(CNN) – El presidente de Estados Unidos Joe Biden se presentó a la reelección para salvar la democracia. Al final, llegó a la terrible conclusión de que sólo podía hacerlo si él mismo cedía el poder.
Biden tomó la decisión de poner fin a su campaña después de estar días aislado en su casa de playa de Delaware por covid-19 y luego de ver a muchos demócratas abandonar al presidente que los llevó al poder hace apenas cuatro años.
Al ofrecer entregar el poder al servicio de lo que él consideraba el interés nacional, marcó un contraste con el expresidente Donald Trump, quien luchó encarnizadamente contra dejar el cargo después de perder una elección libre y justa ante Biden en 2020. Es irónico que los republicanos que blanquearon el intento de robo de elecciones de Trump ahora acusen a los demócratas de aplastar la voluntad de los votantes de las primarias que votaron por la candidatura de reelección del presidente.
“Ha sido el mayor honor de mi vida servir como su presidente”, dijo Biden en una carta que publicó a X este domingo por la tarde. “Y si bien ha sido mi intención buscar la reelección, creo que lo mejor para mi partido y el país es que me retire y me concentre únicamente en cumplir con mis deberes como presidente durante el resto de mi mandato”.
Biden apoyó rápidamente a la vicepresidenta Kamala Harris, pero su decisión al final de la campaña desencadena una contienda electoral potencialmente caótica y divisiva para apoyar a un candidato demócrata en el mes previo a la convención del partido en Chicago y a menos de cuatro meses de las elecciones.
La campaña de Biden terminó prácticamente en los primeros y vacilantes 20 minutos de su debate contra Trump el mes pasado, cuando el presidente parecía confundido, exhausto y fue incapaz de atacar a su enemigo o de defenderse eficazmente.
Sus dificultades confirmaron las preocupaciones de la mayoría de los votantes de que sería demasiado viejo para un segundo mandato que habría terminado cuando tenga 86 años. Sus fervientes esfuerzos por salvar su campaña en entrevistas televisivas y apariciones de campaña solo exacerbaron las preocupaciones sobre su desempeño en el debate de CNN en Atlanta. Durante tres semanas Biden sufrió una severa erosión en su posición política mientras experimentaba un goteo diario de deserciones de legisladores demócratas al tiempo que los grandes del partido como la expresidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi presionaban desde detrás de escena. La escasez de dinero de los donantes también parecía hacer que la campaña de Biden fuera insostenible. Incluso si quisiera continuar, quedó claro que no podría.
Aun así, Biden, orgulloso y desafiante, resistió todos los esfuerzos que había para sacarlo de la contienda, e insistió, junto con su leal núcleo interno de personal, en que no había otro demócrata mejor calificado o con más probabilidades de vencer a Trump, a quien el presidente ve como una amenaza existencial a la democracia estadounidense y al alma del país.
Pero al final, Biden no pudo encontrar la manera de hacer que los votantes dejaran de ver la conmovedora imagen de un comandante en jefe de 81 años que parecía haber decaído seriamente y tropezaba en el debate.
Una trayectoria legislativa ensombrecida por la inflación
La impresionante trayectoria legislativa de Biden, a la altura de la de cualquier presidente demócrata desde Lyndon Johnson, fue una de las razones por las que se resistió a los intentos de sacarlo de la carrera y decía que quería terminar el trabajo.
Biden, que se convirtió en el presidente de mayor edad en ser elegido, tenía 78 años cuando asumió el cargo. En su discurso inaugural, declaró que el sistema político estadounidense de pesos y contrapesos había resistido y triunfado sobre las mentiras electorales de Trump, sin saber en ese momento que la amenaza del expresidente a la democracia solo aumentaría.
El nuevo presidente se dispuso inmediatamente a abordar la pandemia de covid-19, la peor emergencia de salud pública en 100 años, que se había visto exacerbada por la mala gestión de Trump y la politización de las directrices de salud pública de su propio gobierno.
Biden aprobó un paquete de rescate económico de US$ 1,9 billones por el que la Casa Blanca atribuye haber contribuido a reducir el desempleo al mínimo en casi 50 años y haber impulsado una recuperación más rápida de la economía estadounidense frente a la de otras naciones desarrolladas. Biden también aprobó un proyecto de ley de US$ 750.000 millones de atención sanitaria, impuestos y clima, conocido como Ley de Reducción de la Inflación, y un paquete de infraestructura bipartidista.
Pero Biden subestimó gravemente la amenaza de la inflación, que alcanzó máximos de 40 años. Si bien el costo de vida disminuyó, muchos estadounidenses aún sienten las consecuencias de los altos precios de los alimentos y las elevadas tasas de interés, que le ofrecieron una oportunidad a Trump.
En materia exterior, Biden respondió con contundencia a la invasión rusa de Ucrania, y se convirtió en el líder más importante de Occidente desde el fin de la Guerra Fría con sus esfuerzos por revitalizar la OTAN. Pero la caótica salida estadounidense de Afganistán en el verano de 2021 dañó la autoproclamada condición de Biden como experto en política exterior, y su manejo de la guerra de Israel en Gaza perjudicó su reputación ante sectores de su base electoral.
Decisión dolorosa para un presidente que abandonó dos campañas anteriores
La introspección que soportó Biden condujo a una decisión que en cierto modo representa un final humillante para un político que pasó años aspirando al cargo más alto y que frecuentemente fue pasado por alto en su ascenso al poder.
No es fácil para un presidente —la persona más poderosa del mundo— separar su ambición personal del destino de la nación. Y el distanciamiento debilitante que se produjo entre los principales demócratas y Biden en las últimas semanas fue una lección cruel sobre la brutalidad de la política, dado que el presidente había expulsado a Trump del poder después de la presidencia más tumultuosa de los tiempos modernos. Debe ser una píldora especialmente amarga para Biden no poder darle pelea a Trump, quien ha pasado los últimos tres años diciendo que Biden estaba demasiado enfermo y mentalmente disminuido para servir efectivamente como presidente.
La ignominia de verse obligado a abandonar su campaña de reelección también será dolorosa para el presidente porque tuvo que abandonar dos campañas para la Casa Blanca antes: en 1987, cuando lo atraparon plagiando a un político británico, y en 2008, después de que no lograra ganar impulso en una carrera de gran éxito que estuvo dominada por Obama y la ex primera dama Hillary Clinton. El desenlace del domingo también fue el último giro angustioso en una vida de tragedia que vio a Biden perder a su primera esposa y a su hija pequeña en un accidente automovilístico cuando había sido elegido para el Senado por Delaware. Tuvo que enterrar a otro hijo en 2015 cuando su amado hijo Beau murió de cáncer cerebral. Y, en los últimos años, el presidente estuvo lidiando con la presión y el dolor de ayudar a su otro hijo Hunter a superar el horror de la adicción y una crisis personal que culminó en una condena penal por posesión de armas este año.
Dada su historia política y personal, no fue una sorpresa que Biden se empecinara mientras aumentaban los pedidos dentro del Partido Demócrata para que abandonara la carrera.
Pero la creciente posibilidad de que su legado fuera recordado no por derrocar al presidente más aberrante de la historia moderna de Estados Unidos, sino por allanar el camino para un segundo mandato de Trump aún más extremo, puso en movimiento las fuerzas políticas que extinguirían sus esperanzas.
Si la apuesta de Biden da resultado y otro candidato demócrata vence a Trump, podría pasar a la historia como uno de los presidentes de un sólo mandato más exitosos de la historia. Habrá hecho posible ese triunfo al poner en suspenso su propia ambición por el bien de su partido y del país. Pero su salida tardía plantea dudas sobre si le dejó a su partido -y a un sucesor demócrata- la tarea imposible de presentar una campaña en cuestión de días contra un Partido Republicano unido que salió de su convención en Milwaukee la semana pasada convencido de que está en camino a la victoria.
Buscar un segundo mandato a los 81 años resultó ser una misión imposible y, a pesar de sus esfuerzos, Biden podría haberle ahorrado enormes problemas a su partido si hubiera llegado a la misma conclusión antes de que comenzara la temporada de primarias.
Si la historia sirve de guía, los índices de aprobación de Biden, que se encuentran en mínimos históricos, se dispararán en los próximos días. Cuando Johnson anunció que no se presentaría a un segundo mandato en 1968, fue posteriormente recibido por multitudes en los actos públicos en todo el país. Johnson hizo su movimiento en marzo, durante la campaña de las primarias, y su salida desencadenó una caótica cadena de acontecimientos, agravada por el asesinato del candidato a las primarias demócratas Robert F. Kennedy, y una convención plagada de violencia en Chicago (que también albergará el evento de este año). Al final, el candidato demócrata, Hubert Humphrey, perdió ante el republicano Richard Nixon. Años antes, en marzo de 1952, Harry S. Truman, otro presidente demócrata, decidió no buscar su segundo mandato. El candidato demócrata de ese año, Adlai Stevenson, perdió ante el republicano Dwight Eisenhower.
Pero si Biden disfruta de un estallido de apoyo por su altruismo –e incluso de nostalgia por los éxitos de lo que ahora es una presidencia en decadencia–, eso podría no trasladarse a su sucesor.
Ningún presidente moderno se había retirado de la carrera presidencial en una fecha tan tardía. Y Harris, o quienquiera que tome el relevo, ahora enfrenta una de las misiones más abrumadoras de la historia electoral, contra un oponente que ya demostró que no hay nada que no esté dispuesto a hacer para ganar.