haber terminado creando un agujero en la defensa de Trump, según varios expertos legales. Como mínimo, su paso por el estrado puede haber hecho que un caso que en los últimos días parecía que podía girar en torno a la reputación de Cohen se centrara de nuevo en el comportamiento y el carácter del expresidente.
Puede que todo haya sido un espectáculo secundario que tendrá poco que ver con el destino final del juicio.
Pero eso solo puede decidirlo el jurado.