(CNN) – Ninguna candidata presidencial en la historia tuvo que responder a preguntas sobre los precios de los alimentos y el supuesto fascismo de su oponente en el mismo acto.
Pero la vinculación casi absurda entre estos dos temas a los que debe enfrentarse Kamala Harris cuenta a la perfección la historia de las elecciones de 2024 y el feroz distanciamiento de Estados Unidos a nueve años de la era de Donald Trump.
Poco después de la 1:00 p.m. de este miércoles, la candidata demócrata salió por la puerta principal de su residencia oficial en Washington para plantear esta pregunta: “¿Qué quiere el pueblo estadounidense?”.
La respuesta la obtuvo ocho horas después, en un foro comunitario organizado por CNN en el condado de Delaware, Pensilvania, uno de los suburbios de Filadelfia donde necesita una participación masiva para vencer al expresidente en unas elecciones para las que solo faltan 12 días.
Treinta y dos votantes aún indecisos o persuadibles buscaron respuestas de Harris sobre el polarizado tumulto político del país, sobre los castigadores precios en el supermercado y sobre una crisis de inmigración que el Gobierno de Biden se esforzó en abordar. Se le preguntó por la muerte de decenas de miles de palestinos en Gaza. Alguien más se preocupó por el auge del antisemitismo en Estados Unidos. A Harris se le pidió que explicara sus cambios en la política de fracking y sus planes para subir los impuestos a los ricos. Un votante preguntó por sus puntos débiles. Otro quería saber si aumentaría a 12 el número de jueces de la Corte Suprema de Justicia, un paso que diluiría la mayoría conservadora.
Cada pregunta que recibía Harris representaba no solo una oportunidad de interactuar con un único votante, sino de llegar a millones más en todo el país con las mismas preocupaciones.
El comentario de la vicepresidenta sobre lo que quieren los votantes se produjo después de que en el último día surgieran nuevos interrogantes sobre la idoneidad de Trump para el cargo. Su ex secretario general en la Casa Blanca, John Kelly, dijo en nuevas entrevistas que el expresidente cumplía con la definición de “fascista” y que quería generales como los que sirvieron a Adolf Hitler. “Sabemos lo que quiere Donald Trump. Quiere poder sin control”, dijo Harris. “La pregunta en 13 días será ¿qué quiere el pueblo estadounidense?”.
Trump negó las acusaciones de Kelly.
La vicepresidenta estaba ansiosa por destacar la amenaza percibida de un posible segundo mandato de Trump, diciendo que estaba de acuerdo en que era un fascista y “peligroso” y que usaría el Departamento de Justicia para perseguir a sus enemigos y “sentarse allí, inestable, desquiciado, planeando su venganza, planeando su retribución, creando una lista de enemigos”.
Es demasiado tarde para influir en los votantes acérrimos de Trump. Para romper el empate en las encuestas nacionales y de los estados indecisos, Harris necesita sacar a la luz a los independientes persuasibles, a los republicanos descontentos –especialmente las mujeres–, a los votantes más jóvenes y de baja propensión y traer a casa a algunos hombres latinos y negros que están considerando a Trump.
Así pues, la cuestión es si la mejor manera de llegar a esas audiencias es lanzando una advertencia de emergencia de que Trump representa una amenaza mortal para la democracia estadounidense y la Constitución y podría marcar el comienzo de una posible autocracia. ¿O es hacer hincapié en cuestiones más mundanas que, sin embargo, son existenciales para los votantes, como cuánto les cuesta alimentar a sus hijos y poner un techo sobre sus cabezas?
“No nos importa”
El foro de CNN era una de las últimas oportunidades de Harris para forzar cambios significativos en la carrera, pero no pareció hacer mucho para alterar la dinámica. (Trump fue invitado pero declinó participar en un foro de CNN).
Al final del acto de este miércoles, los votantes indecisos tuvieron que enfrentarse a esta ecuación.
¿Escogen a la vicepresidenta a pesar de la persistente preocupación sobre su capacidad para mejorar rápidamente su situación económica, el tema que, según las encuestas, más preocupa a los votantes?
O bien, ¿la nostalgia por la economía anterior a Trump y la promesa del hombre fuerte republicano de solucionar la crisis de la inmigración con políticas de línea dura atraen a los últimos votantes indecisos, a pesar de cualquier preocupación que puedan tener por otros cuatro agotadores años de sus ataques al Estado de Derecho y la democracia?
Pam Thistle, una de las votantes que le hizo una pregunta a Harris, dijo que los enfrentamientos personales entre Harris y Trump estaban perjudicando a los votantes.
“No nos importa, deja de destrozar a Trump. Trump, deja de destrozar a la vicepresidenta. No nos importa, a los votantes no les importa. … Ni siquiera conocemos a la gente de la que están hablando”, dijo Thistle a John King de CNN después del foro. “¿Cómo afecta eso a los votantes? Ellos son a quienes están hablando, a quienes están sirviendo”.
Y aunque las acusaciones contra Trump conjuran la posibilidad de un momento como ningún otro en la historia de Estados Unidos, los votantes indecisos que participaron en el evento dijeron a King que preferirían que Harris presentara un caso más positivo sobre lo que haría por ellos.
Una actuación desigual
El foro fue un reto poco habitual para Harris, que no ha respondido a muchas preguntas de audiencias no partidistas durante sus tres meses al frente de la candidatura demócrata. Su actuación fue variada. Se mostró empática. Su instinto para predicar la unidad y su comportamiento tranquilo contrastaron con el ruido y la furia de Trump. Fue más fuerte en temas en los que parece tener una sólida base política, como el derecho al aborto.
Quizás su momento más efectivo fue cuando se puso en la posición de una votante que apoyaba la anulación del derecho federal al aborto pero que estaba preocupada por las consecuencias a largo plazo para la salud reproductiva de las mujeres. “No pretendía que las mujeres que sufrieran un aborto espontáneo desarrollaran septicemia, como ha ocurrido muchas veces. No pretendía que las mujeres murieran”, dijo Harris, parafraseando las preocupaciones que podría tener esa votante.
Pero un votante indeciso que esperara políticas concretas y aplicables desde el primer día para recortar el costo de los comestibles, que no ha vuelto a los niveles anteriores del ahora extinto repunte de la inflación a principios del mandato de Biden, puede haberse sentido decepcionado. La vicepresidenta se refirió a su plan para reducir lo que ella denomina especulación con los precios, impedir que los propietarios ausentes adquieran bloques enteros de propiedades y ahoguen la competencia, y reducir la burocracia para abordar la construcción de nuevas viviendas. Pero nada de esto se refería realmente a cómo mejoraría muy pronto la vida de los votantes.
En cuanto a la inmigración, Harris criticó a Trump por acabar con el proyecto de ley de fronteras más conservador en décadas, que habría incrementado los recursos para un sistema de asilo desbordado. Pero no tuvo una buena respuesta a la pregunta del moderador de CNN, Anderson Cooper, sobre por qué el Gobierno de Biden no había tomado medidas ejecutivas que ralentizaran considerablemente el cruce de fronteras tres años antes.
El hecho de que Harris no eligiera lealmente este momento para separarse del presidente Joe Biden y decir que ella misma habría hecho las cosas de otra manera es algo que favorece a Harris. Pero los políticos de éxito a veces necesitan mostrar una vena despiadada, y ella podría haber ayudado a su causa haciéndolo. De hecho, aunque insistió en que “mi Gobierno no será una continuación del Gobierno de Biden”, no explicó claramente qué haría de forma diferente.
A lo largo de su carrera política, Harris ha tenido dificultades en situaciones sin guion cuando se le ha pedido que aborde políticas en gran profundidad o que dé respuestas espontáneas. Su desempeño en el foro demostró nuevamente que no es una política natural. Cuando evitó preguntas difíciles, no lo hizo con la fluidez y suavidad de otros intérpretes políticos más hábiles. Parecía menos cómoda en este entorno, frente a los votantes y a Cooper, quien indagó de manera incisiva pero respetuosa en sus respuestas vacías, que durante su enfrentamiento con el presentador de Fox News, Bret Baier, la semana pasada.
Una última oportunidad para sellar la elección
Pero nadie espera que Harris se convierta en una política natural de la noche a la mañana. La cuestión para un votante que aún duda sobre su elección es si, a pesar de todas sus desventajas, ella es una mejor apuesta que Trump y todo lo que él implica.
Después de todo, el espectáculo de un antiguo secretario general de la Casa Blanca advirtiendo que el candidato republicano es en realidad un dictador en ciernes constituye un momento único en la historia de la república.
Podría parecer que la conducta extravagante de Trump y su desprecio por las leyes, el decoro y la decencia lo convierten en alguien desagradable para millones de votantes. Pero los últimos nueve años demuestran que ese comportamiento es también un argumento de venta para un gran número de seguidores que piensan que la élite dirigente no trabaja para ellos. Puede que Trump nunca haya superado el 50% en unas elecciones nacionales, pero es posible que nunca haya sido tan fuerte políticamente como lo es ahora, en la cúspide de unas elecciones que podrían devolverle al poder.
Aún así, los miles de republicanos moderados y mujeres votantes que apoyaron a la exgobernadora de Carolina del Sur Nikki Haley –muchos de los cuales viven en los llamados condados collar alrededor de Filadelfia– son exactamente el tipo de votantes más propensos a sentirse ofendidos por la última evidencia aparente del extremismo de Trump. Ellos podrían decidir el destino de una campaña de Harris que comenzó con una explosión de alegría, pero que ahora se ha reducido a oscuras advertencias sobre la autocracia que se avecina.
Como dijo Harris, los estadounidenses mostrarán lo que quieren en 13 días. En realidad, ya son 12 días.