Londres (CNN) – La victoria prevista del Partido Laborista en las elecciones generales del Reino Unido marca un momento histórico en la política británica moderna y un enorme triunfo personal para Keir Starmer, el líder laborista que se convertirá en el próximo primer ministro del país.
La encuesta de salida realizada por la radiotelevisión británica otorga a los laboristas una mayoría parlamentaria de 170 escaños, lo que devuelve al partido al poder por primera vez desde que perdió las elecciones de 2010 frente a los conservadores.
La victoria de Starmer es aún más notable si se tiene en cuenta el camino que han recorrido los laboristas desde las últimas elecciones generales de 2019. Entonces, el partido sufrió su peor derrota en una generación bajo el anterior líder Jeremy Corbyn, que se presentó con una plataforma de ultraizquierda.
Un camino de regreso a la credibilidad e incluso a ser competitivos en unas elecciones generales parecía potencialmente a una década de distancia, ya que los conservadores emergieron triunfantes de la carnicería del brexit bajo el carismático liderazgo de Boris Johnson.
Johnson no solo derrotó a sus rivales políticos, sino que trastocó por completo las normas de la política británica. Bajo su liderazgo, su partido ganó escaños en zonas tradicionalmente laboristas de clase trabajadora que antes se consideraban fuera del alcance de los conservadores. Al menos durante un año, pareció intocable.
Fue en este contexto en el que Starmer tomó el control de un Partido Laborista roto el 4 de abril de 2020. Ese día, David Lammy, uno de sus colegas laboristas, le apartó y advirtió a Starmer: “Márcate un ciclo de 10 años. Puede que pierdas las próximas elecciones, y entonces podrás volver”.
Según Lammy, Starmer sonrió y dijo: “No, puedo hacerlo en cinco”.
Ni siquiera Starmer podría haber predicho lo que ocurriría entre finales de 2021 y el jueves por la noche.
Los conservadores sucumbieron a repetidas heridas autoinfligidas, empezando por el escándalo del “partygate”, cuando el personal de Downing Street celebró reuniones ilegales mientras el resto del país estaba bajo estricto confinamiento por pandemia de covid-19.
Johnson se aferraría al poder hasta el verano de 2022 a pesar de lo que parecían peticiones diarias de dimisión. Su sucesora, Liz Truss, propondría recortes fiscales sin financiación que sumieron la economía en el caos y la obligaron a dimitir tras sólo 49 días en el poder. Rishi Sunak la sustituiría a finales de 2022, pero para entonces, la mayoría del Partido Conservador había aceptado que se había terminado.
Durante ese tiempo, Starmer se mantuvo firme y arrastró a los laboristas al centro de la política británica con políticas moderadas diseñadas para no asustar a los votantes conservadores.
Los críticos de su partido dicen que no ha ofrecido un programa de gobierno suficientemente interesante. Temen que las políticas moderadas de Starmer, de responsabilidad fiscal y modales suaves, no entusiasmen a los votantes y que dentro de cinco años, cuando se celebren las próximas elecciones, pueda caer en manos de una oleada populista de derecha.
Sus temores podrían no ser infundados: la principal sorpresa de la encuesta de salida del jueves fue la predicción de 13 escaños parlamentarios para la derecha populista de Reform UK, liderada por el único partidario del brexit más famoso que Johnson y conocido amigo de Donald Trump, Nigel Farage.
Durante meses se ha dado por hecho que una victoria de Starmer sería en parte gracias al desdén general por los conservadores tras 14 años en el poder. El regreso de Farage a la primera línea política durante la campaña electoral significaba que el voto de derechas se dividiría aún más, lo que ayudaría a Starmer a pasar por el centro en escaños clave y asegurarse una mayoría aún más cómoda.
En otras palabras, la victoria de Starmer podría no significar inmediatamente un apoyo público para él personalmente o un gran entusiasmo por la agenda legislativa laborista. Eso podría convertirse en un problema una vez que asuma el puesto. Está claro desde hace tiempo que los ciudadanos desean el cambio por encima de todo.
Por todo ello, es razonable afirmar que esta victoria no está exenta de salvedades. La amenaza populista es real, el Partido Conservador está lejos de desaparecer y la mayoría laborista no es tan amplia como pronosticaban algunas encuestas en los días previos a las elecciones.
Starmer no se preocupará demasiado por esto de momento. Se dispone a ganar una mayoría parlamentaria tan amplia que podrá imponer su programa con facilidad, y contará con todos los mecanismos del Estado para ayudarle a gobernar. Es un nivel de poder que no hace mucho parecía inalcanzable para ningún líder laborista, y menos para un aburrido abogado. Y después de 14 años de ausencia, a muchos laboristas les bastará por ahora.